viernes, 8 de octubre de 2010

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario (C)

10-10-2010 DOMINGO XXVIII TIEMPO ORDINARIO (C)

2 Re. 5, 14-17; Slm. 97; 2 Tim. 2, 8-13; Lc. 17, 11-19



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

1) Existe un texto del evangelio de San Juan que dice así: “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -No perdáis la calma; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio” (Jn 14, 1-2). Si en la casa de Dios Padre hay muchas estancias, eso significa que cada estancia tiene una puerta, por lo menos, y, como hay muchas estancias, también hay muchas puertas. Y, si existen muchas puertas, es que igualmente existen muchas maneras de entrar en la casa de Dios.

A medida que transcurre nuestra vida, pasamos ante distintas puertas de la casa de Dios. Conozco a personas que han entrado por una puerta a la casa de Dios a una edad muy temprana; otros también, pero luego se salieron y retornaron muchos años más tarde. Unos entraron en unas circunstancias y otros en otras. Unos entraron por una puerta y otros por otra, pero todos, de un modo u otro, en un momento u otro, han entrado en la casa de Dios y están en una de sus muchas estancias.

No perdamos esto que acabo de decir de vista, pues luego tendremos que volver sobre ello a fin de averiguar si cada uno de nosotros ha entrado ya en la casa de Dios o está entrando, y por qué puerta ha entrado o está entrando.

2) Una de las puertas para entrar en la casa de Dios es la de la enfermedad y la del sufrimiento. En la primera lectura de hoy y en el evangelio se nos presentan los casos de los leprosos. Ya alguna vez he hablado aquí de esta terrible enfermedad y lo que suponía en tiempos de Jesús contraer la lepra.

* En la primera lectura se nos habla de Naamán, un general sirio enfermo de lepra. Había oído decir que en Israel existía un profeta que curaba en el nombre de Dios todo tipo de enfermedades. Para allá fue Naamán con una carta de recomendación de su rey para el rey de Israel. Naamán fue cargado de oro y de riquezas para pagar el “trabajo” del profeta. Eliseo, el profeta, le dijo desde la puerta de su casa, sin verlo ni recibirlo ni hacer los honores a un general del reino más poderoso de aquella zona y de aquella época, que se fuera a lavar a un río de allá cerca. Naamán se enfadó muchísimo y se quiso marchar para su país por donde había venido. Pero sus sirvientes le convencieron para que obedeciese al profeta. Finalmente cedió “y se bañó siete veces en el (río) Jordán […] y su carne quedó limpia de lepra, como la de un niño”. En aquel momento Naamán regresó a casa de Eliseo y le dijo: “Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel […] En adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios de comunión a otro dios que no sea el Señor”.

Para Naamán la puerta de entrada a una de las estancias a la casa de Dios fue su lepra, su enfermedad. Seguramente Dios le había invitado muchas veces, a lo largo de su vida, a entrar en su casa, pero la soberbia que tenía Naamán en su corazón le impidió reconocer la puerta de la casa de Dios y la llamada de éste, y atravesar dicha entrada. Cuando estuvo enfermo de lepra, Naamán seguía lleno de soberbia; hasta que no se desprendió de esa soberbia no pudo reconocer esa puerta de Dios y entrar a través de ella. Naamán tuvo que ser purificado por Dios y por la enfermedad de su soberbia y de sus seguridades para poder entrar en la casa de Dios.

* En el evangelio se nos narra el caso de diez leprosos. Cada uno de estos tendría su historia personal. Nada de esto nos es dicho por el evangelio. Seguramente tendrían su profesión, su familia, sus amistades…, pero todo esto quedó en nada al aparecer la lepra en sus cuerpos. En cada uno de ellos hubo un proceso de deterioro físico y psicológico. Seguro que hubo momentos de maldecir y blasfemar contra Dios, hasta que los diez ya agotados y derrotados, hundidos bajo su miseria y bajo su enfermedad, que les acercaba a la muerte de día en día y con gran rapidez, clamaron a Dios a través de su Hijo: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”.

