jueves, 29 de noviembre de 2012

Domingo I de Adviento (C)



2-12-2012                               DOMINGO I DE ADVIENTO (C)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Comenzamos hoy un nuevo año litúrgico y lo hacemos con el tiempo de Adviento, es decir, tiempo de preparación para recibir a Jesús, cuya Encarnación y Nacimiento celebramos en estas próximas Navidades.
            Si el Adviento es tiempo de preparación y nos importa de verdad la venida de Jesús, entonces tenemos que disponernos interior y exteriormente para ello. En mi vida de sacerdote han sido más los años en que no tuve parroquias a mi cargo que los que las tuve. Por ello, cuando celebraba bodas, más que, por tener esa responsabilidad parroquial, era por amistad con los novios y/o con sus familias. Al tener esa cercanía afectiva esto me llevó a participar o conocer muchos preparativos de flores, coro, vestidos, invitados y distribución de los mismos en el banquete, nervios... Sí, los novios y sus familias dedicaban una parte muy importante de tiempo, de energía, de dinero… a completar estos preparativos. Y ¿por qué dedicaban tanto esfuerzo a ello? Pues porque lo consideraban algo muy importante para sus vidas y querían que la ceremonia y posterior celebración festiva saliera muy bien. Y tenían razón en darle importancia. Pero yo afirmo y sostengo que, si los novios y sus familias dedican con razón tiempo, energía y dinero a preparar una boda, CON MUCHA MAS RAZON NOSOTROS, LOS CRISTIANOS, DEBEMOS DEDICAR TIEMPO, ENERGIA Y HASTA DINERO, SI HACE FALTA, A PREPARARNOS EN ESTE ADVIENTO PARA RECIBIR A NUESTRO AMADO JESUS, EL HIJO DE DIOS PADRE Y DE MARIA.
            * Preparar una boda lleva mucho trabajo; pero luego, en un día (o en quince días, si incluimos el viaje de novios) pasa todo. Sin embargo, la Encarnación y el Nacimiento de Jesús ‘duran’ por toda la eternidad. Todo esto que os digo es para animaros a preparar este Adviento de 2012, y para ello os propongo que realicéis un PLAN DE ADVIENTO personalizado, según las circunstancias de cada uno, las fuerzas de cada uno y la voluntad de Dios para cada uno de nosotros. Vamos allá. En este PLAN podrá haber los siguientes elementos:
            - Un tiempo extra dedicado a la oración. Para ello dejaremos de lado otros tiempos dedicados a otras cosas. Tenemos que priorizar lo más importante y dejar de lado lo menos, pues la verdad es que todos sacamos tiempo para lo que queremos. Recuerdo el caso de un señor en Taramundi (mis primeras parroquias) en que le pregunté un día el motivo de no acudir a la Misa dominical y me contestó que no podía, que tenía que atender las vacas. A los dos días tuve un funeral en Taramundi y, esperando en la puerta del templo al difunto, pasó este hombre por delante de mí para entrar en la iglesia y le pregunté que dónde había dejado las vacas. A ello me contestó que el difunto y su familia había ido siempre a los funerales de sus fallecidos y ahora él debía, en justa reciprocidad, acudir a su funeral. Era como un pago: ‘yo voy a tus funerales, si tú vienes a los míos’. Eso sí se hacía con los vecinos, pero no con Dios. En definitiva: todos sacamos tiempo para lo que queremos.
            - Un tiempo dedicado a la lectura espiritual, bien sea de la Biblia, bien sea de otro libro o revista espirituales. Como dice, por activa y por pasiva, el salmo 24 de hoy: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas […] Enséñame, porque tú eres mi Dios y salvador. El Señor […] enseña el camino a los pecadores […] y a los humildes”. El Señor nos puede enseñar de muchas maneras, pero uno de los modos privilegiados de enseñanza es el de la lectura. Un cristiano no puede sacar tiempo para ver… 'Sálvame de luxe' y no sacar tiempo para la enseñanza del Señor.
            - Un tiempo para morir a sí mismo, a sus caprichos y egoísmos, a través de sacrificar y mortificar aquello que le gusta y/o que no le viene bien, y puede ofrecérselo al Señor: compras superfluas, perezas, comidas y bebidas, programas de televisión, tiempo de ordenador, juegos, murmuraciones, ejercicio físico, ayunos...
