jueves, 4 de abril de 2013

Domingo II de Pascua (C)



7-4-2013                                 DOMINGO II DE PASCUA (C)


Homilía del Domingo II de Pascua (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Como ya sabéis el segundo domingo de Pascua está dedicado a la Misericordia Divina; por eso, a este día se le conoce como el Domingo de la Misericordia.
             Voy a contaros una historia y, a partir de ella, reflexionaremos y trataremos de aplicarla a nuestra vida:
            Había un monje que se había ganado por méritos propios el sobrenombre de Fray Refunfuñón. Trabajador, sacrificado, generoso y piadoso como él solo. Pero exigente consigo mismo y con los demás; impaciente, irritable y refunfuñón como ninguno en su convento. No es que no intentase corregirse. Todo lo contrario. Pero, cuanto más se esforzaba por controlar sus nervios, y cuanto más se mordía su lengua, más crecían las tensiones y más se agravaba el problema.
            Durante unos ejercicios espirituales tuvo una experiencia de conversión muy profunda y sincera. En su corazón grande y generoso resonaba la exhortación del Apóstol: ‘Renunciad a vuestra conducta anterior: despojaos del hombre viejo, que se corrompe siguiendo sus apetencias engañosas. Renovaos espiritualmente: revestíos del hombre nuevo, creado según Dios, para llevar una vida verdaderamente recta y santa’ (Ef. 4, 22-24). Y en su corazón grande y generoso Fray Refunfuñón decidió que había llegado la hora de dar por muerto al hombre viejo conflictivo y refunfuñón; ese hombre viejo que por tantos años había amargado su vida y la de otros. A partir de estos ejercicios iba a ser un hombre nuevo, modelo de paciencia, tolerancia, afabilidad y suavidad, imagen viva del divino Maestro Jesús.
Y manos a la obra. El último día de los ejercicios fue al cementerio, situado dentro del huerto monacal, cavó una fosa, y simbólicamente enterró al hombre viejo, con fervientes preces por su eterno descanso. Sobre el lugar puso una cruz con el epitafio: ‘Aquí yace el hombre viejo, Fray Refunfuñón, R.I.P.’.
Todas las tardes, después de terminar el trabajo, el buen monje acudía a su propia tumba y rezaba por el eterno reposo de Fray Refunfuñón. Todo iba tan bien por algún tiempo, que algunos compañeros pensaban ya rebautizarle con el nombre de Fray Afable. Pero al cabo de unas semanas el hombre viejo comenzó a dar señales de vida (no en la tumba, sino en el monje). Y un buen día se produjo una explosión como las de antaño, o más gorda aún. Al atardecer de ese día el pobre monje, triste y avergonzado de sí mismo, acudió al cementerio como de costumbre, y vio que algo había cambiado. Al pie de la cruz una nota anunciaba: ‘No está aquí. ¡Ha resucitado!’
Pero los ejercicios espirituales, y las luchas, y las plegarias, y la misma caída no habían sido en vano. Fray Refunfuñón había madurado sorprendentemente. Arrancó la cruz de la tumba y con ella volvió a casa más humilde y más sabio. De triste ¡nada! Contento y agradecido a Dios de ser como era; y sobre todo, contento y agradecido de tener un Dios como el que tenemos los cristianos. ‘El esfuerzo será mío’, le dijo al Señor; ‘y ése será mi modo de decirte que te amo. El éxito vendrá sólo de ti; cómo, cuándo, y en la medida que tú quieras. ¡Bendito seas en todo y por todo, mi Señor!’
Lo peligroso e inmaduro hubiera sido enterrar sus fallos y defectos en el subconsciente, y revestirlos de virtud. Lo peligroso e inmaduro hubiera sido cruzarse de brazos, y justificar su conducta con un ‘¡Así soy yo!’ Lo peligroso e inmaduro hubiera sido enfadarse con Dios, o consigo mismo cada vez que recaía. Nada de eso. Fray Refunfuñón siguió luchando con su hombre viejo día a día, pero con gran paz, serenidad y humildad. En su lucha cotidiana mostraba su gran amor a Dios. Cada caída, llevada con humildad y paciencia, le acercaba más a Dios. Luchando con paz y serenidad, y sin preocuparse demasiado del éxito, disminuyeron considerablemente sus tensiones internas; y con ello, disminuyeron las caídas”.
            ¿Os gustó? Lo más importante de esta historia es la parte final, en la que el fraile no se hunde con la primera caída después de su 'entierro'. No se hundió, no se justificó. Humildemente se echó en los brazos de Dios sabiendo que todo bien y todo fruto bueno procede de Él, pero Él necesita nuestro esfuerzo. Esta es la Misericordia de Dios, la que está unida indisolublemente al hombre que lucha, cae, se arrepiente, confiesa su radical pobreza, se vuelve a agarrar a la mano tendida de Dios y se vuelve a levantar y, a la vez, es levantado por Él.
            Esto es lo mismo que ocurrió con el apóstol santo Tomás, 'Fray Pruebas'. También santo Tomás 'cayó' por su increencia y, una vez que palpó a Jesús resucitado, humildemente se agarró a Su mano para ser levantado.
            Todos caemos: unos por la ira descontrolada, otros por las dudas constantes de Dios y de su cercanía, otros por la codicia, otros por la lujuria, otros por la soberbia... Para todos ellos (para todos nosotros) Dios tiene la misma respuesta: su Misericordia que da vida, paz, fuerza, humildad, esperanza....
            ¡Que tu Misericordia, Señor, descienda sobre nosotros todos los días de nuestra vida!

