viernes, 27 de julio de 2012

Aviso de verano

Queridos amigos:
Este domingo, después de la Misa de 11, comenzaré mis vacaciones y hasta septiembre no volveré a publicar nada en el blog. Os deseo que tengáis un buen mes de agosto.
Por otra parte, os comunico que he sido destinado por mi Arzobispo a unas parroquias cerca de Oviedo. Tomaré posesión de ellas el fin de semana del 15-16 de septiembre. Ya no celebraré más la Misa de 11 en la Catedral de Oviedo, aunque seguiré “colgando” las homilías en audio y escritas en el blog.
Algunas personas me han preguntado a qué horas celebraré, a partir de septiembre, las Misas en mis nuevas parroquias. No estoy demasiado seguro, pero creo que los horarios serán los siguientes:
- San José de Ablaña: los sábados a las 16 horas.
- San Pedro de Loredo: los sábados a las 17 horas.
- San Bartolomé de Baiña: los domingos a las 10 horas.
- Santa María Magdalena de La Rebollada: los domingos a las 11 horas.
- Santo Cristo de La Peña: los domingos a las 12,30 horas.
            Un abrazo y que Dios os bendiga.

Andrés

jueves, 26 de julio de 2012

Domingo XVII Tiempo Ordinario (B)


29-7-2012                         DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Durante todos estos domingos anteriores hemos estado leyendo el evangelio de San Marcos; pues bien, durante los próximos cinco domingos interrumpi­mos su lectura y pasamos al evangelio de San Juan. Más concretamente al capítulo 6, en donde se nos habla del Pan de Vida, de Cristo Eucaristía.
            Jesús, igual que el domingo pasado, se vio rodeado de sus discípulos, pero también de gente que acudía a Él. Recordad que el evangelio nos dice que eran unos cinco mil, sólo los hombres. A éstos había que añadir las mujeres y los niños. En total podrían ser cerca de diez mil personas. Cada persona tenía sus motivos para querer acercarse a Jesús, pero podemos congregarlos en cinco grupos: 1) Unos le seguían como quien va al circo: “le seguía mucha gente, porque había visto los signos que hacía con los enfermos”. En el evangelio del lunes le decían a Jesús: Maestro, queremos ver un signo tuyo (Mt. 12, 38), como quien veía un número de magia. 2) En otros se cumplía aquello de ‘¿a dónde vas Vicente?, adonde va la gente’. 3) Otros (los fariseos) seguían a Jesús para espiar lo que decía y hacía, y así poder denunciar sus palabras y acciones escandalosas o heréticas, según su parecer, y poder arrestarle. 4) Otros se acercaban a Jesús porque esperaban que Él les enseñase algo nuevo, algo que les hiciese felices, o para ser curados por Jesús. 5) Y los discípulos porque querían estar cerca de Él, para encontrar paz en sus conciencias, sentido en su vida, para imitarle en sus virtudes, para encontrar a Dios…
            Bien, ya hemos visto un poco quiénes se acercaban a Jesús y quiénes le seguían. Vamos a examinar el comportamiento de Jesús ante toda esa avalancha de gente que venía hacia Él:
            - “Jesús levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente”, se da cuenta antes de empezar a hablarles de que no habrá comida para todos ellos y que muchos no traen alimento consigo: unos, porque no lo tienen; otros, porque ya hace tiempo que acabaron los víveres con los que salieron de sus casas. Aunque aún hay algunos a los que les quedaba un poco de comida: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces. Y entonces Jesús quiere darles a todos de comer[1], pero también quiere que sus discípulos se preocupen como Él. Por eso interroga a Felipe: "¿con qué compraremos pan para que éstos coman?" Lo mismo que Jesús lo hizo en aquel tiempo, nos lo dice ahora a nosotros: Hemos de preocuparnos de que todo el mundo tenga lo necesario para vivir de un modo suficiente y digno.