            - Un tiempo de amor y de ayuda a los demás. Amor y ayuda en el lugar de trabajo y de estudio; amor y ayuda con los amigos; amor y ayuda con la familia; amor y ayuda con los más desfavorecidos…
            Con estas indicaciones, cada uno puede “cortar al traje” (Plan) a su medida, pero sobre todo a la medida de Dios.
            * Pero, ¿este Plan para qué sirve? Pues la verdad es que… para nada y para todo. En principio y aparentemente no se logra más que privarse de algunas cosas que nos gustan y de invertir tiempo y energía en cosas de las que no sacamos un fruto inmediato. Pero, mirado todo más profundamente y con la mirada de Dios, y dando tiempo al tiempo, el Plan lo que consigue es disponer nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu para que Dios tome posesión de nosotros y haga sus maravillas en nosotros. Desde la experiencia que dan ya los años, he visto en tantas ocasiones que un matrimonio, un vida sacerdotal... no se rompen de un día para otro, sino que todo ha empezado mucho antes con PEQUEÑAS mentiras, desilusiones, apatías, faltas en el afecto, infidelidades mentales... que desembocan en la ruptura o en el abandono total. Pues lo mismo se puede decir de la vida de fe y de santidad: la fe y la santidad de vida no vienen a nosotros ‘por generación espontánea’. NO. Son fruto de un proceso maravilloso en el que se entremezclan la acción y el esfuerzo del hombre (dentro de esta acción humana está el dejarse hacer y confiar en Dios) con la gracia de Dios, y éste respeta al hombre en todo momento y nunca violenta su libertad.
Sí, ésta es la experiencia de tantos santos y la experiencia de la Iglesia: cuando entregamos poco a poco y a lo largo de nuestra vida diversas parcelas de nuestro ser y de nuestra vida, un día nos sucederá como dice el profeta Isaías: “Entonces romperá tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: ‘¡Aquí estoy!’” (Is 58, 8-9).

jueves, 22 de noviembre de 2012

Domingo Jesucristo, Rey del Universo (B)



25-11-12                                 JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Celebramos hoy la festividad de Cristo, Rey del Universo. Es el último domingo del año litúrgico. El próximo domingo será ya Adviento y empezaremos otro año para la Iglesia.
Con esta fiesta de hoy se nos dice que la meta de todos los hombres es el Reino de Dios, del cual Jesús es su Rey. En el prefacio, que luego proclamaré, se dan una serie de características del Reino de Dios. Se dice de él que es un Reino eterno y universal, un Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de amor, de paz y de justicia. Y sobre esto último es sobre lo que quisiera hablar en la homilía de hoy. Voy a continuación a resaltar algunas de las características de la justicia (¡quedará tanto por decir!). Hablaré más bien de la justicia humana, aunque destacando algunas implicaciones morales de la misma. Para otra ocasión me detendré en la justicia divina:
- La justicia es una de las cuatro virtudes cardinales (fortaleza, justicia, prudencia y templanza). La justicia es por antonomasia una virtud social, un hábito moral que propone dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece, en función del derecho, la razón y la equidad.
- El perdón no sustituye a la justicia. Se tiene que perdonar setenta veces siete, pero la justicia debe implantarse de acuerdo con las leyes justas. 
- La regla para medir la justicia no siempre es la ley del estado, sino que lo es también la ley moral natural, las normas sociales y las costumbres. De hecho, hay leyes aprobadas por referéndum, por gobiernos o por partidos elegidos democráticamente, que fueron y son terrorismo de Estado. Por desgracia, hay leyes que reflejan la degradación moral de la mayoría de un pueblo, principalmente cuando se aprueban leyes racistas que crean, protegen o instigan los crímenes contra la humanidad, la conculcación de los derechos humanos, la esclavitud, las guerras injustas, el aborto, la eutanasia, el consumo de drogas y un largo etc. Por lo tanto, debemos cuestionarnos si tenemos obligación de acatar esas leyes, además de intentar luchar para conseguir anularlas o enmendarlas. No podemos ser colaboradores de las injusticias, que perjudican a la sociedad y, sobre todo, cuando perjudican a los más débiles. La ley moral y las principales leyes humanas han establecido que la obediencia ciega, no exime de la responsabilidad individual de las personas involucradas en los hechos. 
