jueves, 9 de junio de 2011

Domingo de Pentecostés (A)

12-6-2011 PENTECOSTES (A)

Hch. 2, 1-11; Slm. 103; 1 Co. 12, 3b-7.12-13; Jn. 20, 19-23



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

Celebramos en el día de hoy el último día de Pascua, y este tiempo se cierra con la festividad de Pentecostés: la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los apóstoles, sobre la Iglesia.

Dice la secuencia de Pentecostés que acabamos de escuchar:

“Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo
.

Padre amoroso del pobre;

don, en tus dones espléndido.

El domingo pasado se ordenaron tres nuevos sacerdotes. El sábado por la noche vino uno de ellos a mi casa para confesarse, ya que quería estar en gracia de Dios para recibir el sacramento del orden sacerdotal. Una de las cosas que le dije es que, muy pronto, reconocería en sí mismo una serie de dones y carismas que Dios había puesto desde toda la eternidad en él para edificación y construcción de la Iglesia de Cristo; eran dones y carismas para el bien de sus hermanos, los hijos de Dios. Y le dije esto, porque recordaba cómo años atrás yo también descubrí una serie de dones, que hasta ese momento estaban escondidos en mí, sin que yo los conociera, y que fueron apareciendo a medida que mi tarea pastoral se fue desarrollando. Principalmente yo descubrí tres dones: el primero en el sacramento de la confesión: una cierta facilidad para mostrar el pecado en el corazón del hombre, pero sobre todo para mostrar el amor y la paciencia de Dios en ese hombre pecador. El segundo el de la dirección espiritual: con el don de consejo y de sabiduría para ayudar a descubrir a Dios en la vida del hombre, a profundizar en la fe y en Dios, y a perseverar en esa relación con Dios y con los demás, según el evangelio de Cristo. El tercero apareció más tarde: era el don de la predicación, para exponer de modo claro y sencillo a Dios, su doctrina y su voluntad. Eran dones para los otros, no para presumir y crecer a costa de ellos o apropiarse de ellos. Humanamente, yo soy tímido y poco hablador. Por eso y por tantas experiencias de todo esto, sé, a ciencia cierta, que estos dones no provienen de mí, sino de Él.

Y lo mismo que yo tengo unos dones para bien de la Iglesia y de los hombres, y lo mismo que esos dones provienen de Dios y no de mí, igualmente sé que Dios no agota sus dones en mí. No. Él los entrega a manos llenas, como dice la Secuencia de Pentecostés (“Espíritu divino […] don, en tus dones espléndido”), a otros sacerdotes. Pero el Espíritu no entrega sus dones sólo a los sacerdotes, también a los laicos, a vosotros. ¿Habéis ya descubierto cuáles son los dones y carismas que Dios ha puesto en vuestro ser para bien de su Iglesia y de todos los hombres? Algunos tendréis el don de la paciencia de los ancianos, otros el don del perdón, otros el don del servicio, otros el don de fortaleza en medio de las adversidades, otros el don de amar y educar a los niños o jóvenes, otros el don de la oración silenciosa y reposada ante el Amado, otros el don del matrimonio y el de la paternidad, otros el don de la humildad, y un largo etcétera. Por eso, dice San Pablo en la segunda lectura: “Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común […] Todos nosotros […] hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”. ¿Cuáles son los dones que Dios y su Santo Espíritu han sembrado en ti? ¿Los reconoces, los estás poniendo al servicio de su Iglesia y de todos los hombres? Pide luz al Espíritu para ello.