            - Jesús ve tan importante el dar de comer a la gente que es Él mismo quien reparte los panes y los peces de que nos habla el evangelio. Lo hace Él mismo y depende de cada uno si come más o menos. Jesús no hace distinción entre todas aquellas personas: ofrece la comida a todos. No se menciona en el evangelio que entregue más alimento a los hombres que a las mujeres, a los ancianos que a los niños, al grupo de los discípulos que al grupo espía de los fariseos, al grupo que venía como para el circo que al grupo que venía a escuchar la Palabra de Dios, al grupo que tiene comida y comparte con los demás que al grupo de gente que tiene comida y que no comparte con nadie. Jesús da de comer a todos. Para Jesús, todos y cada uno de ellos son merecedores del pan y del trozo de pescado que les entrega. Jesús se lo da porque quiere y porque los quiere. Y cada una de aquellas diez mil personas es libre de comer o no comer, de coger lo que quiera: “Comieron todo lo que quisieron”.
            - Decía más arriba y repito: Lo mismo que Jesús lo hizo en aquel tiempo, nos lo dice ahora a nosotros: Hemos de preocuparnos de que todo el mundo tenga lo necesario para vivir de un modo suficiente y digno. Sí, pero ¿de qué modo puedo yo preocuparme para que todo el mundo tenga lo necesario para vivir? Esto daría para una tesis doctoral y aún se quedaría corta. Hoy quisiera fijarme un poco en la situación económica por la que está pasando Europa, y España en especial. El terremoto y el tsunami sufrido por Japón el 11 de marzo de 2011 trajo consigo una gran destrucción y una pérdida ingente de vidas humanas. Hubo dos reacciones de algunos habitantes del país que me llamaron la atención: 1) Varios hombres se ofrecieron como voluntarios para trabajar en la central nuclear de Fukushima y apagarla a pesar del evidente peligro para sus vidas. 2) En los supermercados de Japón la gente compraba exclusivamente lo que necesitaba y evitaba el acaparamiento de alimentos para que todos tuvieran que comer. Tampoco los dueños de los supermercados elevaron artificial y fraudulentamente los precios de productos. La gente no aplicaba el ‘sálvese el que pueda’, sino que se pensaba en los demás.
            Los culpables del desastre económico que vive el estado español son muchos y variados: políticos, banqueros, sindicalistas, empresarios, gente de dentro y de fuera de España, (Iglesia Católica incluida) y un largo etcétera. También los ciudadanos de a pie, desde mi punto de vista, tenemos parte de culpa, en el sentido de que hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades. Todos nos hemos endeudado hasta las cejas. Yo debo la hipoteca de mi piso, debo lo que debe mi ayuntamiento, lo que debe mi comunidad autónoma y lo que debe mi país.
            ¿Hay que buscar a los culpables y procurar que asuman sus responsabilidades? SI, pero esto no nos exime de arrimar todos el hombro. Todos hemos de arrimar el hombro. Si algunos no lo hacen, eso no justifica que los demás no lo hagamos. Seguramente algunos japoneses compraron y acapararon más comida que la que necesitaban, pero otros muchos no lo hicieron así. Seguramente los voluntarios japoneses de la central de Fukushima no fueron los malos gestores de la planta nuclear, pero ello no fue obstáculo para que dichos voluntarios se ofrecieran a hacer ese trabajo.
            EN DEFINITIVA, creo que en esta situación por la que estamos pasando hemos de pensar como nación (país-estado) y no con los intereses egoístas.
            Creo que todos hemos de estar por la labor de perder poder adquisitivo y parte de nuestros bienes e incluso me atrevo a decir de nuestros derechos, con tal de que esto facilite el que todos tengamos algo, y no algunos mucho y otros casi nada.
            Creo que, como ciudadanos, hemos de exigir responsabilidades a nuestros políticos, a nuestros banqueros, a nuestros sindicalistas, a nuestros empresarios…, a nosotros mismos por esta situación en la que estamos.
            Creo que hacer esto es cumplir con el encargo que Jesucristo nos hace en el evangelio de hoy: Hemos de preocuparnos de que todo el mundo tenga lo necesario para vivir de un modo suficiente y digno.