- La justicia es opuesta a la venganza. No todas las leyes humanas son justas, pero el incumplimiento de las leyes justas tiene que tener un castigo proporcional, realmente educativo y modificador de conductas y conducente a persuadir a las personas o entidades, para que no vuelvan a repetirlo. 
- La auténtica virtud de la justicia no es una actividad que solamente tienen que practicar en cuenta los jueces, sino también los legisladores, y el gobierno que elaboran y aprueban las leyes. Todas las personas que tienen poder de decisión, sea el nivel que sea, deben procurar impartir justicia con rectitud, ajustada a las virtudes y valores humanos que la condicionan.
- Por ejemplo, dentro del ámbito de la familia, uno de los principales objetivos de los padres tiene que ser hacer el bien para lo cual tienen que reflexionar cómo van a educar a sus hijos en la virtud de la justicia y practicarla previamente en todas las decisiones que tomen. Los padres tienen que tener un gran conocimiento de las virtudes y valores humanos inherentes a la justicia, para poder impartirla con sus hijos, cónyuge y sociedad. No existe la verdadera justicia, si no va acompañada de estas virtudes y valores humanos, ya que entonces serían decisiones caprichosas y realizadas en función del estado de ánimo o de los intereses del momento. También tienen que saber cuáles son los conceptos contrarios a la impartición de justicia, para tratar de evitar que influyan en sus decisiones. Veamos un ejemplo concreto de lo que hacen los padres o de lo que dejan de hacer, y de cómo ello puede influir en sus hijos. Este hecho me fue narrado por uno de vosotros hace pocos días: “El ejemplo que nos cuentas de ese niño marroquí (en la homilía del domingo pasado), me trajo a la mente un hecho que presencié en primer término. Subíamos por la vía dolorosa (en Jerusalén a donde viajó esa persona hace poco tiempo), y había muchos niños por allí jugando; me fijé en un pequeño de unos cuatro años, aproximadamente, estaba apoyado en una esquina, y contemplaba a los que pasábamos haciendo el viacrucis; el niño me llamó la atención por su bonita y dulce carita; una de las personas se le acercó, con actitud cariñosa, para hacerle una caricia; la reacción del pequeño fue la que ves en esa foto: echó la mano al bolsillo trasero de su pantalón y apuntó a la buena mujer con la pistola que llevaba escondida. ¡Qué tristeza sentí! Cómo les inculcan a los peques el odio y el deseo de quitarnos de en medio”.
- Virtudes y valores humanos imprescindibles para que la justicia sea verdadera: Caridad. Coherencia. Compasión. Comprensión. Conciencia. Conocimiento. Constancia. Control. Coraje. Criterio. Dignidad. Discreción. Dudas. Ecuanimidad. Ejemplo. Entereza. Equidad. Escuchar. Esperanza. Estudio. Ética. Firmeza. Formación. Generosidad. Heroísmo. Honestidad. Honradez. Humildad. Igualdad. Imparcialidad. Misericordia. Moral. Objeción de conciencia. Paciencia. Perdón. Prudencia. Pudor. Razón. Rectitud. Reflexión. Respeto. Responsabilidad. Sabiduría. Sacrificio. Secreto. Sencillez. Sensatez. Severidad. Simplicidad. Sinceridad. Solidaridad. Verdad…
- Defectos que impiden que la justicia sea verdadera: Abuso. Aniquilamiento.  Arbitrariedad. Atropello. Capricho. Coacción. Crueldad. Limitación de la libertad. Imposición de una dependencia. Inmoralidad. Odio. Parcialidad. Sinrazón. Rencor. Venganza. 
- Sentencias relacionadas con la virtud de la justicia: 
Dios es eminentemente justo, pero también eminentemente misericordioso.
Es mejor sufrir una injusticia, que cometerla.
Hay que ser justos, antes que generosos.
Donde hay justicia, no hay pobreza.
Justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien, lo suyo.
La injusticia hecha a uno sólo, es una amenaza dirigida a todos.
Permitir una injusticia, significa abrir el camino a todas las que sigan. 
La injusticia es horrible, cuando es ejercida contra un indefenso.
La justicia es la verdad en acción.
La justicia se defiende con la razón y no con las armas. No se pierde nada con la paz y puede perderse todo con la guerra.
La justicia verdadera y progresiva nace del amor.
No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón.
La justicia es el control de nuestras ambiciones, para evitar el conflicto continuo con los demás.
La justicia es el respeto a los derechos del prójimo.
