miércoles, 31 de diciembre de 2008

Santa María, Madre de Dios (B)

1-1-2009 SANTA MARIA, MADRE DE DIOS (B)
Num. 6, 22-27; Sal. 66; Gal. 4, 4-7; Lc. 2, 16-21

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Queridos hermanos:
En el día de hoy celebramos la Jornada mundial de la paz. Debemos rezar por la paz entre Israel y los palestinos de la Franja de Gaza; paz en Afganistán, en Pakistán, en la India, en Guinea, en Georgia, en Irak, en Méjico, en Colombia, en Zimbabwe, y en tantos y tantos sitios. Hemos de orar y trabajar por la paz en los países y en las personas.
En estos días de atrás escuchábamos en las lecturas de la Misa de Navidad que el Niño que nacía sería conocido como Príncipe de la Paz, y es que los discípulos de Jesús debemos de ser portadores de paz. Por eso Jesús llamará bienaventurados a quienes son portadores de la paz o a los que trabajan por la paz, “porque ellos se llamarán hijos de Dios” (Mt. 5, 9).
Veamos a continuación un ejemplo concreto de un hombre que siempre ha trabajado por la paz: San Francisco de Asís. Entre los hechos que le sucedieron hay uno que a mí siempre me llamó la atención: un soldado, Ángel Tarlati, dejó su oficio y se hizo franciscano. El, con otros frailes, estaban en un monte llevando una vida de oración y de penitencia. Merodeaban por aquellos parajes tres bandoleros, que se dedicaban a asaltar a los transeúntes. No teniendo nadie a quien asaltar y, muertos de hambre, se presentaron con no muy buenas intenciones en la choza de los franciscanos. Al verlos Ángel Tarlati se encendió en ira y los increpó: “Asesinos y holgazanes; no contentos con robar a la gente honrada, ¿ahora queréis engullir las pocas aceitunas que nos quedan? Tenéis edad para trabajar. ¿Por qué no os contratáis como jornaleros?” Ante estas palabras los bandoleros no se inmutaron y persistían en sus intenciones. Entonces Ángel les dijo de nuevo: “Es bueno que sepáis que soy un viejo soldado y que más de una vez he partido de un tajo a canallas como vosotros. Y lo haré ahora con este garrote”. Y agarrándolo comenzó a golpearles, por lo que los forajidos escaparon precipitadamente. Los frailes se divirtieron y se rieron de buena gana con el episodio. Esta es la actuación normal de los hombres normales. Si el hermano Ángel no hubiera sido un antiguo soldado, los frailes habrían sido despojados de lo poco que tenían, pero, como él era fuerte y diestro con las armas, consiguió ahuyentarlos. Es la ley del más fuerte: es lo que imperaba en la sociedad de entonces… y de ahora.
Veamos ahora qué pasa cuando interviene un santo en este hecho. Sigo con el relato y lo tomo literalmente de un libro sobre San Francisco: “Al caer la tarde, regresó Francisco de pedir limosna, y los hermanos le contaron regocijadamente y entre risas lo ocurrido. Mientras se lo contaban, Francisco no esbozó ni la más leve sonrisa. Ellos percibieron que el chascarrillo no le hacía ninguna gracia. Entonces ellos también dejaron de reírse. Acabada la narración, Francisco no dijo ni una palabra. Se retiró en silencio y salió al bosque. Estaba agitado e intentaba calmarse. ‘¡Un soldado! –comenzó pensando-. Todos llevamos un soldado dentro; y el soldado es siempre para poner en fuga, para herir o matar. ¡Victoria militar! ¿Cuándo una victoria militar ha edificado un hogar o un poblado? La espada nunca sembró un metro cuadrado de trigo o de esperanza.’ Francisco estaba profundamente turbado. Evitaba, sin embargo, que la turbación derivara mentalmente en contra de Ángel Tarlati, porque eso sería igual o peor que descargar golpes sobre los bandidos. ‘Sácame, Dios mío, la espada de la ira y calma mi tempestad’ –dijo Francisco en voz alta. Cuando estuvo completamente calmado y decidió conversar con los hermanos, se dijo a sí mismo: ‘Francisco, recuerda: si ahora tú reprendes a los hermanos con ira y turbación, eso es peor que dar garrotazos a los asaltantes.’ Convocó a los hermanos y comenzó a hablarles con gran calma. Ellos, al principio, estaban asustados. Pero, al verlo tan sereno, se les pasó el susto. ‘Siempre pienso –comenzó diciendo- que si el ladrón del Calvario hubiese tenido un pedazo de pan cuando sintió hambre por primera vez, una túnica de lana cuando sintió frío, o un amigo cordial cuando por primera vez sintió la tentación, nunca hubiese hecho aquello por lo que le crucificaron.’ Francisco hablaba bajo, sin acusar a nadie, con la mirada en el suelo, como si se hablara a sí mismo. ‘A todos los ajusticiados –continuó- les faltó en su vida una madre. Nadie es malo. A lo sumo frágil. Lo correcto sería decir, enfermo. Hemos prometido guardar el santo Evangelio. Y el Evangelio nos dice que hemos sido enviados para los enfermos, no para los sanos. ¿Enfermos de qué? De amor. He aquí el secreto: el bandolero es un enfermo de amor. Repartid un poco de pan y un poco de cariño por el mundo, y ya podéis clausurar todas las cárceles. ¡Oh, el amor, fuego invencible, chispa divina, hijo inmortal del Dios inmortal! ¿Quién hay que resista al amor? ¿Cuáles son las vallas que no pueda saltar el amor y los males que no los pueda remediar? Y ahora –añadió despacio y bajando mucho la voz-, yo mismo iré por las montañas buscando a los bandoleros para pedirles perdón y llevarles pan y cariño.’ Al oír estas palabras, se sobresaltó el hermano Ángel y dijo: ‘Yo soy el culpable, hermano Francisco; yo soy quien debe ir.’ ‘Todos somos culpables, querido Ángel –respondió Francisco-. Pecamos en común, nos santificamos en común, nos salvamos en común.’ Ángel se puso de rodillas y dijo: ‘Por el amor de Dios permíteme esta penitencia.’ Al oír estas palabras, Francisco se conmovió, y le dijo: ‘Está bien, querido hermano, pero harás tal y como te voy a indicar. Subirás y bajarás las cumbres hasta encontrar a los bandoleros. Cuando les divises, les dirás: «Venid, hermanos, venid a comer la comida que el hermano Francisco os preparó con tanto cariño». Si ellos distinguen paz en tus ojos, enseguida se te aproximarán. Tú les suplicarás que se sienten en el suelo. Ellos te obedecerán, sin duda. Entonces, extenderás un mantel blanco sobre la tierra. Colocarás en el suelo este pan y este vino, estos huevos y este queso. Les servirás con sumo cariño y alta cortesía. Cuando ya estén hartos, les suplicarás de rodillas que no asalten a nadie. Y lo restante lo hará la infinita misericordia de Dios’ Y así sucedió. Diariamente subían los ex bandoleros al eremitorio cargando leña a hombros. Francisco les lavaba frecuentemente los pies y conversaba largamente con ellos. Una lenta y completa transformación se operó en ellos” (I. Larrañaga, El hermano de Asís, Ed. Paulinas, Madrid 198014, 234-237).
La paz de corazón está muy unida al amor, como nos enseña San Francisco de Asís, y la paz y el amor sólo pueden poseerlos quien los recibe de Dios, el cual es origen de toda paz y de todo amor. San Francisco de Asís sabía esto y por eso él procuraba estar muy unido a Dios. En Dios lo tenía todo y era un perfecto transmisor de de todo lo que Dios le daba.
Para empezar este año 2009, un año que se anuncia muy duro en el ámbito económico y social, quiero, de la mano de María y de su Hijo Jesucristo, invocar sobre todos nosotros la bendición de la primera lectura y que San Francisco tanto usaba:
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti y te conceda la paz.”

AMEN (Así sea)

sábado, 27 de diciembre de 2008

Domingo de la Sagrada Familia (B)

En el día de hoy no voy a colgar una homilía nueva, puesto que voy a ir a celebrar la Misa en una parroquia rural de Asturias y predicaré la que hice el año pasado por estas fechas. La tengo "colgada en el blog" en diciembre de 2007.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Navidad (B)