Con esta súplica y con la consiguiente curación de Jesús, los diez entraron un poco en la casa de Dios, pero nueve se quedaron en la estancia más cercana a la salida. Se conformaron con una curación física y… hasta la próxima vez. Mas hubo uno que quiso entrar más profundamente en la casa de Dios, en otra estancia; quiso atravesar otra puerta. Por eso, éste regresó a dar gracias y se echaba a los pies de Jesús con humildad. Por eso, Jesús certifica que está curado de la lepra, pero que su fe, su ansia de un Dios más pleno y verdadero le ha salvado. Y este hombre entró en otra estancia de la casa de Dios.

3) Y ahora sí; ahora es momento de ver nuestra propia historia personal y recordar las veces que Dios nos ha salido al encuentro, nos ha invitado a entrar en su casa. Hemos de examinarnos si hemos entrado, cuándo hemos entrado y cómo hemos entrado. O si todavía estamos, más o menos, cercanos a la puerta y con ganas o no de entrar.

Hemos de darnos cuenta que todos nosotros evolucionamos. La vida y las circunstancias nos hacen cambiar: + Un libro que ahora no lo soportamos, más adelante nos parece de lo mejor. + Una persona que nos parece aburrida o indiferente, al cabo de unos años la encontramos de lo más interesante y pasa a ser uno de nuestros mejores amigos. + Unas palabras que hace años nos resbalaron, hoy nos hacen un gran bien o nos hacen cambiar nuestra vida. + Una religión y un Dios enemigo o que no nos decían nada, hoy son el centro de nuestra vida y lo que nos hace vivir. (Todo esto que os digo no son meras suposiciones, sino realidades que yo he ido encontrando a lo largo de mi vida, en mi mismo o en otras personas).

Dios sabe todo esto y sabe que necesitamos un tiempo para madurar, para crecer, para ver las cosas al modo de Dios. El otro día me decía una persona que hace unos años estaba resentida contra sus padres, contra la vida por el daño que le habían hecho. Hoy, sin embargo, gracias a la acción de Dios en su espíritu está en paz con sus padres, con tantas personas que se han cruzado en su camino y sabe que todo eso era necesario para su crecimiento espiritual y para su acercamiento a Dios.

* ¿Qué hubiera sido de Naamán si no hubiera tenido la lepra, si no le hubieran hablado de un profeta israelita que curaba las enfermedades, si no hubiera hecho caso a sus sirvientes y obedecido al profeta, si no hubiera entrado en la humildad? Pues que seguramente no hubiera entrado por la puerta a la casa de Dios, a una de sus estancias.

* ¿Qué hubiera sido de los diez leprosos si la enfermedad no les hubiera transformado hasta suplicar la curación del único que podía dársela: Jesús?

* ¿Qué sería de nosotros si Dios no nos hubiera ido transformando (y lo que nos queda) hasta reconocerlo y querer entrar a su casa por la puerta que ponía a nuestro lado?

6 comentarios:

  1. Siempre que escuché el Evangelio de las "estancias del Padre...", lo relacioné con la dimensión celestial, es decir, con la certeza de que el Señor, nos tiene a todos un lugar a su lado, cuando dejamos este mundo, hoy con esta visión de D. Andrés, sobre las puertas que conducen a esas "estancias prometidas...", pero ya desde aquí, entiendo mucho mejor esa misteriosa frase del Señor. Efectivamente, a lo largo de la vida, el Señor nos va moldeando con los acontecimientos más diversos, el dolor, la enfermedad, la muerte de seres queridos, experiencias vitales dolorosas (decepción, resentimiento, soberbia, etc.), y también acontecimientos alegres y bellos, que son como una antesala del Cielo, todo ello nos sirve para crecer como seres que se encaminan hacia el mismo Dios, me imagino que ninguna puerta es igual, lo mismo que las estancias serán todas diferentes, nosotros elegimos con nuestros actos, qué puerta queremos franquear, y en qué estancia deseamos permanecer.

    D. Andrés, muchas gracias por esta magnífica Homilía, hoy tengo muy claro que no hay tregua en este asunto de la salvación, cada paso que pueda dar en la vida, por mínimo que sea, tendrá siempre una gran repercusión en mi camino hacia Dios.Ruego al Señor que en su Misericordia infinita, nos permita disfrutar a todos los seres humanos de esas estancias que nos tiene preparadas, aunque no seamos merecedores de ellas.
    Un fuerte abrazo a los hermanos del blog.