Sin embargo, no es fácil conjugar los dones que los hombres tenemos. ¿Por qué? Porque nosotros, además de los dones, tenemos nuestros propios pecados. Y estos sí que proceden de nosotros. “Cuentan que, a media noche, hubo en la carpintería una extraña asamblea. Las herramientas se habían reunido para arreglar las diferencias que no las dejaban trabajar. El Martillo pretendió ejercer la presidencia de la reunión, pero enseguida la asamblea le notificó que tenía que renunciar: -No puedes presidir, Martillo –le dijo el portavoz de la asamblea-. Haces demasiado ruido y te pasas todo el tiempo golpeando. El Martillo aceptó su culpa, pero propuso: -Si yo no presido, pido también que sea expulsado el Tornillo, puesto que siempre hay que darle muchas vueltas para que sirva para algo. El Tornillo dijo que aceptaba su expulsión, pero propuso una condición: -Si yo me voy, expulsad también a la Lija, puesto que es muy áspera en su trato y siempre tiene fricciones con los demás. La Lija dijo que no se iría, a no ser que fuera expulsado el Metro. Afirmó: -El Metro se pasa todo el tiempo midiendo a los demás según su propia medida, como si él fuera el único perfecto. Estando la reunión en tan delicado momento, apareció inesperadamente el Carpintero, que se puso su delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Trabajó la madera hasta acabar un mueble. Al terminar su trabajo, se fue. Cuando la carpintería volvió a quedar a solas, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando el Serrucho, que aún no había tomado la palabra, habló: -Señores, ha quedado demostrado que todos tenemos defectos, pero el Carpintero trabaja con nuestras cualidades; son ellas las que nos hacen valiosos. Así que propongo que no nos centremos tanto en nuestros puntos débiles, sino en la utilidad de nuestros puntos fuertes. La asamblea valoró entonces que el Martillo era fuerte; el Tornillo unía y daba fuerza; la Lija era especial para afinar y limar asperezas; y observaron que el Metro era preciso y exacto. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos”.

Con esta homilía de hoy quisiera que descubriéramos lo siguiente: -Todos somos amados de Dios y por eso nos ha llenado de sus dones. –Lo malo que hay en nosotros… es nuestro y no procede de Dios, ni… del vecino del quinto. –Nadie es perfecto, salvo Dios. –Todos estamos llamados a construir la Iglesia de Dios en este mundo, que también es de Dios. –La construcción la dirige Dios mismo, no las leyes de la naturaleza.

9 comentarios:

  1. Querido padre Andrés, se le ha olvidado un don: el de sorprenderme en cada homilía. Esta ha sido muy graciosa, con el martillo, el tornillo etc.... Son muy edificantes.
    Yó debo ser un poco martillo, otro poco tornillo y lija; pero creo que tengo el don más bonito que Dios puede dar, y es el don de la Fe.
    Este don me ayuda a alzar mis ojos cada mañana al cielo, como decia en su anterior homilía, y contemplar la divina mirada de Dios que nos mira. Este hecho, me ayuda a perdonar a mi prójimo, pues es mucho lo que Dios me ha perdonado.
    Me ayuda a ver todo lo que El sufrió en la Cruz y a ofrecerle mis sufrimientos tambien.
    Me ayuda a orar, para que mi alma pueda respirar y oxigenarse, y no se ahogue.
    Me ayuda a amar a su Iglesia, su Esposa amada, por la que El vino a la tierra, para constituirla.
    Me ayuda a amar a la Madre del amor perfecto, su Madre, la Esposa del Espíritu Santo y mediadora de todas las Gracias, la Bendita entre todas.
    Me estoy emocionando de ver lo afortunados que somos por todo lo que Dios nos ha dado......
    Y si yo, pobre de mí, tuviera algún don, me gustaria que me lo dijera mí director, pues conoce un poquito de lo que hay en mi alma y un poquito de mis muchos pecados.
    Un abrazo padre, QDtb y Maria te guarde.

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  2. Acabo de leer tu homilía, y estoy de acuerdo con el comentario que aparece; tienes el gran don de sorprendernos cada domingo; es francamente increíble, pero si una es estupenda, la que viene al domingo siguiente, lo es mas; yo no sabría con cual quedarme, porque todas llegan al alma, y todas son necesarias. Esta tampoco tiene desperdicio, ni siquiera una coma se le pude eliminar; también lo agradezco porque, me ayuda en mi situación; yo también soy consciente de que el Espíritu me concede muchos dones; quizás nada extraordinario, pero si los veo en mi forma de actuar en mi vida cotidiana; hay cosas que veo clarísimo no salen de mi, que soy una calamidad, pero el Señor se vale de lo inútil en algunas ocasiones, para mostrarse al resto.

