1-9-2013 DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilia del Domingo XXII del Tiempo Ordinario (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Hoy la
Iglesia nos propone para nuestra reflexión y oración el tema
de la HUMILDAD :
"Hijo mío, en tus asuntos procede
con humildad", dice la 1ª lectura. "Todo
el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido",
afirma el evangelio. No podemos hablar de la humildad sin hablar de la
soberbia, y no podemos hablar de la soberbia sin hablar de la humildad.
- Permitidme que os narre un cuento para ilustrar este
tema. El cuento se titula ‘el idiota’. A ver si os gusta, pero, sobre todo, a
ver si le sacamos ‘jugo’.
“Se cuenta que en un país lejano un grupo de
personas se divertía con el idiota de la aldea. Era un pobre infeliz, de poca
inteligencia, que vivía de pequeñas changas y limosnas. Diariamente los
‘listillos’ de la aldea llamaban al idiota al bar donde se reunían y le
ofrecían escoger entre dos monedas: una grande de 400 reales y otra menor de
2000 reales. Él siempre escogía la mayor y menos valiosa, lo que era motivo de
risas para todos.
¿Tienes idea por qué lo hacía?... (Piénsalo.......
y luego sigue leyendo...)
Cierto día, alguien que observaba al grupo
le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda mayor
valía menos. ‘Lo sé’, respondió, ‘no soy tan bobo. Ella vale cinco veces menos,
pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar más mi
moneda’. Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se
pueden sacar varias conclusiones:
La primera: Quién parece idiota, no siempre
lo es.
La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos
idiotas de la historia?
La tercera: Una ambición desmedida puede
acabar cortando tu fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es ésta:
Podemos estar bien, aún cuando los otros no tengan una buena opinión sobre
nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros,
sino lo que realmente somos. Decía alguien: ‘El mayor placer de un hombre
inteligente es aparentar ser idiota delante de un idiota que aparenta ser
inteligente’”.
- ¿Sabéis en qué
consistió el pecado de nuestros primeros padres? No fue en comer una manzana,
sino en querer ser como Dios, es decir, en el pecado de soberbia. Ellos
querían ser más de lo que en realidad eran (eran hombres y querían ser como
Dios), querían aparentar más de lo que en realidad eran. Y este pecado de soberbia es el pecado de toda la humanidad y de cada
persona. Cuando os confesáis, a lo mejor decís que no tenéis pecados o
decís algunos, menos el de la soberbia y, sin embargo, todos nosotros caemos en
él.
San Juan María Vianney (el santo cura de Ars)
enseñaba a sus feligreses a identificar la soberbia y el orgullo, y a huir de
ellos. Sobre éstos dijo: “El orgullo es
el pecado que más horroriza a Dios”. “Una
persona orgullosa cree que todo lo que hace está bien hecho. Quiere dominar a
todos los que le rodean; cree que tiene siempre razón. Cree, siempre, que su
opinión es mejor que la de los demás”. “El
pecado de soberbia es el más difícil de corregir, cuando se ha tenido la
desgracia de cometerlo”. “Los que
hacen el bien, los que tienen alguna virtud… lo estropean con el amor a sí
mismos”.
Veamos ahora algunos ejemplos concretos de
soberbia: Por ejemplo, cuando nos alaban o nos ascienden en nuestro trabajo y
nos envanecemos con ello, eso es soberbia. Cuando nos critican con razón o sin
ella, cuando nos difaman y nos revolvemos como víboras y no somos capaces de
perdonar y contestamos hablando mal de los que hablaron mal de nosotros, eso es
soberbia. Cuando hablan bien de otro y sentimos envidia por ello, eso es
soberbia. Cuando hacemos cosas o dejamos de hacer cosas por el que dirán o para
que los demás nos vean y tengan una buena opinión de nosotros, eso es soberbia.
