jueves, 31 de mayo de 2012

Domingo de la Santísima Trinidad (B)


3-6-2012                                 SANTISIMA TRINIDAD (B)

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Celebramos hoy la festividad de la Santísima Trinidad. En el Evangelio nos dice Jesús: “…bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
- Los judíos tienen una fe rígidamente monoteísta: existe un solo Dios. Igualmente los musulmanes tienen una fe absolutamente monoteísta: hay un solo Dios. También los Testigos de Jehová son monoteístas en este mismo sentido; por eso, no son considerados cristianos, ya que no aceptan a Jesús como Señor y como Dios. Únicamente reconocen a Dios Padre como Dios. Sin embargo, los católicos, los protestantes y los ortodoxos, es decir, los cristianos somos monoteístas, puesto que creemos en un solo Dios, pero también creemos que este único Dios tiene tres personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¿Por qué creemos esto? No porque un Papa, o Lutero, o un patriarca ortodoxo lo hayan ‘inventado’ hace ya muchos siglos, sino porque el mismo Jesucristo nos lo ha revelado: Dios es uno y a la vez es tres, Dios es un solo Dios y a la vez en Él hay tres personas: “…en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
- Hay creyentes que dicen en un momento de su vida que tienen mucha devoción al Padre, pero no tanta al Hijo, o al Espíritu Santo. Otros dicen que su oración y su fe se dirige principalmente hacia el Hijo, pero no hacia el Padre o hacia el Espíritu Santo. Finalmente, otros hablan de su fe y confianza absoluta en el Espíritu Santo, pero el Padre y el Hijo quedarían en una cierta penumbra. Unos justifican esto en que el Padre tiene para ellos una imagen de un Dios severo y castigador; para otros el Espíritu Santo les es muy desconocido; etc. En este sentido, puedo hablar desde mi experiencia: Hay momentos en la vida de fe en que en nuestro espíritu se hace más presente una persona u otra de la Santísima Trinidad. ¿Qué hacer en estas circunstancias? Debemos acoger y dejarnos envolver en cada momento por la persona divina que percibamos más claramente en ese instante o en ese período de tiempo. Además, hemos de tener en cuenta que en cada una de ellas están las otras. Si uno se dirige a Jesús, en realidad está confesando su fe en las tres personas divinas. Pienso que no importa que se tenga más devoción a una persona o a otra, porque –repito- en cada una de ellas… están las otras.
- Digamos ahora algunas palabras sobre cada una de las tres personas de la Santísima Trinidad:
1) El Padre. Dios Padre es el Creador del universo y de todos los hombres. Él ha pensado en nosotros desde siempre, pero Dios no piensa en nosotros y en la creación sólo con la cabeza: el pensar de Dios comporta todo su ser: su corazón, sus entrañas, su mente…. Dios Padre nos ha amado desde siempre y para siempre; Dios no tiene otra forma distinta de pensarnos que la de amarnos. Dios nos ama como Padre, pero también nos ama como Madre: Al inicio de esta semana fui a la provincia de Burgos y me hospedé en casa de un matrimonio amigo. Tienen dos hijos: la niña mayor de unos 4 años y el pequeño de poco más de 1 año. El lunes por la mañana nos levantamos y de lo primero que hicimos fue ir a una habitación que habían convertido en capilla, y allí toda la familia se puso en oración. Hicieron que la niña dirigiera la plegaria mientras su hermanito enredaba por allí, pero todos hacían oración a Dios. Luego a las tres de la tarde subimos otra vez a la capilla para rezar una corona del rosario de la Misericordia. Y en todo ello descubrí la acción maravillosa de Dios Padre en esta familia. Ellos, los padres humanos, se portaban con sus hijos como el Padre mismo hacía con todos ellos. Los niños aprenden desde bien pequeños que dependemos de Dios, pues Él nos ha creado y amado desde antes de ser concebidos, y también aprenden que Dios es Padre, Madre, Hermano, Amigo, Confidente, Compañero…
Alguien puede pensar que, a esas edades, no será mucho lo que asimilen los niños; pues os voy a narrar un hecho que me contó la madre. Este suceso le había maravillado y yo lo traslado a la enseñanza y al ejemplo de la fe que hacemos con los niños y con los no tan niños. Resulta que el niño, de poco más de 1 año, se hizo caca y la madre le cambió el pañal. El pañal sucio lo dejó un momento en el suelo mientras recogía otras cosas que había usado para el cambio y, de repente, la madre vio como su hijo cogía el pañal sucio y se iba pasillo adelante. La madre lo siguió para ver qué hacía. Pues bien, el niño llegó a la cocina, abrió una puerta en donde estaba el cubo de la basura, quitó un poco la tapa del cubo y echó allí el pañal sucio, justo como había visto hacer otras veces a sus padres. Por eso, digo que hagamos el bien, pues siempre queda algo en los demás; a veces más de lo que pensamos. Eso mismo hace Dios Padre con nosotros.
2) El Hijo. Jesús, Hijo obediente de su Padre Dios, siguió las indicaciones del Padre y así el Hijo se convirtió en nuestro hermano, igual a nosotros menos en el pecado. Jesús, hermano de los niños muertos en el incendio de centro comercial en Qatar; hermano de los padres de esos niños; hermano de los niños asesinados en Siria; hermano de los hombres en paro y de sus familias; hermano de los que sufren y de los que mueren; hermano de los que nacen y de los que se alegran; hermano de los que tienen fe en Él y de los que no tienen fe…
3) El Espíritu Santo. Del Espíritu, valga por hoy lo que ya he dicho el domingo pasado, en Pentecostés.