Si quieres la paz, lucha por la justicia.
Una cualidad de la justicia es hacerla pronto y sin dilaciones; hacerla esperar, es injusticia.
No hay, ni habrá, justicia sin amor.
No hagas a otro, lo que no quieras que te hagan a ti.
No hay justicia cuando el cielo se vacía de Dios, pues entonces la tierra se llena de ídolos.
No juzguéis, para que no seáis juzgados.
No puede haber justicia, si no somos capaces de ponernos en lugar del otro.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (B)



18-11-2012              DOMINGO XXXIII TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilia de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En el evangelio de hoy se nos habla de los últimos tiempos. Estamos ya terminando el año litúrgico B, el dedicado al evangelio según San Marcos, y estos textos se refieren al juicio final y a los últimos días. Pues bien, permitidme que os narre dos hechos, uno real y otro que bien puede serlo, y luego entramos ya en el meollo de la homilía:
            1) Este fin de semana pasado estuve en Covadonga en unos Cursillos de Cristiandad. Éramos 33 personas y estuvimos hablando de Dios, hablando con Dios, reflexionando sobre nuestra vida y pasándolo muy bien. Se nos dieron varias charlas. En ellas se nos explicaban cosas de la fe y al tiempo se nos daban también testimonios de vida. Por ejemplo, un chico comentó el siguiente episodio: Resulta que él está colaborando con un proyecto de Caritas parroquial en el que se apoya a niños y adolescentes en sus estudios dándoles clases para que suban el nivel de sus conocimientos. A estas clases van niños españoles, pero también otros niños, hijos de emigrantes, y que van más retrasados. Hay niños polacos, rumanos, de Hispanoamérica, marroquíes… Confluyen allí muy diversas culturas, modos de pensar, costumbres y religiones, y se procura tener el máximo respeto hacia todos ellos. Las clases se dan en los salones parroquiales, en donde hay posters con imágenes religiosas y crucifijos, que se usan para la catequesis. Pues bien, comentaba este chico que en cierta ocasión uno de los niños marroquíes, de unos 8 años de edad, empezó a decir (señalando para un crucifijo) que ‘menudo profeta’ teníamos los cristianos. Nuestro profeta era débil y no valía para nada, pues, al ser escupido y azotado, no había podido defenderse a sí mismo. El chico que le daba la clase le dijo que respetara la fe cristiana, lo mismo que todos los demás habían respetado la suya; pero el niño seguía insistiendo en faltar y atacar a la fe cristiana y a Cristo. El chico se dio cuenta que el niño no hablaba por sí mismo, sino que repetía lo que había oído en casa, y le dijo que, si fuera mayor, le respondería, pero, como era un niño, no era conveniente responderle por respeto. Entonces, otro marroquí de 12 años dijo: ‘Si nosotros fuéramos mayores, ¿qué nos responderías?’ Y ya el chico les dijo: ‘Si fuerais mayores os diría que, si yo estoy dando clase a todos estos niños y a vosotros mismos, se debe a ese profeta débil, escupido, azotado, asesinado y que no se ha podido ni querido defender a sí mismo. Si yo os doy clase, es porque ese profeta de burla me pide que perdone y que ame a mis enemigos y a los que no piensan como yo’. Entonces, los niños marroquíes se callaron y la clase pudo seguir sin más problemas.
            2) En una novela de José Luis Martín Descalzo sobre la Guerra civil española, se contiene un diálogo entre un teniente del ejército nacional y un sacerdote recién ordenado, que acaba de ser salvado de manos de los "ro­jos" por el teniente, cuando aquéllos iban a matarlo. El sacerdote trata ahora de salvar a los "rojos" que lo querían asesinar a él, que fueron hechos prisioneros por el teniente y sus soldados y que ahora éstos quieren fusilar por ser “rojos” y enemigos. En la tensa conversación que mantienen el teniente y el cura, aquél le dice a éste: “Usted parece creer que todas las ideologías son como la cristiana, en la que tú puedes creer en Dios y vivir como si no creyeras (pg. 226, de la novela Lobos, perros y corderos, Ediciones Destino, Colección áncora y delfín, volumen 529, Barcelona 1978).
