viernes, 26 de enero de 2007

Domingo IV Tiempo Ordinario (C)

28-1-2007 DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO (C)
Jer. 1, 4-5.17-19; Slm. 70; 1ª Cor. 12, 31-13, 13; Lc. 4, 21-30
Queridos hermanos:
En la homilía de hoy vamos a seguir reflexionando un poco sobre la Carta Pastoral que D. Carlos, nuestro querido Arzobispo, nos escribió para presentarnos el Sínodo Diocesano. También oraremos sobre las lecturas que escuchamos.
Como os decía el domingo anterior, D. Carlos nos coloca en el primer momento del Sínodo, que es la fase de la preparación espiritual. Sobre esta primera fase escribe: La experiencia sinodal desea provocar la conversión en todos los hombres que viven aquí en Asturias, porque sabemos que solamente desde una conversión verdadera podemos responder a esta pregunta: ¿cómo debe vivir y configurarse la Iglesia en Asturias para responder a la voluntad del Señor? […] Y para provocar esta conversión, la Iglesia quiere utilizar las mismas armas que utilizó nuestro Señor y que la Iglesia desde el primer momento de su presencia entre los hombres recomendó, como son: la oración, el ayuno y la limosna, es decir, el diálogo intenso y profundo con Dios, el olvido de uno mismo y el ejercicio de la caridad, llegando hasta su radicalidad máxima que es llegar hasta dar la vida.”
Pregunta: ¿Cómo puedo llevar a cabo en mí mismo, antes de predicarlo a los demás, una conversión que implica el responder en todo momento a la voluntad de Dios? No es fácil vivir esta conversión, pero ya indico de mano que no existe una única forma de vivir esta conversión. NO. Cada persona tiene su propio camino de conversión. Como bien escribía S. Francisco de Sales, cuya festividad celebrábamos esta semana (24 de enero), la fe o la vida cristiana “se ha de ejercitar de diversas maneras, según que se trate de una persona noble o de un obrero, de un criado o de un príncipe, de una viuda o de una joven soltera, o bien de una mujer casada. Más aún: la fe se ha de practicar de un modo acomodado a las fuerzas, negocios y ocupaciones particulares de cada uno” (Oficio de Lectura, S. Francisco de Sales, “De la Introducción a la vida devota”).
En la primera lectura se nos presentan algunas palabras y la vida del profeta Jeremías y cómo vivió él su relación con Dios, en medio de dudas y persecuciones físicas, morales y psíquicas. Sus palabras y su vida inspiraron a muchos hombres y mujeres de fe, ya que ellos pasaron (pasan y pasarán) por las mismas o parecidas circunstancias que Jeremías. En la primera lectura se dice refiriéndose a él: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré […] Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos [...] Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.” Todos hemos sido escogidos por Dios mucho antes de nacer. Todos tenemos una misión en esta vida. Todos tenemos dificultades y debilidades para llevar esta misión adelante, pero El está con nosotros para librarnos.
También Jesús, nos narra el evangelio de hoy, tuvo problemas y dificultades para llevar adelante la misión que el Padre le confió. En efecto, cuando Jesús fue a su pueblo natal y se puso a hablarles de parte de Dios, como se decía en la primera lectura al profeta Jeremías, “todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.”
Y esas dificultades siguen en todos los que desean (y deseamos) ser fieles a nuestro Dios. Llegados a este punto quisiera narraros una historia que me llegó uno de estos días. Dice así: “Unos meses antes de su muerte el Obispo Fulton J. Sheen fue entrevistado por la televisión: ‘Obispo Sheen, usted inspiró a millones de personas en todo el mundo. ¿Quién lo inspiró a usted? ¿Fue acaso un Papa?’ El Obispo Sheen respondió que su mayor inspiración no fue un Papa, ni un Cardenal, ni otro Obispo, y ni siquiera fue un sacerdote o monja. Fue una niña china de once años de edad.
Explicó que, cuando los comunistas se apoderaron de China, encarcelaron a un sacerdote en su propia rectoral, cerca de la iglesia. El sacerdote observó aterrado desde su ventana cómo los comunistas penetraron en la iglesia y se dirigieron al santuario. Llenos de odio profanaron el tabernáculo, tomaron el copón y lo tiraron al piso esparciendo las Hostias Consagradas. Eran tiempos de persecución y el sacerdote sabía exactamente cuantas Hostias contenía el copón: Treinta y dos.
Cuando los comunistas se retiraron, tal vez no se dieron cuenta, o no prestaron atención a una niñita que rezaba en la parte de atrás de la iglesia, la cual vio todo lo sucedido. Esa noche la pequeña regresó y, evadiendo la guardia apostada en la rectoral, entró a la iglesia. Allí hizo una hora santa de oración, un acto de amor para reparar el acto de odio. Después de su hora santa, se adentró al santuario, se arrodilló, e inclinándose hacia delante, con su lengua recibió a Jesús en la Sagrada Comunión. (En aquel tiempo no se permitía a los laicos tocar la Eucaristía con sus manos)
[1]. La pequeña continuó regresando cada noche, haciendo su hora santa y recibiendo a Jesús Eucarístico en su lengua. En la trigésima segunda noche, después de haber consumido la última Hostia, accidentalmente hizo un ruido que despertó al guardia. Este corrió detrás de ella, la agarró, y la golpeó hasta matarla con la culata de su rifle.
Este acto de martirio heroico fue presenciado por el sacerdote mientras, sumamente abatido, miraba desde la ventana de su cuarto convertido en celda. Cuando el Obispo Sheen escuchó el relato, se inspiró a tal grado que prometió a Dios que haría una hora santa de oración frente a Jesús Sacramentado todos los días, por el resto de su vida. Si aquella pequeñita pudo dar testimonio con su vida de la real y hermosa Presencia de su Salvador en el Santísimo Sacramento, entonces el Obispo se veía obligado a lo mismo. Su único deseo desde entonces sería, atraer el mundo al Corazón Ardiente de Jesús en el Santísimo Sacramento. La pequeña le enseñó al Obispo el verdadero valor y celo que se debe tener por la Eucaristía; cómo la fe puede sobreponerse a todo miedo y cómo el verdadero amor a Jesús en la Eucaristía debe trascender a la vida misma.”
La niña china de 11 años fue inspirada en su acción de entrega, de adoración, de Comunión, de valentía por el Señor Jesús a través de unos hombres que destrozaron un sagrario y tiraron por el suelo las Hostias Consagradas. El Obispo Sheen fue inspirado por Dios a través de la niña china. Muchos hombres han sido inspirados por Dios a través del Obispo Sheen.
A mí, ¿a través de quién o de qué me ha inspirado o me inspira Dios en mi camino de conversión?
[1] Fijaros que la niña no se ve digna de recoger la Hostia Consagrada con sus manos, de limpiarla de polvo o suciedad, y postrada en el suelo la niña acerca sus labios, su boca, su lengua y recoge la Hostia tal y como está, y la comulga. Toda la suciedad que tuviera la Hostia queda convertida en toda santidad a los ojos y el corazón de la niña china después de una Hora Santa de Adoración al Santísimo y después de las gracias espirituales que el mismo Dios le regaló a la niña en aquellas treinta y dos horas.

viernes, 19 de enero de 2007

Domingo III Tiempo Ordinario (C)

21-1-2007 DOMINGO III TIEMPO ORDINARIO (C)
Nehm. 8, 2-4ª.5-6.8-10; Slm. 18; 1ª Cor. 12, 12-30; Lc. 1, 1-4; 4, 14-21
Queridos hermanos:
En el día de hoy tenemos varias celebraciones:
- Desde el día 18 hasta el 25 de enero celebramos la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Sabéis que los cristianos estamos divididos en católicos, ortodoxos y protestantes, y entre estos últimos hay luteranos, anglicanos, episcopalianos, calvinistas, evangelistas, baptistas y un largo etcétera. Todos confesamos a Cristo como nuestro Señor, como el Hijo único del Padre, pero… estamos divididos entre nosotros. Por eso, desde hace ya tiempo los cristianos oramos, especialmente en esta semana que precede a la festividad de la conversión de S. Pablo (día 25 de enero), para que el Señor nos conceda la tan ansiada unidad. Ya la pedía Jesús cuando le faltaba poco para su Pasión y Muerte: “Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado para que sean uno, como tú y yo somos uno (Jn 17, 11). Asimismo se pide esta unidad en aquellas bellas palabras de S. Pablo, cuando decía que existe “un solo Señor, una sola fe, un bautismo, un Dios” (Ef. 4, 5-6). O también aquello que se nos dice en la segunda lectura que acabamos de escuchar: “Todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu” (1ª Co. 12, 13).
- Del mismo modo celebramos hoy el domingo tercero del tiempo ordinario con unas lecturas que nos hablan de la misión que inicia Cristo Jesús entre nosotros; El ha sido enviado por el Padre. Así, se dice claramente en el evangelio cómo Jesús no se quedó encerrado en su propia naturaleza divina, en sus propios dones, sino que, fiel al Espíritu que lo impulsaba, comenzó a realizar la misión para la que el Padre lo había destinado: “’El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.’ Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: - ‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.’” (Lc. 4, 20-21). Jesús tenía una misión a favor de los hombres: anunciar la Buena Noticia a los pobres, anunciar libertad a los presos y a los oprimidos (presos y oprimidos por su egoísmo, por su vida mediocre, por su vida familiar atormentada, por los maltratos físicos y psíquicos…), dar vista a los que no ven, y anunciar el año de gracia-perdón-alegría de Dios.
También nosotros, como cristianos, como seres humanos, tenemos nuestra misión en esta sociedad, en la Iglesia. El otro día me preguntaba una persona cómo debía hacer para dar testimonio en su familia, en su trabajo… ante los demás. Comprendía todo lo que Dios le había dado y le daba, y que no podía quedar encerrado dentro de sí. Sintió esto mucho más urgentemente porque hace unos días murió una persona de su entorno laboral y acudieron al funeral todos los componentes del departamento en donde trabajaba. La mayoría eran ateos y en la Misa no hicieron la señal de la cruz, no rezaron el padrenuestro, no contestaron a las oraciones del sacerdote, no cantaron, a la Consagración se quedaron de pie, nadie acudió a comulgar. Esta persona, como los demás…, tampoco. Y se dijo: “Si yo hubiera estado en la Misa habitual dominical de mi parroquia, sí que hubiera ido a comulgar y hubiera cantado y contestado y... ¿Por qué no lo hice? ¿Me avergüenzo de Dios y de mi fe ante los demás? ¿Qué tengo que hacer? ¿Actuar como en mi parroquia, aunque luego me tomen ‘por el pito del sereno’ en mi lugar de trabajo?”