jueves, 24 de mayo de 2012

Domingo de Pentecostés (B)


27-5-2012                              PENTECOSTES (B)

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Voy a tratar de comentar y profundizar en la homilía de hoy sobre las últimas palabras del evangelio, que dicen así: Jesús “exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos’”.
            1) Jesús exhaló el aliento sobre los discípulos. En la mentalidad judía el aliento era el signo de la vida. En efecto, expulsar el último aliento era la señal de la muerte[1], pero recibirlo era el signo de la vida. Por ello, se nos dice en el libro del Génesis que, al crear Dios al hombre, lo hizo de esta manera: “el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gn. 2, 7). O también en el libro de Job: “Me ha hecho el espíritu de Dios, el soplo del Poderoso me dio la vida” (Jb 33, 4). De aquí podemos sacar dos consecuencias: 1) Cuando Jesús sopla su aliento sobre los discípulos, hemos de tener en cuenta que es Dios mismo quien lo hace. Por eso podemos decir que se trata de una aliento divino. 2) Por otra parte, Jesús, que sopló sobre los discípulos aquel domingo, había regresado de la muerte y estaba vivo: vivo y para siempre. Por lo tanto, lo que Jesús entrega a sus discípulos es un aliento que da vida eterna.
            Según todo esto que acabamos de decir, los discípulos de Jesús creemos firmemente que, en el momento de la fecundación, o sea, de la unión del espermatozoide y el óvulo, Dios mismo sopla su aliento divino de vida eterna en su criatura. En cada ser humano concebido Dios mismo se hace presente[2] mediante el beso de su soplo, pero también, a la hora de su muerte, Dios mismo recibe en sus labios el último aliento del hombre. El aliento vino de Dios y a Dios vuelve; la vida vino de Dios y a Dios vuelve.
            No obstante, hemos de decir que ese soplo que es aliento divino, y ese soplo que está lleno de vida eterna, no sólo nos es dado al inicio de nuestra vida terrena y nos es retirado al final de la misma. NO. Como nos dice el evangelio de hoy, Jesucristo renueva su soplo en distintos momentos de nuestra vida. Voy a contaros un ejemplo que conocí esta semana: una mujer es catequista de varios niños de 1ª Comunión en una parroquia de Avilés. Esta catequista en algún momento enseñó a los niños a orar guardando silencio y escuchando en su interior la voz de Jesús. Alguna vez lo hicieron y a los niños les gustó mucho. Pues resultó que la semana pasada la catequista les propuso otra vez orar de esa manera y ellos aceptaron entusiasmados. La catequista, no queriendo cansarlos, les propuso hacer esa oración de escucha de Dios durante 5 minutos. Empezaron y uno de los niños, el más trasto, comenzó a reírse por lo que la catequista, para que no distrajera a los demás, le dijo que saliera al pasillo y, cuando se le pasara la risa, que volviera. Al terminar el momento de oración la catequista fue preguntando a cada uno de los niños qué había sentido y una niña contestó de modo natural: ‘Sentí que Jesús me decía que quería ser recibido por mí’ el día de la 1ª Comunión.
