jueves, 21 de febrero de 2013

Domingo II de Cuaresma (C)



24-2-2013                               DOMINGO II CUARESMA (C)

Homilía Domingo II Cuaresma - Examen conciencia II from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Aquí os va la segunda entrega del examen de conciencia para que nos preparemos mejor para esta Cuaresma que el Señor nos concede un año más:
            ¿He sido egoísta en el trato con los demás preocupándome tan solo de lo que me venía bien a mí, pasando o dejando de lado las necesidades de los otros? ¿Soy de los que cojo el mando de la TV y no lo suelto en modo alguno, y todo el mundo tiene que ver el programa que a mí me gusta? ¿Al sentarme en el coche o en casa escojo el mejor puesto… sin pensar en los otros? ¿Pienso en los otros, en lo que les gusta a los otros, en lo que les viene bien a los otros, o nada más me veo a mí mismo y mis apetencias y mis necesidades?
            ¿He faltado a la pobreza cristiana con gastos superfluos en cosas que no son del todo necesarias (ropas, tabaco, cafés, revistas, consumiciones, CD, bisutería, viajes, etc.)? ¿Compro cosas baratas que no necesito o que ya poseo más que suficientemente? Al comprar pregunto a mi gusto, a los demás… ¿y a Dios? Porque El tendrá algo que decir, sobre todo si me confieso cristiano y deseo que su Voluntad se cumpla en mí. Un cristiano no puede caer en el consumismo igual que otra persona que le dé igual vivir en su Santa Voluntad o no. ¿Tengo codicia y ansío poseer cosas materiales? ¿Doy limos­nas a la Iglesia o a ONGs o a familias necesitadas (es bueno aquí comparar cuánto gasto para mí al mes y cuánto doy en limosnas para los demás al mes; se verá que la diferencia es mucha)? La limosna es lo que yo llamo el dinero de Dios. Es suyo y yo he de administrarlo según su Voluntad y no según mi capricho. El dinero de la limosna nunca puede quedarse en mi bolsillo. Si no lo doy yo directamente, entonces debo de buscar a organizaciones o personas que busquen donde entregarlo y que conocen mejor que yo diversas necesidades de otros hombres. ¿Tengo mi corazón pegado a cosas mías (coche, ropa, objetos), personas, opiniones, mi físico, etc.? Para entender la pobreza cristiana se ha de partir de que sólo Dios es nuestra riqueza, porque es lo totalmente Absoluto, lo demás es relativo (Mt. 10, 37). ¿He robado, es decir, me ha apropiado de cosas que no son mías? Me apropio de cosas que no son mías, robo, cuando en el hospital en el que trabajo cojo tiritas, esparadrapos, tijeras... y lo llevo para mi casa o para mis familiares. Robo cuando en el colegio donde trabajo cojo hojas, bolígrafos... y los llevo para mi casa. Robo en el trabajo llegando tarde y saliendo temprano. Robo en el trabajo al no pagar lo justo y debido a mis empleados y no reconocerles sus derechos. El hecho de que lo hagan los demás no quiere decir que está justificado que lo haga yo. También robo si no dedico el tiempo y las cualidades que Dios me da en el servicio de los demás; o cuando le robo su gloria y me apropio de lo que es de Él: “No se gloríe el sabio en su sabiduría, ni el rico en su riqueza, ni el soldado en su fuerza. El que se gloríe que se gloríe en el Señor” (Jr. 9, 22-23).
                ¿He sido desobediente en mi casa, con mi familia, con Dios, con la Iglesia, con mi director espiritual, con las normas de tráfico, con las cosas que me piden muchas veces por favor; y soy más bien de los que siempre hace lo que les da "la realísima gana"? La obediencia no es simplemente hacer sin más lo que me digan o me pidan, también hay que mirar el modo y las maneras en que lo hago. Por ejemplo, si realizo las cosas que se me piden pero con protestas, interiores o exteriores, entonces no estoy obedeciendo. Yo nunca he visto ni he leído que, cuando Dios Padre indicó a su Hijo que fura a la Cruz, por el perdón de los pecados de los hombres, Jesús obedeciera pero diciendo: “¡Vaya, hombre! ¡Siempre me toca a mí!” ¿A quién tengo que obedecer yo? Pues en primer lugar a Dios, a mis padres, a mis hijos, a mi marido, a mi mujer...
            ¿He faltado a la castidad con pensamientos, deseos, miradas, actos impuros (solo o acompañado); he respetado mi cuerpo y el de los demás por ser Templo del Espíritu de Dios, me he mantenido alejado de aquello que me tentara en este punto como TV, revis­tas, conversaciones, etc.?
¿He tenido el pecado de la vanidad de tal manera que estoy demasiado pendiente de mi aspecto físico, de la moda, y al final soy un esclavo de ello? Hay personas que son incapaces de salir desconjuntadas de casa o de no salir a la calle con prendas que no son de marca. Hay personas que visten o se acicalan de una determinada manera, pero no por convencimiento o gusto propio, sino por obtener el parabién de la gente con la que están.
            ¿He tenido soberbia al considerarme superior a otros, al considerarme inferior y esto me hacía sufrir, puesto que no me acepto tal y como soy? ¿Me ando siempre quejando de la sociedad, de los demás, de mí mismo? ¿"Engordo" cuando los demás hablan bien de mí, y me entretengo después pensando y "repensando" lo que se dijo bueno de mí? ¿Me enfada el que los demás hablen mal de mí, sea mentira o verdad, y "despo­trico" contra ellos y busco rápidamente el justificarme? ¿Me cuesta admitir mis errores? ¿Me cuesta pedir perdón? ¿Hablo de mí mismo (mal o bien) con frecuencia, me pregunten o no? ¿Hago o dejo de hacer cosas, digo o dejo de decir cosas por el qué dirá la gente, de tal manera que soy un esclavo de lo que piensen los demás?
Veamos algunos de los frutos de la soberbia: En las relaciones con el prójimo, el amor propio y la soberbia nos hace susceptibles, inflexibles, impacientes, exagerados en la afirmación del propio yo y de los propios derechos, fríos, indiferentes, injustos en nuestros juicios y en nuestras palabras. Nos deleita en hablar de las propias acciones, de las luces y experiencias interiores, de las dificultades, de los sufrimientos, aun sin necesidad de hacerlo. En las prácticas de piedad nos complace en mirar a los demás, observarlos y juzgarlos; nos inclinamos a compararnos y a creernos mejor que ellos, a verles defectos solamente y negarles las buenas cualidades, a atribuirles deseos e intenciones poco nobles, llegando incluso a desearles el mal. El amor propio y la soberbia hacen que nos sintamos ofendidos cuando somos humillados, insultados o postergados, o no nos vemos considerados, estimados y obsequiados como esperábamos.
            ¿He faltado en el amor al prójimo hacia los enfermos, ancia­nos, familiares, marginados, etc.? ¿Tengo verdadera preocupación por las necesidades materiales, morales y espirituales de las personas que me rodean, de la gente que vive en Asturias, en España, en Europa, en el mundo? ¿Considero a las demás personas como hermanos míos al ser hijos todos del mismo Padre?
            ¿He tenido falta de confianza en Dios buscando yo siempre el encontrar solución a todo y rápida; y cuando no salía tal y como era mi deseo me enfadaba con Dios o me descorazonaba con El? No tengo confianza en Dios cuando las cosas positivas o negativas que me suceden me afectan sobremanera. No quiere decir con esto que tengamos que ser insensibles a las circunstancias que acontecen a nuestro alrededor, pero sí es cierto que nuestra seguridad total está en Dios y no tanto en que las cosas me salgan bien o mal.
            ¿He dejado mis oraciones de lado, o las he hecho con rutina y sequedad? ¿He sido fiel a lo que el Señor me iba mostrando o pidiendo en ellas?
            ¿He faltado a la Misa de los domingos, o he asistido a ella con rutina, falta de fervor, de mala gana y distracciones?
            ¿He realizado alguna lectura espiritual para alimentar mi ser y abrirme a otras experiencias y a otros horizontes que puedan acercarme más a Dios?
            Se podían sacar muchas más cosas, pero de momento yo creo que con esto vale para tener una guía más o menos exhaustiva.