En la segunda lectura de hoy se nos dice que la Iglesia se asemeja a un cuerpo, en donde cada uno tiene una misión que cumplir. Las manos tienen sus propias misiones, lo mismo que los ojos o los oídos o el corazón o las piernas. Pues bien, en la Iglesia sucede lo mismo: una es la misión del sacerdote, otra la del obispo, otra la del catequista, otra la del responsable de Cáritas, o la del sacristán, o la del seglar casado, o la del seglar que trabaja en un hospital o en una oficina o en casa o en un colegio o… Cada uno de nosotros tenemos una misión que cumplir en esta sociedad y en esta Iglesia. Hemos de descubrirla, pero hemos de tener en cuenta que la finalidad de nuestra misión es similar a la de Cristo. Repito lo que decía más arriba: anunciar la Buena Noticia a los pobres, anunciar libertad a los presos y a los oprimidos (presos y oprimidos por su egoísmo, por su vida mediocre, por su vida familiar atormentada, por los maltratos físicos y psíquicos…), dar vista a los que no ven, y anunciar el año de gracia-perdón-alegría de Dios.
- El pasado día 7 de enero, festividad del Bautismo del Señor, en la Catedral de Oviedo, firmaba nuestro Arzobispo el decreto por el que se convocaba el próximo Sínodo Diocesano. El anterior había sido en 1923. En estos tiempos también tenemos una misión que cumplir en la Iglesia que camina en Asturias. En la carta pastoral convocando al Sínodo D. Carlos nos marca el camino a seguir con pistas a desarrollar, pero también para inventar y profundizar nuevos caminos de anunciar el Evangelio a todos los hombres que habitan en Asturias. La carta pastoral se puede encontrar en la página Web de la Archidiócesis: http://iglesiadeasturias.org/
Voy a resumir algunos de los puntos que D. Carlos nos menciona en su carta pastoral:
- El Código de Derecho Canónico nos dice qué es un Sínodo Diocesano: “Es una asamblea de sacerdotes y de otros fieles escogidos de una Iglesia particular, que prestan su ayuda al Obispo de la Diócesis para el bien de toda la comunidad Diocesana” (canon 460). Por tanto, se trata de una reunión de algunos sacerdotes y de algunos fieles de la Archidiócesis de Oviedo y su finalidad es ver de qué manera se puede anunciar, aquí y ahora, el evangelio de Cristo.
- D. Carlos propone tres momentos fundamentales en este Sínodo:
1. Preparación espiritual.
2. Elección de temas como fruto de esa preparación espiritual a través de unas proposiciones.
3. Toma de decisiones en cuanto a líneas de fuerza, acentos, tareas para el camino que tiene que realizar en los próximos años, la Iglesia particular para anunciar a Jesucristo
- El tiempo de preparación espiritual tiene que tener el mismo dinamismo que tuvo la llegada del Señor a este mundo. El Señor propuso estas armas de trabajo para hacerlo: la oración, el ayuno y la limosna, es decir, el situarnos en el horizonte y en el diálogo abierto con Dios, en el olvido de uno mismo y en el ejercicio radical de la caridad, hasta dar la vida. En este tiempo de preparación espiritual nos propone dos ejercicios:
1. Nueva llamada a la misión, desde la conversión, con estas propuestas: Debemos situar en el centro: a) la Palabra de Dios; b) la Eucaristía; c) la Caridad, como expresión del compromiso que nos regala la Eucaristía.
2. La misión experimentada, aprendida y comprendida, siguiendo al buen Pastor con estas exigencias: a) centralidad de la penitencia; b) centralidad de la comunión para hacer creíble el Evangelio.
- En el tiempo de elección de temas se dará un elenco de temas posibles a tratar y a decidir después en la Asamblea Sinodal, incluso con decisiones que tengan normas canónicas. Estos temas posibles a estudiar, se darían antes de la Asamblea al estilo de un documento como se hace en los Sínodos universales, con unas proposiciones a estudiar y trabajar.
- En la tercera fase, haremos la Asamblea Sinodal, tal y como lo describe el derecho de la Iglesia.