            Tengo muy claro que Jesús sopla su aliento divino y lleno de vida eterna sobre todos nosotros, y esto lo hace en muchísimas ocasiones a lo largo de toda nuestra vida. Lo que no tengo tan claro es por qué a algunos Jesús nos envía su aliento y nos comportamos como el niño que se reía y le mandaban ir al pasillo hasta que se le pasara la risa, y otros pueden ser como esa niña que percibió claramente el aliento de Jesús pidiéndole permiso para entrar dentro de ella el día de su 1ª Comunión.
            2) Jesús entrega a sus discípulos el Espíritu Santo. Al soplar Jesús sobre sus discípulos les procura el Espíritu: la tercera persona de la Santísima Trinidad pasa a ser compañero inseparable de los cristianos y así hasta el final de los tiempos. El episodio narrado por el evangelio de hoy sucedió el mismo domingo de resurrección, por la noche. Cincuenta días después, en Pentecostés, los discípulos de Jesús reciben ya en toda su fuerza el Espíritu Santo y éste viene acompañado de viento: era el soplo de Dios: “De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban”.
            3) Con la fuerza de ese Espíritu los discípulos pueden perdonar pecados en nombre de Dios y también pueden retenérselos en nombre de Dios. En los momentos que estamos viviendo en España, en Europa y en el mundo este don: que Dios y los discípulos de Jesús, en su nombre, puedan perdonar pecados, no está muy considerado. Se dice y se piensa: ‘A mí Dios no tiene pecado alguno que perdonarme, y los cristianos o sacerdotes menos todavía’. Sin embargo, para Jesús era y es muy importante este don. ¿Recordáis cuando le presentan un paralítico desde el tejado para que lo sane, y lo primero que hace Jesús es decirle que le perdona los pecados, y sólo después lo cura de su enfermedad? Sí, para Jesús causa más estrago y es mucho más grave el pecado que lleva el paralítico consigo que su misma enfermedad. Para Jesús es mucho más grave nuestro pecado que no nuestra falta de salud o que la crisis económica que estamos viviendo[3]. Sí, Jesús podría haber dicho cualquier otro de los muchos frutos que produce el Espíritu Santo, pero empezó por el más importante: por el perdón de nuestros pecados.

            ¡Señor, concédenos tu aliento de vida eterna, hoy y siempre!
            ¡Señor, danos tu aliento divino a nosotros que somos tan materialistas y duros de corazón!
            ¡Señor, da tu soplo divino a los niños que te perciben y oyen en su espíritu, pero sobre todo a los niños que no te conocen ‘y se ríen’!
            ¡Señor, otórganos el perdón de todos nuestros pecados y no los retengas en nuestro interior!
            ¡Señor, envíanos tu Espíritu Santo en este día de Pentecostés!


[1] En el salmo 104 se dice explícitamente: “si retiras tu soplo (a las criaturas), expiran y vuelven al polvo” (Slm 104, 29).
[2] “Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; a imagen de Dios lo creo; varón y hembra los creó” (Gn. 1, 27).
[3] “No os inquietéis entonces, diciendo: ‘¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?’ Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que las necesitáis. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y Dios os dará lo demás” (Mt. 6, 31-33).

jueves, 17 de mayo de 2012

Domingo de la Ascensión del Señor (B)


20-5-2012                               DOMINGO DE LA ASCENSION (B)
                                            Hch. 1, 1-11; Sal. 46;Ef. 1, 17-23; Mc. 16, 15-20

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Dice el evangelio que Jesús, antes de su ascensión al cielo, dio estas instrucciones a sus discípulos: “ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. En la homilía de hoy no quisiera profundizar en estas palabras y su significado para los discípulos de Jesús misioneros, ni para los discípulos de Jesús sacerdotes, ni para los discípulos de Jesús monjas o religiosas, ni para los discípulos de Jesús catequistas en las parroquias, ni para los discípulos de Jesús voluntarios de Caritas…, sino para los discípulos de Jesús que estáis ahora sentados en los bancos de la Catedral o en los bancos de una parroquia cualquiera. Mi labor hoy será tratar de ayudaros a vosotros a que llevéis a la práctica este mandato que Jesús os renueva en este día de su Ascensión a los cielos. Vamos a hacer un planteamiento de toda la cuestión en la que iremos dando un paso tras otro o subiendo un peldaño tras otro:
            Primer peldaño: Jesús estuvo tres años entre nosotros predicando el Evangelio de su Padre Dios y enseñándonos dónde estábamos, hacia dónde teníamos que caminar, cómo teníamos que avanzar y con quién podíamos hacer este avance. Al término de esos años, Jesús, muerto y resucitado, vuelve al Reino de Dios con su Padre.
            Segundo peldaño: Jesús retorna con su Padre y nosotros nos quedamos aquí, en la tierra, en nuestra realidad cotidiana. ¿Qué tenemos que hacer aquellos que nos confesamos discípulos de Jesucristo? ¿Cuál es nuestra tarea? Nos la dice Jesús: “ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.
            Tercer peldaño: Pero ¿de qué manera puedo yo realizar esa tarea evangelizadora…, yo que no soy ni seré misionero en África o América o Asia, yo que no soy ni seré sacerdote, yo que no soy ni seré monja o religiosa, yo que no soy ni seré catequista, yo que no soy ni seré voluntario de Caritas, yo que vivo en medio de mi familia, con mi trabajo o en paro y que vengo a Misa los domingos? ¿Cómo puedo ir al mundo entero sin moverme de Oviedo y cómo puedo anunciar el Evangelio a todos los hombres que me rodean?
            Cuarto peldaño: Tengo que dar por supuesto lo que os he predicado en estos domingos anteriores: la necesidad de una experiencia personal de Dios (domingo II de Pascua), que Jesús mismo nos haya abierto el entendimiento para comprender las Escrituras (domingo III de Pascua), haber percibido claramente en nuestra vida a Jesús como Buen Pastor y no como asalariado, pues Él ha dado y da su vida por nosotros (domingo IV de Pascua), sentir cómo nuestro Padre Dios nos va podando: cortando lo que sobra y corrigiendo en lo que es necesario (domingo V de Pascua), y cómo vamos practicando en nuestra vida diaria ese mandato de Jesús de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (domingo VI de Pascua). Digo que doy por supuesto todo esto, porque, si todo ello no ha acontecido ni sucede en nuestras vidas, entonces… nada tenemos que decir a los demás o, aunque lo digamos, nuestras palabras no serán creíbles.