[1] Me maravilla la sensibilidad de Jesús, que está en todo, hasta en los detalles más materiales. Seguramente Jesús recordaba las peregrinaciones a Jerusalén que hizo con sus padres, con las gentes de su aldea y con otra mucha gente que se les iba añadiendo durante el camino. Allí habría visto de todo: gente con comida y que no la compartía con nadie; gente que compartía lo que tenía con otros más necesitados; gente que no podía dar de comer a sus hijos y éstos sufrirían desmayos por el camino o cosas peores.

jueves, 19 de julio de 2012

Domingo XVI Tiempo Ordinario (B)


22-7-2012                     DOMINGO XVI TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En la homilía de hoy quisiera comentar las últimas frases del evangelio: Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma”.
            - En efecto, quisiera resaltar la gran cantidad de personas que se acercaban diariamente a Jesús. Por eso, el evangelio nos habla de ‘muchos’, de ‘todas las aldeas’ y de ‘una multitud’. Y ante esta cantidad ingente de personas Jesús alza su mirada y no se vio a sí mismo ensalzado, vitoreado y aclamado por las gentes, sino que los vio a ellos: Jesús vio las grandes necesidades y carencias de todo tipo de aquellas gentes que, dejando casas, trabajos y ocupaciones, le seguían y perseguían por todas partes. Sí, Jesús vio que todos ellos “andaban como ovejas sin pastor” y, por ello, se puso a enseñarles con calma.
            - El evangelio nos dice que era tanta la gente que venía a buscar a Jesús, que ni Él ni sus discípulos tenían tiempo para comer. Por eso, Jesús quiso buscar un sitio tranquilo y apartado para descansar un tiempo, pero… no pudo ser. La multitud reconoció a Jesús y a sus discípulos y adivinó el lugar a donde se dirigían, y ya le esperaba allí cuando ellos llegaron. Me asombra el hecho de que Jesús no se enfadara ni incomodara con todos aquellos que le seguían a todas partes. ¡Tenía Jesús todo el derecho del mundo a descansar un rato, a tomar unas pequeñas vacaciones! ¿Por qué sabemos que Jesús no se enfadó? Por lo que nos dice el mismo evangelio: tuvo lástima de la multitud y se puso a enseñarles con calma. Y es que Jesús pensaba antes en las personas que en sí mismo. Él había venido para ellos y no para sí mismo.
            - Ahora quiero fijarme en otro aspecto del texto evangélico y es que puede dar la impresión de que Jesús atendía a las multitudes, a todas las aldeas, a muchas gentes…, pero en conjunto y en general. Y eso no es cierto. Jesús atendía a las multitudes, porque atendía personalmente a cada persona. Es decir, Jesús escuchaba a Jairo y a la hemorroisa, se preocupaba de la hija de Jairo y de María Magdalena, de la Samaritana y de Nicodemo… ¡Cuántos ejemplos nos ponen los evangelios de los contactos personales e individuales de Jesús!
            Hace ya un tiempo que he escuchado el modo de actuar de los Testigos de Jehová cuando se acercan a la gente: por ejemplo, van por el cementerio de El Salvador y allí se hacen los encontradizos con las personas que oran y lloran ante las tumbas de sus seres queridos; van por las casas, y hablan y escuchan a tantas personas que viven solas y que no tienen visitas de nadie; van a la cárcel de Villabona y hablan, escuchan y acompañan a los presos en un tú a tú, y esto lo hacen de modo periódico, frecuente y constante. Y de esta forma entran en el corazón de tanta gente lastimada y solitaria; y de esta forma entran en contacto con ‘muchos’, con ‘todas las aldeas’ y con una ‘multitud’ de gentes, que están como ovejas sin pastor.