25-12-2008 NAVIDAD (B)
Is. 9, 1-7; Sal. 95; Tit 2, 11-14; Lc. 2, 1-14

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Queridos hermanos:
- En el día de hoy celebramos el nacimiento del Hijo de Dios. Hace muchísimos años Dios Padre creó este universo y, como nos dice la Biblia, “todo era muy bueno” (Génesis 1, 31): el aire, las estrellas, las aguas, los montes, las plantas, los animales; hasta el ser humano era muy bueno, pero… el mal y el pecado hicieron que la creación se desestabilizara y se corrompiera en gran medida. Mas en ese momento Dios Padre hizo una promesa a toda la humanidad. En efecto, dijo Dios a la serpiente que, cuando ella hiriera en el talón al hombre, éste le pisaría la cabeza (cfr. Génesis 3, 15b). ¿No os fijasteis en las imágenes de la Inmaculada Concepción, en donde aparece una serpiente con la manzana en su boca mientras la Virgen María le pisa la cabeza? Pues eso significa que ella, la Virgen María, acaba con el poder del pecado y del mal. ¿Cómo? A través del nacimiento de su Hijo. Por lo tanto, vemos cómo la Navidad representa el cumplimiento de la promesa de Dios Padre a la humanidad al principio de la creación. Desde siempre y por siempre los hombres estábamos esperando este día, y hoy, día de Navidad, celebramos que Dios ha cumplido su promesa.
Las lecturas que acabamos de escuchar nos dicen todo esto. Así en la segunda lectura leemos que Jesucristo es el Salvador nuestro, el que trae la salvación a todos los hombres. En el evangelio se lee que el ángel anunciaba a los pastores que un Salvador había nacido, y la señal de ello era un niño recién nacido, envuelto de pañales y acostado en un pesebre. Lo mismo se dice en la primera lectura del profeta Isaías.
- Pero ¿en qué consiste esta salvación? Ante todo se ha de decir que la salvación no es una cosa ni es algo etéreo. La salvación es Dios mismo en la tierra en la persona de Jesús. Por lo tanto, si queremos la salvación, si buscamos la salvación, hemos de encontrar, coger y no soltar a Jesús.
* Jesús nos trae luz, una luz grande en medio de tantas tinieblas como tenemos.
* Jesús nos trae alegría y gozo en medio de tanta tristeza como nos rodea.
* Jesús rompe la vara del dictador y quema la bota que aplasta a los demás.
* Jesús nos trae la paz a todos los hombres, porque Dios ama a todos los hombres.
* Jesús nos purifica de nuestros pecados… por muy viejos que sean, por muy grandes que sean, por mucho daño que hayan hecho. Y es que este perdón y esta purificación de Dios harán que nuestra piel envejecida y arrugada quede como la de un bebé. Dios hará que nuestras manchas de pecados desaparezcan y quedemos más limpios que cuando usamos el mejor detergente del mundo. Dios hará que los recuerdos del pasado, que denuncian nuestros errores, pecados y malos hechos, que nos aplastan y nos martillean la conciencia una y otra vez, queden asumidos en la paz de Dios.
- ¿Cómo sabré yo que la salvación de Jesús, que Jesús mismo está en mi vida? ¿Cuáles son y cuáles deben ser los frutos de esta salvación en mi vida? * La salvación de Jesús estará en mí cuando yo sea instrumento de Jesús y de su salvación para los demás.
* Jesús estará en mí, como dicen las lecturas de hoy, cuando renuncie de verdad y de una vez por todas a una vida sin religión y sin Dios, pero no sólo teórica, sino y sobre todo prácticamente. ¿De qué me sirve ser católico creyente y no practicante?
* Jesús estará en mí cuando renuncie a los deseos mundanos.
* Jesús estará en mí cuando lleve una vida sobria, honrada y dedicada a las buenas obras.
* Jesús estará en mí cuando sea un hombre de paz, y transmita paz a los que me rodean.
- Voy a poner tres ejemplos de esto último que acabo de decir. Sabéis que yo grabo las homilías y, tanto escritas como habladas, las mando por correo electrónico y las cuelgo en Internet (en un blog). Pues bien, algunas personas escriben sus comentarios en Internet sobre las homilías. Hay un chico, David, que se está acercando a Dios y a su Santa Iglesia desde hace poco y sigue las homilías por Internet. El miércoles, 23 de diciembre, puso este comentario: “Buenas a todos. Gracias, padre, por esta homilía tan maravillosa. Estoy de acuerdo en que la Virgen María vela por todos nosotros en todo momento… Es nuestra madre y se comporta como tal. Estos días para mí han sido muy difíciles; he estado ingresado una semana en el hospital, y ¡ay! en la soledad del mismo me sentía acompañado de mi otra madre, la Virgen. Aunque parezca mentira me sentía acompañado por ella y cuidado; sentía como si alguien me estuviese cuidando cuando mis familiares se iban del hospital. Me decía que ojalá algún día pudiese entregarme a Dios con tanta plenitud como se entregó María a la voluntad de Dios sin poner ningún obstáculo. Hoy miércoles hemos ido a cantar una misa a la cocina económica de Oviedo para toda la gente desfavorecida y para los voluntarios, y en esta Misa, siempre estaba muy presente la Virgen María; nos estaba guiando y cuidando. Aprovecho este blog para animaros a que este fin de semana acudáis todos a Madrid al Encuentro de las familias. Yo es el primer año que voy a ir, y estoy muy orgulloso de ello, tengo ganas de decir a los cuatro vientos que...¡¡Quiero pertenecer a la familia Cristiana!! Un saludo para todos y Feliz Navidad a todos”.
También quiero contaros el caso de José Ángel. Es un padre de familia de unos 42 años. Tiene 3 hijos. Trabaja como profesor de religión y dedica su tiempo libre a estar con su familia, a atender como voluntario y con alumnos suyos el albergue de transeúntes “Cano Mata”. Por si fuera poco esto, los sábados por la noche coge un termo de chocolate caliente, que le prepara su mujer, y sale por Oviedo a dar conversación y un poco de chocolate caliente a los hombres y mujeres sin techo. Pasa también un poco de tiempo en la iglesia de las Esclavas para hablar con Jesús, su Salvador. Su mujer le espera despierta para escucharlo y darle ánimo.
Finalmente quiero reseñar aquí algunas palabras de un chico de Oviedo, Tino, que falleció hace unos 12 años. Tenía poco más de 30 años; murió de enfermedad y en los últimos meses de vida Dios se acercó a él a pasos agigantados. Para Tino su enfermedad fue su Navidad, es decir, Dios naciendo en su ser: “¡Bendita el alma que sufre, cuando se está haciendo buena!; también el cincel que esculpe hace sufrir a la piedra. Sufrir para conseguir una figura perfecta en la piedra, la escultura, en el alma, la belleza, que refleja al sonreír su bello rostro princesa […] ¡Bendita el alma que sufre, cuando se está haciendo buena…!” (8/95). “Ayer me sentí morir. La tremenda desintoxicación a que me estoy sometiendo llegó ayer al límite. Por momentos sentí que mi vida se consumía y tuve miedo, mucho miedo. Afortunadamente me encontraba rodeado de mi familia. Mientras por mi cabeza surgían alucinaciones, mi padre y Pablo (un hermano) intentaban tranquilizarme. Parecía el final, cuando miré a mi padre, rodeé mi mano por su cuello y le dije: ‘Papá, te quiero’. Milagrosamente mi corazón volvió a latir con normalidad y mi cabeza dejó de dolerme. Fue como si expulsara en ese momento el veneno del resentimiento, que nunca quise expulsar. Dios ha querido o creído conveniente esa situación de pánico para que de una vez abriera mi corazón a quien más me quiere, me quiso y me querrá siempre: MI PADRE” (6/4/96). “Nunca supe responder con precisión la cuestión: ‘anote su profesión’ […] industrial o comercial, técnico deportivo, animador recreativo, cualquiera puede valer. Pero ninguna mejor que la que voy a poner a partir de este momento. ¡Qué va, no me la invento! De profesión… PENITENTE” (29/4/96).

viernes, 19 de diciembre de 2008

Domingo IV de Adviento (B)

21-12-2008 4º DOMINGO ADVIENTO (B)
2 Sam. 7, 1-5.8b-12.14a-16; Sal. 88; Rm. 16, 25-27; Lc. 1, 26-38
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Queridos hermanos:
Estamos en el cuarto Domingo de Adviento. El próximo miércoles, día 24 de diciembre, por la noche celebraremos el nacimiento de Jesús, el Hijo Único de Dios. En este tiempo de Adviento nos hemos ido preparando para la venida de Jesús. Para ello hemos pensado un plan de Adviento; hemos tratado de ser fieles a ese plan; hemos orado sobre los textos bíblicos que la Iglesia nos proponía en las Misas; hemos querido ser receptivos a la Alegría, que sólo el Señor nos puede dar. Pero, para acercarnos más a Jesús, se nos propone hoy, además, hacerlo a través de su querida madre, María.
- Nos narra el evangelio que el ángel Gabriel se presentó a una doncella de una aldea perdida en la montaña de Galilea. A esta doncella se le propone de parte de Dios la posibilidad de ser la madre del Mesías, la madre del Hijo de Dios. Ella pregunta al ángel Gabriel que cómo va a quedar embarazada si no ha mantenido relaciones con ningún hombre, a lo que el ángel le contesta que será el Espíritu Santo quien la cubra y quien la deje encinta, pues todo es posible para Dios. Al oír esto María, ya sin ninguna duda y con total disponibilidad, contesta: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
En el momento en que María contesta de este modo, ella se queda embarazada. Su vientre recibió la semilla divina, que fecundó su óvulo, y allí apareció una vida humana y a la vez una vida divina. María llevaba dentro de sí a un niño humano y a la vez a Dios mismo.
El 25 de marzo la Iglesia celebra la festividad de la Encarnación del Hijo de Dios en el vientre de María y el 25 de diciembre la Iglesia celebra el nacimiento de Jesús. No quiero ahora detenerme en si tales días corresponden realmente a las fechas de la concepción y del nacimiento de Jesús. No es el momento. Pero lo que sí quisiera plantearme, aquí y ahora, es la siguiente pregunta: ¿Qué pasó durante estos 9 meses, es decir, durante el tiempo del embarazo[1]? Nada de esto se nos dice. Uno de los evangelistas únicamente nos dice que en estos 9 meses sucedió el encuentro de María con su prima Isabel.
Se ha de suponer que en estos 9 meses la Virgen María percibió algunos cambios en su cuerpo, lo mismo que les sucede a todas las mujeres que se quedan embarazadas. Lo que voy a decir ahora lo he preguntado a algunas mujeres que han sido madres. Lo primero que me dijeron es que cada embarazo es distinto. De modo general, lo que una mujer embarazada puede sentir y, por tanto, lo que María pudo haber sentido es esto (perdón por los errores e imprecisiones que cometa al decirlo):
* En el primer trimestre María pudo sentir, entre otras cosas, nauseas, vómitos, se volvió más sensible, tuvo más sueño, se le agudizó el olfato. A partir de la semana 12 de gestación ya estaba formado el bebé.
* Parece que el segundo trimestre pudo ser el mejor, pues María quizás no tuvo ya las nauseas, ni las molestias del primer trimestre, ni tampoco la pesadez que tendría en el tercer trimestre. También es cierto que hay mujeres que lo pasan mal, muy mal durante todo el embarazo. En este segundo trimestre, a partir de la semana 18, María habría empezado a notar que la criatura se movía dentro y daba alguna patada.
* En el tercer trimestre los pulmones de María se habrían visto aprisionados, porque el niño ya habría crecido bastante y necesitaba más espacio. Además, María tuvo que llevar más peso consigo en este tiempo y esto le dificultó para caminar, con la consiguiente hinchazón de piernas y con dolor de riñones.
Sí, en María hubo un cambio en su cuerpo durante el embarazo, pero también en su mente, pues dejó de ser adolescente para convertirse en toda una mujer. Dejó de ser mujer a secas para irse convirtiendo poco a poco en madre. Asimismo la relación con su entorno: vecinos, familiares… tuvo que cambiar. Ella vería ahora todo con otros ojos y a ella también la verían con otros ojos. El embarazo de María tuvo que ser muy bonito, el sentir cómo se iba creando dentro de su ser una vida nueva e independiente de ella. Para María lo más bonito que podía sucederle era el ser madre. Por todo lo que acabo de narrar, se puede decir que María fue, es y será solidaria (aunque los cristianos hablamos más de “estar en comunión”, que tiene un significado más profundo que la mera solidaridad) con todas las mujeres que han estado embarazadas, que lo están y que lo estarán. María acoge, comprende y vela sobre todas las mujeres embarazadas.
El 4 de diciembre de 2008 leía en un periódico el testimonio de una mujer, Esperanza Puente, que había abortado. Decía así: “He querido explicarles lo que vivimos las mujeres cuando vamos a abortar. El miedo, la angustia, la soledad cuando te enfrentas a un embarazo inesperado y te abandona tu pareja, o no hay comprensión por parte de la familia, o te amenazan en el trabajo: «abortas o te despido», o hay exclusión social, o tienes problemas económicos...”. También María pudo pasar por esta soledad, por esta angustia y por este miedo. José pudo denunciarla y ella podría haber acabado lapidada junto con su hijo. Por eso, María está en comunión con todas las mujeres que, por una razón u otra, se han visto obligadas a abortar, o están abortando ahora mismo, o van a abortar en un futuro.
María está asimismo en comunión con tantas mujeres que no pueden tener hijos
; está en comunión con tantas parejas que, por una dificultad del varón o de la mujer, no pueden engendrar hijos y se quedan sin ellos, a pesar de ansiarlos tanto.
Igualmente María está en comunión con tantas mujeres que se casaron enamoradas y por haber fracasado su matrimonio y debido a su edad ya no pueden tener hijos, a pesar de que los deseaban y los desean con todas sus fuerzas.
Alguien puede preguntarse o preguntar por qué María puede estar en comunión con todas estas personas y la respuesta es que María llevó en su vientre, no simplemente a un niño, sino que con ella tenía a Dios mismo, al Hijo Único de Dios Padre. ¿Qué habrá sentido María en su espíritu al llevar a Dios durante esos 9 meses? Pues bien, a través de su Hijo, María pudo, puede y podrá estar en comunión con todas esas personas.
- Como siempre, termino con una idea este domingo anterior al día 22 de diciembre; la idea es que no pongamos nuestras fuerzas o salvación en el dinero, sino en Dios. Es cierto que hay crisis, que hay una gran necesidad de dinero para muchas familias, pero creo que la lotería no es la solución. Además, la lotería solucionará el problema a mucho menos de un 1% de la población española.
En nombre de Dios, un año más rompo estas participaciones de lotería en presencia vuestra y digo que sólo quiero poner en El mi seguridad, y esto quiero hacerlo con su fuerza, con su luz y con su gracia.
[1] Hay algunas imágenes en las iglesias que nos muestran a María embarazada. A mí siempre me inspiraron ternura dichas imágenes

viernes, 12 de diciembre de 2008

Domingo III de Adviento (B)

14-12-2008 3º DOMINGO ADVIENTO (B)
Is. 61, 1-2a.10-11; Lc. 1, 46-50.53-54; 1 Tes. 5, 16-24; Jn. 1, 6-8.19-28
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Queridos hermanos:
* En este domingo os invito a llegar a casa y coger los textos de la Biblia que hemos escuchado: leedlos despacio y saboreadlos, como si estuvieseis comiendo un helado. Son unos textos preciosos. También quien tenga la oportunidad que coja la homilía que estoy predicando ahora y saboree los textos de los santos que voy a citar al final.
* En este tercer domingo del tiempo de Adviento siempre se recogen frases de la Sagrada Escritura que hacen referencia a la ALEGRIA. Por ejemplo, en la primera lectura, que es del profeta Isaías, se dice: “Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios”. En el salmo responsorial se dice como respuesta: “Me alegro con mi Dios”, y más adelante: “Se alegra mi espíritu en Dios”. Y San Pablo, en la segunda lectura, dice: “Estad siempre alegres”.
* La alegría, según Sto. Tomás de Aquino, es el primer efecto del amor. Sólo quien ama puede estar contento y alegre. Se podría decir que hay tantas clases de alegría como clases de amor: la alegría de quien ama una buena comida es bien distinta de la que goza quien acaba de enamorarse. Sin embargo, la alegría de amar a Dios no puede compararse con ninguna otra. Por ello, S. Pablo en el momento en que relata los padecimientos que está sufriendo por causa de la fe declara abiertamente: “estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en medio de todas nuestras tribulaciones” (2 Cor. 7, 4).
En los relatos de la Resurrección del Señor se percibe una alegría especial, que llevarán los apóstoles siempre en su espíritu, a pesar de las dificultades y persecuciones. Es el cumplimiento de la promesa que les hiciera Jesús en la última Cena: “Y yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar” (Jn. 16, 22). En efecto, la alegría de los cristianos no va a depender de su estado de ánimo, ni de su salud, ni de ninguna otra causa humana, sino de haber visto al Señor, de haber estado con El. Sólo la cercanía de Dios es el motivo de la alegría profunda, de un gozo incomparable. Como bien nos dice San Pablo en la carta a los Gálatas, la alegría es uno de los frutos del Espíritu Santo (Gal. 5, 22).
La alegría cristiana es de una naturaleza especial. Es capaz de subsistir en medio de todas las pruebas, incluso en los momentos más oscuros. Puede elevarse siempre sobre todas las circunstancias de lo que nos rodea. Con la alegría, el cristiano hace mucho bien a su alrededor, pues esa alegría lleva a Dios. Dar alegría a los demás será frecuentemente una de las mayores muestras de caridad, el tesoro más valioso que puede dar a quienes le rodean. Muchas personas pueden encontrar a Dios en la alegría del cristiano.
* ¿Cómo lograr y alcanzar esta alegría en nosotros? La “receta” se nos da también en las lecturas de hoy:
- “Dar la buena noticia a los que sufren, vendar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, proclamar el año de gracia del Señor”. Es decir, dar noticias de esperanza a los demás.
- “Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión […] No apaguéis el espíritu […] Guardaos de toda forma de maldad”.
* Si me permitís y para terminar, voy a transcribir a continuación una serie de frases de unas personas expertas en alegría: los santos. Sus palabras son mejores que las mías y tienen la fuerza de haberlo vivido en sus propias vidas:
- Decía San Gregorio Magno: “Perdemos la alegría verdadera por el deleite de las cosas temporales”.
- Decía el Pastor de Hermas, un autor cristiano de los primeros siglos del cristianismo: “Una persona alegre obra el bien, gusta de las cosas buenas y agrada a Dios. En cambio, el triste siempre obra el mal”.
- Decía San Josémaría Escrivá: “¿No hay alegría? Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. Casi siempre acertarás”.
- San Atanasio: “Los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando la Pascua, la Resurrección de Jesús”.
- San Juan Crisóstomo: “Los seguidores de Cristo viven contentos y alegres, y se glorían de su pobreza más que los reyes de su corona”.
- Sta. Teresa de Jesús: “Mas esta fuerza tiene el amor, si es perfecto: que olvida más nuestra alegría por alegrar a quien amamos. Y verdaderamente es así, que, aunque sean grandísimos trabajos, entendiendo alegramos a Dios, se nos hacen dulces”.
- San Juan Crisóstomo. “En la tierra, hasta la alegría suele parar en tristeza; pero para quien vive según Cristo, incluso las penas se transforman en gozo”.
- San Agustín: “El gozo en el Señor debe ir creciendo continuamente, mientras que el gozo en el mundo debe ir disminuyendo hasta extinguirse. Esto no debe entenderse en el sentido de que no debamos alegrarnos mientras estemos en el mundo, sino que es una exhortación a que, aun viviendo en el mundo, nos alegremos ya en el Señor”.
- San Basilio: “Siempre estarás gozoso y contento, si en todos los momentos diriges a Dios tu vida, y si la esperanza del premio suaviza y alivia las penalidades de este mundo”.
- Santo Tomás de Aquino: “Las fiestas se han hecho para promover la alegría espiritual, y esa alegría la produce la oración; por lo cual, en día festivo se han de multiplicar las plegarias”.
- Juan Pablo II: “La alegría cristiana es una realidad que no se describe fácilmente, porque es espiritual y también forma parte del misterio. Quien verdaderamente cree que Jesús es el Verbo Encarnado, el Redentor del Hombre, no puede menos de experimentar en lo íntimo un sentido de alegría inmensa, que es consuelo, paz, abandono, resignación, gozo… ¡No apaguéis esta alegría que nace de la fe en Cristo crucificado y resucitado! ¡Testimoniad vuestra alegría! ¡Habituaos a gozar de esta alegría!”

viernes, 5 de diciembre de 2008

Domingo II de Adviento (B)

7-12-2008 2º DOMINGO ADVIENTO (B)
Is. 40, 1-5.9-11; Slm. 84; 2 Pe. 3, 8-14; Mc. 1, 1-8
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Queridos hermanos:
Se dice en la segunda lectura: Esperad y apresurad la venida del Señor”.
- ESPERAD. El tiempo de Adviento en que estamos es un momento de preparación, de vigilancia y de espera, pero ¿qué hemos de esperar o a quién hemos de esperar? Nos dice S. Pedro en la segunda lectura: “Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia”.
Estamos hartos de tanta injusticia, de tantas lágrimas, de tanto dolor sin sentido y de tanto dolor sin fin. Hace un tiempo se me presentó una mujer mayor, de unos 75 años. Su vida era un auténtico fracaso: el hijo mayor con esquizofrenia y sin posibilidad de curación, el pequeño con un alcoholismo tan fuertemente arraigado que, a pesar de haber visitado varios centros de desintoxicación y de curación a lo largo de España, recaía una y otra vez. El marido de esta señora se la está “pegando” con una mujer más joven, que lo único que hace es “sacarle” el dinero que se precisa para atender tantas necesidades de la familia. Esta mujer sufre por esta situación y sufre pensando qué será de sus hijos el día en que ella falte y no haya quien mire por ellos. Sí, estamos hartos de tanto dolor sin fin, de tantas familias y matrimonios rotos.
Estamos hartos de tanta injusticia en gente que ha luchado toda la vida por tener algo y, en medio de esta crisis, se queda sin trabajo, sin el piso para el que había ahorrado toda su vida y se queda sin horizonte.
Estamos hartos de tanto engaño, porque se nos ha dicho, por activa y por pasiva, que poseyendo cosas materiales: casa, coche, dinero, máquinas… seríamos felices o estaríamos más contentos, y ahora resulta que todo eso se nos quita, o no podemos alcanzarlo, o no somos más felices al tenerlo.
Por todo esto y por mucho más “esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia”. Sí, estoy completamente seguro que estos años de miedo, de incertidumbre, de crisis, de mayor pobreza… a mucha gente le hará tener una perspectiva distinta de sí mismos, de los demás, de la vida, de las cosas. Todo esto nos ayudará a crecer como personas, a ser más humildes…
Nosotros, los cristianos, sabemos que este cielo nuevo, esta tierra nueva y esta justicia nueva no vendrán porque la traigan los poderosos de la economía o de la política. También es cierto que nosotros, los cristianos, sabemos que este cielo nuevo, esta tierra nueva y esta justicia nueva no vendrán sólo por el mero fruto de nuestro esfuerzo personal y comunitario. No vendrán tampoco porque sí. Este cielo nuevo, esta tierra nueva y esta justicia nueva nos serán dados por el Señor. Todos necesitamos de Dios, necesitamos al Señor y por eso lo ansiamos y lo esperamos. Sí, el Señor viene. Ya lo anunciaba S. Juan Bautista en el evangelio de hoy: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo”.
- APRESURAD. Os recuerdo que decía S. Pedro en la segunda lectura: “Esperad y apresurad la venida del Señor”. Y es que para los cristianos la espera no debe de ser algo pasivo, como estar sentados en una silla en la estación de tren haciendo tiempo hasta que éste llegue. Hemos de apresurar esta venida del Señor. Pero ¿cómo? En las lecturas que nos propone hoy la Iglesia se nos presentan varias acciones para apresurar la llegada del Señor a nosotros y a este mundo:
* “Consolad, consolad a mi pueblo”. No tengamos el corazón duro e insensible ante tanto sufrimiento que nos rodea y nos rodeará. El jueves me hizo daño la fotografía que vi en los periódicos en donde se mostraba a varios hombres en un bar alrededor de una mesa y jugando una partida a las cartas. Por lo visto eran los compañeros de partida del hombre asesinado por ETA. El hueco dejado por este hombre fue ocupado por otro y continuaban la partida como si tal cosa. Me hizo daño esto. Hay un himno de Vísperas (la oración de la liturgia de las horas) que dice así: “que el corazón no se me quede desentendidamente frío”. No quiero un corazón frío ni ante la muerte de un hombre a manos de ETA, ni ante un niño asesinado en el vientre materno, ni ante el dolor de una mujer, feligresa mía de Taramundi, que me llamó este día porque su hijo sufría acoso escolar y pedía mi mediación para que lo admitiesen en un determinado colegio, ni… Por eso, quien escucha, consuela y se compadece (padece con) de los que sufren está apresurando la venida del Señor.
* “Procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables”. Apresuro la venida de mi Señor Jesucristo cuando busco la paz: paz con los de lejos, paz con los de cerca; paz con los demás, paz conmigo mismo; paz en el exterior, paz en el interior de mi ser. Y estoy en paz cuando pido perdón a Dios de mis pecados, cuando pido perdón a los demás, cuando perdono a los demás, cuando me perdono a mí mismo, cuando acepto a los demás, cuando me acepto a mí mismo. Es tan importante la paz en la vida de un hombre que en todas las Misas, tras orar el Padrenuestro, se pide dicha paz de modo constante, hasta 8 veces: ‘Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días…’; ‘Señor Jesucristo, que dijiste a los discípulos: la paz os dejo, mi paz os doy, no mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y, conforme a tu palabra, concédele la paz…’; ‘la paz del Señor sea siempre con vosotros’; ‘daos fraternalmente la paz’; ‘Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz’; ‘podéis ir en paz’.
* “Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”. Apresuro la venida del Señor cuando más austeramente vivo; cuando pongo mi corazón en los valores humanos más que en los materiales, cuando pongo mi corazón en los valores que no se ven ni se tocan más que en los valores que se ven y se tocan, cuando pongo mi corazón en los valores divinos y eternos más que en los valores mundanos y perecederos.
Termino con el himno de Vísperas al que aludí antes y que es precioso. Quisiera que fuera como una oración para esta semana de Adviento:
Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.
Haz de esta piedra de mis manos
una herramienta constructiva;
cura su fiebre posesiva
y ábrela al bien de mis hermanos.
Que yo comprenda, Señor mío,
al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.
Guarda mi fe del enemigo
(¡tantos me dices que estás muerto!...).
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo.
Amén.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Domingo I de Adviento (B)

