jueves, 31 de enero de 2013

Domingo IV del Tiempo Ordinario (IV)



3-2-2013                                 DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO (C)

Homilía del Domingo IV del Tiempo Ordinario (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En la primera lectura escribe el profeta Jeremías unas palabras que un día Dios mismo le dirigió a él: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré”. Y en el Salmo 70, que acabamos de escuchar, se dice: “Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas”. Y estas dos palabras golpearon mi espíritu, pues en tantas ocasiones miro para los jóvenes y adolescentes que me rodean y percibo una serie de deficiencias y carencias importantes. En otras ocasiones miro dentro de los templos y no veo casi jóvenes ni adolescentes. Ellos están alejados de la Iglesia católica en Asturias, y la Iglesia católica de Asturias está alejada de ellos. Es como si se dieran la espalda mutuamente, como si no se necesitaran: una a los otros, ni los otros a la una. Finalmente, tantas veces, padres o abuelos o los mismos jóvenes y adolescentes me comentan los problemas que tienen entre sí en sus casas. Sé que lo que planteo es un caso muy complejo, pero, al menos, sí que quisiera decir algo que nos ayudara a pensar-orar sobre este tema.
Sería de una gran miopía ver la mayor parte de la problemática de los jóvenes y adolescentes únicamente en… su relación con la Iglesia católica. Su problemática abarca al ámbito de la religión, de la escuela y del instituto, de sus amistades y diversiones, de la sociedad y de su familia. Así, están teniendo una cierta fama dos programas televisivos: ‘Supernanny’ y ‘Hermano mayor’, los cuales tratan, el primer programa, de diversos casos de niños, de muy pocos años de edad, y que son los auténticos ‘reyezuelos’ de sus casas y, el otro programa, trata de adolescentes y jóvenes que hacen la vida imposible a sus padres con comportamientos que rayan casi en la delincuencia. Voy a narraros ahora un caso que copié del periódico ABC (27-9-09):
“La Fiscalía General del Estado alertaba esta semana del ‘preocupante’ incremento de las agresiones de adolescentes contra los miembros de su familia. Con la intención de entender esta problemática, ABC se ha introducido en el infierno vivido por uno de sus protagonistas: Rafa ha cumplido la mitad de la medida judicial que le impuso el juez, cinco meses, de los cuales dos estuvo completamente aislado de su familia debido a una orden de alejamiento. Aún le quedan otros cinco para reflexionar, aprender a controlarse y a aceptar que quien tiene la autoridad no es él, sino sus padres. ‘Todavía nos queda mucho trabajo por hacer’, explica este chico de 17 años, cuya vida ha cambiado por completo desde que convive con otros siete chavales que, como él, cometieron un delito de violencia doméstica contra sus progenitores. ‘Al principio yo pensaba que quienes estaban equivocados eran mis padres y ellos que era yo. Cuando los psicólogos les decían que tenían que cambiar el modo de actuar, a ellos no les gustaba y a mí tampoco, porque yo me creía el cabeza de familia, y se tenía que hacer lo que yo decía’.
‘Estás denunciado’
Un día de abril todo se nubló para la familia de Rafa. Algo, una nimiedad como tantas otras veces, desencadenó una ‘bronca’ en el domicilio. Además de los gritos y amenazas, el trauma finalizó con un padre lesionado y con toda la paciencia que quedaba por gastar. ‘Estás denunciado’, fueron las últimas palabras que Rafa escuchó esa noche de su magullado padre, pero no se las creyó, porque no era la primera vez que las escuchaba -hasta cuatro veces llegó a acudir la policía en los años anteriores a su casa, una de las cuales el conflicto finalizó en un hospital- y pensaba que no sería la última. A la mañana siguiente, la Policía se dirigió al instituto donde Rafa cursaba 1º de Bachillerato para detenerlo. Durante las nueve horas que permaneció en la comisaría, hasta que fue conducido a las dependencias judiciales a la espera del juicio, Rafa sólo pensaba en que esa tarde debía quedar con sus amigos. ‘Cada día era como si estuviera en fin de semana para mí; tenía que hacer por fuerza lo que yo quería’. Y ese día, Rafa sólo sentía impotencia, porque esa tarde no podría salir.