            Voy a contaros un hecho que sucedió hace muchos años y que es un ejemplo de ese contacto personal que nos enseña Jesús y que ha sido copiado por los santos: “El abad Anastasio tenía un libro de finísimo pergamino que valía veinte monedas y que contenía el antiguo y el nuevo testamento. Una vez fue a visitarle cierto monje que, al ver el libro, se encaprichó de él y se lo llevó. De modo que aquel día, cuando Anastasio fue a leer su libro, descubrió que había desaparecido, y al instante supo que el monje se lo había robado. Pero no le denunció, por temor a que, al pecado de hurto, pudiera añadir el de perjurio. El monje se había ido a la ciudad y quiso vender el libro, por el que pedía dieciocho monedas. El posible comprador le dijo: ‘Déjeme el libro para que pueda averiguar si vale tanto dinero’ Entonces fue a ver al santo Anastasio y le dijo: ‘Padre, mire este libro y dígame si cree usted que vale dieciocho monedas’. Y Anastasio le dijo: ‘Sí, es un libro precioso, y por dieciocho monedas es una ganga’. El otro volvió a donde estaba el monje y le dijo: ‘Aquí tienes tu dinero. He enseñado el libro al Padre Anastasio y me ha dicho que sí vale las dieciocho monedas’. El monje estaba anonadado: ‘¿Fue eso todo lo que le dijo? ¿No dijo nada más?’ ‘No, no dijo una sola palabra más’. ‘Bueno, verás… he cambiado de opinión… y ahora ya no quiero vender el libro…’ Entonces el monje regresó adonde Anastasio y, con lágrimas en los ojos, le suplicó que volviera a quedarse con el libro. Pero Anastasio le dijo con toda paz: ‘No, hermano, quédate con él. Es un regalo que quiero hacerte’. Sin embargo, el monje dijo: ‘Si no lo recuperas, jamás tendré paz’. Y desde entonces, el monje se quedó con Anastasio para el resto de sus días”.
            Anastasio no se preocupó de recuperar su valioso y bello libro; Anastasio no se preocupó de denunciar el pecado ni al pecador; Anastasio no quiso humillar al monje; Anastasio no quiso que el monje añadiera al pecado de robo el pecado de perjurio, es decir, de negar falsamente el robo que había hecho; Anastasio no quiso recuperar el libro, pues era más importante para él que no se perdiera el hombre, pues siempre el hombre es más importante que un valioso y bello libro; Anastasio se preocupó por el hombre concreto, pues de nada sirve salvar a muchos si se pierde uno solo… Y, por todo esto, Anastasio recuperó el libro, redimió del pecado al monje y logró que éste entrara en un camino de santidad y de entrega total a Dios.
            - Conclusiones:
* Las ‘multitudes’ y ‘todas las aldeas’ no están compuestas de muchos hombres anónimos e indeterminados, sino de hombres concretos e individuales. Dios no creó multitudes, sino que creó hombres. Dios no salva multitudes, sino que salva hombres.
* Jesucristo nos atiende a nosotros, siente lástima y nos enseña con calma a todos y A CADA UNO DE NOSOTROS.
* Doce apóstoles, casi analfabetos e ignorantes, cambiaron el mundo yendo de aldea en aldea, de puerta en puerta, de persona en persona, de corazón en corazón.
* Tomemos ejemplo de los Testigos de Jehová en su ir de corazón en corazón; tomemos ejemplo de Anastasio de preocuparse y de amar al hombre concreto, sea santo o sea pecador.
* Tomemos ejemplo de Cristo Jesús en su calma y atención de cada ser humano concreto y en sus circunstancias particulares.