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  2. Deseo añadir a mi comentario anterior, que realmente ha sido una Homilía hermosa, tuve la suerte de asistir a la Misa de las 11 en la Catedral,y escuchar a D. Andrés, si el texto escrito está muy inspirado, el oirle en su plática, es comprobar que todo es mejorable, y supera todavía más si cabe lo que escribe, porque D. Anderés "sabe transmitir la palabra de Dios", con sencillez, humildad y sabiduría, las dos primeras cualidades son imprescindibles, la última, "purito carisma del Señor".
    Le felicito, y quiero compartir con Vds. mi alegría, al ver "poblada" la Catedral, y comprobar que cada día aumentan más los jovenes en esta Misa, por algo será...
    Un fuerte abrazo a los hermanos del blog.

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  3. hoy me senti emocionado durante la homilia

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  4. Me parece una homilía muy bien explicada y fácil de entender,otras que me gustaron muchísimo a mi y a más gente son las de la oración,las he guardado porque marcen la pena leerlas varias veces,felicidades de verdad porque son homilías maravillosas.

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  5. Sí, realmente puedo repetir este último párrafo de la homilía aplicándomelo a mi vida...
    *-¿Qué sería de "mi" si Dios no me hubiera ido transformando (y lo que me queda) hasta reconocerlo y querer entrar a su casa por la puerta que ponía a "mi" lado?-
    Reconozco que mi Puerta a Dios ha sido la Virgen, quien bajo distintas advocaciones - en momentos diversos de mi vida: por edad, madurez en la fe y circunstancias diferentes- me ha ido llevando de la mano y SIEMPRE mostrándome a Jesús como Camino: Esas palabras de Caná: "Haced lo que Él os diga", han resonada tantas y tantas veces en mi corazón...
    Hoy en que invocamos a la Madre bajo la advocación del Pilar, le pido por esta familia que se ha formado desde La Palabra y su profundización, en este querido Blog del Padre Andrés y -cuando nos es posible en la asisstencia a la "Misa de Once". Como nos dice Jesús en el evangelio de hoy: "Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen". Ojalá entremos todos en esta Bienaventuranza tan hermosa.
    Buena semana amigos.

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  6. Al escuchar las Homilías de D. Andrés, me doy cuenta de lo que él reflexiona la palabra de Dios, y cuánto jugo saca para darnos a nosotros de beber. Está muy claro que pone en práctica, todo lo que nos ha dicho en las anteriores. Muchas gracias.
    Yo si veo que el Señor ha salido a mi encuentro cada día, a lo largo de mi vida, que he traspasado esa puerta muchas veces, y seguramente otras tantas he vuelto a salir, porque me había quedado en el hall, y me dejaba llevar por lo que podía apreciar en el exterior. Una cosa tengo muy clara, para entrar por la puerta que me lleva a una de esas estancias, es necesaria una cosa esencial, LA HUMILDAD, cuando el Señor me lleva a situaciones límite, y soy consciente de que solo Él puede sacarme, cuando mi soberbia queda humillada, cuando puedo acercarme a mi Señor como una niña pequeña, esperándolo todo de Él, entonces si puedo traspasar esa puerta que me lleva a la estancia mas cercana a su persona.
    Por eso ha permitido a lo largo de mi vida, tantas situaciones de humillación, ¡ay de mi ! si mi vida hubiera sido como yo la tenía planeada, no quiero ni pensar donde me encontraría a estas horas.
    Hoy veo con toda claridad que "Sus caminos no son mis caminos" y que el verdadero camino que me conduce a la mejor estancia, no es otro que Jesús. Ya nos lo dice Él mismo " Yo soy el camino, la verdad, y la vida" No hay otra forma.
    Hoy si creo que he entrado por esa puerta, y que el mismo Jesús a través de otras personas, me ha introducido en su casa.
    Hermosísima la homilía.
    Un abrazo hermanos.
    BENDITO SEA DIOS.
    chony

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