El calabozo, lo más duro
Desde la comisaría, Rafa fue conducido al Juzgado de Menores, donde pasó una de las noches más difíciles de su vida. ‘Entiendo que fue una decisión muy dura para mis padres y que lo hicieron para salvarme la vida en cierto modo, pero creo que no me lo merecía’. Rafael recuerda que compartió ‘castigo’ esa noche con delincuentes habituales, cuyas faltas para el adolescente eran mucho más graves que la suya: ‘Me metieron en un calabozo con chicos que habían robado o violado y, no creo que pegarte con tu padre sea comparable’, destaca. ¿Qué significó para él? Fue una auténtica jornada de reflexión. En ese instante se dio cuenta de lo que había hecho; no logró conciliar el sueño en toda la noche. Una vez allí, el susto fue enorme. ‘Me sentía fatal’. Los educadores de Rafa coinciden en señalar que fue duro, pero sin duda también lo fue para los padres; ‘es complicadísimo denunciar a tu hijo’ sostienen quienes trabajan en el centro con el caso de Rafa, pero es necesario hacerles comprender que es lo mejor que pueden hacer para ellos, cuando se produce una agresión de este tipo. Hoy, cinco meses después, Rafa es capaz de referirse a ese momento como un punto de inflexión en su trayectoria. ‘A mí me sirvió, me cambió mucho esa noche, porque empecé a arrepentirme de verdad, a reflexionar; antes nunca lo había hecho’. La noche anterior fue una vez más, ‘pegué a mi padre, porque no aguantaba que me mandase, que me diera órdenes’ y pensaba que ‘yo era el que dictaba las normas y debían hacer lo que quisiera’. Además, la distancia le ha otorgado la certeza de que el calabozo no hubiera sido suficiente: ‘Si hubiera regresado a casa a la mañana siguiente, tarde o temprano el episodio se hubiera repetido’. Cualquier cosa detonaba una discusión, y en el momento que protagonizaba su particular infierno, no era capaz, y tampoco lo intentaba, de controlarse. ‘No era yo mismo; quería pasar el fin de semana entero fuera de casa y aunque mis padres me dijeran que con 15 años no podía, por eso me escapaba’. Ahora tiene claro que no quiere volver a esa vida. Pero siente miedo de que la ira vuelva a aparecer y se repita el incidente”.
            - Conclusiones:
            * Para los demás: Lo mismo que, como dice el Salmo 70, Dios busca instruir a los jóvenes y eso queda en ellos grabado, de por vida, también nosotros hemos de procurar realizar lo mismo sin desfallecer en los que están a nuestro lado: cuando son bebés, cuando son niños, cuando llegan a la adolescencia, a la juventud y en todos los momentos de su vida. Nunca se puede dar nada por acabado. Estoy conociendo demasiados casos del llamado ‘demonio meridiano’ o ‘meridiano de los 40 a los 50’, en que hombres y mujeres (más hombres) echan por la borda su vida, su familia, su trabajo, sus amistades por una ‘juventud’ que se les escurre entre los dedos.
            * Para nosotros mismos: Dice San Pablo: “El que crea estar seguro, que tenga cuidado, no sea que se caiga” (1ª Co. 10, 12). Pues así nosotros. Nunca hemos de considerarnos ya salvados, ya sabios, ya fuertes, ya cristianos acabados en ningún momento de nuestra vida. Siempre hemos de estar en actitud humilde. No podemos ni debemos considerarnos buenos y santos por nuestras propias fuerzas. Sólo el Señor puede hacerlo en nosotros. Sólo así se entienden las palabras que Dios dirigió al profeta Jeremías: “Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país […] Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte”.