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  3. Querido Andrés: Coincido con los comentarios anteriores sobre la forma sorpresiva de cada homilía. La de hoy es realmente pedagógica. Ha sido una excelente aplicación a la vida. Me ha encantado el enfoque que le has dado. Y ciertamente que en nuestras parroquias el problema que muchas veces sucede es que no sabemos apreciar, valorar y reconocer el carisma del otro. Me duele ver grupos de apostolado criticando a otros grupos. Si todos valoráramos el carisma, los dones, las virtudes de los demás nos daríamos cuenta de la gran riqueza de la cual somos dueños por la gracia de Dios. Te bendigo Andrés, bendigo tu don de la prédica, bendigo tus carismas y agradezco a María la madre de Dios, que los compartas con nosotros.
    La paz te colme.

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  4. Qué bueno lo que nos dices hoy!!

    Dan ganas de ser serrucho.

    Serrucho para valorar las cualidades de los demás y descubrir las propias. Ser consciente de que no tengo ningún mérito ya que no son obra mía, sino de El.

    Sólo soy la administradora de esas cualidades, debo cuidarlas y ponerlas al servicio de los demás.

    Gracias Andrés. Te ha salido bordada.

    Feliz semana para cada un@

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  5. Que bonito día nos ofrece la Iglesia en la liturgia de hoy. PENTECOSTÉS, Presencia del “Espíritu de Dios” y su Presencia como dices Andrés nos LLENA DE SUS DONES, dones que nos enriquecen y nos ayudan a crecer humana y espiritualmente.
    Que bien nos motivas cuando dices esos dones no provienen de nosotros sino de Dios, para el bien y la felicidad de todos.
    Quiero orar hoy con todos y por todos los de la “Comunidad de las once” y los de blog:
    Espíritu de Dios, gracias por tu Presencia viva en mi,
    Por tu amor y fuerza abrasadora
    Por tu ternura y caricia suave, que me recuerda que soy hija del Padre
    Dame la humildad para reconocer que mis dones proceden de ti
    Que mis pecados son personales y que me apartan de Ti y de mis hermanos.
    Ayúdame a trabajar para que los dones que me has regalado crezcan para el bien de toda la Iglesia. Que así sea.

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  6. Me uno al comentario que hizo Lorenzo en el blog, que le da pena ver que grupos de apostolado critican a otros. Pero es así, tenemos que pasar de ello y centrarnos en el Señor, como bien dices "somos administradores de los dones de Dios según su voluntad", eso es, estar atentos de lo que Dios quiere y hacerlo sin buscar protagonismos, con humildad y sencillez, eso intento siempre con la gracia de Dios, pues todo viene de Él. Bendito se Dios y que Él te bendiga. Gracias por esta homilía.

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  7. ¡¡Que bonita esta fiesta!! Yo veo que los discípulos, aún después de haber visto al Señor y comido con Él tras su resurrección, siguen muertos de miedo, escondidos; recordarían a su Maestro, hablarían de Él, pero no eran capaces de comprender lo que Él les había dicho; que estaría con nosotros hasta el fin del mundo; es decir, que estaba vivo y podían contar con Él, como cuando lo estaba fisicamente. Jesús cumple su promesa de enviarles un consolador, el E. S. que se lo esplicaría todo. Así en un día como hoy, este espíritu desciende sobre cada uno de ellos, y transforma sus vidas.
    La verdad que es lo mismo que a mi me ocurre con mucha frecuencia; he "visto al Señor", sentido sus caricias, su amor, ese gozo profundo que llena tu vida y le da sentido; que te hace disfrutar con las cosas mas sencillas y "volar" por las alturas; no ostante muchas veces caigo en la tentación de pensar que estoy sola y que no sirvo paqra nada, y lo que es peor, que no le sirvo al Señor. Este cuento que hoy nos pone D. Andrés vuelve a recordarme que no todos recibimos los mismos dones, ni tenemos los mismos carismas, mas todos somos igual de necesarios para que el Señor construya la iglesia; todos somos herramientas que ha de utilizar el "carpintero", y cada uno tenemos una función para la cual hemos recibido los dones necesarios, así pues no debo caer en esa tentación, pués sería negar la obra de Dios, y quitarle su gloria.

    Hoy veo que he de recurrir al Espíritu para que me ayude a valorar los dones que el Señor me ha dado, que entrando en mi interior veo que no son pocos, y sepa ponerlos al servicio de la iglesia, y dejar a mi Dios que me "utilice".
    Muchas gracias Andrés, siempre me ayudas y despejas mis dudas. Que Dios te bendiga.
    Termino con una estrofa de la secuencia de Pentecostés, que es toda ella un lamento esperanzado del alma.
    "Ven dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos"
    Gracias Espíritu Santo, que nunca nos falte Tu luz maravillosa.
    BENDITO SEA DIOS.