viernes, 12 de enero de 2007

Domingo II Tiempo Ordinario (C)

14-1-2007 DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO (C)
Is. 62, 1-5; Slm. 95; 1ª Cor. 12, 4-11; Jn. 2, 1-12
Queridos hermanos:
Este domingo no publicaré ninguna homilía, puesto que la Misa de 11 de la mañana, en la Catedral de Oviedo, estará presidida y será predicada por D. Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de la Archidiócesis. Ello le fue solicitado por el colectivo de inmigrantes ecuatorianos que residen en nuestra Archidiócesis, a fin de ofrecer la Eucaristía por los dos compatriotas asesinados en el atentado de Barajas por ETA.
Hasta el próximo domingo, en que nos encontraremos de nuevo en este mismo sitio.

sábado, 6 de enero de 2007

Bautismo del Señor (C)

7-1-2007 BAUTISMO DEL SEÑOR (C)
Is. 42, 1-4.6-7; Slm. 28; Hch. 10, 34-38; Lc. 3, 15-16.21-22
Queridos hermanos:
El otro año, en la celebración del Bautismo del Señor, os explicaba los ritos que se realizan en este sacramento y el significado de tales ritos. Este domingo quisiera explicaros las normas que el Derecho Canónico (que contiene las leyes de la Iglesia) tiene sobre este sacramento.
- Generales del sacramento del bautismo.
La Iglesia católica contempla la posibilidad de que sean bautizados dos tipos de personas, en cuanto a la edad: el adulto o el infante. a) Se considera adulto en este sacramento del bautismo a aquella persona que ha llegado a los 7 años de edad (canon 852). Esta persona necesita realizar un camino catecumenal previamente a la admi­nistración del bautismo. La preparación debe ser la adecuada para su edad, ya que la preparación será distinta si tiene, por ejemplo, 9 años, o 16 años, o 24 años, o 50 años. b) Se considera infante aquel que no ha alcanzado los 7 años de edad. En el caso del bautismo del infante, han de ser prepa­rados convenientemente los padres y padrinos sobre la significación del sacramento (canon 851).
El bautismo puede ser celebrado en cualquier día de la semana, pero se recomienda que se celebre el domingo o en la Vigilia pascual (canon 856), ya que este sacramento está muy conectado (como todos) a la muerte y resurrección de Cristo Jesús.
El lugar propio de la celebración del bautismo es la iglesia parroquial o un oratorio (canon 857). No se puede celebrar, por tanto, en casas privadas o en los hospitales, a no ser con permiso del ordinario del lugar, fuera del caso de necesidad (canon 860).
- El ministro del sacramento del bautismo.
El ministro ordinario y habitual de este sacramento es el obispo, el sacerdote, o un diácono. Pero, en caso de necesidad, puede bautizar cualquier hombre, incluso un no cristiano (canon 861).
Cuando un sacerdote o un diácono vayan a bautizar a un adulto de más de 14 años, se debe dejar al obispo para que lo haga éste, si así lo juzga necesario. Habitualmente los obispos bautizan adultos el día de la Vigilia Pascual.
- Los bautizandos.
Para que sea bautizado un adulto (se debe de recordar que, referido a este sacramento, son aquellas personas que han alcanzado los 7 años de edad), dicho adulto debe cumplir las condiciones reseñadas en el canon 865 §1: a) que haya manifestado personalmente su deseo de recibir este sacramento; b) que esté suficientemente instruido en las verdades de fe y las obligaciones cristianas; c) que haya sido probado en la vida cristiana mediante el catecumenado; y d) se le debe exhortar, además, a que tenga dolor de sus pecados, puesto que se le perdonará el pecado original y los pecados personales cometidos por él desde que tiene uso de razón hasta el momento que recibe el sacramento del bautismo.