jueves, 24 de enero de 2013

Domingo III del Tiempo Ordinario (C)



27-1-2013                              DOMINGO III TIEMPO ORDINARIO (C)
Queridos hermanos:
            El viernes, 25 de enero, hemos terminado la semana de oración por la unidad de todos los cristianos para unirnos bajo la única y misma Iglesia de Cristo Jesús. Voy a decir algunas ideas sobre ello, pero sobre todo de la Iglesia:
            - En esta semana, que he estado en cama de gripe, aproveché para leer un libro sobre la historia el siglo pasado, concretamente desde 1933 hasta 1949. Se hace un relato novelado del nazismo y de la 2ª Guerra Mundial. Se trata de una ficción en lo que fue realidad: con unos personajes de novela se muestran hechos reales de aquellos tiempos. En alguna de las páginas del libro se narra la decisión de Hitler de matar a todos los discapacitados físicos o psíquicos y cómo se empezó a realizar esto en hospitales alemanes. Algunos de los protagonistas acuden a un pastor protestante para que denuncie estos hechos. Así lo hace este pastor y escribe a uno de los ministros de Hitler pidiéndole cuentas y que pare esas acciones. Pero enseguida el pastor protestante recibe la visita de la Gestapo, que humilla y aterroriza a los cinco hijos del pastor y a su mujer. El pastor es obligado a escribir otra carta al ministro pidiendo disculpas. Los feligreses del pastor dicen que no volvió a ser el mismo: era un hombre derrotado, hundido y asustado. Poco tiempo después los protagonistas de la novela acuden con pruebas irrefutables del asesinato de los discapacitados a un sacerdote católico de 27 años y le vuelven a confirmar la historia. Este sacerdote inmediatamente predica en la Misa de su parroquia sobre el quinto mandamiento de la Ley de Dios: No matarás, y denuncia estos crímenes horrendos. Un obispo católico se hace eco de esta homilía y predica también sobre ello y se hacen copias de la predicación del obispo, la cual se reparte por toda Alemania. Al joven sacerdote católico lo detiene la Gestapo y le torturan para que delate a quienes le dieron las pruebas. Le ponen electrodos en las partes más sensibles de su cuerpo, pero él no delata a nadie. Finalmente, lo matan con las descargas eléctricas. Sin embargo, Hitler da orden de parar el programa de aniquilamiento de discapacitados.
            - ¿A qué viene este relato? ¿Para destacar la fuerza y la supremacía del sacerdote católico sobre el pastor protestante? NO. Ambos forman parte de la única Iglesia de Dios, del mismo Cuerpo de Cristo Jesús. En distinta medida, pero son de la misma Iglesia y del mismo Cuerpo. Uno queda amedrentado en el relato de la novela, y el otro toma el relevo. En otras ocasiones no podrá seguir el sacerdote católico y lo hará por él el pastor protestante. (Y lo que digo con este ejemplo novelesco, se puede afirmar en tantos casos reales a lo largo de la historia, de los tiempos y de los lugares). Sí, en aquellos clérigos alemanes se cumplió el maravilloso texto de San Pablo sobre la Iglesia de Dios, sobre el Cuerpo de Cristo, al que nosotros pertenecemos por especial regalo de Dios. “Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito»”. Y un poco más adelante dice: “Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro”. Los sacerdotes católicos necesitamos a los pastores protestantes, los pastores protestantes necesitan a los sacerdotes católicos. Si cada uno de nosotros buscamos que crezca nuestro ego o nuestro grupo (es lo mismo), entonces no nos entenderemos ni estaremos en línea con Cristo Jesús. Pero si cada uno de nosotros buscamos que crezca Dios y el hombre, entonces sí que nos entenderemos; entonces sí que nos alegraremos y entristeceremos con los demás, aunque no piensen como nosotros.
            - A modo de reflexiones finales:
            1) Dios nos ha elegido para formar parte de su maravilloso Cuerpo-Iglesia. Nos ha elegido Él, y no hemos sido nosotros los que simplemente hemos elegido ser parte del Cuerpo, de la Iglesia.
            2) En este Cuerpo y en esta Iglesia todos somos necesarios y todos tenemos una función. Nadie es más importante que nadie. No es más importante el párroco que el monaguillo o que la mujer del quinto banco. No es más importante el obispo que el párroco. No es más importante el catequista que el niño que acude al catecismo de 1ª Comunión. Todos nos necesitamos y todos debemos cuidarnos. Hay una imagen preciosa sobre las flores y los santos en la Iglesia que se me quedó grabada la primera vez que leí Historia de un alma, de Santa Teresita del Niño Jesús. Escribe ella: Comprendí que todas las flores que Él ha creado son hermosas y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume, ni a la margarita su encantadora sencillez; comprendí que si todas las flores quisieran ser rosas la naturaleza perdería su gala primaveral, y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas”. Lo que quería decir Santa Teresita, como nos dice hoy San Pablo en la segunda lectura, es que Dios se complace en lo más grande y en lo más pequeño. Lo uno realza lo otro y no podemos ni debemos prescindir de nada ni de nadie en la Iglesia de Cristo.
            3) Finalizo hablando un poco más de la Iglesia[1], a la que amo y a la que necesito. En mi vida como cristiano y como católico he comprobado que las personas de fe tenemos nuestra propia trayectoria y que Dios nos va haciendo descubrir en distintos momentos y etapas lo que importa en la fe y lo que nos ayuda a llegar a Él. TODOS los componentes de lo que importa en la fe y lo que nos ayuda a llegar a Dios lo tienen los santos. Nosotros sólo tenemos, de momento, algunas de estas cosas y son regalos de Dios. Voy a ir diciendo algunos de estos componentes para que los podamos reconocer y agradecer (se pueden expresar de otros modos): a) el amor a Dios Padre, b) la cercanía a Jesús, c) el descubrimiento del Espíritu Santo, d) María nuestra Madre, e) la Sagrada Escritura como Palabra de Dios y fuente de Vida, f) el amor y el respeto al hombre concreto como criatura de Dios, g) la necesidad de la oración y del silencio, h) el sentimiento de nuestra propia miseria y, a pesar de ello, de que Dios nos tiene de su mano, i) la certeza de la Vida Eterna, j) la necesidad de la Iglesia como madre que nos acoge… Esta última es de las más difíciles de descubrir en estos tiempos que vivimos. Termino con la frase de un autor católico inglés, Chesterton: “Quien no ama a la Iglesia, ve los defectos de sus hijos e hijas. Quien la ama, los ve mejor: pero no ve solamente los defectos, ve también sus virtudes”.