12 comentarios:

  1. Andrés: Magnífica homilía.-Voy a ser un poco presuntuoso y criticón: Que las homilías que se se prediquen el domingo sean como la tuya; que no sean una simple repetición ,comentada ,del relato evangélico.- Cogeré la CRUZ COMO EL FRAILE PARA VER SI REBAJO MI "EGO".- Gracias.- Por aquí todo igual.- José Ramón

    ResponderEliminar
  2. Muy buena la historia de Fray Refunfuñón, los puntos finales muy buenos, para reflexionarlos con calma y llevarlos a la vida ¡cuanto bueno se puede sacar de ellos!
    “Jesús resucitado busca al ausente, por eso vuelve al otro domingo para ir a buscar a Tomás, el discípulo que aquel domingo no se encontraba reunido con los doce ¿No podíamos pensar que Jesús nos viene a buscar cada domingo porque aún no estamos suficientemente con Él, aún no vivimos del todo su presencia? Jesús no deja que nadie se pierda”.
    Del encuentro de Jesús con Tomás sale un diálogo provechoso: por parte del apóstol una oración corta e intensa, breve y profunda: “¡Señor mío y Dios mío!”. Y por parte de Jesús una alabanza para todos los que creerán sin haber visto, una alabanza para nosotros, que no estábamos aquel domingo, pero que estamos hoy, este segundo domingo de Pascua.
    Un abrazo y buena semana para todos.

    ResponderEliminar
  3. Me gustó esta historia.Aprendo que tengo que aceptarme como soy y confiar en Jesús.
    Un abrazo para todos.
    J. Ángel.

    ResponderEliminar
  4. Jueves Octava de Pascua

    Lc 24, 35-48 Paz a vosotros

    Una manera de entrar en el espíritu del Resucitado, en el pascual, es rezar la oración de san Francisco

    Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
    donde haya odio, ponga yo amor,
    donde haya ofensa, ponga yo perdón,
    donde haya discordia, ponga yo unión,
    donde haya error, ponga yo verdad,
    donde haya duda, ponga yo la fe,
    donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
    donde haya tinieblas, ponga yo luz,
    donde haya tristeza, ponga yo alegría.
    Oh, Maestro, que yo no busque tanto
    ser consolado como consolar,
    ser comprendido como comprender,
    ser amado como amar.
    Porque dando se recibe,
    olvidando se encuentra,
    perdonando se es perdonado,
    y muriendo se resucita a la vida eterna.
    AMÉN.
    ASÍ SEA en nuestras vidas resucitas.

    ResponderEliminar
  5. Hola Andrés, eres un ¡gran psicólogo!. Esta homilía parece que la has hecho para mí. Sin duda habrá gente que te diga lo mismo que yo. Siempre tienes una historia a mano y en esta ocasión me ha marcado bastante.