Si el adulto es bautizado por un sacerdote, éste está facultado para confirmarlo en la misma ceremonia y, además, el recién bautizado debe recibir el sacramento de la Eucaristía (canon 866). Por otra parte, si los que se bautizan son matrimonio (que se han casado, por ejemplo, “por lo civil” o por otro rito), en el mismo momento de bautizarse, reciben el sacramento del matrimonio sin falta de que tengan que renovar el consentimiento matrimonial.
Los padres tienen la obligación de bautizar a sus hijos (infantes) en las primeras semanas del nacimiento (canon 867).
¿Se puede bautizar a los hijos de padres casados civilmente, o de padres que simplemente conviven como parejas de hecho? Unos sacerdotes actúan de un modo y otros de otro. ¿Qué dicen las normas de la Iglesia? Para que un niño (infante) sea bautizado debe existir la esperanza fundada de que será educado en la religión católica; si no es así, debe ser diferido la administración de este sacramento, pero advirtiendo a los padres las razones de no bautizarlo en ese momento (canon 868).
El niño (infante) de los padres católicos, incluso de los no católicos, puede ser bauti­zado en grave peligro de muerte, aunque se opongan los padres (canon 868).
- Los padrinos.
Se define en el canon 872 que son los padrinos. Estos no son los que traen el bollo por Pascua o los que traen los regalos el día de los Reyes Magos… Los padrinos son aquellos cristianos que: a) asisten a los adultos que van a ser bautizados en su iniciación-preparación cristiana; b) procuran que después de recibido el sacramento el bautizado lleve una vida cristiana congruente con el bautismo; y c) que el bautizado cumpla fielmente las obligaciones inherentes al sacramento. Cuando se trata de bautizar a un niño (infante), entonces los padrinos tienen, además, otra misión: la de presentar ante la Iglesia y ante su ministro, junto con los padres, al niño que va a recibir el bautismo.
Sólo se puede tener un solo padrino, o una sola madrina, o un padrino y una madrina. No se puede tener, por tanto, dos padrinos o dos madrinas (canon 873).
¿Quiénes pueden ser padrinos[1] de una persona que va a ser bautizada? En el canon 874 se dicen las condi­ciones necesarias para serlo: a) que hayan sido elegidos por el adulto que va a ser bautizado o por sus padres, y que tengan capacidad para esta misión e intención de desempeñarla; b) que hayan cumplido los 16 años, aunque esto puede ser dispensado por el ministro; c) que sean católicos, que estén confirmados, que hayan hecho la primera Comunión y que lleven una vida congruente con la fe y la misión que van a asumir; d) que no estén excomulgado; e) que no sean el padre o la madre de quien va a ser bautizado.
[1] Recuerdo que hace años se iba a bautizar a un hijo del cantante Rafael y de su mujer Natalia. Estos escogieron como padrino al Cordobés, que estaba conviviendo maritalmente con una mujer, y el sacerdote no permitió que el Cordobés fuera padrino. Esto causó bastante revuelo.