[1] La Iglesia son mis feligreses de la UPAP de La Peña, las personas que se acercan con problemas y con alegrías, las personas que no se acercan, los que han muerto y gozan ya de Dios, los que han muerto y no gozan aún de Dios y tantos más.

jueves, 17 de enero de 2013

Domingo II del Tiempo Ordinario (C)



20-1-2013                               DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO (C)
Queridos hermanos:
            1) Hoy comenzaré la homilía con un cuento: “Hace muchos años un ateo caminaba por un lugar peligroso y, habiendo resbalado, cayó por un precipicio. Mientras caía, pudo agarrarse a una rama de un pequeño árbol y quedó suspendido a trescientos metros de las rocas del fondo. Aquel hombre sabía que no podría aguantar mucho tiempo en aquella situación. Entonces tuvo una idea: ‘¡Dios!’, gritó con todas sus fuerzas. Pero sólo le respondió el silencio. ‘¡Dos!’, volvió a gritar. ‘¡Si existes, sálvame, y te prometo que creeré en ti y enseñaré a otros a creer!’ ¡Más silencio! Pero, de pronto, una poderosa voz, que hizo retumbar todo el cañón, casi le hace soltar la rama del susto: ‘Eso es lo dicen todos cuando están en apuros’”.
            Hay un refrán muy castellano que dice así: “De Santa Bárbara sólo nos acordamos cuando truena”. El significado está bastante claro: en tantas ocasiones los hombres andamos muy despreocupados y a lo nuestro hasta… que un problema o un sufrimiento se nos viene encima, y entonces sí que diligentemente nos ponemos a rezar, o a quejarnos, o a echar la culpa a los otros, o a actuar, aunque a veces ya sea tarde para esto último.
            Sin embargo, este refrán tiene que ser matizado. En efecto, si truena para otros y no para nosotros o para los nuestros, entonces no nos acordamos de Santa Bárbara. Por ello, propiamente el refrán tendría que sonar algo así como “de Santa Bárbara sólo nos acordamos cuando nos truena a nosotros o a los nuestros”.
            2) Dicho esto vamos ya con el evangelio de hoy. Es el archiconocido texto de las bodas de Caná y la conversión del agua en vino. En tiempos de Jesús, en los pueblos de Israel la gente era muy pobre, casi no tenía dinero y no podía encargar a un restaurante la comida de bodas. ¡No había dinero! Por ello, las familias iban guardando parte de la cosecha de vino para cuando llegasen las bodas de los hijos. También se hacía lo mismo con los animales que tenían, como ovejas, ca­bras, etc. Las bodas se cele­braban en las casas y duraban varios días, en los cuales los invitados comían y bebían allí. Para la mayoría de los invitados era la oca­sión de quitar el hambre o, al menos, de comer unos manjares que habitualmente no estaban en sus mesas. (En cierta ocasión me contaba un minero muy mayor que se había casado hacia el año 1930 y que ‘la boda se comió’ en casa. Me decía que, pasados 2 ó 3 días de la ceremonia en la iglesia, la gente aún no se marchaba de la casa y les estaban acabando con todas las existencias, por lo que los novios se fueron unos días de luna de miel a León y fue la forma de ‘echar de casa’ a todos aquellos invitados).
En esta boda de Caná, que nos narra el evangelio, o los novios no calcularon bien la cantidad de vino que deberían tener a su disposición, o hubo más gente de la esperada; el caso es que el vino se acababa. Si esto sucedía, a los recién casados les iba a que­dar un estigma ante todo el pueblo y ante los conocidos que pasaría de padres a hijos y a nietos. Para la gente se­rían siempre los novios a los cuales se les acabó el vino. La Virgen María sabía lo que esos motes y esas palabras hirientes suponían en un pueblo. Por eso, María avisó a Jesús y Él se preocupó de ayudar a los recién casados. Se trataba de un problema poco importante, y que no tenía relevancia en la historia de la salvación de la humanidad. Pudiera parecer una broma de mal gusto que todo un Dios realizase este primer milagro: convertir agua en vino para que la gente beba y se embo­rra­che. ¡Fue un mal uso de un poder sagrado!
