domingo, 29 de diciembre de 2013

Santa María, Madre de Dios



1-1-2014                                SANTA MARIA, MADRE DE DIOS (A)
                                               LA EDUCACION CRISTIANA (II)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Seguimos con el mismo tema del domingo pasado, es decir, con los valores que deben de estar presentes en la educación que ha de existir en las familias. El primer valor al que aludí fue el del amor y el cariño. Continuamos…
            * Libertad y responsabilidad. Educar en libertad no puede separarse nunca de educar en responsabilidad. Libre no es aquel que siempre puede hacer lo que quiere, sino aquel que, sopesando las circunstancias y lo que desea alcanzar, opta por emprender un determinado camino, y procura ser fiel y constante con la decisión adoptada. Vivir en libertad y educar en libertad es difícil, pues implica -por ejemplo, por parte del hijo- una capacidad de escucha a lo que se le diga; también implica un decir, por parte de los padres, y permitir que los hijos se equivoquen. Uno de los frutos inmediatos de vivir en libertad es la adquisición de la responsabilidad, lo cual supone crecer como personas y asumir las consecuencias de los propios actos. