jueves, 31 de diciembre de 2009

Santa María, Madre de Dios (C)

1-1-2010 SANTA MARIA, MADRE DE DIOS (C)
Num. 6, 22-27; Sal. 66; Gal. 4, 4-7; Lc. 2, 16-21

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Queridos hermanos:
Al terminar el evangelio del domingo de la Sagrada Familia leíamos lo siguiente: “Su Madre conservaba todo esto en su corazón”. También en el evangelio de hoy se nos dice que “María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Quisiera en el día de hoy detenerme en estas dos frases y tratar de profundizar un poco en ellas.
- Recuerdo que hace tiempo leí dos historias, que nos pueden ayudar con el tema elegido para la homilía de hoy:
1) En cierta ocasión un padre quiso enseñar a su hijo algo muy importante que le sirviera para la vida, y le entregó una tabla de madera, unas puntas y un martillo. Le dijo que clavase todas las puntas en la tabla. Al chaval le pareció algo divertido y enseguida se puso manos a la obra. Cuando hubo clavado todas las puntas, el padre le dio unas tenazas y le pidió que sacase todas las puntas de la tabla. Esto ya no le gustó tanto al hijo, pero también se puso manos a la obra. Le costó más trabajo sacar las puntas que meterlas. Cuando lo logró, el padre le dijo que se fijase en la tabla. Esta estaba agujereada, desconchada y herida. El padre le dijo, finalmente: ‘Así sucede en la vida ordinaria. Es fácil hacer daño a los demás con nuestras palabras, con nuestras acciones y con nuestras omisiones. Lo más difícil es curar las heridas causadas. Y aunque pidas perdón y trates de remediar el mal hecho, la relación entre las dos personas: la que hirió y la herida, queda maltrecha y ‘tocada’. Por eso, hijo mío, procura no herir a nadie de modo gratuito, pues es casi imposible volver a la situación primera’. ¿Os sentís reconocidos en esta historia? Todos hemos sido tabla agujereada en alguna ocasión, y todos hemos sido el chico que clava puntas en las tablas, por seguir el símil o ejemplo dado por el padre.
2) En cierta ocasión –aquí va la segunda historia- se vio a un señor escribiendo con un cincel y un martillo en una roca una cosa buena que un amigo suyo le había hecho. Poco después este mismo amigo le hizo una jugarreta y entonces el señor escribió la cosa mala que le había hecho su amigo, pero, no en una roca, sino en la arena de la playa. Se le preguntó al señor que por qué escribía lo malo en la arena y lo bueno en la roca, a lo que él contestó que lo malo escrito en la arena tenía la finalidad de que, cuando subiera la marea, el agua borrase aquel daño inflingido por su amigo; y lo bueno escrito en la roca era para que siempre permaneciera. Esta forma de actuar implica una gran generosidad por parte de este señor. El valora tanto su amistad, que está dispuesto a perdonar lo malo y a quedarse con lo bueno de su amigo.
Nuestra vida está hecha de malos y buenos recuerdos. Seguro que todos nosotros tenemos en nuestro corazón una lista de agravios, pero también de cosas buenas recibidas a lo largo de nuestra vida, e igualmente guardamos en nuestro corazón otra lista de agravios y de cosas buenas hechas por nosotros a los demás.
Cuando una persona no ve nunca el mal que hace a los demás, es que nos encontramos ante un inmaduro y/o un egoísta. Como decía Jesús, nadie está libre de pecado, de haber fallado ante los demás.
Cuando una persona sólo ve el daño que le hacen los otros, estamos ante un amargado, un resentido, un desconfiado y/o un egocéntrico. La convivencia con una persona así se vuelve muy difícil o insufrible. Nunca aciertas con este tipo de personas: Si callas, porque callas. Si hablas, porque hablas. Si haces, porque haces. Si no haces, porque no haces. Lo que hoy vale, mañana puede no valer. Nunca sabes por dónde va a salir una persona así.
- Pero vamos ahora, en esta segunda parte de la homilía, a examinar esto desde el punto de vida de Dios. Como os decía al principio de la homilía, María se fijaba y escuchaba las cosas y palabras que se decían o sucedían a su alrededor y con su Hijo Jesús, y todo ello lo guardaba en su corazón. Pues todas esas palabras y esos hechos venían de parte de Dios, y ella quería guardarlos en su corazón y meditarlos. También hay muchas personas que guardan en su corazón hechos o palabras del Señor. Estoy seguro que todos los que estamos aquí tenemos memoria de lo que el Señor ha hecho por nosotros o con nosotros a lo largo de toda la vida. Quien no tiene nada en su corazón de las obras de Dios, es que ha caminado por la vida a oscuras y/o en la superficialidad. Cualquier persona que tiene una mínima sensibilidad religiosa, seguro que ha percibido la presencia de Dios, sus hechos y sus palabras. Cada día el Señor nos sale al encuentro y nos muestra todo su amor. Son cosas tan sencillas como éstas: experiencias de Dios que cuida de una madre y de sus hijos abandonados por el marido y padre; experiencias de paz al hacer un poco de oración, al leer un poco la Palabra de Dios; experiencias de Dios al recibir la absolución sacramental o a Jesús Eucaristía; experiencias de sentirse amado por Dios a través de la familia y de los amigos que uno tiene; experiencias de ser salvado de un peligro de cualquier tipo y uno sabe en su interior que ha sido la mano de Dios; etc. Y son estas experiencias las que van construyendo la vida de fe de una persona.
Una persona que padezca amnesia y no recuerde absolutamente nada de su pasado: no recuerda su nombre, dónde nació, quién es su familia, sus amigos, en qué trabajaba, etc., es una persona con un gran vacío. De la misma manera, una persona que no tenga una historia de su relación con Dios… es una persona incompleta. Si yo le pregunto a alguien quién es Dios para él y su respuesta es: una mano poderosa, alguien muy lejano, no sé qué decir, no existe, Él se ocupa de sus cosas y yo de las mías… Todo esto es muy triste. Si no tenemos cosas de Dios que guardar en nuestro corazón y que meditar, entonces –repito- nuestra vida está muy incompleta.
Os propongo un ejercicio a realizar: en un día de oración, o en varios días, tratar de recordar todo lo que el Señor ha hecho en vosotros y os ha dicho a lo largo de vuestra vida. Estoy seguro que sale un historial maravilloso. Os encontraréis con una verdadera historia de amor… de Dios para vosotros. La Virgen María sí que hizo este ejercicio, lo hacía cada día. Por eso, el evangelio de hoy nos dice que “María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. María veía, observaba, acogía, conservaba y meditaba asiduamente las cosas de Dios y lo hacía en lo más profundo de su ser, que para los israelitas era el corazón de la persona. Hagamos nosotros lo mismo y descubriremos un mundo nuevo.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Domingo de la Sagrada Familia (C)

27-12-2009 SAGRADA FAMILIA (C)
Eclo. 3, 3-7.14-17a; Slm. 127; Col. 3, 12-21; Lc. 2, 41-52

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Queridos hermanos:
El día de Navidad hablé algo sobre los niños y diversas situaciones de sufrimiento que padecen en el mundo. También os hablé algo de cómo se situaba Dios, a través de su Hijo Jesucristo y hecho también Niño, ante los niños. Hoy, día de la Sagrada Familia, quiero seguir profundizando un poco más sobre este tema.
- En diversas ocasiones he hablado con parejas de novios y de casados de distintos temas. Uno de los asuntos más recurrentes es el tema de los hijos. Me encuentro con bastantes padres que muestran su preocupación por educar adecuadamente a sus hijos y que sufren ante los problemas de ellos y que tienen con ellos. En bastantes ocasiones me han dicho los padres que, ante el nacimiento próximo de un hijo, han buscado diversa literatura y documentación sobre los niños para prepararse mejor ante su llegada. Por curiosidad he tecleado en Internet la palabra “niños” y me ha aparecido un listado impresionante. Me he detenido en una página (http://www.aciprensa.com/Familia/ninos.htm) que trataba sobre los niños desde el punto de vista cristiano y ¡fijaros todos los temas que tenía expuestos para ahondar sobre cada aspecto de los allí reflejados!: * Cómo educar a los niños en la virtud de: la austeridad, el autocontrol, la conciencia moral, la fortaleza, la fuerza de voluntad, la generosidad, la laboriosidad, el orden, la sinceridad. * Cómo enseñar a orar a los niños, * es vital hablar y acariciar al bebé, * aconsejan que virtudes como el esfuerzo y el sacrificio tengan un lugar en las aulas, * juegos educativos para los más pequeños, * la importancia de los cuentos, * cómo educar la inteligencia y la voluntad, * haciéndole frente a un niño muy enérgico, * cómo escoger juguetes, * niños deprimidos, * niños hiperactivos, * niños con problemas de atención, * niños malcriados, * niños mentirosos, * niños tercos, * ¿es normal que los niños tengan miedo?, * los niños ante la muerte, * los niños ante las mudanzas, * cómo lograr una autoridad positiva con los hijos, * ¿disciplina o castigo?, * cuando nace un nuevo hermanito, * los abuelos y los nietos preferidos, * la alimentación en los primeros años de vida, * la depresión en el niño, * algunos síntomas de la depresión en el niño, * mi hijo no quiere comer, * ¿qué hacer para que tus hijos recojan su juguetes?, * por qué no hacerle las tareas a los hijos, * los niños pagan las consecuencias cuando los padres no se casan, * es peor un divorcio que la muerte de un padre, * un estudio demuestra que el divorcio afecta más a los hijos que la muerte de un padre, * agresividad en la infancia, * ¿educamos a nuestros hijos?, * cómo hacer para que los niños lean más, * el temor a los exámenes, * un juguete para cada edad, * cinco pasos para vivir los valores en la familia, * ¿conviene educar al niño en alguna religión?, * cómo evitar accidentes infantiles, * cómo evitar una intoxicación, * la importancia de las buenas amistades, * el arte de aprovechar el tiempo libre del niño, * los riegos de la televisión para los niños, * cómo regular el uso de la televisión y del ordenador.
Creo que muchos de vosotros habéis visto y escuchado por Internet un video de un juez de menores de Granada, Emilio Calatayud (http://www.youtube.com/watch?v=K2GTauJT5Vg), en donde habla de la situación actual de niños, adolescentes y jóvenes. Dice este juez que en la sociedad actual a ellos se les reconocen los derechos, pero no se les dice nada o casi nada de las obligaciones. Y tan necesario es inculcar lo uno como lo otro.
También quiero narraros aquí el episodio que me contó una profesora de religión en un instituto de Asturias. Ella preguntó en cierta ocasión a los alumnos quién era la persona que más los quería: casi todos contestaron que el padre o la madre o un pariente cercano. Hubo un adolescente que dijo que el único que lo quería era su perro, pues sólo él era quien siempre estaba en casa para recibirlo cuando llegaba del colegio o de cualquier otro sitio. La profesora le preguntó: “¿Y tus padres?”, y su respuesta fue que ésos iban a lo suyo. Quizás a trabajar para tener más cosas materiales y darle esas cosas al hijo, pero éste estaba necesitado de presencia, de cariño, de atención paterna.
- Yo estoy totalmente convencido que la fe cristiana, cuando está bien asumida, es un factor importantísimo, no sólo de educación religiosa, sino también de educación humana. Uno de los elementos fundamentales de educación integral de la persona y en este caso de los niños es la familia. Y aquí la Iglesia quiere ponernos en el día de hoy el modelo de la Sagrada Familia formada por José, María y Jesús como ejemplo de vida humana. La Sagrada Familia se asienta sobre valores humanos de amor, respeto, entrega, confianza, perdón, generosidad, etc., primero entre los esposos. Mal pueden transmitir algo los esposos a sus hijos, si antes no lo viven ellos entre sí. Pero estos valores humanos vividos en la Sagrada Familia tienen su origen y su fin en los valores espirituales y divinos que se consiguen por la relación íntima, cercana y constante con Dios.
El 5 de enero de 1964 el Papa Pablo VI estuvo en Nazaret (Israel) y allí pronunció un bellísimo discurso que reproduzco en parte[1]: “Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizás de una manera casi insensible, a imitar esta vida […] Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual, si queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo. ¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde, pero sublime escuela de Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina! […] Se nos ofrece, además, una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irremplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.
Lo decía Emilio Calatayud, el juez de menores de Granada, en su video: todos los niños-adolescentes-jóvenes que vienen a su juzgado es por que han cometido algún delito, pero no todos ellos son delincuentes. Estos, los que cometen delitos de un modo habitual, proceden de familias desestructuradas y tienen, además, fracaso escolar. Por ello, sabemos que Dios ha creado la familia como el mejor medio para educar armónica e integralmente a los niños. Cuando la familia falla en algunos o alguno de sus miembros, enseguida se resiente el resto de la familia y la sociedad. De la misma manera, cuando una familia transmite alegría, serenidad, comprensión, generosidad, amor, seguridad, fe, ánimo de compartir y de estar abierta a los demás…, entonces ello es asumido de un modo natural por todos los miembros de la familia y beneficia a la sociedad.
Nosotros los cristianos tenemos a la Sagrada Familia como ejemplo y modelo, pero también como ayuda en nuestros corazones y espíritus, pues José, María y Jesús actúan en nosotros.
[1] Si alguien quiere tener un acceso completo a sus palabras tiene que mirar en la segunda lectura del Oficio de Lectura de las Liturgias de las Horas del día de la Sagrada Familia.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Navidad (C)

25-12-2009 NAVIDAD (C)
Is. 62, 11-12; Slm. 96; Tit. 3, 4-7; Lc. 2, 15-20

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Queridos hermanos:
¡¡¡Santa Navidad!!! en el día de hoy os deseo para todos vosotros. ¡¡¡Santa Natividad!!!, pues estas palabras nos indican que el Hijo de Dios, el Santo entre los santos ha nacido como hombre y está en medio de nosotros. Ha nacido Dios y ha nacido como todos los hombres, es decir, siendo primero un bebé.
Un niño siempre nos inspira ternura debido a su pequeñez, a su ingenuidad, a su desvalimiento, a la necesidad total y absoluta que tiene de los adultos. Hace unos años una mujer me contó el siguiente hecho de su padre: Este era un hombre que iba a Misa sólo en funerales, bodas, Viernes Santo y Navidad. Un día de Navidad fue a Misa. Al ter­minar la celebración se acercó al ver el “belén” que habían hecho en la parroquia y al contemplar al niño desnudo le entró una pena por el frío que debía estar pasan­do o no sé qué pasó por su mente que allí mismo le prometió al Niño Jesús que desde entonces iría a Misa todos los domingos. Y este señor no falló a su promesa.
- Pero, por desgracia, los niños también inspiran otras cosas a los adultos. La semana pasada leía la siguiente noticia en un periódico: “Un niño de dos años de edad fue ingresado por primera vez en un centro hospitalario de Brasil tras sentir dolores abdominales. Las radiografías que le hicieron revelaron que tenía cuarenta y dos agujas en el interior de su cuerpo. La Justicia del estado decretó la prisión temporal de los tres sospechosos de incrustar las agujas en el cuerpo del menor. En el día de ayer el padrastro del menor, que se encontraba en paradero desconocido y fue detenido por la policía, confesó haberle clavado las agujas con la ayuda de su amante y de la propietaria de un centro de rituales religiosos. Roberto Carlos Magalhaes, de 30 años, aseguró que llevó al niño varias veces a la casa de una mujer llamada Angelina, donde clavó las 42 agujas con su colaboración y la de una tercera persona, cuyo nombre no fue divulgado. La madre del niño no ha querido pronunciarse sobre el rumbo de las investigaciones. La cirugía para la retirada de 42 agujas a un niño brasileño de dos años que fue víctima de un ritual fue aplazada debido a una infección provocada por uno de los objetos puntiagudos en el corazón, informaron hoy fuentes médicas”. En esta semana, concretamente el martes 22, saltaba a los periódicos un segundo caso, también en Brasil y también otro niño de dos años al que habían introducido 7 agujas en su pequeño cuerpo. De igual modo el martes 22 leía que “el alarmante aumento de casos de pornografía infantil ha sacudido Japón con una horrible 'moda': madres que comercializan fotos pornográficas de sus propios hijos. Al menos doce personas han sido detenidas como sospechosas de traficar con imágenes pornográficas con sus propios hijos como protagonistas. Las madres o alguno de los familiares de los menores daban salida a las fotografías vendiéndolas a hombres que conocían a través de Internet. Estos les pagaban a 8 € por cada fotografía”.
Tampoco quiero olvidarme de mencionar aquí a tantos niños asesinados en los vientres de sus propias madres por las causas más dispares.
Pero igualmente quiero contaros el caso sucedido hace un tiempo en un comercio de Asturias: una señora mayor entró con su nieto para comprarle un regalo con ocasión de su 1ª Comunión. De repente el niño empezó a insultar y a pegar a la abuela cuando ésta le mostraba un reloj como posible regalo, pues el niño no lo quería; entonces la abuela le mostraba otro, y el niño siguió pegando a la abuela y protestando.
Quiero decir con todo esto que unos padres o adultos no equilibrados hacen mucho daño a los niños, tanto si los maltratan de palabra o de obra, como si abdican de la educación que tienen que darles, les consienten y no les ponen indicadores claros de actuación. Seguro que hay matizar muchas más cosas, pero éstas son ciertas.
- Alguien puede preguntar que por qué saco este tema precisamente el día de Navidad. La verdad es que al ver la imagen del Niño Jesús, al leer en el evangelio de hoy en el que se narra que María y José rodeaban y guardaban al Niño Jesús, al leer también que los pastores fueron a ver al Niño que les había sido anunciado[1], me acordé de tantos niños que por el mundo sufren de una u otra manera, y no tienen defensa posible en las mayoría de los casos. Me acordé que el Niño Jesús tuvo que padecer, como muchos niños en todo el mundo y a lo largo de todos los tiempos, ciertos peligros nada más nacer: 1) Jesús nació rodeado de unos padres que le dieron todo su cariño, pero en unas condiciones insanas: en un portal recién barrido por José para su mujer con los dolores de parto. 2) Jesús tuvo que ser llevado de Belén antes de que fuera alcanzado por los soldados de Herodes, quienes no dudaron en matar a los niños de dos años para abajo en aquella aldea.
Jesús nos habla de los niños en el evangelio en varias ocasiones: * “Dejad que los niños se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos” (Mt. 19, 14). * “Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge” (Mt. 18, 3-5). * “Cuidado con despreciar a uno de estos niños; porque os digo que sus ángeles en el cielo contemplan sin cesar el rostro de mi Padre celestial” (Mt. 18, 10); * No quiero terminar estas citas bíblicas sin aludir a la profecía de Oseas, que tiene un texto bellísimo de la relación de Dios con los hombres comparándola con la relación de un padre con su niño: “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo […] Con cuerdas de ternura, con lazos de amor, los atraía; fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas y se inclina hasta él para darle de comer” (Os. 11, 1.4).
Jesús tomó la carne, la mente, el espíritu de un niño hace ya 2009 años. Hoy también Jesús toma la carne, la mente, el espíritu, en definitiva, el ser de todos los niños y se alegra con ellos, cuando son amados y cuidados. El Niño Jesús sufre con todos los niños cuando son asesinados, prostituidos, cuando les clavan las agujas, cuando no les dan la educación adecuada, cuando se les maltrata de palabra, de obra o de omisión.
Hoy, día de Navidad, día del nacimiento de un Niño que nos trae la paz a todos los hombres quisiera que, a través de este Niño, viéramos a todos los niños del mundo para darles lo mejor que tiene el ser humano: * bienes materiales suficientes, pero no de un modo desmesurado; * cariño, comprensión, protección, seguridad; * una educación integral en la que se les dé, pero también se le exija, para que crezcan de un modo armónico y equilibrado; * la fe y el amor de Dios, que le acompañará toda su vida. De todo esto necesitarán los niños que Dios pone en nuestras manos. El próximo domingo celebramos la Sagrada Familia. Si Dios quiere, seguiremos profundizando en este tema de los niños.
[1] Así se nos cuenta en el evangelio que acabamos de escuchar, cuando nos dice que los pastores fueron a Belén “y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño”.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Domingo IV de Adviento (C)

20-12-2009 DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)
Miq. 5, 2-5a; Slm. 79; Heb. 10, 5-10; Lc. 1, 39-45

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Queridos hermanos:
- Le dice Isabel a su prima María en el evangelio: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. ¿A qué se refería Isabel? Pues se refería al episodio narrado por san Lucas unos versículos antes sobre cómo el arcángel Gabriel se acercó a María y le dijo que Dios se había fijado en ella, que iba a tener un Hijo de Dios, que no hacía falta que se acostara con un hombre para quedar encinta, que el Espíritu Santo la fecundaría con esperma divino… Si viene una hija vuestra o una vecina o una conocida con esta “historia”. ¿Cómo reaccionarías vosotros? María sí que discernió que realmente aquello era cierto, que aquello era de Dios, y creyó y aceptó aquel embarazo. María fue recibiendo enseguida varias pruebas de la veracidad de lo anunciado por el arcángel: 1) se quedó realmente embarazada sin intervención de un hombre; 2) una prima suya, Isabel, nada más verla, cuando María fue a visitarla, le dijo: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Pero seguramente en nuestro caso, en nuestra vida ordinaria no tengamos tanta suerte como tuvo María en esa ocasión, es decir, probablemente no recibamos tantas pruebas de que es Dios quien está con nosotros o quien nos habla.
Sigamos profundizando en este tema y para ello vamos a fijarnos ahora en la primera lectura. Es un trozo de la profecía de Miqueas, el cual fue un profeta que vivió unos 700 años antes de Jesucristo. Miqueas recibió una Palabra de Dios y se la creyó. Y, como se la creyó y creyó que venía de Dios, no se la guardó para sí, sino que la proclamó a sus contemporáneos. En aquellos momentos el pueblo de Israel estaba en una guerra civil entre el reino del norte y el del sur. En esta guerra hubo unos 120.000 muertos en el reino del sur. Y, más o menos, los mismos habría en el reino hermano. Pero es que, además, poco después el reino de Asiria aplastó al reino del norte y cogió a todos sus habitantes y los desterró para siempre por otros territorios conquistados, y el lugar vacío que dejaron los habitantes del reino del norte fue ocupado por otros desterrados por Asiria: los samaritanos. De aquí viene el origen de ellos y su mención en el evangelio. Pues bien, en medio de tanto odio y tanta devastación Miqueas recibe una Palabra de Dios, la que hoy acabamos de escuchar y que dice así: “Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel [...] Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel […] Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz”. ¿Creerían a Miqueas las madres, esposas e hijos de los muertos en la guerra civil? ¿Creerían a Miqueas los parientes y conocidos de los que habían sido llevados por Asiria como desterrados? ¿Creerían a Miqueas todos aquellos que sólo veían guerra, destrucción, hambre cuando el profeta les anunciaba que Dios traería la paz? Esta profecía de Miqueas se cumplió 700 años después de haber sido procamada. De hecho, cuando los reyes magos se acercaron al rey Herodes para preguntarle dónde habría de nacer el futuro rey de los judíos, Herodes consultó a los sabios y le citaron este pasaje del profeta, pues sí hubo hombres y mujeres que habían creído a Miqueas y habían escrito sus palabras, y esperaban que el liberador de Israel viniera un día y naciera en un pequeña aldea: Belén.
Y ahora nos toca hacer presente la Palabra de Dios en nosotros. Hoy, 2709 años después de predicada esta profecía por Miqueas, Dios nos vuelve a decir que una mujer da a luz a un Niño, que ese Niño será el pastor de todos los hombres de la tierra, que ese Niño hará que todos los hombres retornen a Dios para siempre, que ese Niño nos traerá la paz. ¿Creemos esto? ¿Creemos esto cuando los templos están vacíos y casi todos somos gente mayor? ¿Creemos esto cuando los musulmanes avanzan más y más, y la fe cristiana retrocede? ¿Creemos esto cuando nos vemos débiles, frágiles, pecadores y más viejos cada día? Y es que el tiempo de Navidad puede ser tomado como un aniversario de un hecho cosa que ocurrió hace muchos años, o más bien como algo cierto que está ocurriendo aquí y ahora, y en nuestra vida concreta. Si hoy estuviera Isabel, la prima de la Virgen María, delante de nosotros, ¿nos podría decir como a ella: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”?
- En la segunda lectura se nos dice que Jesús vino a este mundo para cumplir la voluntad de Dios Padre: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad”. ¿Estoy yo cumpliendo la voluntad de Dios en mi vida, o se está cumpliendo su voluntad en mi vida? Hace poco una persona comentaba que estaba asustada de lo ingrata que era para con Dios. Decía que se había dado cuenta de esa ingratitud un día que reflexionó un poco en su relación con Dios. Se dio cuenta que, en tantas ocasiones Dios le había pedido en su vida ordinaria un poco de tiempo para hablar con Él, pero esta persona le había contestado tantas veces que estaba muy ocupada, que en ese momento no podía, que ya hablaría con El dentro de un rato, o por la tarde, o por la noche, pero al final del día nunca encontró ese momento o ese rato para hablar con Dios. Al mismo tiempo esta persona se había dado cuenta que, tantas veces estando ella haciendo alguna cosa en casa, vino alguien y le pidió un favor, y al momento dejó de lado la tarea que estaba realizando entonces para hacer ese favor. Y en otras ocasiones estando ocupada en casa alguien llegaba a su casa a pasar un rato de conversación, y ella paraba de hacer las cosas que estaba haciendo y se ponía a hablar con la visita. Con lo cual se daba cuenta que en su vida Dios era el “último mono”. Para los demás estaba siempre dispuesta, pero para Dios casi siempre sacaba disculpas y lo dejaba para después...
Estoy preocupado con estas Navidades que están a la vuelta de la esquina y como sacerdote de mi Señor Jesucristo no quisiera que nos pasaran desapercibidas; no quisiera que las viviéramos como paganos. Por eso, voy a daros algunas pautas:
* En estos días procurar no faltar a los cultos cristianos. El viernes 25, día de Navidad. El domingo 27, día de la Sagrada Familia. El viernes 1, día Santa María, Madre de Dios. El día 6, miércoles, fiesta de la Epifanía (manifestación) del Señor a los Reyes y a todos los hombres. El domingo 10, día del Bautismo del Señor y último día de las celebraciones navideñas. Asimismo podemos proponernos acudir a alguna Misa entre semana o, al menos, hacer alguna visita al Santísimo deteniéndonos unos minutos con el Señor, Jesús.
* María se puso en camino para atender a su prima Isabel en las labores de casa y en el parto. Ella se preocupó por los demás. También en este tiempo debemos preocuparnos de otras personas. Dios nos guiará hacia ellas.
Procuremos que no nos pase a nosotros como a esa persona de la que hablaba más arriba, cuando se dio cuenta que Dios para ella era el “último mono”.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Domingo III de Adviento (C)

13-12-2009 DOMINGO III DE ADVIENTO (C)
Sof. 3, 14-18a; Is. 12; Flp. 4, 4-7; Lc. 3, 10-18


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Queridos hermanos:
El evangelio de hoy tiene dos partes: En la segunda habla Juan Bautista de Jesús y de la misión de éste. En la primera parte Juan nos presenta el caso de tres tipos de personas que, habiendo escuchado a Juan Bautista, fueron tocados por Dios en su corazón y se dieron cuenta que tenían que cambiar de vida. Por eso le preguntaron a Juan qué debían hacer. Sin embargo, sería un gran error si pensáramos que la conversión de vida, o el caminar hacia Dios, o el encontrarse con Dios supone sólo repartir y compartir las cosas que tenemos con los necesitados, o contentarnos con lo que se nos da sin exigir nada más, o el no usar la violencia y el poder con los otros. Ver la relación con Dios de esta manera es una caricatura y una burla. Si las gentes, los publicanos y los soldados se acercan a Juan Bautista y le piden orientación no es principalmente porque él sea un hombre bueno o sabio, sino porque –repito- ha entrado Dios en vida de ellos; saben que no pueden seguir viviendo como hasta entonces y quieren saber qué más espera Dios de ellos.
Este encontrar a Dios y este caminar hacia Dios no es fruto de un día. Estoy completamente seguro que todas esas personas que se acercaron aquel día a Juan Bautista y le preguntaron qué debían hacer, eran personas que ya estaban desde hacía tiempo en búsqueda de Dios o, al menos, Dios estaba en su busca y los esperaba al lado de Juan Bautista.
Si me permitís, voy a leeros una experiencia de un chico que hace poco me encontré y creo que puede iluminar muy bien lo que trato de decir y, además, puede ayudarnos a nosotros. Fijaros de qué modo tan extraño Dios se vale para llegar al corazón de una persona. Se trata de Juan, un joven valenciano, que a sus 26 años acaba de entrar en un seminario español. Dejemos que él cuente su propia historia: “Nací en una familia católica, pero no practicante. A los 5 años me apuntaron a hacer artes marciales. Cuando yo tenía 8 años, llegó a casa un lama tibetano. Nos dijo que había tenido unas visiones y que pensaba que quizá yo era la reencarnación de un lama tibetano. Mis padres no sabían casi nada del budismo. El lama les inspiró confianza y decidieron darme una formación paralela. Por las mañanas yo iba al colegio como un niño normal, a los salesianos. Por las tardes, tenía clase con dos tutores budistas tibetanos que vinieron a España. Completaba mi formación con artes marciales. Mi educación estaba orientada clarísimamente a ser lama, es decir, maestro, y no un simple monje. Incluía meditación y enseñanzas budistas. Durante todo esto, mis padres sólo pidieron discreción. Nadie en mi colegio conocía mi formación budista. Fui nombrado lama oficialmente con 15 años. Para mis maestros, yo era la reencarnación de Tan-ñon-Gon-Chen-Tulku-Rimpoché, un lama ermitaño tibetano del siglo IV d.C. Ese lama estaba especializado en sanaciones espirituales, en las enseñanzas más chamánicas del budismo. Se considera que, cuando un lama vuelve a nacer, va a seguir desarrollando las mismas actividades que en su otra vida. Por eso yo atendía muchos casos de dolencias espirituales, me traían enfermos, hacía rituales de sanación. A los 21 años, vivía en Barcelona. Llegó un matrimonio hindú, de la India, recién aterrizado, porque habían oído hablar de un curandero o sanador espiritual que podía ayudar a su hija enferma. Resulta que el tal "curandero" era un cura católico; ellos ni sabían eso. El sacerdote me los remitió, porque pensó que yo, al ser budista, de una tradición asiática, podía atenderlos mejor. Por lo general, en los casos de dolencia espiritual grave, yo siempre pedía varios informes: uno médico, otro neurológico y otro psiquiátrico. Ellos estaban tan desesperados que habían venido de la India ya con la niña y con todos los informes hechos. Organicé una sesión de sanación según el ritual budista. Como de costumbre, además de los padres y la niña, estaban con nosotros unos amigos a los que yo solía invitar como testigos y ayudantes. Uno es notario, otro psiquiatra, otro ingeniero y el otro informático. Llevábamos ya 13 horas de ritual y no conseguía nada. La niña se agitaba con fuerza sobrehumana, hablaba mezclando idiomas, se ponía en trance... Yo no conseguía ninguna mejora. Y entonces la madre, que no sabía español, dijo en castellano: ‘En el nombre de Jesús libera a mi hija’. Y en ese momento la madre y la hija cayeron inconscientes. Cuando se despertaron la niña estaba curada y la madre no recordaba haber dicho nada. Aquello me impactó. Para mí, Jesús sólo había sido un hombre sabio que ayudaba a la gente. Yo nunca había reflexionado sobre Jesús. Lo conocía sobre todo por la asignatura de religión con los salesianos, pero para mí lo que me habían contado de Jesús era sólo como un cuento. Salí a pasear, a reflexionar sobre lo que había pasado. Me encontré un mendigo, que me hizo señas para que me acercase. Yo iba vestido de monje, con la túnica azafrán y la cabeza rapada. Supuse que mi aspecto le había hecho gracia y querría decirme algo. Pero él sacó un libro y me dijo: ‘ábrelo’. Era la Biblia. Lo abrí 3 veces y me salía la sanación de Jesús en Gerasa. Y entonces entendí que mi vida era seguir a Jesús. Mi maestro budista me dejó marchar. Dijo que siguiera mi corazón. El budismo enseña que la mente a menudo es tramposa, pero el corazón no miente. Dijo que si Jesús estaba en mi corazón, que lo siguiera. Ellos pensaban -y siguen pensando- que volveré al budismo. Así que volví ‘al mundo’. Incluso estuve saliendo con algunas chicas. Visité a los capuchinos, que me enseñaron el cristianismo. Me hice terciario capuchino, su rama laica. Pero me parecía que Dios me pedía más. Me dediqué a conocer las órdenes monásticas, los movimientos católicos, y también los ambientes protestantes, ortodoxos, el islam sufí... Buscaba entender lo que Dios me pedía. Hice los Ejercicios Espirituales de los jesuitas. Me hablaron de un seminario que parecía serio. Un médico amigo mío, diácono permanente, me preparó una cita con el obispo. Hablé con él después de la Misa, y vimos que Cristo me había tocado. ¿Mi vocación es diocesana o monástica? No lo sé, pero en el seminario, en silencio y estudio se irá descubriendo. De Jesús me impactó su Dios, el Padre que nos quiere, que nos ha creado a su imagen y semejanza. También me impresiona el testimonio de Jesús, su coraje de morir por nosotros. Es impresionante cómo lucha con todos en contra. Hay muchos maestros espirituales, pero sólo Él ha muerto por los hombres. Me impresiona la Pasión: Ese ‘muere por nosotros’... Si no es el Hijo de Dios, no puede morir por nosotros. Ni Buda, ni Moisés ni Zoroastro murieron por los hombres. Después de mucha reflexión pienso que Dios es como la cima de una montaña. Cima sólo hay una. Caminos hay muchos. Ojo, unos son de piedra, otros de fango; no son todos iguales. Pero hay un camino recto, el de Cristo. Del budismo mantengo cosas valiosas. La disciplina del budismo, la práctica de la meditación, es muy valiosa. El adiestramiento de la mente, el cuerpo y del espíritu. La ascética es un esfuerzo del hombre, un método, no está mal. Pero la mística es la acción del Espíritu, Dios que actúa y te rompe hasta el método. El voto de pobreza y el de castidad no me resultan difíciles. El de obediencia, el concepto de jerarquía, son cosas que me resultan más novedosas. En ello estamos”.
Termino: estamos en Adviento; Dios nos sale al encuentro y toca nuestro corazón, o lo quiere tocar, si nos dejamos; nosotros quisiéramos seguirlo; y le preguntamos, como aquellos del evangelio preguntaron a Juan Bautista: ‘Entonces, ¿qué hacemos ahora?’ La respuesta es individual y personalizada para cada uno de nosotros. Abramos el oído y que El nos dé la fuerza de seguir sus indicaciones.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Inmaculada Concepción de María (C)

8-12-06 INMACULADA CONCEPCION (C)
Gen. 3, 9-15.20; Slm. 97; Ef. 1, 3-6.11-12; Lc. 1, 26-38

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Queridos hermanos:
- En este tiempo de Adviento, como ya sabéis, estamos preparando la venida y el nacimiento de Cristo Jesús entre nosotros. Pero, como creo que ya os he dicho en otras ocasiones, hay tres formas de venida (o llegada) de Cristo Jesús a nuestras vidas:
1) La más conocida de todas y la que celebramos comúnmente en estos días: el Hijo de Dios se ha encarnado en el vientre purísimo de la Virgen María y va a ser dado a luz en Belén. Es la primera venida de la segunda Persona de la Santísima Trinidad.
2) Jesús vendrá otra vez más y por última vez a este mundo cuando éste se acabe. De hecho, esta segunda venida la estamos anunciando y pidiendo los católicos en cada Misa: - Al alzar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, después de la Consagración, el sacerdote dice: “Éste es el Sacramento de nuestra fe”. Y todos respondemos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”. Creo que ya os conté que, explicando esto una vez en Vegadeo, una señora me dijo después que desde aquel día había dejado de responder a las palabras de la Consagración, porque no quería que Jesús viniera y el mundo se acabara. – Al finalizar el Padre nuestro, ora el sacerdote: “…vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador, Jesucristo”. Y, ¿recordáis las últimas palabras con las que termina la Biblia? Dice así: “Sí, estoy a punto de llegar. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!
3) Hay una tercera manera de venida de Cristo Jesús a este mundo. Las dos anteriores son, por así decir, ‘modos comunitarios’. Esta tercera forma de venir Cristo, sin embargo, es individual. Me estoy refiriendo a la muerte. Sí, Cristo Jesús llega a cada uno de nosotros cuando nos morimos. El está a nuestro lado. La señora de Vegadeo que no decía en la Misa: “¡Ven, Señor Jesús!”, para que el mundo no se acabase, hace unos años que se murió, con lo cual este mundo sí que se acabó para ella. Repito: la tercera manera de venir Jesús a este mundo es a través de nuestra muerte, y es una venida personalizada. Estando en este punto quiero compartir con vosotros una gracia que he recibido hace poco: El 8 de noviembre de este año estaba en la capilla de la Casa de Ejercicios Espirituales de Covadonga; asistía e impartía unos Cursillos de Cristiandad. Como sabéis, cada mes de noviembre los hago. Éramos 26 personas tratando de acercarnos un poco más a Jesús a través de María, su Madre, ya que Covadonga es un lugar privilegiado. Creo que en otras ocasiones os he contado el amor y la devoción hacia María que Jesús me ha regalado, cuando faltaba poco para mi ordenación sacerdotal. Pues bien, ese domingo 8 percibí en la capilla en un instante (fue un visto y no visto) que la Virgen María me concedería morir uno de los días del año en que la Iglesia celebra una festividad mariana. No sé si será cierto o no. Lo que sí sé es que mi amor hacia Ella ha crecido más y más, y en sus brazos estoy feliz. Siempre me ha llamado mucho la atención ciertos detalles o hechos que he ido conociendo en los que una persona amante de la Virgen recibe una gracia especial de Ella a la hora de su muerte. Ciertamente, os he de confesar que no me importa el hecho en sí (si mi muerte acontecerá un día dedicado a María), sino más bien el percibir claramente cómo el amor entre María y yo es recíproco. Por supuesto, que Ella me quiere más y mejor que yo a Ella, pero la verdad es que yo me apoyo en su amor y no en el mío, que es tan pobre y frágil. En este día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María he querido compartir esta gracia para que juntos alabemos y glorifiquemos a María, Madre de Cristo Jesús.
- Voy a contaros otra cosa personal mía. Hoy va la homilía de confidencias. Resulta que, cuando entro en una iglesia por primera vez, enseguida recorro mi vista por ella y miro las imágenes que hay en sus paredes y/o en sus altares, pues suelo orar con ellas o en las homilías que predico al celebrar la Misa allí suelo hacer referencia a dichas imágenes. ¿Por qué? Porque quiero enseñar a los fieles para que la fe les entre por los ojos y para que profundicen en lo que tienen ante sí, pues quizás les ha pasado un tanto desapercibido. Una de las imágenes que más evoca sentimientos de Dios dentro de mí es la imagen de la Inmaculada. En esta imagen se ve a la Virgen María que puede estar rodeada de una corona de 12 estrellas, lo cual simboliza a las 12 tribus de Israel y a los 12 apóstoles. Suele tener la luna por pedestal, pero sobre todo a los pies de María está una serpiente con un fruto entre su boca. Esta última parte de la imagen evoca al texto del Génesis que acabamos de leer hoy, más concretamente cuando Dios se dirige a la serpiente y le dice: “establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón”. Sí, la serpiente hiere el talón de la mujer (Eva) cuando le ofreció el fruto de desobediencia a Dios. Y la mujer (en este caso la Virgen María) por el nacimiento del Mesías, pisa la cabeza de la serpiente. En esta sencilla parte de la imagen se contiene nuestra traición a Dios y la salvación de Dios para con todos nosotros.
- En este tiempo de Adviento la Iglesia nos propone varias figuras bíblicas que nos pueden ayudar a preparar las venidas de Jesús, el Hijo de Dios, a nosotros y a nuestro mundo. Estas figuras son San Juan Bautista, San José y la Virgen María. Pues bien, hoy la Iglesia nos propone de un modo especial a María, bajo la advocación de su Inmaculada Concepción. En este tiempo de Adviento y en todos los momentos del año yo me arrimo a María y le pido que me sirva de apoyo para preparar la venida de su Hijo a mi ser, sea en el fin del mundo, sea en mi muerte.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Domingo II Adviento (C)

6-12-2009 DOMINGO II DE ADVIENTO (C)
Baruc 5, 1-9; Slm 125; Flp. 1, 4-6.8-11; Lc. 3, 1-6

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Queridos hermanos:
- Fijaros cómo empieza el evangelio de hoy: “En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”. La primera vez que escuché este trozo pensé para mí: ‘Pero, ¿para que sirven todos estos datos que nos da san Lucas?’ Con decir que Dios habló a Juan Bautista y la misión que le dio… hubiera bastado. Pero el evangelista nos da nombres y más nombres de gente importante, y de gente que gobiernas imperios, reinos y provincias. La razón –creo yo- de todos estos datos es que Lucas nos sitúa en el espacio y en el tiempo el mensaje de Dios a los hombres. En efecto, el evangelio no es algo atemporal o que sucede en un lugar muy lejano o en ningún sitio concreto. No.
* ¿Cuándo habla Dios? Lucas nos da detalles muy precisos de cuándo Dios habla, y para probarlo apunta emperadores, gobernadores y reyes, los cuales confluyen en un determinado momento de la historia. También nos dice Lucas que la Palabra de Dios la oye Juan Bautista, y no esos emperadores, gobernadores y reyes.
* ¿Dónde habla Dios? Tampoco se escucha la Palabra de Dios en los palacios, en las ciudades, en las aglomeraciones de gentes, sino que la voz de Dios es proclamada en un desierto.
Pues bien, igualmente podemos decir ahora nosotros que Dios nos habla en este justo instante, siendo Obama presidente de USA, Calderón de México, Lula de Brasil, Merkel primera ministra de Alemania, Juan Carlos I rey de España, y que Dios nos habla en la Catedral de Oviedo, o en cualquier otro lugar en donde nos encontremos. En efecto, Dios habla aquí y ahora.
- Pero, si importante es saber que Dios nos habla, más importante aún es saber qué nos dice Dios. ¿Cuál es la Palabra de Dios que Dios mismo transmitió a Juan el Bautista? Pues esa Palabra es la misma que se nos entrega hoy día: 1) Que todos estamos llamados a ver la salvación de Dios en nuestras vidas. “Dios guiará a su pueblo con alegría a la luz de su gloria”, nos dice la primera lectura. Y la salvación de Dios es algo que se nos da aquí y ahora. 2) Mas para ver la salvación de Dios hemos de preparar el camino por el que Cristo Jesús vendrá. En este punto es donde entra el plan de Adviento que os proponía el domingo pasado y que os propongo cada año por este tiempo.
- El salmo 125 que acabamos de escuchar es un salmo precioso. Escuchadlo una vez más:
“Cuando el Señor cambió la suerte de Sión , nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas”.

Como sacerdote en varias ocasiones he tenido que atender y escuchar a personas con grandes sufrimientos y que piden una explicación o justificación a Dios y a su fe, o también la piden desde Dios y desde la fe, de su realidad doliente. Es difícil entender tantas veces lo que nos pasa, sobre todo lo malo y negativo, o mejor aún, por qué nos pasa, es decir, conocer el sentido de lo que acontece en nuestra vida. Me han entregado poco antes de la Misa de 11 una poesía de José María Pemán (poeta español del siglo XX), el cual escribió una poesía a su esposa, Resignación. El buscó entender desde Dios la falta de su mujer y compuso este poema, del cual entresaco las siguientes palabras:
“¡Qué triste es mi caminar!,/ llevo en mi pecho escondido/ un gemido de pesar,/ y en mis labios un cantar/ para esconder mi gemido…
No hay como saber sufrir/ con entereza el dolor/ para saber combatir,/ que el dolor es la mejor/ enseñanza de vivir./Él (Dios) nos enseña a tener/ siempre al alma apercibida,/ y a esperar y a no temer,/ y a dar su justo valor/ a las cosas de la vida./”

Nuestro mundo actual y occidental está hecho a las medidas, a saber y a entender. Enseguida queremos saber el por qué, el para qué, el cuándo, el hasta cuándo, el dónde, el cómo… Estamos tan preocupados por esas preguntas y por hallar respuestas que nos cuesta mucho esfuerzo el vivir y experimentar en toda su plenitud lo que sucede en nosotros. Recuerdo que, siendo seminarista, supe del siguiente hecho: una religiosa muy moderna y bastante joven, de unos 40 años, padeció un cáncer fulminante y muy doloroso. La vida se le escurría entre los dedos y ella se veía morir de día en día. Ella protestaba y renegaba por su situación. No aceptaba la muerte; no la aceptaba ni por el mal que padecía ni por la edad que tenía. Finalmente, faltando unos tres días para el desenlace final, aceptó su situación, su muerte inmediata y decía que, desde que había hecho eso, había sentido cómo la paz la inundaba en todo su ser: en su cuerpo, en su mente, en su espíritu. ¿Qué quiero decir con esto? 1) Que el dolor y el sufrimiento no proceden de Dios. El no quiere nuestra muerte . 2) Que el dolor y el sufrimiento nos va a alcanzar a todos, antes o después: seamos creyentes o no, tontos o listos, ricos o pobres, jóvenes o viejos, hombres o mujeres. 3) Que el ser humano puede aprender de todo sufrimiento, pues éste nos hace más humildes y nos permite percatarnos de lo que verdad es importante. Algunas personas con odios de años son capaces ante la muerte o enfermedad del enemigo de acercarse a la persona sufriente, y logran una reconciliación.
Sí, las crisis o momentos de sufrimiento (otros dirán de crecimiento) por las que pasa el ser humano, nos ayudan mucho. Por eso, el salmista canta: “Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas”. En un primer momento pensamos que vivimos una auténtica desgracia, pero, vivida desde la experiencia de Dios y una vez superada, nos damos cuenta que el fruto, la ganancia, la madurez y la fe conseguidas superan con mucho a todo el mal que hemos pasado. Y entonces reconocemos que ha sido Dios quien nos ha acompañado en todo momento y, por eso, seguimos cantando: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares”.
Termino con una cita de un periódico. Es de marzo de 2008: “La gente que cree en Dios es más feliz que los agnósticos o los ateos, según un estudio realizado por el profesor Andrés Clark y la Doctora Orsolya Lelkes y presentado en la conferencia anual de la Sociedad Real Económica. La gente religiosa está más capacitada para enfrentarse a decepciones como el paro, el divorcio o la muerte de un amigo. Además, esta capacidad aumenta en el momento en que los religiosos van a la iglesia y rezan. Los investigadores del estudio dijeron que: ‘la religión hace que las personas puedan soportar mejor los momentos difíciles de la vida’”. Por eso, hemos de confesar una vez más que la Palabra dirigida a Juan Bautista entonces y a nosotros ahora, en este tiempo de Adviento, se cumple: “verán la salvación de Dios”.