¿Por qué hizo Jesús este milagro concreto, si no era un problema importante para la salvación de la humanidad? Quizás otros tengan otras respuestas; la mía es la siguiente: Jesús no hace milagros para que la gente crea en Él o en Dios. Jesús sólo vino a ayudar a que la gente se encuentre con Dios y con los demás hombres, y a mostrarles el amor de Dios. Por ello, Jesús se preocupa de sus cosas más sencillas. ¡Lo que es importante para los hombres es importante para Jesús, para Dios! En aquel mo­mento lo importante para los novios era que no tenían vino y que la gente se iba reír de ellos durante toda su vida e incluso en vida de sus hijos y nietos. Jesús se preocupó de ellos.
Si examinamos otras partes de los evangelios veremos cómo Jesús estuvo siempre pendiente de los hombres y de sus circunstancias concretas: 1) estuvo pendiente de Zaqueo, de su soledad y de su deseo de cambio; 2) estuvo pendiente de María Magdalena, una mujer zarandeada por la vida y por los hombres, una mujer deseada, pero no amada; 3) estuvo pendiente de la muerte de Lázaro, y de cómo quedaban sus hermanas y lloró con ellas su ausencia; 4) estuvo pendiente de la viuda de Naín, que perdió a su hijo único; 5) estuvo pendiente de la adúltera pillada ‘in fraganti’ y la libró por el mismo delito que había ella cometido: si ella había pecado, ¡los que la querían matar tampoco estaban libres de pecado!; 6) estuvo pendiente de la samaritana y de una búsqueda de sentido de vida que le hacía ‘peregrinar’ de hombre en hombre sin encontrar más que vacío; 7) estuvo pendiente de abrazar y besar a los niños que los apóstoles querían alejar de Él… Por esos detalles de Jesús para con todos los hombres de todo lugar y condición se entienden perfectamente aquellas palabras de Jesús llenas de ternura para Dios y para sus hijos, los hombres: “hasta los pelos de la cabeza los tiene (Dios) contados” (Mt 10, 30). Si Dios se fija en un cabello que cae de nuestra cabeza, cómo no va a darle Jesús importancia a unos novios que iban a servir durante muchos años de mofa para toda la aldea y sus contornos, porque se les acababa el vino de su boda. Sinceramente, a mí me enternece y hace más bien a mi fe el detalle tierno de Jesús con estos recién casados para evitarles un ‘sambenito’ que el mismo milagro de convertir agua en vino.
3) Decía el refrán castellano: “De Santa Bárbara sólo nos acordamos cuando truena”. Es cierto, cada uno se ocupa de sí cuando tiene algún problema, pero también es cierto que Dios se ocupa de todos. En efecto, a Jesús siempre ‘le truena’. A nosotros nos truena, si nos truena a nosotros o a los nuestros. Pero a Jesús –repito–, siempre que nos truene a nosotros, siempre… le tronará a Él. Pienso que ésta es una de las muchas enseñanzas que se pueden sacar del evangelio de hoy.
¿Qué podemos hacer nosotros, los que creemos en Jesús y queremos seguir sus pasos? La inmensa mayoría de nosotros no podremos hacer milagros del estilo de convertir agua en vino, pero sí que podemos hacer otros milagros: los de estar pendiente de los demás (cómo Él nos enseñó) y que, cuando a los otros les truene, aunque no nos truene a nosotros ni a los nuestros, por nuestra fe en Cristo Jesús, también el rayo que cae sobre los otros nos queme como si cayera sobre nosotros mismos. Si hacemos estos, siempre ‘nos acordaremos de Santa Bárbara’, es decir, de Dios y de sus hijos.