            ¿A qué vienen estas dos historias, y qué tienen que ver con el evangelio que acabamos de escuchar? En el evangelio leímos: Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. En efecto, los niños marroquíes y bastantes musulmanes tienen la convicción de que la fe cristiana es una religión de personas débiles, pues “nuestro profeta” se ha dejado pegar y asesinar sin oponer resistencia y, además, nos manda a sus discípulos poner la otra mejilla. Pero también es cierto que otros muchos cristianos, incluso ‘practicantes’ igualmente pueden tener esta visión de Jesús y de nuestro Dios. Consideran que Dios, en la práctica, es más un Abuelo que un Padre, que va a perdonar todo, que da lo mismo hacer poco mal/bien que mucho mal/bien, pues mientras ‘no robemos ni matemos’[1] no hay problema. Asimismo consideran, como el teniente de la novela, que en la ‘ideología’ cristiana se puede creer en Dios y vivir en la práctica como si no se creyera, es decir, se puede decir que se cree en Dios, pero echarse a la espalda sus mandamientos. En la Edad Media se representaba un Jesús terrible. Era el juez que veía todo lo malo y nos condenaba al infierno por menos de un pecado venial y ahora, sin embargo, nada es pecado, nadie hace nada malo, y Dios es medio tonto y medio ciego y, además, es el culpable de todos los males del mundo: de todos los robos, de todos los asesinatos, de todas las violaciones, de todas las muertes, de todas las hambres, de todos los terremotos, de todas las guerras…, porque, pudiendo evitarlas, no hace nada. Pero el evangelio es bien claro: al final de los tiempos, Jesús volverá a la tierra y vendrá “con gran poder y majestad.
            Pero ¿a qué va a venir Jesús? También nos lo dice el evangelio de hoy: Jesús enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Y en la primera lectura dice: Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Sí, Jesús va a venir con poder. Jesús va a venir a buscar a los suyos, a quienes le permanecieron fieles en medio de las dudas, de los miedos, de las debilidades, de las tentaciones, de los pecados, de los triunfos y de los fracasos terrenos… 
             En definitiva, nuestro ‘profeta’ puede parecer débil a otros o a nosotros mismos, pero no lo es. Es un Dios fuerte, grande, misericordioso, paciente, amoroso, justo, ante quien nada se le puede esconder ni nada le permanece oculto. Por eso, dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
            - “Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios. El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena” (n. 1039).
            - “El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso […] Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El Juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte” (n. 1040).
            - Jesús hará un mundo nuevo, que se llamará Reino de Dios. En este ‘universo nuevo’ (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres. ‘Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado’ (Ap 21, 4; cf. 21, 27) (n. 1044).


¡QUE ASI SEA!


[1] En estas mentalidades robar en la empresa, o en Mercadona, o en el prado del vecino, o a Hacienda, a los hermanos en la herencia… no es robar. Asesinar con el odio, el rencor que se siente hacia otras personas, el aborto… no es asesinar.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario (B)



11-11-2012                      DOMINGO XXXII TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Nos dice el evangelio: “Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»” Vemos que la viuda pobre del evangelio entregó todo lo que tenía de limosna. Entregó todo al templo de Dios, es decir, ella entregó todo a Dios. Asimismo en la primera lectura se nos narra el caso de una viuda con un hijo único, que sólo tenían para comer un poco de harina y un poco de aceite. El profeta Elías pidió a la mujer que le preparase un pan para él, a lo que ella respondió: “Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.” En este caso, sin embargo, la viuda hizo lo que decía el profeta y le dio de comer primero a él, y luego comieron ella y su hijo.
Estas mujeres entregaron todo a favor de Dios y de los demás. No se pararon en su pobreza, en sus necesidades, sino en quién se lo pedía y a quién se lo daban (a Dios, a un hombre necesitado). Y nosotros, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar ante Dios y ante los demás? ¿Somos como los ricos del evangelio que damos de lo que nos sobra: de lo que nos sobra de nuestro dinero, de lo que nos sobra de nuestra ropa, de lo que nos sobra de nuestros “cacharritos”, de lo que nos sobra de nuestro tiempo…? Los misioneros u otras personas que van de viaje al tercer mundo y tratan, no sólo a nivel de turismo, con aquellas gentes, en seguida sacan una impresión: Son personas muy pobres, que les falta hasta lo más indispensable, pero que, todo lo que tienen, lo comparten con el recién llegado. Me contaba hace tiempo una misionera que para era común ir a predicar a los poblados y que muchas veces le alcanzaba allí la noche y debía quedarse a pernoctar. En una cabaña en la que vivía la familia entera había un único camastro, ese camastro era para la misionera y todos los demás dormían en el suelo. No había modo alguno para convencerlos de lo contrario. También me contaba esta misionera cómo niño ahorró un tiempo para poder comprar unas galletas y, cuando las compró, en seguida las empezó a repartir entre todos, incluso la misionera debió coger galletas a la fuerza. Aquí, en Oviedo, por el contrario, sé de algún caso en el que una persona invitó a otra a ir a casa, pero al mismo tiempo le dijo que no fuese a media tarde o al anochecer; la razón era ésta: si apare­cía a esas horas, entonces tendría que darle la merienda o la cena, y eso no quería hacerlo.