Cuando tratamos de justificarnos ante otras personas por lo que hemos hecho o
le echamos las culpas a otro, tanto exterior como interiormente, eso es
soberbia. Cuando tenemos pensamientos en los que nos inventamos historias con
las que quedamos de vencedores, ricos, guapos, listos, etc., eso es soberbia.
Cuando intentamos hacer algo bien por nuestras propias fuerzas y no nos
apoyamos en Dios, eso es soberbia. Si eso que hacemos nos sale bien y nos
recreamos en lo que hemos hecho, eso es soberbia. Si eso que hacemos nos sale
mal y nos insultamos a nosotros mismos o nos desprestigiamos a nosotros mismos,
eso es soberbia.
- Entonces,
¿qué es la humildad? Decía también Santa Teresa, la humildad es la
verdad. Y la verdad es que somos personas humanas con muchos fallos y con
muchas limitaciones. Dependemos de otras personas en casi todo (dormimos en
sábanas hechas por otros; cuando encendemos la luz, esa corriente eléctrica
depende de otros; cuando nos lavamos, el agua es traída por unos conductos que
no hemos hecho nosotros; al desayunar, la comida no la hemos elaborado nosotros:
no hemos ido a catar la vaca ni a recoger el café ni lo hemos tostado; y así un
largo etc.). Incluso la moderna psicología dice que el reconocimiento de los
propios límites es el fundamento indispensable del equilibrio psíquico y de la
madurez humana.
Pero a nosotros, los cristianos, no nos basta con esto
que nos dice la ciencia de la psicología. Nosotros sabemos que dependemos
también de Dios. La humildad está muy unida a la pobreza, y no me refiero a una
pobreza de falta de medios económicos: es algo más amplio. Es pobre el que no
tiene salud, el que sufre, el que es insultado o sirve de mofa en el trabajo,
en el estudio, en la familia. Hay personas muy importantes, con mucho dinero o
con mucho prestigio y con mucha soberbia y vanidad, pero que ante una
enfermedad o ante un hijo drogadicto, ante un problema en el matrimonio se
sienten desvalidos e impotentes. Esa persona puede rebelarse y dar voces, o
puede aceptar su pobreza, su limitación y comenzará a adquirir humildad. Veamos
una vez más lo que sobre la humildad nos enseña el santo cura de Ars: él predicaba
sobre la humildad, pero sobre todo la vivía. Durante su vida fue perseguido y
calumniado. Recibió muchas denuncias identificadas… y anónimas. En cierta
ocasión en que recibió una de estas últimas, él mismo cogió el papel lo firmó
con su nombre y apellidos, y la envió a su obispo, como diciendo: “Éste soy yo. Así soy yo”. Ya lo decía
San Agustín: “Para llegar al conocimiento de la verdad (Dios) hay muchos caminos: el primero es
la humildad, el segundo es la humildad, el tercero es la humildad”.
¿Qué es la humildad? 1) La humildad es Cristo: "Aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt. 11, 29). Cristo es el
ejemplo de humildad al que tenemos que imitar o, mejor dicho, hemos de dejar
que Cristo entre en nosotros para que Él sea humilde en nosotros, porque
nosotros somos radicalmente soberbios y por nuestras propias fuerzas nunca lograremos
la humildad. 2) Humildad es reconocerse
pobre, limitado, necesitado de los demás y de Dios. 3) Humildad es aceptar en todo momento la voluntad del Padre. Hace
años en un periódico apareció una entrevista a ciego diabético brasileño, que
dijo: ‘Soy diabético gracias a Dios, porque yo no sé lo que quiero y Él sabe lo
que es bueno para mí’. ¡Qué duras son estas palabras! Para entenderlas hemos de
recurrir al punto primero de este apartado, es decir, a Cristo Jesús: CRISTO
SIENDO DIOS, SE HIZO HOMBRE; SIENDO INMORTAL, MURIO EN UNA CRUZ COMO UN LADRON
Y ASESINO. Imitemos su humildad y así alcanzaremos a Dios y seremos enaltecidos
por El.