    ResponderEliminar
  6. Hola, José Ángel. Has sacado muy bien el núcleo de la historia.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  7. Que buena la historia de Fray Refunfuñon ¡¡¡nos da mucho para pensar para reflexionar ..y aprender ...lo importante de aceptarnos y saber que si vamos de la mano de Jesus.... cada dia seremos mejores a pesar de lo errores que cometamos...Cada uno con su cruz acuestas pero sabiendo que El nos ayuda a sostenerla ... buen fin de semana para todos ¡¡¡

    ResponderEliminar
  8. Estimado P. Andrés

    Gracias, por la maravillosa homilía. Ha sido un gran regalo para mi. Yo, era igual que el fraile del cuento que describes, era exigente conmigo y con los que me rodeaban, no aceptaba ningún fallo ni propio ni ajeno, me desesperaba.
    Conocí al Dios de la Misericordia por tus palabras, y obras. La paciencia todo lo alcanza, y ha llegado hasta mi.
    La confianza en el amor a Dios por cada uno de nosotros en particular `por mi, es la causa y la fuente de la verdadera alegría porque nos sentimos realmente hijos amados y predilectos de Dios, con nuestros miserias.
    Transmitamos a quienes nos rodean, el gozo y la serenidad que se experimenta al confiar en la misericordia de Dios, sin importar lo poco a mucho que nos agraden los demás.
    Dios nos ama, nos perdona. El cielo está dentro de mi.

    Un abrazo fraterno

    ResponderEliminar
  9. No podemos enterrar aquello que nos cuesta corregir, no vaya a ser que resucite.

    Sin embargo, aprender a limarlo e intentar corregirlo es el camino.

    La ayuda de Dios está servida, yo pondré el resto.

    Un abrazo para cada un@

    ResponderEliminar
  10. ¡¡¡Que difícil enterrar al hombre viejo!!! A veces lo consigues, pero cuando menos lo esperas "resucita" y vuelves a tropezar y caer.

    Te agradezco mucho esta homilía, en la que me muestras la gran misericordia de Dios, y su tremenda paciencia.
    Cuantas veces en mi vida me ocurre algo semejante a la historia que nos cuentas, con la diferencia de que yo, cuando recaigo en mis pecados, me desanimo, y me enfado conmigo misma, y no se mirarme con los ojos de Dios.
    Sólo siento que le soy infiel, y eso me hunde; por lo tanto hoy quiero fijarme en la última parte de la historia, y ver como reaccionó Fray refunfuñón. Veo en este fraile una gran fe, y confianza en Dios, en su gran misericordia. El nos mira siempre desde el amor, y no puede hacerlo de otra manera, ya que por amor nos creó, nos eligió, y en El no existe el rencor, pues es AMOR en esencia, y eso es lo que derrocha constantemente, y le hace ser paciente con todos nosotros.
    Todo lo ha hecho bien, como proclamábamos en la vigilia Pascual, en la palabra del Génesis; por tanto, yo estoy bien hecha, con mis pecados y deficiencias, y si Dios me quiere así, ¿quién soy yo para rechazarme?
    Cristo resucitado me habla de Vida, no sólo para El, también para mi; me llama por mi nombre: Chony, Señor, respondo, y mi corazón salta de gozo al escuchar mi nombre de sus labios; y se que en su llamada hay amor e invitación a confiar en El; veo su mano extendida hacia mi, para ayudarme a seguir adelante, e ir a mis hermanos, y transmitirles lo que El me mande: Ve, y dile a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán.
    Esta es la misión que el Señor me encomienda con su resurrección, tantos hermanos que están deseando "verle", y no saben como hacerlo.
    CRISTO HA RESUCITADO, EL VIVE; búscalo dentro de ti, te está llamando ¿no lo oyes?
    Esa vuelta a la vida hace que, en medio de mi tribulación, me sienta contenta, y se avive en mi, el fuego del amor.
    J. Angel, muy bonito y acertado tu comentario. Gracias
    Hermanos, felices Pascuas de resurrección.
    Durante este tiempo Pascual, no podré asistir a celebrarlo con la comunidad de la Peña, parece que el Señor me ha encomendado otra misión, y he de acudir a su llamada; pero quiero deciros que estaré con vosotros en espíritu, y contenta de sentirme una mas de esa comunidad. Que Dios os bendiga.
    Muchas gracias Andrés.
    BENDITO SEA DIOS

    ResponderEliminar
  11. Me animo a entrar en este blog que veo comprometido con la gran tarea evangelizadora de nuestra Iglesia, me sorprende el estilo del Sacerdote D. Andrés, que como buen Pastor, utiliza todas aquellas herramientas que nos proporciona la vida y que sirven a modo de ejemplos eficaces, para reconsiderar nuestra propia aceptación de la voluntad del Señor, y aumentar nuestra fe y confianza en su Misericordia.