Vuelvo a repetir la pregunta que más arriba hacía: Y nosotros, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar ante Dios y ante los demás? ¿A quiénes nos parecemos más nosotros: a los ricos que daban de lo que les sobraba, o a las viudas que entregaban todo lo que tenían?
Me gustaría que hiciéramos una oración en esta semana comparando lo que Dios nos da, por una parte, y lo que nosotros damos a Dios y a sus hijos, por otra parte:
* Dios nos da la vida terrena y espiritual. En ocasiones, nosotros le devolvemos muerte, pues estamos enfadados con diversas personas, que son hijos de Dios, y los tenemos “muertos” en nuestro corazón con rencillas, odios, resentimientos, envidias… Ciertamente, otras veces somos como las dos viudas que nos entregamos por entero a los demás y damos vida, perdón y esperanza a los que nos rodean. El lunes vino una persona a confesarse y de penitencia le puse que hiciera realidad durante unos días ese refrán que dice: “Haz bien y no mires a quién”. Puede ser otra buena tarea para la semana que empieza.
Asimismo, en varios momentos de nuestra vida devolvemos a Dios la muerte espiritual, pues nos separamos de Él, no abrimos nuestro espíritu a su acción maravillosa mediante la oración, la lectura espiritual… y nos volvemos cada vez más incapaces para percibir su presencia en nuestra vida y en la de los demás. Llegamos a tener desconfianza de Él, y negamos, de palabra o de obra, incluso su existencia. Otras veces percibimos cómo nuestro espíritu lo busca y lo ansía y es feliz junto a Él.
* Dios nos entrega este mundo maravilloso con sus estrellas y cielos, con sus montes y mares, con sus animales y plantas. Nosotros ensuciamos el entorno de la Tierra y de la Luna con basura espacial de los restos de satélites y cohetes. Ensuciamos y contaminamos los mares; quemamos los montes y los talamos; maltratamos los animales y extinguimos especies; convertimos el vergel en zonas áridas y desérticas; convertimos las costas de rocas, plantas y playas… en casas y más casas (pelotazo urbanístico).
Podemos, en esta semana que comienza, tratar de reciclar nuestra basura y no ensuciar nuestro entorno con papeles en las calles, con ruido en las calles o en las casas, no maltratando plantas o animales…
* Dios nos entrega su amor desinteresado e incondicional. Dios nos acepta tal y como yo somos: viejo o joven, tonto o listo, feo o guapo, rico o pobre, español o rumano, de izquierdas o de derechas, del Madrid o del Barça, pecador o santo, creyente o ateo. Nosotros, en tantas ocasiones, hacemos acepción de personas; miramos nuestro interés y conveniencia; nos mostramos soberbios y arrogantes con Dios y con los demás; amamos y deseamos sólo lo joven, lo listo, lo guapo, lo rico, lo “español” (superior) frente a los que son inferiores… No amamos a Dios y a los demás con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con todo nuestro ser y para siempre… como nos pedía el evangelio del domingo pasado.
Podemos, en esta semana, procurar mostrarnos amables con los que son menos amables con nosotros y/o con los que nos son menos simpáticos.
* Dios nos entrega su paciencia. Nosotros somos impacientes con Él, cuando no nos da lo que le pedimos y cuando se lo pedimos. También somos impacientes con los demás.
¿Qué podemos hacer en este ámbito durante la semana?
* Dios se nos da por entero, se nos da siempre, se nos da para siempre. Nosotros le damos sólo las sobras y alardeamos de ello, y exigimos “intereses de usura” de eso que le damos, y exigimos, además, que se nos reconozca. En muchas ocasiones nos parecemos a Caín que ofrecía a Dios los animales más viejos, enfermos o flacos y, cuando Dios miró con más complacencia a Abel por su ofrenda desinteresada, Caín se enojó contra Dios y envidió a su hermano.