30-11-2008 1º DOMINGO ADVIENTO (B)
Is. 63, 16b-17; 64, 1.3b-8; Slm. 79; 1ª Co. 1, 3-9; Mc. 13, 33-37
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Queridos hermanos:
- Hace unos 2.500 años en Israel se vivía una situación bastante dura y difícil en muchos aspectos, especialmente en el ámbito religioso. El profeta Isaías veía esta situación con sus propios ojos y, como él tenía una gran sensibilidad, lo sufría en carne propia. Este dolor lo dejó plasmado en sus escritos. En el trozo que hoy hemos leído se dice: “Nadie invocaba Tu nombre ni se esforzaba en aferrarse a Ti”. “Todos éramos impuros”. “Nuestra justicia era un paño manchado”. “Todos nos marchitábamos como follaje”. En esta misma línea se pronuncia el salmo 13, en el que se lee: “Dice el necio para sí: ‘¡Dios no existe!’ Todos están pervertidos y practican la maldad, no hay quien haga el bien. El Señor mira desde el cielo a los hombres para ver si queda alguien juicioso que busque a Dios. Pero todos se obstinan en su rebeldía, ninguno hace el bien”. Sí, el profeta, igual que el salmista, veía que la fe en Dios era abandonada: no creían ni los jóvenes, ni los viejos, ni los hombres, ni las mujeres. Pero Isaías sufría por tantas cosas. Veamos si la situación hoy día está algo mejor.
* También ahora se abandona la fe a marchas forzadas. Hay muchas solicitudes de apostasía en toda Europa, y no sólo en España, pero estas apostasías formales son únicamente la punta del iceberg de la gran apostasía práctica de tantos y tantos bautizados a lo largo y ancho de Asturias, de España, de Europa.
* En una sentencia judicial reciente, concretamente en Valladolid, se obliga a quitar los crucifijos de un colegio; el otro día leía en el periódico que un número de la Guardia Civil paró a una señora que circulaba en su coche hacia el Valle de los Caídos y le obligó a quitar el rosario que llevaba colgando alrededor del espejo retrovisor porque “eso” era algo provocador y podía originar altercados y desordenes públicos; también leía esta semana que dos números de la Guardia Civil de un cuartel en Córdoba presentaron una reclamación para que una imagen de la Virgen del Pilar que estaba a la entrada del cuartel fuera quitada, pues ofendía a su sensibilidad; el año pasado, por estas fechas, en varios centros escolares se obligó a suspender la celebración de las fiestas navideñas para no herir las sensibilidades de los niños, cuyos padres eran no creyentes.
* No se puede poner una placa en el Congreso de los Diputados a Sor Maravillas, una monja santa y católica. Si fuera una tenista, o una escritora, o una artista de la música o del teatro o del cine… entonces sí que se podría poner dicha placa.
* Se ensalza como un logro sanitario la vacuna contra el cáncer de útero en las adolescentes, cuando el otro día escuchaba cómo un médico decía que esta vacuna actúa exclusivamente contra dos virus que se contraen por tener frecuentes relaciones sexuales con varones distintos y que el mejor remedio contra estos dos virus no es la vacuna, sino que es evitar la promiscuidad, es decir, mantener relaciones sexuales con una única persona. Pero decir esto es políticamente incorrecto.
* En España y en Asturias se ponen problemas para las medicaciones de tantos enfermos crónicos; se dice a los médicos de cabecera que ahorren en las recetas lo que puedan, pues la Seguridad Social tiene que ahorrar (lo cual me parece muy bien y creo que nos medicamos demasiado), pero, por otra parte, se quiere financiar a cargo de esta misma Seguridad Social el cambio de sexo o la vacuna contra el cáncer de útero o la píldora poscoital, porque todo esto es moderno y progresista.
* Estamos en una época donde no se puede decir la verdad, sino que la verdad es la que se propugna desde la clase política dominante o desde determinados medios de comunicación.
* La crisis de valores, ya no sólo religiosos, sino simplemente humanos es impresionante. El vacío en los valores religiosos o espirituales, o dicho de otro modo, el buscar sólo las cosas materiales, el tener más que el ser… hace que la gente se encuentre y se sienta sin ilusión y vacía, y buscando siempre más y más sensaciones extremas. Parece que si no bebes alcohol, si no vas de vacaciones a Cancún, si no tienes dos casas, si no sales a comer o cenar los fines de semana, si no estrenas ropa frecuentemente, si no te realizas personalmente…, entonces eres un carca y un pasado de moda o de la Edad Media.
Ante todos los desastres que observaba el profeta Isaías en su tiempo, él clamaba al Señor y le pedía: “Vuélvete por amor a tus siervos […] ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! […] Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en El […] Señor, tú eres nuestro padre”. Ante todas estas situaciones también nosotros hemos de clamar al Señor y no dejarnos arrastrar por las modas y por lo que no construye a la persona, sino que la destruye por dentro.
Además de clamar al Señor, Jesús nos dice que hemos de vigilar y estar en vela para no dejarnos arrastrar por modas y pensamientos que no dan vida, sino que nos la quitan. Como medio, en este Adviento, para estar vigilantes y para clamar al Señor os propongo, como cada año, confeccionar un plan de Adviento.
- En efecto, al llegar este primer domingo de Adviento, os recuerdo la conveniencia de que todos realicemos y preparemos un plan de vida, que dure desde hoy, 30 de noviembre hasta el 24 de diciembre por la noche. Todos los cristianos somos o debemos ser como madres embarazadas de Cristo Jesús. Hemos de preparar los patucos, la cuna, biberones… para el Niño Jesús, que nacerá el 24 del mes que viene.
Los que tenéis experiencia de otros años ya sabéis las cosas que yo aconsejo para este tiempo: 1) intensificar la oración y los tiempos dedicados a ella, 2) más lectura espiritual, que pueden ser lecturas de las Misas o las cartas de San Pablo, pues estamos en el año paulino, 3) confesarnos antes del 24 de diciembre, 4) no comprar lotería, 5) no comer nada de dulces navideños antes del 24 de diciembre, 6) visitar a enfermos, ancianos, amigos que lo necesitan y agradecerán, 7) obras de caridad y de amor con nuestros familiares de casa o de fuera de casa, 8) luchar contra algún vicio o defecto más dominante en nosotros: tabaco, alcohol, comida, lengua, televisión, ordenador, gastos excesivos…, 9) más limosnas, 10) asistir a Misas por la semana, 11) reconciliarse con alguna persona, 12) ordenar cosas mías o de la casa, 13) darse en el trato con el cónyuge y los hijos, 14) y un largo etcétera.
Yo os doy simplemente ideas. Vosotros las concretaréis según vuestras fuerzas y circunstancias. Lo que sí es cierto, y de ello estoy totalmente seguro, es que, si hacemos un plan para el Adviento y procuramos adecuarnos a él, estas Navidades el Niño Jesús estará mucho más a gusto en la cuna de nuestro espíritu.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Domingo Jesucristo, Rey del Universo (A)

Por error he preparado la homillía según las lecturas del Ciclo B, lo siento. Ya no me da tiempo a preparar la homilía según el Ciclo A. Las lecturas que figuran aquí son las del ciclo B, pero la referencia la he puesto para el Ciclo A. Siento todo este lío.
23-11-08 JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (B)
Dn. 5, 1-3; Slm. 92; Ap. 1, 5-8; Jn. 18, 33-37
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Queridos hermanos:
- Con este domingo terminamos el año litúrgico , pues el día 30 empieza un nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento. Con la festividad de Cristo Rey se hace referencia al sentido de nuestra vida y de la vida en este mundo. Nuestra visión del mundo no es cíclica o repetitiva, sino que para nosotros este mundo tiene un principio y un fin: Dios es el origen y será también la meta de todo y de todos. Hacia Dios caminamos.
En la homilía de hoy me fijaré especialmente en dos verbos referidos a Jesús: VER Y ESCUCHAR.
- VER. Al preparar esta homilía me detenía en unas palabras de la lectura del libro del Apocalipsis, que es el último libro de la Biblia. Dice así: “¡Mirad! Jesús viene en las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo atravesaron”. Este texto responde a un anhelo grande (más o menos consciente) de la humanidad: ver a Dios. Recuerdo que hace unos 28 años, siendo yo seminarista, una chica de una parroquia, en la que yo colaboraba pastoralmente y que tenía algunas dudas de fe, me decía que para creer en Dios a ella le bastaría que El se le mostrase físicamente una sola vez. A esta chica le costaba creer en algo que le contaban, pero que no palpaba, que no veía, que no se podía demostrar científicamente. En esta misma línea, Nietzsche, filósofo alemán del siglo XIX decía de Jesús: “Si de verdad eras el Hijo de Dios, ¿por qué no nos lo has mostrado más claramente?” Incluso un famoso jesuita del siglo XX, Teilhard de Chardin, dijo: “¿Por qué callas, Señor? Tus criaturas están ante ti perdidas y angustiadas pidiendo ayuda; y a ti, si existieras, te bastaría –para hacerlas correr hacia ti- mostrarles un rayo de tus ojos, la orla de tu manto. Pero tú no lo haces.” Sí, en nuestro tiempo a muchas personas les cuesta creer en Jesús como Dios, pues la historia de su nacimiento, vida y muerte en cruz es algo que pasó hace muchos años. Estas personas no sienten en su ser, como experiencia concreta, que Jesús haya muerto por ellas. Por todo esto –repito- a muchos les cuesta creer en Jesús como Dios. Pero es que a las personas que estuvieron hace 2000 años con Jesús por las tierras de Israel también les costaba creer en El como Dios, porque lo veían como un hombre completamente normal, que comía, bebía, dormía… como todos los hombres. Sí, es verdad que le veían hacer cosas extraordinarias, pero algunos pensaban que hacía esto por ser un mago muy poderoso, o porque tenía el poder de Satanás, o de Dios, pero El, Jesús, no era más que un hombre; extraordinario, pero hombre.
Por todo esto, la Iglesia sitúa hoy este texto (“¡Mirad! Jesús viene en las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo atravesaron”) en la Misa. Al final de los tiempos, o de nuestro tiempo, todos los ojos veremos a Jesús. Lo veremos quienes hemos creído en El y quienes no han creído. Verán a Jesús los que le atravesaron con la lanza en el costado cuando colgaba en la cruz; lo verán los que le crucificaron, los que le flagelaron, los que le condenaron, los que le negaron, los que se burlaron de él, los que lo amaron, los que lo siguieron, los que apostataron y los que se mantuvieron fieles. Lo verán quienes acuden a Misa y los que no acuden, quienes rezan el rosario y quienes no lo rezan. Lo verán quienes hicieron el bien y quienes hicieron el mal.
Sin embargo, yo no me conformo con ver a Jesús al final de los tiempos o al final de mi vida. Quiero verlo ya, aquí y ahora. Naturalmente que sé que esto es un don de Dios. Nosotros sólo podemos disponernos para recibirlo y clamar al Señor por este don. Clamamos por este don mediante la oración y la espera paciente ante Dios. Y nos disponemos para recibir este don por la pureza de nuestro comportamiento, de nuestras palabras, por la humildad y por la práctica de las virtudes. Este es un camino infalible para ser regalados aquí y ahora con la vista admirable del Señor Jesús.
- ESCUCHAR. Al finalizar el evangelio de hoy Jesús le dice a Pilato: “Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
Existe una diferencia entre oír y escuchar. Oye la persona a la que se le habla, pero puede hacer caso o no, puede acoger dichas palabras o no. Los fariseos en tiempos de Jesús le oían, pero no acogían lo que les decía y lo despreciaban o lo dejaban de lado. Hacían realidad aquel refrán que dice: “Predícame, cura, predícame, fraile, que por aquí me entra y por aquí me sale”. Anás y Caifás oyeron a Jesús; Herodes y Pilato oyeron a Jesús; Judas y tantos fariseos oyeron a Jesús; hoy tanta gente oye a Jesús, pero no acogen sus palabras.
Escuchar, no quiere decir que se acepte sin ningún tipo de crítica o de reflexión lo que se nos dice. Escuchar significa oír las palabras y acogerlas en el corazón, en la mente, en el alma y tratar de adecuar la vida a lo que hemos escuchado. Escucho lo que me dice Jesús porque sus palabras me dan vida, alegran mi ser más íntimo, me conmueven las entrañas, arrojan de mí todos los miedos… Escucho las palabras de Jesús porque me fío de El; he tenido experiencia de El y sé que nunca me engaña ni me engañará; sé que me quiere y me ama, y que desea lo mejor para mí. Por lo tanto, escucho las palabras de Jesús por lo que me dice y por quién me lo dice. Así lo hicieron S. Pedro, María Magdalena y tantas personas a lo largo de la historia. María, la madre de Jesús, es el mejor modelo de escucha de su Hijo Jesús y de las cosas de su Hijo Jesús. En el evangelio de S. Lucas por dos veces se nos dice que “María guardaba estas palabras y las meditaba en su corazón” (Lc. 2, 19.51).
- Ya termino con unas palabras de un gran santo: S. Agustín. El ansió ver y escuchar a Jesús y lo logró. Por eso escribió estas palabras tan bellas de su Amado Jesús, y que yo hoy suscribo del mismo modo:
"Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" (S. Agustín, Confesiones, Libro I, Cp. I, 1).
"¿Quién me dará descansar en ti? ¿Quién me dará que vengas a mi corazón y le embriagues para que olvide mis maldades y me abrace contigo, único bien mío? […] Que yo corra tras tu voz y te dé alcance. No quieras esconderme tu rostro. Muera yo para que no muera y pueda así verle" (S. Agustín, Confesiones, Libro I, Cp. V, 5).
“¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! […] Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y abráseme en tu paz” (S. Agustín, Confesiones, Libro X, Cp. XXVII, 38).

viernes, 14 de noviembre de 2008

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (A)

16-11-08 DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO (A)
Prov. 31, 10-13.19-20; Slm. 127; 1 Tes. 5, 1-6; Mt. 25, 14-30
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Queridos hermanos:
- En este domingo se celebra en toda España el día de la Iglesia Diocesana: en todas las Diócesis de España se pide a los fieles una colaboración económica para afrontar las distintas tareas evangelizadoras y de asistencia espiritual y social que la Iglesia Católica desarrolla entre nosotros. Este año el lema de la jornada es Tú eres testigo de la fe de tu Iglesia.
Nos siguen llegando noticias de modo incesante sobre la mala situación económica en España, en el mundo. Además, lo experimentamos en nuestras carnes cuando algunos de nosotros o de nuestros familiares y amigos quedan sin su puesto de trabajo. Caritas española avisa que está desbordada ante tanta gente que se acerca a ella para pedirle ayuda a fin de pagar lo indispensable: luz, alimentos, agua, gas y hasta para el pago de la hipoteca o del alquiler de la casa. También para recoger ropa. En la Cocina Económica se está viendo la presencia incluso de personas mayores, que tienen su propia pensión, pero que van a comer allí el menú del día por 0,50 €, pues de otro modo no llegarían a final de mes. En este caso concreto de los ancianos, otra situación que viene a marchas forzadas se da cuando estas personas mayores ya no se valen por sí mismas y necesitan pagar a alguien para que los atienda, pero su sueldo no les da para ello. Si ya no pueden estar solos y quieren ir (o no tienen más remedio que ir) a una residencia de ancianos, se encuentran que las públicas del Principado están atestadas, las de las monjas también y las privadas les cobran unos 1.500 €, cuando su pensión es de unos 800 € o poco más.
Ante toda esta situación y muchas más cosas que se podrían decir, la Iglesia Católica pide vuestra colaboración. Ayudadnos para que podamos ayudar.
- El evangelio de hoy nos narra la famosa parábola de los talentos. Plantea Jesús el caso de un hombre que entrega a sus empleados unas cantidades de dinero: a uno 5 talentos de plata, a otro 2 y a otro 1. Los dos primeros trabajan ese dinero y su esfuerzo produce un rendimiento. A Jesús no le interesa cuánto producen, le interesa que trabajan y que se esfuerzan. Por eso, a estos dos empleados, cuando dan cuentas a su señor de los talentos recibidos, el amo les responde del mismo modo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. La primera lectura, que trata de la mujer hacendosa, va en la misma línea. Se valora el trabajo humano como modo de realización personal, familiar, profesional y social. Hemos de poner al servicio del Reino de Dios, de la Iglesia y de la sociedad humana los dones que Dios nos ha dado.
Fijaros en el otro empleado que no hizo nada y al que se le quitó el talento recibido y se le despidió. ¿Por qué fue castigado, si no malgastó viciosamente el dinero y lo devolvió íntegro? Precisamente por eso, porque se limitó a conservarlo. No hizo nada malo, pero tampoco nada bueno. El fue condenado por su pecado de omisión. No solemos examinarnos ni sentirnos culpables de los pecados de omisión. Sin embargo, el absentismo, la apatía, la pereza, la comodidad, el miedo, la inacción egoísta son los mayores pecados sociales que puede cometer un cristiano hoy día. ¡Cuántos cristianos entierran sus talentos y se apuntan al mínimo obligatorio para no complicarse la vida, para no tener que arriesgar nada en un compromiso serio por el bien de los demás! Como el criado holgazán, no malgastan el talento, pero lo entierran. Se contentan con mantener intacta, pero infecunda, la fe que heredaron de la familia. (Esta semana vino a verme un chico de unos 29 años que quería casarse con una chica en América y deseaba que se le dieran los papeles de la Iglesia para la boda. Yo le pregunté que cuándo había sido la última vez que se había confesado. Me contestó que hacía 16 años. Le pregunté que cuánto hacía que no se confesaba. Me contestó que hacía 16 años. A más preguntas me dijo que no sabía ni la Salve, ni el Credo. Me dijo que no sabía en qué consistía el matrimonio cristiano ni el sacramento de la unión entre un hombre y una mujer, pero… me dijo que él era católico). Pregunta: Para Jesús este chico, ¿se parecerá más a los dos primeros empleados o al tercero?
Conclusiones de la parábola de los talentos:
1) ¿Cuáles son los talentos que Dios me ha dado? ¿Los tengo enterrados por miedo, por pereza, por comodidad? ¿Los tengo produciendo a favor del Reino de Dios, de la Iglesia, de la sociedad, de las personas que me rodean o los tengo produciendo más bien en beneficio mío?
2) En una empresa o en un banco se marcan una serie de objetivos para el año. Por ejemplo, este año tiene que facturarse o venderse por valor de tantos miles euros o de tantos millones de euros. Si uno no cumple esos objetivos, se le mira mal o se le puede despedir. Pero a Dios no le interesa cuánto ha recogido o cosechado uno, eso pertenece a Dios y lo hace Dios. A Dios lo que le interesa es cuánto ha sembrado uno. Dicho de otro modo, Dios no va a mirar tus éxitos o fracasos en la vida o en tus responsabilidades; Dios va a mirar el empeño que has puesto en ello.
3) En definitiva, este evangelio nos dice que sólo quien arriesga, quien trabaja y se esfuerza por Dios y por los demás, podrá escuchar de labios de Jesús al final de su vida: “Muy bien, como has sido fiel, pasa al banquete de tu señor”.
- Termino con un testimonio del Cursillo de Cristiandad en el que he estado el pasado fin de semana en Covadonga. Estuvimos allí 41 personas: 27 recibiendo el Cursillo y el resto impartiéndolo. Una vez más saqué la conclusión que merece la pena todo el esfuerzo que hagamos por dar a conocer a Dios a los demás. Dios sigue cautivando cuando se le muestra en toda su fuerza, su radicalidad, su amor y su ternura. De cada uno de los asistentes podría contaros algunos de los dones que el Señor nos ha dado en esos días. Solamente haré mención aquí de una chica bautizada y que después de su bautizo no supo nada más de la fe, más que de modo circunstancial y esporádico. No había hecho la 1ª Comunión. Ella anhelaba poder comulgar junto con los demás compañeros del Cursillo. La preparamos y el último día hizo su 1ª Comunión entre la alegría, la compañía, el cariño y la fe de todos los asistentes. Normalmente en España uno recibe los sacramentos: Bautismo, Confesión, 1ª Comunión, Confirmación, Matrimonio, y también recibe diversas catequesis, y en algunos casos la fe viene después de todo esto. Es decir, son catequizados y sacramentados con una fe muy débil, y a veces sin ella. En el caso de esta chica ella recibió un sacramento: el Bautismo, y luego ha recibido la fe. Posteriormente recibió la Confesión, la 1ª Comunión y luego la catequesis. En el Cursillo tuve una entrevista personal con ella y le dije que para recibir la 1ª Comunión debía cumplir dos condiciones: a) creer en la presencia real de Cristo Jesús en la Eucaristía; b) comprometerse a realizar una catequesis formativa. A las dos cosas dijo que sí.
¡Ojalá hubiéramos recibido nosotros tantos sacramentos como hemos recibido con la fe con la que esta chica hizo su 1ª Comunión!

jueves, 6 de noviembre de 2008

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario (A)

9-11-08 DOMINGO XXXII TIEMPO ORDINARIO (A)
Sb. 6, 12-16; Slm. 62; 1 Tes. 4, 13-17; Mt. 25, 1-13
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Queridos hermanos:
En estos días de atrás leía en Internet unas noticias muy curiosas: resulta que a principios del siglo XX, en la recién estrenada Rusia bolchevique, juzgaron a Dios en un juicio sumarísimo: fue condenado a morir fusilado. La figura de Dios aparecía para las doctrinas marxistas como el centro de las desdichas humanas: Un ser todopoderoso que mantenía a su pueblo sufriendo injusticias y los hacía pobres, sumisos y conformes con su dolor. Por ello, Anatoli Vasílievich Lunacharski (1875-1933), comisario de educación en la Unión Soviética dirigió un juicio en contra de Dios. Se acusó a Dios de crímenes en contra la humanidad. Por suerte, Dios tuvo abogados defensores que alegaron en su favor que sufría trastornos mentales como para indicar que no sabía lo que hacía o que no era responsable de lo que hacía, pero, a pesar de todo, el jurado encontró culpable a Dios y procedieron a dictaminar un veredicto: muerte por fusilamiento. Una mañana de 1917 un destacamento de fusileros levantó sus armas y disparó contra el cielo. Dios había sido fusilado.
Asimismo creo que algunos de vosotros aún recordéis que hace poco tiempo un senador de EE.UU., Chambers, interpuso un juicio contra Dios por haber causado nefastas catástrofes, que han provocado muerte y destrucción sin misericordia. La demanda fue interpuesta ante un tribunal en Nebraska, y ello es signo de que las demandas pueden prosperar pese a lo extravagante de su contenido. En la demanda se decía que el demandado es conocido con varios “alias, títulos, nombres y designaciones”. Se le invocó para que se manifestase dondequiera que estuviese…, aunque sin éxito. Ante la imposibilidad de que Dios se presentase en el proceso, se citó a los representantes de “varias religiones, denominaciones y cultos que, de manera notoria, reconocen ser agentes del demandado y hablan en su representación”. Al final, parece que el senador abandonó el proceso judicial.
Para concluir, diré que en Rumanía hace unos años un rayo fulminó una vaca y el ganadero quiso cobrar al seguro el daño causado, pero le contestaron que la empresa aseguradora no era responsable de los “rayos divinos”; así le dijeron. Entonces el ganadero, ni corto ni perezoso, demandó a Dios para que le pagara la vaca. El juez en un principio aceptó la demandada, pero posteriormente la archivó, porque… no fue posible entregar la citación a Dios en un domicilio concreto.
Todo esto que acabo de decir, aunque suena a broma, sin embargo, es verídico.
- A este senador de Estados Unidos, al ganadero rumano, a los jueces que aceptan demandas y juicios contra Dios, y a tanta gente les es muy difícil encontrar a Dios. ¿Por qué? Por nuestra parte, también nosotros queremos encontrar a Dios, nosotros queremos encontrar su casa, pero no para procesarle o para demandarle en juicio, sino para estar con El.
¿Cómo hemos de hacer para encontrar a Dios? En la primera lectura que acabamos de escuchar se nos dan una serie de pistas para hallar a Dios. Se dice: “La sabiduría (es decir, Dios mismo) la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta […] Ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento”. Es decir, en estas palabras vemos cómo parece muy fácil encontrar a Dios. Para lograrlo se reseñan las siguientes condiciones personales: amarlo, buscarlo, desearlo, madrugar por El, merecerlo… Y quien tiene estas actitudes y disposiciones encontrará que Dios mismo se les da a conocer, lo encontraremos sentado a la puerta de nuestra casa, será Dios mismo quien nos vaya buscando por los caminos, será El quien nos abordará en cualquier esquina, incluso en nuestros pensamientos.
¿Por qué no pudieron encontrar a Dios el senador, el ganadero rumano, los jueces y tantas personas? Pues porque no tenían las actitudes necesarias y, a pesar de pasar al lado de Dios, no fueron capaces de reconocerlo. Unos querían fusilarlo, otros que les pagara la vaca, otros humillarlo en un juicio sumarísimo, otros sólo querían cumplir con su trabajo al citarlo para el juicio sin importarles para nada lo que Dios tuviera que entregarles o decirles a ellos mismos, otros sólo quieren su salud, su trabajo, el pago de su hipoteca, que les toque la lotería; en definitiva, que atienda sus necesidades…, pero no desean ni esperan que Dios se dé a sí mismo.
Ya decía Pascal: “Si de verdad os parece que tener fe sea deseable, entonces procuradla no aumentando las pruebas de la existencia de Dios, sino disminuyendo las pasiones (carnales) en vosotros”. En efecto, quizás no encontramos a Dios en nuestras vidas y en nosotros mismos porque en realidad no le amamos, no lo deseamos con todo nuestro ser y nuestra mente (como nos decía hace poco Jesús en un evangelio), no madrugamos por El, no lo merecemos.
Por lo tanto, para encontrar a Dios hay que tener previamente esta serie de disposiciones, ya que Dios no puede ser buscado “en frío”. El día en que lo amemos, lo buscaremos. El día en que lo busquemos, madrugaremos. El día en que madruguemos por El, significará que lo deseamos. El día en que lo deseemos como lo más importante de toda nuestra existencia (presente, pasada y futura), ese día realmente lo mereceremos y El se dará a conocer a nosotros, lo encontraremos sentado a nuestra puerta y nos saldrá al paso en cada pensamiento.
Esta disposición era la que tenía el salmista, pues compuso este salmo 62 –un salmo precioso-. En este texto el creyente abre todo su corazón y canta a ese Dios, al que ya ha encontrado, pues no se pueden decir estas cosas si es que antes uno no ha tenido experiencia de este Dios. Ahí va el salmo:
“Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansía de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloría!
Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo”.