jueves, 12 de julio de 2012

Domingo XV Tiempo Ordinario (B)


15-7-2012                               DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Lo mismo que el domingo pasado se nos hablaba de dos grupos de personas: 1) de los familiares y de los vecinos de toda la vida de Jesús, por una parte, y 2) de los discípulos de Jesús, por otra. También en el evangelio de hoy se nos mencionan otros dos grupos de gentes: 1) aquellos que hablan en nombre de Jesús y 2) los que escuchan lo predicado por los discípulos de Jesús. Vamos a examinar a estas personas, pues no cabe duda de que nosotros nos encontramos en uno o en otro grupo y, en tantas ocasiones, incluso en los dos grupos.
            - Los discípulos de Jesús. Les envió con una misión muy concreta, la cual nos es revelada al final de este evangelio: “Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”. Para cumplir esta tarea Jesús les da los siguientes ‘instrumentos’: 1) Su autoridad, pues sin ella no pueden hacer nada. Los discípulos predican en el nombre de Jesús y en el nombre de Dios, pero no sólo eso, también y sobre todo hablan y actúan con el poder de Dios y con el poder de Jesucristo. Sin esto los discípulos estarían totalmente desarmados y serían como cualquier charlatán de feria. 2) Les dice que lleven sólo un bastón, el cual sirve para apoyarse en el caminar. Este caminar les llevará de un sitio a otro; este caminar les acercará a las personas a las que tendrán que hablar de Jesús y de las enseñanzas de Dios. 3) También les dice Jesús que lleven consigo unas sandalias, que igualmente les ayudarán en su caminar. Es decir, Jesús indica a sus discípulos que han de llevar consigo sólo aquello que les es necesario en la misión que les ha confiado.
Pero, para que las cosas les queden más claras, Jesús les dice lo que NO tienen que llevar: no debe portar consigo ni pan, ni alforja, ni dinero, ni túnica de repuesto. ¿Por qué les dice que no lleven estas cosas? Pues, porque lo otro (la autoridad, el bastón, las sandalias) les servía para apoyarse en Dios y eran cosas totalmente necesarias para la misión encomendada. Sin embargo, las cosas que les dice ahora que no lleven (ni pan, ni alforja, ni dinero, ni túnica de repuesto) sólo les servirían para apoyarse en las seguridades que dan las cosas humanas, pero no para apoyarse en la única SEGURIDAD, que es Dios. En efecto, si el discípulo lleva comida consigo, ello le dice a él y a los demás que, para comer, no necesita pedir nada a nadie. Llevar alforja le dice al discípulo y a los demás que tiene lo necesario para él en este viaje que está haciendo, que este discípulo tiene más cosas en su casa y que no es un pordiosero o transeúnte cualquiera. Llevar dinero consigo le dice al discípulo y a los demás que puede comprar en cualquier momento lo que necesite y que tiene más dinero, pues, lo que trae ahora, es sólo una parte de lo que tiene. Llevar una túnica de repuesto viene a indicar lo mismo de lo que se está diciendo hasta ahora. En definitiva, quien va 'armado' con pan, alforja, dinero y túnica de repuesto está diciendo que camina apoyado en sus seguridades y viene predicando sostenido en su propia fuerza, en su propia riqueza, en su propia sabiduría, pero no en el nombre de Jesús ni con la autoridad de Jesús.
Si los discípulos van sólo en el nombre de Jesús y con su única autoridad, entonces Él cuidará de sus discípulos, y les dará alojamiento, comida y hospitalidad en casa de aquellos a los que van a predicar y a sanar: “Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio”.
            - Los que escuchan a los discípulos de Jesús. De éstos nada más se nos dice lo siguiente en el evangelio de hoy: “Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa”. Porque Jesús no sólo contempla la posibilidad de que haya gente que no quiera escuchar a sus discípulos, sino también que ni siquiera quieran recibirlos.
¿Por qué motivos puede un hombre rechazar a los enviados de Dios y negarse a escucharlos? Veamos diversas posibilidades: 1) Porque tiene el corazón y el espíritu tan embotados y llenos de cosas materiales, que todo ello le incapacita para escuchar y acoger la Palabra de Dios. Este embotamiento puede provenir de la falta de sensibilidad religiosa existente ya desde la infancia o juventud, o también porque a lo largo de su vida ese hombre ha vivido para lo externo y para lo material, de tal manera que ha perdido la capacidad de percibir a Dios en su vida o en la de los demás. Hace un tiempo me llamó una persona que ha sufrido mucho, y un día que oraba a Dios y le preguntaba el por qué de tanto dolor, sintió cómo Dios le decía que ella siempre había sido una persona muy superficial y que no valoraba otras cosas más profundas. También le dijo que, gracias a ese dolor (no provocado por Dios, sino por los hombres), se había acercado a Él, pues todo lo demás no le servía y/o le había fallado. Y ahora esta persona daba gracias a Dios por su situación, pues gracias a ella había descubierto el TESORO de Dios en su vida. Si todo le hubiera ido a pedir de boca, esto no hubiera sucedido. 2) También tenemos que decir que, lo mismo que el sufrimiento acerca a muchas personas a Dios (como el caso anterior), otras personas rechazan todo lo que “huela” a Dios por considerarlo culpable de su desgracia o de la de sus seres queridos. Por ello, no quieren saber nada ‘de ese Señor ni de sus mensajeros’. 3) Asimismo conocemos el caso de otras personas que no quieren recibir ni escuchar a los mensajeros de Dios… ni a Dios mismo, porque, si los recibieran y los escucharan, tendrían que cambiar de su forma de vida, y eso no lo quieren en modo alguno. Están muy a gusto como están y no quieren que nadie les ‘complique’ la vida. 4) (Aquí vayamos poniendo nosotros mismos otros casos… o nuestro propio caso, pues estoy seguro que, en tantas ocasiones y momentos de mi vida, yo no he querido recibir ni escuchar a Jesús ni a sus mensajeros, que venían a darme luz, salvación, paz, alegría, esperanza…).