* Dios nos da su Hijo santo, vivo y que da vida. Nosotros le devolvemos a su Hijo muerto y cubierto de pecado, de nuestros pecados.
* (Sigue tú agrandando la lista).

jueves, 1 de noviembre de 2012

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario (B)



4-11-2012                              DOMINGO XXXI TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Si tuviéramos que resumir lo que Jesús anduvo diciendo y haciendo durante tres años, lo encontraríamos escrito en este evangelio. Unas palabras que bastan por sí solas, unas palabras hechas para pensar y para orar sobre ellas.   En efecto, Jesús nos dijo muy claramente, con su vida y con su boca, cuál es el mandamiento principal: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser... Amarás al próji­mo como a ti mismo”.
            - Veamos a continuación dos historias concretas de amor y de cumplimiento del mandamiento. La primera se titula “Cicatrices de amor”. La segunda está sacada de un periódico y se escribió con el siguiente titular: “Una madre canadiense gana una huelga en su propia casa”[1].
            1) “Cicatrices de amor”: “En un caluroso día de verano, un niño decidió ir a nadar en la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró al agua y nadaba feliz. No se daba cuenta que un cocodrilo se le acercaba. Su mamá, desde la casa, miraba por la ventana y vio con horror lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndola, el niño se alarmó y giró nadando hacia su mamá. Pero fue demasiado tarde. Desde el muelle, la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caimán le agarraba sus piernecitas. La mujer tiraba de los brazos del niño con todas sus fuerzas. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada, y su amor no la abandonaba. Un hombre que escuchó los gritos se acercó al lugar con una pistola y mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar. Un día un periodista fue a verle al hospital y preguntó al niño si quería enseñarle las cicatrices de sus pies. El niño levantó la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo, se remangó las mangas de los brazos y, señalando hacia las cicatrices en sus brazos, le dijo: -Pero las que usted debe ver son éstas. Eran las marcas de las uñas de su mamá, que habían presionado con fuerza en sus brazos. –Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida.
            Conclusiones: a) El que ama siempre está vigilante sobre quienes ama; b) ese amor nos da unas fuerzas sobrehumanas frente a todas las adversidades; c) ese amor da sentido a todo lo que vivimos y nos dice en nuestro interior para qué y para quién vivimos; d) ese amor hace que podamos ser heridos por las uñas de quienes nos aman; e) puede que nos rebelemos un día contra quien nos hiere con sus uñas, pues pensamos que nos quiere hacer daño y, sólo con el tiempo, descubriremos que lo único que quería era salvarnos de los cocodrilos que nos rodean. A esos cocodrilos nosotros los podríamos ver, en aquel tiempo, como amigos o como algo bueno, pero no lo era.
            2) La huelga de una madre. “El 1 de octubre de 2012 Jessica Stilwell declaraba una silenciosa batalla en su hogar. Harta de limpiar, ordenar y recoger todo lo que sus hijas adolescentes dejaban tirado por la casa, había decidido declararse en huelga. Su marido la apoyaba. Iban a ser unos días difíciles, pero el fin lo merecía. ‘Primer día de no recoger, ordenar, lavar, limpiar, recordando o regañando’, relataba esta madre canadiense en su blog. El matrimonio limpiaba y lavaba sólo lo que ellos ensuciaban. ‘A las 18:00 horas los platos del desayuno y los de la cena aún están en la mesa. El lavavajillas está desbordado, los zapatos y mochilas están en medio del pasillo. Hay calcetines sucios, botellas vacías de Gatorade y kleenex usados detrás de mi sofá’. Ella, sentada, se tomaba un vaso de vino mientras una de sus hijas le preguntaba por qué actuaba de forma tan extraña. Durante el fin de semana se había dado cuenta de que sus hijas, dos mellizas de 13 años y una más pequeña de 10, incumplían con los encargos que tenían desde pequeñas y debía hacerles comprender que ‘su madre no era su empleada’, según explicó a la BBC. ‘Me di cuenta de que estaba haciendo todo por ellas, porque me resultaba más fácil; así que, cuando mi esposo