viernes, 31 de octubre de 2008

Todos los Santos y todos los difuntos (A)

1-11-08 TODOS LOS SANTOS (A)
Ap. 7, 2-4.9-14; Slm. 23; 1 Jn 3, 1-3; Mt. 5, 1-12
Sta. Teresita del Niño Jesús


Homilía en audio de MP3 (Sta. Teresita 1)
Homilía en audio de WAV (Sta. Teresita 1)

Homilía en audio de MP3 (Sta. Teresita 2)
Homilía en audio de WAV (Sta. Teresita 2)
Queridos hermanos:
En el día de hoy vamos a celebrar la festividad de Todos los Santos. En estos últimos años por estas fechas os voy proponiendo la vida de algunos de ellos, por ejemplo, de S. Francisco de Asís, de S. Francisco Javier, del Hno. Rafael. Hoy y mañana quisiera hacerlo sobre Sta. Teresita del Niño Jesús. Ella fue una carmelita descalza que nació y vivió en Francia en el siglo XIX. Su vida fue corta: 24 años y 9 meses. Nació el 2 de enero de 1873 y murió el 30 de septiembre de 1897. A pesar de su corta vida, su influencia ha sido universal, llega hasta nosotros y se sigue expandiendo.
No voy a tratar de hacer aquí una biografía suya, sino de dar algunas pinceladas de su espiritualidad. Para ello me basaré en sus propios escritos, concretamente en tres manuscritos suyos publicados bajo el título de “Historia de un alma”, cuya lectura os recomiendo vivamente. Cuando yo leí esta obra, siendo seminarista, las primeras páginas me parecieron que las había escrito una niña cursi, consentida y mimosa, pero, a medida que iba leyendo, me fui encontrando con Dios dentro de esta niña. Sus palabras traspasaron mis carnes y mi alma, y me elevaron haciéndome ansiar la santidad y la cercanía con Dios.
La vida de Sta. Teresita de Lisieux fue completamente ordinaria. No llevó a cabo grandes empresas al servicio de la Iglesia o de la sociedad. En ella no aparecen fenómenos místicos como en Sta. Teresa de Jesús ni tampoco realizó en vida ningún milagro. Todo es muy sencillo: en su familia hasta los 15 años y en el convento los otros 9 años.
Con trece años se siente llamada por Dios a ingresar en el convento de carmelitas descalzas de Lisieux y para ello no dudará, en medio de una peregrinación a Roma, en pedirle permiso incluso al Papa León XIII, pues todos la veían demasiado joven. Finalmente, consigue que le den permiso para entrar contando 15 años de edad.
En 1897 Sta. Teresita ve cercano su fin y lo repite varias veces en sus cartas: “creo que mi carrera aquí abajo no será larga”. El 8 de septiembre de este año escribió al dorso de una estampa de la Virgen María unas palabras bellísimas: “¡Oh, María!, si yo fuera la Reina del cielo y vos fueseis Teresa, quisiera ser Teresa a fin de que vos fueseis la Reina del cielo”. Pero las últimas palabras que dijo y que se le entendieron fueron éstas: “¡Dios mío, os amo!” El entierro tuvo lugar el 4 de octubre y asistieron unas 30 personas. Mas en cuanto sus manuscritos, titulados “Historia de un alma”, se publicaron, su fama de santidad se extendió rápidamente de tal manera que fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925.
Después de este breve esbozo sobre su vida para poder situarla mejor, paso a hablar de su relación con Dios. En su espiritualidad hay varias ideas fundamentales y voy a tratar de fijarme en algunas de ellas:
- Santidad y voluntad de Dios. Sta. Teresita no entendió la santidad como una serie de obras a realizar o vicios a extirpar. Su planteamiento es más sencillo: Hay que “ser lo que Dios quiere que seamos” en cada momento y situación. Para ella tan provechosa son la sequedad y las tinieblas de espíritu como la luz y el gozo: “amo el día y la noche por igual”. Veamos un poco más explicado su pensamiento: “Durante mucho tiempo me he preguntado por qué Dios tiene preferencias, por qué no reciben todas las almas un grado igual de gracias. Me extrañaba verlo prodigar favores extraordinarios a santos que lo habían ofendido, como san Pablo o san Agustín. Al leer la vida de santos que nuestro Señor se ha complacido en acariciar desde la cuna hasta la tumba, apartando de su camino todo obstáculo que les impidiese elevarse hasta El y colmando sus almas de tales favores que no les era posible empañar el brillo inmaculado de su túnica bautismal, yo me preguntaba por qué los pobres salvajes, por ejemplo, mueren en gran número sin haber siquiera oído pronunciar el nombre de Dios… Jesús se dignó instruirme acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que El creó son hermosas, que el esplendor de la rosa y la blancura de la azucena no quitan el perfume a la violeta o la encantadora sencillez a la margarita silvestre. Comprendí que si todas las flores pequeñitas quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su ornato primaveral. Lo mismo ocurre en el mundo de las almas, que es el jardín de Jesús. El quiso crear los grandes santos que pueden ser comparados a las azucenas y a las rosas; pero también ha creado los más pequeños y estos deben contentarse con ser margaritas silvestres o violetas destinadas a regocijar los ojos de Dios cuando mira hacia la tierra. La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que El quiere que seamos…
Sta. Teresita siempre quiso ser santa, pero, al compararse con otros santos, veía la gran diferencia existente entre ellos y ella: “la misma diferencia que entre una montaña cuya cima se pierde en las alturas y el oscuro granito de arena pisoteado por los caminantes”. Pero ella no se desanimaba, ya que pensaba que Dios no podía haber sembrado en su corazón semejante deseo y que fuese irrealizable. Y añade ella que en su tiempo era el siglo de los inventos; había oído hablar que en casa de los ricos habían instalado ascensores para no tener que subir por las escaleras; pues ella también quería encontrar un “ascensor” para subir hasta Jesús. Buscando la santa encontró dos trozos de la Biblia que le dieron la solución: “Si alguno es pequeñito, que venga a mí”. “Como un hombre es acariciado por su madre, así os consolaré yo, seréis llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas”. Y comenta Sta. Teresita: “¡Palabras más tiernas y melodiosas jamás habían regocijado mi alma! El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús. Y para esto, no necesito crecer, por el contrario, es menester que permanezca pequeña y que cada vez lo sea más”. Se cuenta que los primeros tiempos de su estancia en el convento, tenía que levantarse muy temprano para hacer la oración de la liturgia de las horas. Se levantaba, pero tenía tanto sueño que se ponía a dormir en los brazos de Jesús sin tener remordimientos y pensaba que a El le agradaría tener a su pequeña niña así. Por eso decimos que Sta. Teresita es la santa de la confianza absoluta y del abandono total en Dios.