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  8. El otro día una persona de la parroquia aseguraba que era de todo punto imposible el perdonar, otra le respondía que, estaba equivocado, ya que ella conocía casos en que se había dado el verdadero perdón, cosa que la primera negaba rotundamente, y aseguraba que, si alguien decía haber perdonado, mentía.
    Yo no estaba presente en esta conversación, pero cuando me lo contaron me quedé un tanto desconcertada, de ver que una persona que está en la Iglesia hace tantos años, aún no se haya dado cuenta de que, siendo cierto lo que dice, si quieres hacerlo tu; por otro lado está negando el poder de Dios, la gracia del Espíritu, que es quién hace posible lo imposible. Ya nos dijo Jesús, "Sin mi no podéis hacer nada" pero también nos dijo, "todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá". Creo yo que, especialmente si le pedimos la gracia de reconciliarnos con nuestros hermanos, y con Él.
    Andrés, yo creo que este es uno de los dones que el E. S. me ha concedido a mi. porque si yo recapitulo, veo que en muchas ocasiones, he recibido afrentas y desprecios, y aunque de pronto el pecado te haga saltar, cuando enfrías, el Señor te concede perdonar y olvidar; y devolver bien por mal.

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  9. Nos habla el P. Andrés sobre Dones que están en nosotros pero es el paso del tiempo el que nos los hace descubrir y me imagino que también nuestra madurez en la Fe…A medida que escuchaba la homilía en audio – más completa en ocasiones que la escrita-, me vino a la mente el gran Don que creo haber recibido en la Maternidad. Don de la Maternidad, en el que “no crezco ni medro” para mí misma, -palabras de la homilía-, pero sí llevan a otros a crecer. Seis hijos amados, asumidos con sus riquezas y pobrezas, formados en la Fe, educados en la convivencia de ser muchos y compartir y partirse entre ellos….Don que sentía dentro desde niña, cuando aún jugaba a las “casitas de muñecas” y ya entonces decía que quería doce hijos, ante la sonrisa de mi madre. Don de la Maternidad, que fui descubriendo con el nacimiento de mis hijos, pero fui cuidando ya en todo mi noviazgo; sentía que ya desde entonces les iba formando en todo aquello que quería que fuesen. Cuando en alguna ocasión, ante mi insistencia porque no perdiesen la misa o rezasen mas- en aquellas edades difíciles de la adolescencia- .. y recibía la respuesta de que ellos eran “buenas personas”, mis palabras siempre eran las mismas: yo no he parido y educado sólo buenas personas, sino “hijos para el cielo”.
    Don de Maternidad, que con los años Dios ha hecho que aumentase de forma Espiritual en personas que va poniendo en mi vida, en grupos donde compartimos la Fe; allí las hermanas se hacen hijas, las amigas –no importa la edad que tengan- consultan o se desahogan como niñas…allí el Espíritu actúa con sus dones y bondades. Es un Don que creo regalar a manos llenas, sin darme cuenta de ello. No lo hago yo. Sí percibo después la felicidad que me proporciona, y lo agradezco emocionada.
    Hace unos días escribía un comentario a un texto de una religiosa del Colegio del Sagrado Corazón donde me eduqué, Dolores Aleixandre y que al reflexionar en mis dones recordé; era un texto sobre el pueblo de Israel por el desierto….y comenté:
    “ Es duro el desierto, las noches son largas... demasiado largas. El único consuelo que encuentro en esa soledad y silencio que duele es el de Su Palabra: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón”. Pero, cuando Su Voz tarda en envolverme y encaminarme hacia Su oasis, vivo de la Esperanza; la de saber que en cualquier momento y cuando Él lo desee mi desierto se convertirá en "soledad sonora". Es en esa “sonoridad” donde me ha sido regalado el Don de la Oración descubierto.
    Es el Don de la Oración. Es el regalo más hermoso que he recibido y que me lleva a todos los demás dones haciéndome ver y gustar que Todo es obra suya en mí.
    ¡¡Cuántos dones! ¡¡Cuántas gracias!!

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