    Dicho lo anterior, y como todos estamos implicados como cristianos en la transmisión de nuestra fe, me viene a la mente una pequeña sugerencia para que los Pastores estén mucho más cercanos del rebaño. La vocación sacerdotal es un don del Señor, pero como todos los dones también necesita cultivarse. En la vida civil, se nos exige a todos un cierto grado de profesionalidad cualquiera que sea nuestro menester, y esa demanda de "especialización" es mayor cuanta más sea nuestra responsabilidad, de tal modo que un médico por ejemplo, necesita un tiempo de formación posgrado y no digamos si es un especialista, al que le obligan a hacer el MIR, y así tendríamos muchos ejemplos. Me llama poderosamente la atención en estos tiempos, que un joven Seminarista que se ordena, y que ha pasado un "diaconado" más o menos tutelado, desembarque en una Parroquia o varias sin más, a lo sumo con una bien aprendida teoría, con el bagaje de unos estudios previos más o menos intensos, pero cómodos y con expectativas de trabajo seguro en el futuro (nada que ver con los sacerdotes que se ordenaban antaño, estudiantes sin ninguna prebenda, pasando vicisitudes y sin ningún tipo de libertad, esta experiencia de formación ya les preparaba para el futuro, incierto en muchos casos, sin seguridad de ningún tipo). Nos dicen que no hay vocaciones, y me pregunto si se examina con rigor las que tenemos en ciernes, si se "fraguan" en la comodidad, o si por el contrario, son el producto del esfuerzo y sacrificio necesario para la templanza del alma en el devenir. No estamos tratando con universitarios al uso, estamos tratando con algo mucho más importante,muy valioso, que requiere la acción del Espíritu en mentes y cuerpos forjados para el sacrificio y la austeridad, y eso en estos tiempos es delicado y duro, porque la sociedad, la vida no lo va a poner fácil a nadie.

    Para terminar, desde mi humilde punto de vista, me parecería muy importante que en la formación de posgrado de un Sacerdote se incluyese un paso previo por una Misión diocesana, fuera del país, con todo lo que ello supone de privación, de entrega y del conocimiento de los fieles desde el amor incondicional, creo que esta experiencia sería de inconmensurable valor para los Sacerdotes a la hora de entrar en sus nuevas Parroquias,este aprendizaje de vida no lo puede dar ningún seminario del mundo, y los parroquianos verían que los Pastores forjados en la vida de acción apostólica en primera línea, necesariamente ayudarían a llenar los templos de nuevo, porque los fieles queremos ver actitudes coherentes en nuestros Pastores y acordes con la situación que estamos viviendo.
    "Una iglesia pobre para los pobres"
    ¡Buen lema del Papa Francisco!

    ¡Feliz Pascua de Resurrección para todos queridos hermanos!

    Solideo negro.

    ResponderEliminar
  12. El Señor sondea y conoce nuestro barro y nuestro corazón como nadie, por eso, Él lo sabe y yo también, volveré a caer una y otra vez: Él me levantará. Hasta ahora así lo ha hecho y no se cansará de hacerlo, tiene una gran paciencia y me ama. Mucho, me ama mucho. Hoy surgen de mi corazón aquellas palabras de Pedro, que leeremos en el próximo Domingo, que llevan un mensaje de dolor por mis infidelidades y de la misericordia de Jesús, quien sin que yo haya terminado de pronunciarlas, ya la va derramando sobre mí:"Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo."
    Por esto y por cuánto hace en nosotros rezamos: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
    El Señor nos siga levantando de nuestras caidas, nos siga bendiciendo y mirando como sólo Él sabe hacerlo, con ternura y misericordia. Bendiga también a nuestro pastor, que parece que sigue las directrices del Papa Francisco, porque, ¿no os parece que "huele a oveja"?
    Mañana va a por las descarriadas de Gijón...allí a las 20h. nos encontraremos en la Basílica, para continuar la Catequesis sobre la Eucaristía.
    Buena semana amigos.

    ResponderEliminar