4 comentarios:

  1. Gracias padre por este completísimo examen de conciencia. Siempre que voy a confesar me parece que mis pecados son los de siempre, y por más que pienso me parece que no cometí más. Está claro que no los cuento todos, pues después de leer este examen me doy cuenta que suspendo en casi todas las preguntas, pues no sé si me libraré sólo de dos o tres de ellas ¡de 25!
    ¡Cuanto trabajo nos cuesta reconocer nuestras faltas! Vemos antes la paja en el ojo del prójimo
    que la viga en el nuestro.
    Ojalá que una vez reconocidos nuestros pecados nos propongamos enmendarnos y con la ayuda de Dios intentar corregir nuestras faltas, que muchas veces no consisten en realizar malas acciones contra los demás, sino en no hacer lo que como cristianos deberíamos.
    Un saludo.

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  2. Buenas tardes ..... gracias Andres ..por este completo examen de conciencia .. como nos cuesta darnos cuenta cdo actuamos mal .. muchas veces los miramos por arriba .. pero despues de tus palabras .. me he quedado pensando .. lo he copiado para leer y meditar dia a dia .. tratando de corregir las faltas y de ser un poco mejor dia a dia .. Te envio un abrazo ..¡¡gracias ¡¡¡¡

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  3. Querido D. Andrés, casi más que un comentario, le envío una carta. Han sido ya algunas semanas sin escribir en el blog al que sigo con enorme interés, los motivos de mi ausencia han sido varios, ( falta de tiempo, falta de tiempo, falta de tiempo...)¡Imagínese que respuesta tan tonta!
    Falta de tiempo + pereza añadida. Me he puesto como tarea personal en esta Cuaresma, hacer una profunda reflexión sobre el examen de conciencia que Vd. me propone con tanta claridad y dureza, y añadir modestamente un factor más a erradicar por mi parte... "la prisa". Voy corriendo a todas partes, hay mucho que hacer, pero no es posible seguir de este modo, su examen de conciencia "me obliga" a parar en seco mi vida, y a vivir desde la paz interior, que gracias a Dios no la he perdido, pero la disfruto poco aunque parezca un contrasentido, así que desde ahora más tiempo para Dios, y el resto se irá arreglando con el..., ya veremos.
    Gracias D. Andrés por estar ahí siempre con el consejo apropiado, con la palabra justa, con ese mensaje evangélico esperanzador de Jesús.
    Le envío un fuerte abrazo en el Señor y feliz semana para Vd. y para todos los hermanos del blog, la comunidad de las 11 (cada día mayor) y los feligreses de La Peña que van llenando con su presencia la la misa dominical de las 12 y que nos acogen fraternalmente.

    Aloya

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  4. Este fin de semana tuve la gran suerte de asistir a Ejercicios Espirituales...Pueden ocurrirnos muchas cosas en esos días de retiro y silencio, y a mi también me ocurrieron. Estuve en el séptimo cielo y bajé al séptimo infierno, de tentaciones y pérdida de paz; el sagrario me llevó a la paz nuevamente y el sacerdote al perdón y la gracia. Cuatro dias en que el Señor me mostró quien era Él con la gratuidad de su amor y quién era yo con mi limitación, mi nada y mi pecado.
    Así es nuestro Dios. Me ama estando en gracia, me ama estando en pecado. Su amor eterno por mi, incluso en el pecado se hace presente en mi vida, mostrándome y demostrándome, que tal cómo soy Él me ama.
    Lo comparto con vosotros, para que conmigo le deis gracias por tanto Don recibido. ¡Bendito sea Dios!!
    Buena semana,amigos.

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