¡Que así sea!

jueves, 10 de enero de 2013

Bautismo del Señor (C)



13-1-2013                               BAUTISMO DEL SEÑOR (C)

Homilía del Bautismo del Señor from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Homilía de la preparación o catequesis para el Bautismo.
            El domingo pasado, día de la Epifanía del Señor, leíamos el evangelio en el que se nos narraba la visita que los magos de oriente hicieron al Niño Jesús, recién nacido. En el domingo de hoy, día del Bautismo del Señor, se nos narra el comienzo de la vida pública de Jesús.
En el evangelio de San Lucas leemos: “Cuando Jesús comenzó su ministerio, tenía unos treinta años…” (Lc. 3, 23). Pero, ¿qué fue lo sucedió entre el episodio de los Magos, cuando Jesús estaba recién nacido, y el inicio de la vida pública de Jesús? ¿Qué fue de la vida de Jesús durante esos 30 años? En el evangelio sólo se nos dan dos datos: a) que Jesús fue con sus padres a Egipto y estuvo allí sus primeros años de vida, y b) que, habiendo regresado a Nazaret y con 12 años de edad, estuvo en una peregrinación con José y María en el templo de Jerusalén.
            Estos vacíos en la vida de Jesús han querido ser rellenados por los que se denominan los evangelios apócrifos, es decir, escritos sobre la vida de Jesús, pero que no se consideraron por la primitiva Iglesia como inspirados por Dios. Veamos un ejemplo en el evangelio apócrifo de Tomás: “El hijo de Anás, el escriba, se encontraba allí, y, con una rama de sauce, dispersaba las aguas que Jesús había reunido. Y Jesús, viendo lo que ocurría, se encolerizó, y le dijo: ‘Insensato, injusto e impío, ¿qué mal te han hecho estas fosas y estas aguas? He aquí que ahora te secarás como un árbol, y no tendrás ni raíz, ni hojas, ni fruto’. E inmediatamente aquel niño se secó por entero. Y Jesús se fue de allí, y volvió a la casa de José. Pero los padres del muchacho muerto lo tomaron en sus brazos, llorando su juventud, y lo llevaron a José, a quien reprocharon tener un hijo que hacía tales cosas. Otra vez, Jesús atravesaba la aldea, y un niño que corría, chocó en su espalda. Y Jesús, irritado, exclamó: ‘No continuarás tu camino’. Y, acto seguido, el niño cayó muerto. Y algunas personas, que habían visto lo ocurrido, se preguntaron: ‘¿De dónde procede este niño, que cada una de sus palabras se realiza tan pronto?’ Y los padres del niño muerto fueron a encontrar a José, y se le quejaron, diciendo: ‘Con semejante hijo no puedes habitar con nosotros en la aldea, donde debes enseñarle a bendecir, y no a maldecir, porque mata a nuestros hijos’”. ¿A que es muy duro y negativo lo que aquí se dice sobre Jesús?
            Bien, descartados los evangelios apócrifos como fuentes de la vida de juventud de Jesús, ya que sus hechos no se corresponden con lo que Él nos predicó e hizo en su vida pública[1], ¿qué podríamos decir de la vida oculta de Jesús? Esto nos interesa porque en el evangelio se nos dice que Dios proclamó desde el cielo a Jesús de este modo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”. Sí, las lecturas de hoy nos dicen de Jesús que Él abrirá los ojos de los ciegos, que sacará a los hombres de sus prisiones (físicas, psicológicas, morales y espirituales), que les dará luz, y que no quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo vacilante[2]… Jesús hará eso a partir de los 30 años, a partir de que comience su vida pública, pero –vuelvo a repetir– ¿qué hizo antes de cumplir los 30 años? Muy sencillo: Jesús se estuvo preparando para esta tarea ingente que el Padre le había encomendado. En cuanto verdadero Dios, Jesús ya estaba preparado. En cuanto verdadero hombre, Jesús tenía que prepararse. Lo mismo que, cuando un adulto se quiere bautizar, ha de realizar una catequesis, un catecumenado preparatorio, también Jesús tuvo que hacer una “catequesis” preparatoria durante 30 años para ser bautizado en el Jordán y para desarrollar la misión a la que había sido llamado por Dios Padre.
            Y en el día de hoy quisiera destacar dos ideas: 1) La necesidad que tenemos los hombres de vivir una vida tranquila, serena, rutinaria, sencilla, es decir, una vida normal. A veces podemos pensar que los grandes hombres han hecho grandes gestas, y esto es así; pero estos hombres han podido realizarlas porque han llevado una vida bastante normal durante la mayor parte de su vida. En nuestra existencia puede haber un 5% de hechos extraordinarios, pero el resto 95% es una vida compuesta de hechos normales y repetidos. 2) La vida “rutinaria” nos prepara para las grandes decisiones y acontecimientos. Sin esa preparación, los hombres no podríamos llegar a hacer cosas importantes. Un título universitario conseguido en una graduación es el resultado final de muchas horas… de estudios, de clases, de privaciones, de errores, de logros… Una amistad es el resultado de tanto tiempo dedicado al amigo, de tantos momentos en los que se compartió lo bueno y lo malo, de tantos momentos en que se perdonó y se fue perdonado, de tantos momentos en que se amó y se fue amado…
            Jesús no fue simplemente un hombre que ya estaba tan preparado para la misión del Padre a los 30 años, como a los 15 años, como a los 4 años de edad. Él necesitó prepararse y ser preparado para cumplir lo que se nos dice en las lecturas de hoy. Ciertamente no sabemos qué sucedió durante los 30 años primeros de vida de Jesús. Pero lo que sí podemos suponer es que, como nos dice la Escritura, Jesús vivió bajo la autoridad de sus padres siendo un buen hijo. Jesús trabajó y ayudó en casa para traer el pan a la mesa. Jesús respetó y amó a sus padres. Jesús oró y pasó tiempo hablando con su Padre Dios. Jesús practicó las virtudes humanas de la paciencia, de la laboriosidad, de la responsabilidad, de la honestidad, de la veracidad, de la austeridad; y también practicó las virtudes de la caridad, de la esperanza, de la fe, del amor a Dios y a los que le rodeaban. Jesús vivió, sufrió y experimentó la vida ordinaria con los hombres de su tiempo y que estaban a su alrededor. Jesús acudió a la sinagoga semanalmente a escuchar la Sagrada Escritura: los profetas, los salmos, los hechos del pueblo de Israel en Egipto y antes de Egipto…
            Una vez que Jesús estuvo preparado y hubo hecho la “catequesis” para el Bautismo, entonces fue empujado por el Espíritu Santo hasta el Jordán para ser bautizado por su primo Juan el Bautista.
            A modo de conclusión quisiera subrayar hoy dos cosas:
            1) Aceptemos y amemos nuestra bendita vida ordinaria, que supone la mayor parte de los años de nuestra existencia. No estemos intentado hacer o que nos sucedan cosas extraordinarias a cada instante. De los 33 años de vida de Jesús, 30 los vivió de un modo ordinario y rutinario.
            2) Aprovechemos esta bendita rutina, que forma la mayor parte de nuestra vida, para prepararnos a responder a la voluntad de Dios en las grandes ocasiones y en el día a día de nuestra vida.