volvió de jugar al golf, le dije: «Ya está. Mañana empezamos una huelga»’. Con sentido del humor fue relatando en su cuaderno de bitácoras el esfuerzo que le supuso ver cómo el caos se apoderaba de su casa día a día. ‘He aprendido muchas cosas hoy’, escribía el día 2. ‘Los cereales con leche de una taza comienzan a oler mal mucho antes de lo que cabría esperar’ y ‘si dejas el lavavajillas abierto todo el día con platos sucios, el perro lamerá todo’. La mugre se extendió por la casa. Al cuarto día descubrieron algo parecido al queso en un vaso de leche abandonado. Como las niñas no limpiaban las bolsas en las que acostumbraban a llevar el almuerzo al colegio, tuvieron que utilizar bolsas de plástico de las que se usan para recoger los excrementos del perro, una humillación para ellas. A los seis días de huelga, las hijas se pelearon entre sí, culpándose unas a otras del estado de la casa. La discusión terminó volviéndose contra los padres. ‘Su enojo de por qué no había limpiado me hizo reír’, señaló Jessica, que acabó explicando a sus hijas los motivos de su huelga. Al final, las tres se disculparon y le dieron las gracias. ‘Cerré los ojos y me imaginé que acababa de subir el Monte Everest y mientras estaba en la cima de la montaña gritaba «¡Eso es! ¡He ganado!»’. Ese mismo día escribía con sorna en su blog: ‘Odio decepcionar a todos... pero anoche cedieron los tres niños. La huelga ha terminado’. Al término de la experiencia, Jessica Stilwell señalaba que estaba ‘muy orgullosa’ de sus hijas y que le gustaría ‘darles el mundo entero’, pero se había dado cuenta de que ‘estaba haciéndoles un flaco servicio. Las estaba programando para el fracaso. Me da miedo pensar que estamos educando una generación de jóvenes cuya actitud de vida será «y tú, ¿qué estás haciendo para mí?»’. En última entrada en el blog, hace dos días, señalaba que ahora se puede tomar un tiempo para ella: ‘Mi vida parece estar acomodándose un poco’”.
            Conclusiones: a) amar no significa hacer TODO por la persona amada, sino y sobre todo procurar que esa persona crezca interiormente en responsabilidad, laboriosidad, honestidad, sacrificio, constancia, paciencia…; b) es más fácil hacer lo que le corresponde a los otros ‘para tener la fiesta en paz’, que enseñar; c) la madre enseñaba y exigía responsabilidades a las hijas, pero lo hacía con su boca. Sin embargo, las hijas sabían que tenían que escucharla y no hacer nada, pues, al final, la madre acabaría haciéndolo por ellas; d) para enseñar se puede usar un lenguaje de palabras o de hechos. En este caso concreto, el primero no le funcionó a la madre y usó el lenguaje de hechos, que funcionó de maravilla; e) amar es mantenerse firme en lo que es justo y la madre no les ahorró la humillación de que llevasen la comida al colegio en bolsas de basura. Si la madre hubiera claudicado con esto para que los demás no pensasen…, todo se hubiera perdido; f) amar es ayudar al otro ahora y para siempre. Por eso, la madre se dio cuenta que en realidad educaba a sus hijas para el fracaso al hacer TODO por ellas y para ellas.
            - Sólo podemos amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todo el ser, cuando hemos experimentado ese mismo amor de Dios hacia nosotros. En efecto, sólo Dios nos ama de verdad CON TODO SU CORAZON, CON TODA SU ALMA, CON TODA SU MENTE, CON TODO SU SER. Y sólo podemos amar a Dios de esa manera cuando usamos el mismo amor que Él nos está dando.
            ¿Cómo sé yo que Dios me está amando? Hay muchas maneras, pero yo personalmente lo descubro cuando percibo que siempre está vigilante sobre mí, cuando me da fuerzas para tirar adelante, cuando da sentido a mi vida de cada día (el porqué y para qué), cuando me hiere con sus uñas para librarme de los cocodrilos (de los que veo como tales y de los que me parecen buenos o inocuos), cuando lucha por hacerme crecer interiormente y no me trata como un niño malcriado, caprichoso y consentido, cuando me deja asumir las consecuencias de mis acciones, cuando me enseña de palabra y de obra, cuando me ama de palabra y de obra…

[1] Se puede pinchar o copiar este enlace para ver las fotos que la madre huelguista colgó en su blog: http://www.abc.es/20121029/familia-padres-hijos/abci-madre-canadiense-gana-huelga-201210291144.html