jueves, 5 de julio de 2012

Domingo XIV Tiempo Ordinario (B)


8-7-2012                         DOMINGO XIV TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Empieza el evangelio diciendo: “En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos”. Y las únicas palabras de Jesús que se recogen en el evangelio de hoy dicen así: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Como se ve en el texto evangélico se contraponen dos grupos de personas: 1) los familiares y vecinos de toda la vida de Jesús, por una parte, y 2) los discípulos de Jesús, por otra.
            1) Los familiares y los vecinos de toda la vida de Jesús murmuraban de Él, lo criticaban, desconfiaban de sus enseñanzas y de sus milagros. Incluso en un pasaje del evangelio de San Juan se nos dice: “Sus hermanos hablaban así, porque ni siquiera ellos creían en Él” (Jn. 7, 5). Y en otro lugar se asegura que, al principio de la vida pública de Jesús, sus parientes fueron a buscarlo a donde estaba predicando, “pues decían que estaba loco” (Mc. 3, 21). Estos familiares no tenían fe en Jesús. “Y se extrañó de su falta de fe”, nos dice el evangelio de hoy.
            2) Los discípulos de Jesús le seguían a todos lados, creían y confiaban en Él. Ahí tenemos el caso de Jairo y de la mujer de los flujos de sangre del evangelio del domingo anterior: Estos buscaban a Jesús, se acercaban a Jesús, se echaban a sus pies y confiaban en Él. En definitiva, los discípulos de Jesús tenían fe en Él.
            El sábado 30 de junio estuve en una mesa redonda en Cabezón de la Sal. En un determinado momento se habló allí de la importancia de la familia y más aún hoy día con esta terrible crisis económica por la que estamos pasando: se dijo en la mesa  redonda que la familia es el sostén y bastión de tantas gentes; se dijo que, si no fuera por ella, estaría mucha gente en la más absoluta de las indigencias. En efecto, ante las situaciones de paro, de escasez de recursos, de deudas, etc., la familia (padres, abuelos, hermanos, tíos, primos…) está ayudando a tantos de sus familiares con sus casas, con sus dineros, con su generosidad, con comestibles, con la compra de ropa y de libros escolares para los niños, con su contactos a la hora de buscar y encontrar un trabajo… Pero, cuando esa familia, que tenía que ser como la última línea de defensa y de apoyo, se convierte, no digo ya en alguien indiferente, sino en el propio enemigo, ¡qué tristeza más grande! Pues bien, en determinados momentos, eso fue lo que le pasó a Jesús: su familia, sus amigos de infancia, sus vecinos de toda la vida le dieron la espalda y le despellejaron criticándolo sin piedad. ¡Cuánta tristeza tuvo que sentir Jesús en su corazón para decir aquellas palabras terribles del evangelio de hoy!: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.
            ¿A quién preferimos nosotros: a la familia de sangre, a los conocidos y vecinos de toda la vida, o a aquellos que tenemos la misma fe en Jesús[1]?
            Veamos lo que el mismo Jesús nos dice:
            Existen varios pasajes evangélicos en los que Jesús antepone la familia de la fe… a la familia de la sangre: en una ocasión Jesús predicaba y una mujer llena de alegría y de gratitud hacia Él grita: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!” Mas Jesús corrige esta expresión y dice: “Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!” (Lc. 11, 27-28). Y en otra ocasión María y los hermanos de Jesús trataron de hablar con Él y se lo dijeron, pero Él contesto contestó: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? […] Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt. 12, 48-50).