[1] Recordad que en la segunda lectura, cuando San Pedro nos habla de Jesús, dice de Él: “Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien. Si Jesús pasó su vida haciendo el bien, como nos dice San Pedro, no pudo Jesús, siendo niño, haberse encolerizado fácilmente contra los demás, ni pudo insultarles con palabras como “insensato, injusto, impío”, ni pudo haber matado a unos niños que jugaban con las aguas de un arroyo o que accidentalmente chocaron contra Él.
[2] Está imagen está tomada por el profeta Isaías de los juicios israelitas en los que estaba encendida una mecha o puesta una caña. Si el acusado era declarado culpable, se significaba esta culpabilidad apagando la mecha o rompiendo la caña. Con esta imagen el profeta quiere decir que, cuando a uno van a declararlo culpable y por ello tiene la mecha humeante o la caña cascada, el elegido de Dios (Jesús) no apagará dicha mecha ni terminará de romper tal caña, pues siempre procurará salvar al hombre.

miércoles, 2 de enero de 2013

Epifanía (C)



6-1-2013                                             EPIFANIA (C)

Homilía de la Epifanía del Señor from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            1) Al inicio del evangelio de hoy narran los magos a Herodes que habían estado siguiendo una estrella, la cual les mostraba la existencia del Rey de los judíos. Cuando los magos salen del palacio de Herodes y de Jerusalén, se dice en el evangelio: De pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Y leyendo este evangelio y estos datos (una estrella que se muestra, una estrella que desaparece y una estrella que vuelve a aparecer) se me ocurrió por vez primera una idea que en cierto modo me quitó la paz y/o me dejó perplejo: ¿Por qué tuvo que ocultarse la estrella que guiaba a los magos hasta Jesús? Si la estrella no se hubiera ocultado, los magos no habrían tenido que entrar en Jerusalén a preguntar por ‘el nuevo Rey de los judíos’, ni habrían alertado a Herodes, ni Herodes hubiera temido por su reino temporal, ni María ni José hubieran tenido que huir a Egipto, ni Herodes habría mandado a sus soldados a buscar al Niño Jesús para matarlo, ni estos soldados hubiera matado a los Santos Inocentes, ni los padres de estos Santos Inocentes hubieran sufrido la pérdida de sus hijos, ni…
            ¡Cuántas cosas sucedieron, y no precisamente buenas, y todo porque la estrella que anunciaba a los magos el nacimiento de Jesús, el Rey de los judíos, desapareció del firmamento mientras guiaba a dichos magos y éstos tuvieron que preguntar a Herodes! En efecto, si la estrella que mostraba el nacimiento de Jesús hubiera guiado EN TODO MOMENTO a los magos; si dicha estrella se hubiera desviado un poco de Jerusalén camino de Belén, los magos hubieran podido llegar a Belén sin ser advertidos por Herodes y sus secuaces, y así hubieran podido adorar al Niño Dios y hubieran podido regresar a sus casas sin que Herodes lo supiera. De este modo, Herodes no habría mandado soldados a matar a Jesús ni a los Santos Inocentes, y María, José y Jesús hubieran podido regresar sin problema alguno a Nazaret y sin tener que pasar unos años en Egipto como emigrantes.
            Repito la pregunta: ¿Por qué tuvo que ocultarse la estrella que guiaba a los magos hasta Jesús? ¿Por qué tuvo que haber tantas muertes y sufrimientos inútiles?
            Todo esto que acabo de decir ha sido desde la perspectiva de los hombres. Sí, desde la perspectiva de los hombres, Dios se equivocó y su equivocación la pagaron muy cara unos niños y sus padres, y de refilón también les afectó a José, María y Jesús.
            2) Pero vamos a mirar los hechos arriba narrados desde la perspectiva de Dios. No sé si sabéis que la Sábana Santa de Turín se viene venerando en esta ciudad italiana desde hace muchos años. Se decía que ella había envuelto el cadáver de Jesús y, si se extendía, se veían claramente una serie de manchas rojas. A finales del siglo XIX la sábana fue fotografiada por primera vez y, cuando se iba a revelar la fotografía, en el negativo apareció claramente dibujado por las manchas de sangre la figura de un hombre en el que se apreciaban las heridas de los clavos en las manos y en los pies, la sangre de la corona de espinas y otros detalles que encajaban perfectamente con las heridas causadas a un crucificado. Fue necesario esperar a ver el negativo de una fotografía para apreciar todos estos detalles, que siempre estuvieron ahí y que nunca antes fueron percibidos con esa nitidez por los ojos humanos. Mirad el negativo de la Sábana Santa de Turín en la que se aprecia una figura humana de frente y de espalda:
 Pues del mismo modo, quisiera ahora que tratemos de encontrar una respuesta a estas preguntas: ¿Por qué tuvo que ocultarse la estrella que guiaba a los magos hasta Jesús? ¿Por qué tuvo que haber tantas muertes y sufrimientos inútiles? Para ello observaremos los acontecimientos que narra hoy el evangelio y las razones de los mismos desde el ‘negativo de la fotografía’, es decir, desde el lado de Dios y entonces seguramente aparecerán otros datos, otras razones que, desde el punto de vista meramente humano, se escapan a nuestra comprensión:

            - Dios mostró y manifestó el nacimiento de su Hijo a los pastores de los alrededores de Belén, a unos magos de oriente que estaban a muchos kilómetros de distancia.
            - Dios hizo esto porque los pastores eran hijos suyos muy queridos. Los magos también eran hijos suyos muy queridos, pero igualmente y en la misma medida Herodes y los sabios de Jerusalén era hijos suyos muy queridos.
            - Dios quiso mostrar y manifestar el nacimiento de su Hijo a Herodes y a los sabios de Jerusalén. Así Dios quería que ellos también conocieran este acontecimiento y podrían así, junto con los pastores y los magos, visitar y adorar al Niño Dios, al Mesías liberador de Israel y de todos los hombres. Para unos padres son iguales los hijos buenos que los malvados, y quieren que todos participen por igual de su herencia, de sus alegrías y de sus tristezas.
- Pero Herodes no escuchó. Cuando los magos preguntaron: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?, Herodes pensó que su reino corría peligro y que iba a ser destronado. Él no se dio cuenta que Jesús no iba a quitarle ni sus palacios, ni sus tesoros, ni sus títulos. Jesús sólo quería su corazón. Lo otro podía quedárselo él por entero. Pero Herodes seguía sin escuchar y reaccionó ira satánica, con asesinatos… Al llegar a este punto me he acordado del cuento de la serpiente herida y la india:
“Una india norteamericana encontró una serpiente de cascabel en medio de la nada; la serpiente estaba herida y débil; ella la llevó a su casa y cuidó de ella; todos los días le daba de comer y la quería como una hija. Hasta que un día, cuando la serpiente estaba sana, ésta clavó sus afilados colmillos atravesando la piel de la india e inyectando todo el veneno en su organismo y, antes de caer muerta, la india tuvo la fuerza de preguntarle a la serpiente: ‘¿Por qué me has mordido, si yo te cuidé en la enfermedad y te quise mucho?’ A lo que la serpiente le respondió: ‘Tú sabías que yo era una serpiente de cascabel, y aún así me cuidaste...’ En ese instante la india murió”.
Sí, Dios cuidó de su hijo Herodes con mucho cariño y le quiso presentar (manifestar) a su Hermano Mayor, Jesús, aunque sabía que era como una serpiente de cascabel y que un día le podría clavar sus colmillos. Pero es que Dios también nos cuida a todos nosotros como hijos queridos y nos manifiesta a Jesús en un día como hoy (día de los Reyes Magos y de la Epifanía), aunque nuestro comportamiento con Él y con sus hijos es, en tantas ocasiones,  también como el de serpientes de cascabel.