Quinto peldaño: Observar la realidad que nos rodea: El domingo pasado estuve en una 1ª Comunión a la que fui invitado. En la comida posterior participaba un familiar que manifestó en un momento concreto, con gestos y con palabras, lo lejos que le quedaba todo lo de la fe, lo de Dios, lo de la Iglesia, lo de los curas… Y yo me pregunté entonces cómo abrir el corazón de aquella persona para que recibiera en su interior a Jesús y su Evangelio.
            Durante la Misa de la 1ª Comunión a la que había asistido previamente miraba para los niños, y también miraba a los padres y familiares. Sabéis que en una Misa de 1ª Comunión hay mucho ruido, poco espacio para el recogimiento y supongo que muchos estarán simplemente asistiendo a un acto social. No obstante, hubo tres cosas que me llamaron la atención: -En una pantalla se ponía la letra de las canciones y mucha gente cantaba, incluso entre los familiares que había acudido sólo para ese día, es decir, se participaba. –Estaba todo muy bien preparado y se veía que había habido muchas horas y dedicación por parte de los niños, de los catequistas, de los padres y del párroco, y eso se notaba a lo largo de toda la Misa. –Me fijé especialmente en un padre, de unos 35 años, el cual vivía con auténtica fe y entrega la Misa y la 1ª Comunión de su hija, y en su rostro percibí que se sentía tocado por Dios: creía en lo que cantaba, creía en lo que rezaba, creía lo que veían sus ojos: una comunidad unida en la misma fe en Jesús... Y me acordé de unas palabras que me dijo el párroco minutos antes de empezar la ceremonia: algunos padres había llevado a sus hijos allí porque “tocaba”, pero ellos se habían sentido “tocados” por la mano de Dios a través de la acción de sus hijos, de los catequistas, del sacerdote y esto les había servido para retomar una vida de fe que tenían bastante abandonada. ¿Qué quedará de todo ello al cabo de unos meses? No lo sé; lo sabe Dios y eso basta.
            Sexto peldaño: Repito: ¿De qué manera puedo yo realizar la tarea evangelizadora que Jesús me encomendó antes de subir al cielo? ¿Cómo puedo ir al mundo entero sin moverme de Oviedo y cómo puedo anunciar el Evangelio a todos los hombres que me rodean? Aquí van algunas ideas:
            +Cuando el domingo pasado el familiar aquel “saltó” en diciendo algo contra la fe, contra la Iglesia… la madre de la niña que hacía la 1ª Comunión no se calló y no me dio opción a que yo dijera nada. Ella misma contestó de modo sencillo y natural contando su experiencia de fe. Al final, quedó claro que cada uno tiene su opinión y su opción de vida, que es tan respetable una como la otra.
            +El lunes pasado leía un artículo del periodista Esteban Greciet, el cual como católico que es expuso su fe en la Iglesia desde el respeto y desde la verdad, al menos, desde unos datos objetivos que no siempre sale en los medios de comunicación.
            +El discípulo de Jesús ha de hablar sin miedos ni complejos de lo que vive en su interior, de sus convicciones y experiencias, y esto lo hará en la familia, en el trabajo, en el bar, en las fiestas, en la alegría, en la enfermedad, en la muerte…
            +El anuncio que ha de hacer todo discípulo de Jesús no es ni nunca ha de ser una imposición; es un ofrecimiento. Quien lo escucha es libre de aceptarlo o no. Si Dios no se impone a nadie, tampoco nosotros debemos de imponerlo. Pero el anuncio no es sólo con palabras, sino también con el testimonio de nuestra vida de cristianos. Ya que, si la única diferencia entre el discípulo de Jesús y el que no lo es, consiste en que el primero viene a Misa y confiesa por Pascua flori­da, que por otra parte es indispensable hacerlo, dicha diferen­cia es mínima.
            Séptimo peldaño: En realidad, no somos nosotros quienes hemos de realizar el mandato de Jesús, sino que será el Espíritu Santo quien nos sugerirá lo que en cada momento hemos de hacer para proclamar, de palabra y de obra, “el Evangelio a toda la creación”.

jueves, 10 de mayo de 2012

Domingo VI Pascua (B)


13-5-2012                               DOMINGO VI DE PASCUA (B)