2-11-08 DOMINGO XXXI TIEMPO ORDINARIO (A) TODOS LOS DIFUNTOS
Lecturas de los difuntos
Sta. Teresita del Niño Jesús
Queridos hermanos:
Seguimos con algunas de las ideas fundamentales de la espiritualidad de Sta. Teresita.
- La muerte del propio yo o del orgullo. Cuenta Sta. Teresita que ella siempre le tuvo pavor a las mortificaciones físicas, pero el Señor la fue guiando hasta descubrir que a Dios le agradaba la total renuncia a uno mismo y a las cosas y actitudes que alimentan el ego de cada uno. Así dice: “Me fue dado también un gran amor por la mortificación. Las que me concedían consistían en mortificar mi amor propio, lo que me era mucho más provechosos que las penitencias corporales”. “Por esa época me entró un verdadero amor por los objetos más feos y menos cómodos, de modo que vi con alegría que me quitaran de la habitación un bonito cantarillo y en su lugar me dieran uno grandote todo cascado. También me esforzaba mucho por no excusarme, lo que me parecía muy difícil sobre todo con nuestra Maestra de novicias, a quien nada hubiera querido ocultar. He aquí mi primera victoria que no es grande, pero me costó mucho. Un florero colocado detrás de una ventana apareció roto. La Maestra, creyendo que era yo quien lo había dejado caer, me lo mostró diciéndome que otra vez tuviera más cuidado. Sin decir palabra, besé el suelo y luego prometí ser más ordenada en el futuro”. Y en otro lugar dice: “Antes, me parecía no estar apegada a nada, pero después de haber comprendido las palabras de Jesús, veo que llegada la ocasión, soy muy imperfecta. Por ejemplo, en el taller de pintura nada es mío, lo sé, pero si al ponerme a trabajar encuentro los pinceles y la pintura en desorden, si ha desaparecido la regla o un cortaplumas, estoy muy cerca de perder la paciencia y debo armarme de todo mi coraje para no reclamar con amargura los objetos que me faltan”. Y, finalmente, en otro sitio dice: “Otra vez, durante el lavado de la ropa, estaba delante de una hermana que me tiraba agua sucia a la cara cada vez que levantaba los pañuelos sobre la tabla. Mi primer impulso fue echarme para atrás secándome la cara, a fin de mostrarle a la hermana que me asperjaba, que me haría un favor si se quedaba quieta. Pero enseguida pensé que sería muy tonta de rechazar tesoros que se me ofrecían tan generosamente y me cuidé muy bien de dar a conocer mi lucha. Me esforcé por desear recibir mucha agua sucia, tanto que al final le había tomado realmente gusto a este nuevo género de aspersión. Me propuse que volvería nuevamente a este lugar feliz donde se recibían tantos tesoros”.
- El amor. La necesidad de amar se fue haciendo cada vez más fuerte en Sta. Teresita. Jesús “no tiene necesidad alguna de nuestras obras, sino solamente de nuestro amor, porque ese mismo Dios que declara no tener necesidad de decirnos si tiene hambre, no ha temido mendigar un poco de agua a la samaritana. Tenía sed… Pero al decir: ‘Dame de beber’, lo que el Creador del universo estaba reclamando era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor. Me doy cuenta más que nunca que Jesús está sediento. Entre los discípulos del mundo no encuentra más que ingratos e indiferentes, y entre sus propios discípulos, encuentra ¡ay! pocos corazones que se le entreguen sin reservas, que comprendan toda la ternura de su Amor infinito”.
En otro momento cuenta la santa que leía la 1ª Carta a los Corintios buscando su lugar en la Iglesia. Encontró el capítulo 12 en donde se decía que dentro de la Iglesia había apóstoles, profetas, doctores, etc. Esto era claro, pero no daba satisfacción a los deseos de Sta. Teresita. Y siguió leyendo. “Sin desanimarme continué leyendo mi lectura y esta frase me alivió: ‘vosotros, por vuestra parte, aspirad a los dones más perfectos. Y ahora os voy a mostrar un camino más perfecto.’ Y el apóstol Pablo explica cómo todos los dones más perfectos son nada sin el AMOR. Que la caridad es el camino excelente que conduce con seguridad a Dios. Por fin había hallado reposo. Al considerar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido en ninguno de los miembros descritos por san Pablo o más bien, quería reconocerme en todos. La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tiene un cuerpo compuesto de miembros diversos, no le falta el más necesario, el más noble de todos; comprendí que la Iglesia tiene un corazón y que ese corazón está ardiendo de AMOR. Comprendí que sólo el AMOR hace obrar a los miembros de la Iglesia, que si el AMOR llegara a extinguirse, los apóstoles no anunciarían ya el evangelio, los mártires se negarían a derramar su sangre. Comprendí que el AMOR encierra todas las vocaciones, que el AMOR lo es todo, que abarca todos los tiempos y todos los lugares… en una palabra, que es eterno. Entonces, en los transportes de mi alegría delirante, exclamé: ¡Oh! Jesús, Amor mío. Por fin he hallado mi vocación: ¡Mi vocación es el AMOR!
Pero este amor era para Sta. Teresita algo concreto y no abstracto. Ella sabía que por sí misma no sería capaz de amar a nadie y sabía que, cuando amaba, era porque Jesús mismo amaba a través de ella. “Hay en la comunidad una hermana que tiene el don de desagradarme en todo: sus modales, sus palabras, su carácter me parecían muy desagradables. Sin embargo, se trata de una santa religiosa que ha de ser muy agradable a Dios. Por eso, no queriendo ceder a la antipatía natural que sentía me dije que la caridad no ha de consistir en los sentimientos, sino en las obras y puse todo mi empeño en hacer por esta hermana lo que hubiera hecho por la persona más amada. Cada vez que me la encontraba rezaba al Señor por ella, ofreciéndole todas sus virtudes y sus méritos. Sentía que esto agradaba a Jesús, porque no hay artista a quien no le guste ser alabado por sus obras, y Jesús, el Artista de las almas, es feliz cuando uno no se detiene en los exterior, sino que penetrando hasta el santuario íntimo que El se eligió para morada, se admira su belleza. No me contentaba con rezar por la hermana que era para mí motivo de tantas luchas, sino que trataba de hacerle todos los favores posibles, y cuando tenía la tentación de responderle de manera desagradable, me contentaba con hacerle la más amable de las sonrisas y trataba de cambiar la conversación […] Como ella ignoraba totalmente mis sentimientos, jamás sospechó los motivos de mi proceder y sigue convencida de que su carácter me resultaba agradable. Cierto día, en el recreo, me dijo toda convencida estas palabras: ‘¿Podría decirme Sor Teresa del Niño Jesús, qué es lo que tanto le atrae en mí? Cada vez que me mira la veo sonreír’ ¡Ah! Lo que me atraía era Jesús escondido en el fondo de su alma”.
- Oscuridad de la fe. Para terminar, reseñaré algunos datos de la santa sobre sus tentaciones contra la fe. En algún sitió leí estás palabras suyas a las puertas de la muerte: “Cuando yo entré en el convento, entre Dios y yo había un velo. Ahora, a punto de morir, entre Dios y yo hay un muro, pero sé que detrás de ese muro está El”. En efecto, en gran parte de su vida religiosa ella padeció fuertes y constantes tentaciones contra fe. Se sintió humillada e impotente por ello. Constató que hasta su fe dependía de un hilito, de la misericordia y bondad de Dios. Así, en unos días “gozaba de una fe tan viva, tan clara, que el pensamiento del cielo constituía toda mi dicha. No podía creer que hubiera impíos que carecieran de fe. [Poco más tarde Jesús] permitió que mi alma fue invadida por las más espesas tinieblas y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, no me sea más que un motivo de combate y de tormento”. En aquellos momentos comprendió Sta. Teresita a los ateos. Se acercó espiritualmente a ellos y se sentó a su mesa para comer junto con ellos el pan de la amargura y rezar a una con ellos la oración del publicano. “Señor, ten misericordia de nosotros porque somos pecadores”.
En otra ocasión escribió a la superiora: “No vaya a creer que nado en las consolaciones. ¡Oh, no!, mi consolación consiste en no tener ninguna en esta tierra. Sin dejarse ver, sin dejar oír su voz, Jesús me instruye en lo secreto, no por medio de los libros, pues no entiendo lo que leo”. Por ello, continuamente Sta. Teresita debía de hacer actos de fe. Sin embargo, en medio de estas oscuridades, Sta. Teresita se sentía amada, en la pura fe, por Dios y desde la fe oraba así: “¡Oh, Jesús mío! Creo que no podéis colmar a un alma de más amor del que habéis colmado a la mía”.

viernes, 24 de octubre de 2008

Domingo XXX del Tiempo Ordinario (A)

26-10-08 DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO (A)
Ex. 22, 20-26; Slm. 17; 1 Tes. 1, 5c-10; Mt. 22, 34-40



Homilía de audio en MP3
Homilía de audio en WAV
Queridos hermanos:
- El otro domingo os decía que sólo podrá ser misionero y anunciar el mensaje de Dios aquel que haya tenido un encuentro personal con Jesús, como la tuvo S. Pablo. Y sólo quien haya tenido esta experiencia personal podrá amar a Jesús y a Dios. Así ha sucedido en los casos de los santos, como S. Francisco de Asís, y de tantas otras personas a lo largo de la historia. Sólo podemos amar lo que conocemos y, para amar a Dios como Cristo nos pide en el evangelio de hoy (“’Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.’ Este mandamiento es el principal y primero”), hemos de conocerlo de una manera muy intensa. ¡Cuánto más lo conozcamos, más lo amaremos!
En otras homilías ya me he detenido en analizar el amor a Dios, y en el día de hoy voy a fijarme en la segunda parte del evangelio de Jesús, es decir, en el amor al prójimo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Para los santos, el amor al prójimo procede únicamente del amor a Dios. Sólo Dios es la fuente del amor, sólo El puede darnos el verdadero amor, sólo El puede enseñarnos a amar. Y este amor al prójimo debe ser algo concreto: amor son acciones y no buenas razones, dice un refrán.
* En la primera lectura de hoy se nos dicen cuatro modos concretos de amor al prójimo: “No oprimirás ni vejarás al emigrante [...] No explotarás a viudas ni a huérfanos […] Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo.”
El primer modo está aún vigente hoy día. Ciertamente hay inmigrantes que engañan o roban en España, pero también es cierto que hay inmigrantes que son engañados, robados y estafados en España. Nosotros no podemos hacer esto. Pero no solamente no podemos hacerles daño, sino que Cristo Jesús nos pide que les amemos.
El segundo modo se refiere a los más desvalidos. En tiempos de Jesús eran las personas que no tenían pensiones de orfandad o de viudez; ahora se puede referir a cualquier persona que tenga cualquier tipo de necesidad o que esté en inferioridad.
* Pero el amor concreto no es simplemente dar una limosna o hacer una caridad. También es amor educar a nuestros niños. Y para explicar esto tomaré un decálogo de Emilio Calatayud, un juez famoso en España por sus sentencias con los jóvenes, que más que castigar, busca ayudarlos. Y hacer esto que indica el juez (educar) es más difícil que dar un cachete o que consentir a los niños. El decálogo está redactado de modo sarcástico, pero se entiende perfectamente lo que se quiere decir, o sea, que se actúe al revés de cómo aquí se dice: “1) Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pide. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece. 2) No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente. 3) Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas. 4) No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad. 5) Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatillas, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás. 6) Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura. 7) Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño. Así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por culpa del propio niño, quede destrozada para siempre. 8) Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar. 9) Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustración. 10) Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarle. Y cuando su hijo sea ya un delincuente, proclamad que nunca pudisteis hacer nada por él.” Cuando transcribía todo esto me vinieron a la memoria los tres jóvenes que en Cataluña fueron juzgados por asesinar a una mujer en un cajero prendiéndole fuego. Vi al padre de uno de ellos en Tv diciendo que estaba destrozado. Por todo esto pienso que educar a los niños, adolescentes y jóvenes es una forma sublime hoy día (y siempre) de amar a nuestro prójimo más próximo: a nuestros hijos.
* También se ha de realizar el amor concreto en la vida matrimonial. Seguramente yo tengo una visión sesgada, ya que, como estoy en el Tribunal eclesiástico, veo cada semana muchos matrimonios rotos y no sólo hay matrimonios rotos o fracasados… No obstante, sí que creo que la vida conyugal ha de ser un lugar privilegiado para la expresión máxima del amor humano y… del divino: 1) En el matrimonio ha de existir respeto: respeto a las ideas del otro, a la manera de ver la vida del otro. Un marido no puede pretender imponer sus ideas a su mujer, ni viceversa. El fin del matrimonio no es que el otro se convierte en una fotocopia o en un clon del uno. 2) En el matrimonio debe de existir libertad en el diálogo. Se puede y se debe hablar de todo, y no hay porqué estar de acuerdo en todo. No puede haber temas tabú en el matrimonio de tal manera que no puedan ser tratados, porque hay discusión o riña segura. 3) En el matrimonio debe de existir abundantes expresiones de cariño, tanto de palabra como en los gestos. Cada uno tiene su personalidad y su forma de ser, pero el cariño debe ser expresado. Lo necesita el propio cónyuge y lo necesita el otro cónyuge.
Se podrían decir muchas más cosas, pero lo dejamos aquí para no alargarnos.
- En el día de ayer nuestro Arzobispo, D. Carlos, realizó la consagración de Asturias a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Covadonga. Para ello la Cruz de la Victoria “viajó” desde la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo hasta Covadonga, en donde tuvo su origen. Ello significó que el Hijo fue a visitar a la Madre. Y allí D. Carlos presentó ante María a todos los hombres y mujeres de Asturias para que los bendijera, los protegiera y quedaran dedicados a Dios.
Como consagrados que estamos a María, a través de su Hijo crucificado, procuremos actuar en nuestra vida diaria como dignos hijos de tal Madre.

viernes, 17 de octubre de 2008

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario (A) DOMUND

19-10-08 DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO (A)
Is. 45, 1.4-6; Slm. 95; 1 Tes. 1, 1-5b; Mt. 22, 15-21