viernes, 5 de enero de 2007

Epifanía (C)

6-1-2007 EPIFANIA (C)
Is. 60, 1-6; Slm. 71; Ef. 3, 2-3a.5-6; Mt. 2, 1-12
Queridos hermanos:
(Predico con la imagen del Niño Jesús entre mis brazos. Predico con los papeles de la homilía en una mano y con el micrófono ante mis labios. Predico mirando de frente a los fieles que acuden a la Misa del Señor).
Ayer por la mañana me vino una persona al obispado y me dijo: “Andrés, vengo para que me des esperanza. La necesito, pues a mi alrededor está todo mal. Está mal España con los atentados de la ETA, con el islamismo que nos está comiendo el terreno, con mi vejez, con mis enfermedades que me asaetan de dolores, que me impiden leer y centrarme. Andrés, dame esperanza de parte de Dios.”
Antesdeayer otra persona (una madre) me dijo que su hijo, de unos dos años, está muy enfermo. El padre de este niño tiene que pincharle en vena todos los días para administrarle la medicación conveniente. La madre vino pidiendo luz, fuerza. En definitiva, vino pidiendo esperanza; no la que le puede dar un simple hombre, sino la que le puede dar Dios mismo. Las lágrimas fluían continuamente de sus ojos y resbalaban sobre sus mejillas. Esta mujer quería escuchar a Dios, que El le dijera lo que tenía que hacer y, sobre todo, que se hiciera presente en su vida, en su hijo doliente.
Ayer me llamaron a mediodía y me dijeron que una mujer había fallecido. Me pidieron que la encomendara en la Santa Misa. Es decir, pidieron esperanza ante la muerte de un ser querido.
Antesdeayer vino a hablar conmigo el hijo de la señora de unos 60 años que murió de cáncer hace pocas semanas. Las lágrimas caían por sus mejillas; el desconcierto estaba en su ser más íntimo; el ansia y la necesidad de acercarse a Dios salía por los poros de su piel. Este hijo amantísimo de su madre clamaba por un poco de esperanza.
Antesdeayer vino a hablar conmigo un chico “al que casé” hace un tiempo. Me contaba algunas dificultades en su matrimonio. Dificultades por su culpa y por su debilidad de carácter. Lloraba porque no quería perder a su mujer. Lloraba porque amaba y ama a su mujer. Lloraba porque no es nadie sin su mujer. Lloraba… y las lágrimas caían mansamente por sus mejillas. Pedía luz, pedía esperanza en su situación. En su desesperación había hablado con Dios, me decía. Había escuchado a Dios, me decía. Quería seguir escuchando a Dios, me decía. Pedía esperanza.
¿Cuál es la respuesta que la Iglesia da en estas situaciones? La respuesta no puede ser otra que la que Dios mismo nos dé. La Iglesia nos presenta para celebrar hoy la festividad de la Epifanía, palabra griega que significa “manifestación”. Cuando Jesús nació en Belén y los pastores fueron a adorarlo, en los pastores estaba representado el pueblo de Israel. Sin embargo, hoy, en la fiesta de Epifanía, cuando los Magos adoran a Jesús, en ellos estamos representados todos los hombres no judíos. Cristo Jesús nació para el pueblo de Israel, pero también para los no judíos. Cristo Jesús fue la respuesta de esperanza de Dios para los judíos, pero también es la respuesta de esperanza de Dios para todos los hombres de todos los tiempos en todas las circunstancias de su vida. Por eso, Isaías, en la primera lectura, profetiza en este sentido: "¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz! […] Mira: las tinieblas cubren la tierra, las oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz".
En este mundo o en otro mundo no hay nadie que pueda darnos luz más que Jesús, el Hijo de Dios. En este mundo o en otro mundo no hay nadie que pueda darnos esperanza más que Jesús, el Hijo de Dios.
Pero ¿qué es la esperanza de Dios, en qué consiste? Permitirme poneros un ejemplo real de cómo actúa Dios y para ello os voy a leer un trozo de una carta que me escribió hace un tiempo una conocida: “Le voy a contar algo de mi vida. Murió mi padre, con todo el conocimiento. Antes de morir no se ocupaba de las cosas de la tierra, pensaba en el cielo. Murió como un santo. Tanto le quería que pensé que el mundo venía sobre mí, tanto dolor tenía... Hablaba con la gente buscando consuelo; nadie me ayudaba. Un día fui a un funeral y me fui a confesar... Salí de la iglesia contenta, empezaba a ver las cosas de otra manera. Mi hija de 4 años también estaba siempre rezando y un día le dio por decir: ‘Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.’ Lo decía sin cesar. Yo lo tenía oído muchas veces, pero nunca se me grabó tanto como ese día... Hoy lloro la falta de mi padre, pero soy feliz. Puedo decir: ¡Bendito seas, Dios mío, qué bien haces las cosas!”
Sólo Dios puede darnos esperanza. Pero ésta no viene porque se nos quiten los problemas que tenemos (mi hijo pequeño se cure, mis difuntos revivan o no hayan muerto o hayan sanado de sus enfermedades, ETA deje de matar o el cristianismo se imponga al islamismo, mi mujer me perdone…). La esperanza de Dios produce sus frutos, aunque nada se arregle, aunque todo siga igual... Fijaros qué bien lo entendió el profeta Habacuc: “Aunque la higuera no eche sus brotes, ni den su fruto las viñas; aunque falle la cosecha del olivo, no produzcan nada los campos, desaparezcan las ovejas del aprisco y no haya ganado en los establos, yo me alegraré en el Señor, tendré mi gozo en Dios mi salvador. El Señor es mi señor y mi fuerza; El da a mis pies la ligereza de la cierva y me hace caminar por las alturas” (Hab. 3, 17-19).
En conclusión, la esperanza no viene de las cosas, de que me salgan bien o mal. La esperanza no viene de Dios. LA ESPERANZA ES DIOS.