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En varias ocasiones el evangelio de hoy nos habla de amor. Es el mandato que Jesús nos ha dejado: “Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”.
En esta homilía me fijaré en una forma concreta de desamor y así veremos más claramente cómo podremos practicar de un modo concreto ese amor del que nos habla Jesucristo: Con relativa frecuencia me encuentro con personas que hablan habitualmente de los defectos de los otros (yo mismo también caigo en ello). Hablamos de los defectos que vemos en la familia, en el lugar de trabajo, con respecto al fútbol, a la política, a la religión, a los amigos… El sacar los defectos de los otros no sólo es un “deporte nacional” en España, sino también es un “deporte mundial”. Sí, este “deporte” lo he visto y oído en diversas partes de España, pero también en Alemania, en Italia, en Suiza… Fijaros si es un “deporte” tan practicado que hasta le han sacado un cuento. Se titula el cuento de las dos alforjas. Allá va:
            “Un día, Dios bajó a la tierra, convocó a todos los animales, así como al hombre, y les dijo: ‘Quiero que viváis en armonía, felices y contentos. Así que, si alguien tiene alguna queja, que la diga sin temor, y enseguida le pondré remedio’. Nadie expuso nada. Dios entonces se dirigió al mono: ‘Y tú, ¿qué, estás contento? ‘¡Claro!’ –respondió el mono-, ‘tengo cuatro patitas que son un tesoro, y tengo un tipito que muchos envidian. Yo no tengo motivos para envidiar a nadie. Comparado con el oso, que es tan feo, soy una maravilla. Él sí tendrá de qué quejarse’. Los otros animales pensaban como el mono, pero esperaban la queja del oso. Sin embargo, el oso no se quejó. Al contrario, con tono de orgullo dijo: ‘Yo me veo fuerte, bien proporcionado, con cierto aire señorial. Comparado con el elefante, que es un monstruo, una masa de carne que parece que se cae a pedazos, soy un encanto. No me quejo de nada’. El elefante tomó la palabra y dijo: ‘¡Ah!, pues yo tampoco me quejo absolutamente de nada. Me siento fuerte, sólido, como un rey poderoso. Mucho peor es la ballena, que parece una masa informe’. La ballena no se quejó; se consideraba mejor que la jirafa, larguirucha y desgarbada. La jirafa se sentía esbelta, fina, señorial, no como la hormiga, insignificante y rastrera. La hormiga se veía como la reina en comparación con el mosquito. Y el mosquito se veía ágil y capaz de defenderse perfectamente… Así todos, hasta que llegó el hombre. Éste se entretuvo en contar sus cualidades y atractivos. Así estuvo un largo rato. Luego siguió hablando sobre los defectos de los otros. Y se reía de ellos. Dios, que había estado en silencio, se dirigió a todos de nuevo y les dijo: ‘Bien, veo que cada uno lleva dos alforjas: en la de atrás metéis vuestros propios defectos para no verlos, y en la de delante los defectos de los demás para criticarlos y reíros de ellos’”.
            Vamos a sacar de este cuento varias conclusiones o moralejas:
            1) Una persona que habla mal de otro o de otros delante de nosotros, más tarde, cuando no estemos presentes, hemos de suponer que también murmurará de nosotros. Ya conocéis el refrán: ‘Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar’.
            2) El otro día me decía una persona que ella, en ocasiones, hablaba mal de los otros, pero sólo decía la verdad. De acuerdo: Si es cierto lo que se dice de otros y lo que se dice son hechos negativos, se estará diciendo la verdad…, pero la verdad que no está acompañada de la caridad, no es la verdad de Jesucristo.
            3) La verdad es y debe ser siempre una espada de doble filo, es decir, lo mismo que “corta” y pone en evidencia los defectos de los otros, ha de “cortar” y poner en evidencia también nuestros propios defectos, pues “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Jn. 8, 7b).
De hecho, los santos también tienen dos alforjas, pero, en vez de poner sus propios defectos en la alforja de detrás, los ponen en la de delante. Y, en vez de poner los defectos de los demás en la alforja de delante, los ponen en la alforja de detrás. Así, ellos tienen continuamente presentes sus propios fallos antes que los fallos de los otros.
            A continuación para rematar la homilía propongo aquí algunos “dichos de luz y amor” de San Juan de la Cruz, que nos pueden ayudar mucho en esta materia. Estas frases son para meditarla, para orarlas y para que Dios nos conceda el cumplirlas:
            * “No mirar imperfecciones ajenas, guardar silencio y continuo trato con Dios desarraigarán grandes imperfecciones del alma y la harán señora de grandes virtudes”.
            * “Hable poco, y en cosas que no es preguntado no se meta”.     
            * “No se queje de nadie”.
            * “Lo que hablare sea de manera que no sea nadie ofendido, y que sea en cosas que no le pueda pesar que lo sepan todos”.
            * “Quien se queja o murmura, ni es perfecto ni aun buen cristiano”.
            * “Mejor es vencerse en la lengua que ayunar a pan y agua”.