            ¿Qué conclusiones podemos sacar hoy nosotros?
            - Hace un tiempo escuché la siguiente historia, que es un chiste. Se dice que un gitano acudió por primera vez a una procesión de Semana Santa y vio todos los pasos: cómo prendieron a Jesús en el huerto de los olivos; cómo se ensañaron con Él los judíos, los romanos, Herodes y la gente que le gritaba; cómo se tuvo que despedir de su madre dejándola sola y abandonada; cómo lo crucificaron y cómo murió. Al ver todo aquello reflejado tan soberbiamente en los pasos escultóricos, el gitano lloraba con grandes gemidos y sentimiento, pues tenía una pena enorme por el enorme sufrimiento de Jesús. Al año siguiente, en la Semana Santa volvieron a sacar los mismos pasos, pero esta vez al gitano ya no le dio pena alguna de Jesús y uno que sabía de su reacción del año anterior le preguntó el motivo de su comportamiento: tan distinto y contradictorio de un año para otro. A lo que el gitano contestó: ‘Me dio mucha pena lo que le hicieron a Jesús el año pasado, pero, si así le trataron el otro año, ¿por qué vuelve éste?’ Quiero decir con este chiste que quizás nosotros ya somos en tantas ocasiones como este gitano y ya tenemos “callo” ante Jesús y sus enseñanzas, y no damos demasiado crédito a su evangelio. Los familiares y vecinos de Jesús desconfiaban y murmuraban de Él, y nosotros tampoco le hacemos caso porque es… lo de siempre. Entonces, pueden sernos perfectamente adjudicadas aquellas palabras del evangelio que iban dirigidas para los familiares de Jesús: “Y se extrañó de su falta de fe”.

            - No nos durmamos en los laureles y pensemos que ya somos de los discípulos benditos de Jesús por “años de servicio”: tanto tiempo de curas, haber sido catequistas, gran cantidad de rosarios, rezos, peregrinaciones, limosnas, etc. y tener todo esto a nuestras espaldas. Pues, como bien dice Jesús, “no todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino aquel que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mt. 7, 21). Esforcémonos en ser siempre personas de fe, al modo de Jairo y de la mujer de los flujos de sangre: ellos buscaron a Jesús, se acercaron a Él y se echaron a sus pies. Así hemos de hacer nosotros, pero no un día o en una ocasión, sino todos los días de nuestra vida.


            - Vuelvo a plantear la pregunta de la mitad de esta homilía: ¿A quién preferimos nosotros: a la familia de sangre, a los conocidos y vecinos de toda la vida, o a aquellos que tenemos la misma fe en Jesús? Y contesto yo mismo: ¡Qué gozo sería el poder unir la familia de sangre con la familia de fe! ¡Qué gozo cuando se puede vivir dentro de la misma familia (esposos, hijos, padres, hermanos, tíos…) esta fe en Jesucristo! Pidamos a Dios que nos conceda a todos nosotros formar parte de su familia de fe, y que conceda también a nuestra familia de sangre entrar en esta familia de fe.

[1] También resulta terrible cuando uno se siente atacado o ignorado por aquellos que confesamos la misma fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.