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Homilía de audio en WAV
Queridos hermanos:
Celebramos en este domingo la Jornada del Domund y en este año paulino el lema es: “Como Pablo, misionero por vocación”.
- Vamos a profundizar un poco en la vida de San Pablo y en esa vocación o llamada de Dios que él tuvo para anunciar a Jesucristo como Dios y Salvador de todo el género humano y de toda la creación. Supongo que ya conocéis bien la historia de San Pablo, sobre todo en lo que se refiere al relato de la conversión o de la llamada de Dios. Coloquialmente es lo que se conoce como “la caída del caballo”.
Podemos conocer lo que sucedió al apóstol en base al relato de los Hechos de los Apóstoles y a los datos que nos da el mismo San Pablo en sus cartas. Veremos cómo en Pablo crece el ansia asesina y de persecución contra los cristianos a medida que se nos va contando su historia:
En un primer momento, cuando sucede la lapidación de San Esteban, aparece el joven Saulo como guardián de los mantos de aquellos judíos que tiraban piedras al primer mártir cristiano, Esteban. Y, además, se nos da un dato muy significativo. Y es que Saulo aprobaba la muerte de Esteban. Saulo no era simplemente un joven que pasaba por allí, y al que obligaron a la fuerza a guardar los mantos, o para el que fuera indiferente aquella muerte. “Saulo estaba allí y aprobaba este asesinato” (Hchos. 8, 1).
Pronto, en un segundo momento, Saulo ya toma parte muy activa en la persecución contra los cristianos: “Saulo se ensañaba contra la Iglesia, entraba en las casas, apresaba a hombres y mujeres, y los metía en la cárcel” (Hchos. 8, 3).
En un tercer momento vemos que Saulo no se conforma con meter en la cárcel y con perseguir a los cristianos de Jerusalén, sino que quiere ir a buscarlos fuera, a Damasco, que dista casi 300 km de Jerusalén y para llegar allá un hombre en aquellos tiempos necesitaba 8 días de viaje. En efecto, el texto nos dice: “Saulo respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, con el fin de llevar encadenados a Jerusalén a cuantos seguidores de este camino, hombres o mujeres, encontrara” (Hchos. 9, 1-2). Más adelante, Pablo dice a este respecto: “Me ensañé contra ellos de tal modo que los perseguía hasta en las ciudades extranjeras” (Hchos. 26, 11).
Y es que Saulo buscaba la destrucción total del nuevo camino, del cristianismo. ¿De qué modo y qué medios utilizaba Saulo para lograr esto? 1) Cargando de cadenas y metiendo en la cárcel a los cristianos: “Yo he perseguido a muerte este nuevo camino, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres ya mujeres” (Hchos. 22, 4). 2) A los cristianos los azotaba en plena sinagoga; el lugar de oración de los judíos y de escucha de la Palabra de Dios, Saulo lo usaba para azotar a los cristianos (Hchos. 22, 19). 3) Les obligaba a renegar de su fe en Jesús a base de torturas (Hchos. 26, 11). 4) En otra parte se nos dice, por parte de Pablo, que los cristianos perseguidos perdían sus bienes materiales: casas, tierras, tiendas, industrias, joyas, oro, por ser fieles al Señor[1].
Este era Saulo; tenía tal odio a los cristianos que usaba estos medios para perseguirlos, y lleno de este odio (“respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor”) iba camino de Damasco hasta que el Señor, cerca ya de la ciudad, se le mostró. Los hechos son los siguientes (Hchos. 9, 3ss; 22; 26): un gran resplandor lo envuelve, cae al suelo, se le llama por el nombre y se le habla: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? […] Yo soy Jesús, a quien tú persigues”, y Saulo queda ciego. Saulo el perseguidor, de repente, se encuentra caído en tierra, ciego y tienen que llevarlo de la mano hasta la ciudad. Tuvo que estar 3 días sin ver, sin comer, sin beber. Ahora Saulo está postrado, indefenso por la acción de Dios, y es la misma acción de Dios, quien por medio de Ananías, le devuelve la vista, por el bautismo le da el perdón de los pecados y “después tomó alimento y recobró las fuerzas”. Los biblistas dicen que este alimento era la Eucaristía; fue el Cuerpo y la Sangre de Cristo lo que le dio las fuerzas de nuevo.
- A partir de aquí todo cambia para Pablo; ya nunca más será Saulo. Pablo se siente llamado a anunciar a los demás lo que él ha vivido y experimentado. Será misionero de Jesús para siempre, hasta que la muerte lo pare, hasta que le corten la cabeza. Por eso él dice que “predicar el evangelio […] es un deber. Y ¡ay de mí si no predicara el evangelio” (1 Co. 15, 16).
El Papa Benedicto XVI nos dice en su mensaje para el día de hoy que ser misioneros es la ley fundamental de todos, sin cansarse de anunciar con gestos, palabras y hechos que Jesucristo es el único Salvador del hombre. “Quien vive de Cristo no puede por menos que anunciarlo, pues de lo contrario se convertiría en un cristiano falseado”. Recuerdo que hace unos años un seminarista estaba con sus amigos y hablaba siempre de Jesús. De repente uno de ellos le dijo: ‘pero para ya de hablar de Jesús. ¡Qué obsesión tienes con eso!’ El seminarista se quedó un momento parado, pero enseguida respondió: ‘Tú hablas mucho de tu novia, que es tu amor. Pues el mío es Jesús y por eso hablo constantemente de El’. Y es que este seminarista, como San Pablo, como cualquier misionero que esté en Africa o en Asia o en América o en Oviedo hace realidad las palabras del salmo de hoy: “Contad a los pueblos su gloria (la de Dios), su maravillas a todas las naciones […] Decid a los pueblos: ‘El Señor es rey, El gobierna a los pueblos rectamente’”.
- A finales de septiembre fui a ver a una persona, que es creyente, pero no acepta esta Iglesia nuestra de Europa y de España por ser demasiado “comodona”. Me dijo que este verano había estado en un país de Africa, que había visto cómo los cooperantes de las ONGs (no sé de cuáles, no le pregunté) vivían en guetos muy bien protegidos con hombres armados y no les faltaba de nada. En cambio esta persona había vivido en el verano con los misioneros y misioneras. Estos sí que estaban entre la gente más pobre del país. Esta persona tuvo que comer, como los misioneros, lo que comía la gente y bañarse con un poco de agua dejándola caer por su cuerpo. Por lo visto no había jacuzzi.
En este día os invito a que recéis por los misioneros, a que deis limosnas para ayudar a las misiones y a que seáis todos misioneros en medio de vuestra familia, de vuestros amigos, de vuestro trabajo, de vuestra ciudad. Y ser misionero es anunciar que Jesucristo es el único Salvador del hombre.
- Para terminar, os anuncio una acción misionera que se va a realizar en el tiempo de Adviento, es decir, en diciembre de 2008 en nuestra diócesis de Oviedo: una Misión Joven. ¿En qué consiste esto? Pues el nuestro Obispo ha encargado un cuadro con la Santina de Covadonga y la Cruz de la Victoria a un pintor. Este icono impreso en láminas, como ésta que os muestro ahora, se llevará a los hogares por toda Asturias. ¡A ver si tenéis la suerte de recibir esta visita! La lámina la van a llevar jóvenes, que van a ir de dos en dos. Irán bajo la protección del apóstol joven, que fue San Juan, el único que estuvo con Jesús y María a los pies de la cruz y no escapó lleno de miedo como los otros. Los jóvenes picarán en las casas, se presentarán y, en donde les dejen entrar, entregarán la estampa y transmitirán el por qué y el para qué de este regalo.
[1] “Soportasteis con alegría que os despojaran de vuestros bienes, sabiendo que teníais riquezas mejores y más duraderas” (Hb. 10, 34b).

sábado, 11 de octubre de 2008

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario (A)

12-10-08 DOMINGO XXVIII TIEMPO ORDINARIO (A)
Is. 25, 6-10a; Slm. 22; Flp. 4, 12-14.19-20; Mt. 22, 1-14


Homilía de audio en MP3
Homilía de audio en WAV
Queridos hermanos:
- Hace varios domingos hablaba en la crisis económica en la que estamos inmersos. Me fijaba más en la microeconomía (la de familias y personas concretas) que en la macroeconomía (la de grandes empresas o multinacionales). A medida que pasan los días parece que las cosas se van poniendo peor. Y en medio de esta situación aparecen estas palabras de S. Pablo a los filipenses: “Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta”. A propósito de la Palabra de Dios y de la realidad que nos rodea se me ocurren las siguientes reflexiones:
* ¡Qué fácil se pasa de lo malo a lo bueno! Mas ¡qué difícilmente se pasa de lo bueno a lo malo! En efecto, nos hemos acostumbrado a vivir en la abundancia, en el despilfarro y así se lo hemos enseñado a nuestros pequeños. Y ahora tenemos problemas para amoldarnos a la escasez o a la incertidumbre. Recuerdo que hace un tiempo decía a una familia que lo estaba pasando mal, económicamente hablando, que debían de aprender a vivir en la austeridad, que esto era bueno para la humildad y para darnos cuenta de que en realidad podíamos vivir con muchas menos cosas de las que nos imaginábamos. Es más –les decía-, si algún día pasáis a una situación de bonanza económica, debéis vivir en la austeridad como lo estáis haciendo ahora. Si una familia se puede arreglar con 100, no es obligatorio que gaste 170. Si una familia gana 1000, no es obligatorio gastar los 1000.
* Hace unos días me comentaba una persona que en su familia habían vendido hace tiempo unos bienes y el dinero lo habían metido en un banco. De varios bancos vinieron a verlos para convencerlos de meter el dinero en este fondo o en el otro. Un miembro de la familia había querido dar una limosna importante como agradecimiento a Dios por el dinero recibido, pero otro miembro se opuso y quiso meterlo todo en fondos de inversión… por lo que pudiera suceder. Pues bien, resultó que, con la caída de la Bolsa, se ha perdido bastante dinero y parece que de modo irreversible, pues una cantidad importante estaba invertida en esos bancos americanos e ingleses que cayeron en bancarrota. El familiar que quería dar la limosna se tira de los pelos por haber perdido el dinero de una forma tan idiota, pues, si se hubiera entregado a personas necesitadas, con ellas no se habría perdido en modo alguno, ya que habría alguien que estaría dando un buen uso de ello.
* Creo que hace tiempo os conté cómo un sacerdote, compañero mío, leyendo un día el periódico vio que había unas hojas de propaganda de un comercio y hojeándola se decía: ”¡Dios mío, Cuántas cosas no necesito!” En definitiva, pienso que esto que sucede a nivel mundial es una llamada de atención de Dios para que vivamos en austeridad, en ahorro, en limosnas y en compartir los bienes materiales, sabiendo que todos estos quedarán un día aquí y tendremos que desprendernos de ellos tarde o temprano.
- En el evangelio de hoy se nos habla de un banquete de bodas. La relación entre Dios y el hombre, en lugar de ser concebida como una especie de alianza diplomático-política, es presentada como una relación de amor, personal, viva, libre, pero también marcada por la infidelidad y el egoísmo del hombre para con Dios.
Imaginaros que para el año que viene se va a casar un hijo o una hija vuestra. Con esmero preparáis las invitaciones para vuestros familiares y para vuestros amigos. Se las lleváis en mano o las mandáis por correo y… recibís la misma respuesta que el padre del evangelio: “Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir”. El padre volvió a mandar más criados para que les dijeran lo que iban a comer y a beber, y les rogaban que vinieran a la boda: “’Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.’ Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos”. ¿Cómo os quedaría el cuerpo y el alma si los familiares y amigos, que invitaseis a la boda de vuestro hijo o de vuestra hija, os respondiesen de esta manera?
Al leer este evangelio siempre me acuerdo del tiempo que estuve de párroco en Taramundi y en ocasiones preparaba Cursillos de Cristiandad. Invitaba a los jóvenes y a no tan jóvenes al Cursillo. De cada vez invitaba a unas 100 personas, pero sólo iban, finalmente, 4 ó 5 personas. Todos tenían muchas razones para no ir y para quedarse: exámenes, atender el ganado, la cosecha, un viaje, que esperaban visita, que les daba vergüenza… En definitiva, no querían ir al banquete de bodas del Hijo de Dios.
Nos sigue contando el evangelio que el padre no se quedó con los brazos cruzados. No quería que las mesas del banquete se quedaran vacías. Dejó de lado a aquellos ingratos y mandó a sus criados que fueran, no a las casas, no a las ciudades, no a los conocidos, sino a los cruces de caminos e invitasen a todos los que pasaran por allí al banquete de bodas de su hijo.
¿En que grupo estamos nosotros: en el primero o en el segundo? Personalmente soy consciente que en muchas ocasiones el Señor, como sacerdote, como familiar y como amigo, me ha invitado al banquete de bodas de su Hijo y yo le he dicho que NO y no he hecho caso de su invitación.
Pero para mí el evangelio de hoy no es un evangelio de condena, sino de esperanza. Esperanza porque es Dios mismo quien sale a nuestro encuentro. Tantas veces estamos perdidos por caminos y montes, y El nos envía llamadas para que entremos en el banquete de bodas de su Hijo. Dios es el Buen Pastor del salmo de hoy, que nos busca y recoge sobre sus hombros. Como dice el profeta Isaías hablando del banquete del cielo: “El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. Aquel día se dirá: ‘Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación.’”
El viernes recibí un correo electrónico de una persona que fue a Estados Unidos a predicar sobre Dios. En su correo me dice: “Estoy alojada con unos amigos del Salvador. Son un matrimonio joven con dos niñas pequeñas. Muy entregados (al Señor). A él le acaban de detectar cáncer y hoy van al ver al medico. Encomiéndalos en la Misa.” Pues bien, en esta Misa de hoy quiero ser instrumento del Señor y deseo que también vosotros lo seáis conmigo para con este matrimonio salvadoreño, y para con tantas personas que sufren por tantas razones. Pidamos por todos ellos.