            En definitiva, cuando Jesús nos dice en el evangelio de hoy “que os améis unos a otros como yo os he amado”, podemos practicarlo no hablando mal de nadie o, si decimos algo negativo, pero cierto…, que esté siempre acompañado de la misma caridad y del mismo amor con los que Cristo nos muestra a cada uno de nosotros nuestros pecados.

jueves, 3 de mayo de 2012

Domingo V Pascua (B)


6-5-2012                                 DOMINGO V DE PASCUA (B)
                                               Hch. 9, 26-31; Sal. 21; 1 Jn. 3, 18-24; Jn. 15, 1-8

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Dice el evangelio de hoy: “A todo sarmiento mío que no da fruto (mi Padre Dios) lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto”. En esta frase Jesús utiliza principalmente dos verbos: arrancar y podar.
- Estuve la semana pasada en la Casa Diocesana de Espiritualidad de Meres dando una tanda de ejercicios espirituales. Estuve bastante liado, pero procuré sacar todos los días unos 40 minutos después de comer para dar dos vueltas alrededor del pueblo y mover así algo las piernas. Iba por aquellos caminos y veía casas de campo, sobre todo, y alguna urbanización. En las casas de campo veía árboles frutales y en varias ocasiones los vi con demasiadas ramas. Yo no entiendo demasiado de ello, pero creo que los árboles deben de ser podados si queremos que den fruto más abundante. En una casa de campo que mis padres tienen cerca de la Virgen del Camino (León) hay varios árboles y a mí me toca habitualmente podar los avellanos. Mi padre me ha dado instrucciones para ello:
1) Arrancar. He de quitar las ramas que salen en la base del tronco, pues ellas quitan savia a otras ramas que sí producen fruto y que se desea que sigan produciéndolo. Las ramas que no sirven o que chupan savia al árbol las corto de raíz, y luego las amontono en un lugar de la finca para quemarlas en la chimenea, cuando llega el frío. Además, se quiere que el árbol tenga el tronco limpio y tire para arriba. Por otra parte, el corte también sirve para airear la copa del árbol, de manera que los rayos del sol accedan a su interior y den vida a las ramas y hojas de esta zona. El sol ayuda a eliminar ciertos insectos y otras plagas que se afincan en lugares oscuros y húmedos.
2) Podar. Aquellas otras ramas que están mejor situadas y que interesa que den fruto se cortan un poco, es decir, se podan y así dan fruto abundante y mejor. Al podar, el ‘instinto de supervivencia’ del árbol hace que cuando éste se siente atacado (esto ocurre cuando se poda) ‘tema’ por su vida y florezca antes y en gran cantidad.
            Esta comparación tan sencilla de entender para la gente del campo también hoy es perfectamente comprensible para nosotros.
            ¿Qué tipo de rama o de sarmiento somos nosotros en nuestra familia, en la sociedad, en el lugar de trabajo, de estudio, en la Iglesia, en la fe? ¿Somos de las ramas o sarmientos que no dan frutos, que roban la savia al tronco, es decir, a la familia, a la sociedad, a la Iglesia, en el trabajo, en la relación con Dios? ¿Somos de las ramas o sarmientos que aprovechan la savia del tronco (de la familia, de la sociedad, del trabajo, de la Iglesia, de Dios) para crecer y dar fruto, según nuestras capacidades y fuerzas?
            - La acción de podar es dolorosa para el sarmiento:
1) Podar significar ‘cortar’. A quien le podan le cortan un trozo de sí; a veces el corte es casi total y le deja sin una parte muy importante de su ser y de lo que fue su vida. Dios ‘podó’ al misionero italiano de la historia que conté el domingo pasado. Le cortó la relación con su familia, con su cultura, con su salud, con su comodidad, con sus seguridades…, pero ese misionero se dejó podar por Dios y dio fruto abundante… antes de morir y al morir. Cuando Dios le ‘cortaba’, seguramente no le gustaría, pero sirvió para que diera fruto.
2) Podar significa corregir. Dios poda y corrige a quienes ama. Así nos lo dice el libro del Apocalipsis: “A los que yo amo los reprendo y los corrijo; sé ferviente y enmiéndate” (Ap. 3, 19). O también en aquel otro texto precioso de la carta a los Hebreos: “Por lo demás, si a nuestros padres de la tierra los respetábamos cuando nos corregían, ¡cuánto más hemos de someternos al Padre del cielo para tener vida! Nuestros padres nos educaban para esta vida, que es breve, según sus criterios; Dios, en cambio, nos educa para algo mejor, para que participemos de su santidad. Es cierto que la corrección, en el momento en que se recibe, es más un motivo de pena que de alegría; pero después aporta a los que la han sufrido frutos de paz y salvación” (Hb. 12, 9-11). En estos días que estuve en cama por el catarro vi un programa de televisión en que un padre en Florida enseñaba a su hijo como ganarse la vida cazando caimanes. El padre le aconsejaba que les disparara con una escopeta, pero el hijo decía que no, que era mejor con su pistola. El padre decía a la cámara: ‘Estos chicos de ahora quieren aprender, pero no se dejan enseñar por quien tiene más experiencia’. Se vio enseguida cómo un caimán había caído en una trampa (una cuerda con un cebo) y había que subirlo a la barca tirando de la cuerda con una mano mientras  con la otra se le disparaba. Así lo hizo el hijo, pero el disparo de pistola no fue lo suficientemente fuerte, pues no mató al caimán y éste casi cercenó un brazo del chico. Menos mal que el padre estaba atento y mató al reptil con un disparo de escopeta. A partir de aquí se vio al chico con una escopeta en la mano cada vez que iba a subir a la barca a otro caimán.
3) La poda-corrección, si es bien recibida, produce entre otros estos frutos: -capacidad de escucha; -capacidad de introspección o de examinarse uno ante lo que se le dice;  -humildad para aceptar lo que a uno se le dice, aunque no guste al principio; -una gran ganancia en las virtudes y una disminución de los vicios, errores y pecados; -un gran amor hacia quien poda-corrige, pues se ve que lo hace por amor y se reconoce en él la valentía de corregir y educar.

Oración
            ¡Señor, corta en nosotros lo que está podrido o lleno de pecados!
            ¡Señor, corta en nosotros lo que nos impide ver la luz de tu Hijo, Jesucristo!
            ¡Señor, corta en nosotros, aunque nos duela, pues es necesario para dar frutos de santidad y de bondad!

            ¡Señor, corrígenos siempre, aunque creamos saberlo todo y conocerlo todo! ¡Corrígenos una y otra vez, aunque no te hagamos caso por nuestra terquedad y por nuestra soberbia! Sí, ¡corrígenos y no nos dejes de tu mano!

            ¡Señor, pódanos, aunque ahora estemos dando muy pocos frutos! Queremos dar más frutos para ti y para tus hijos, los hombres,… ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.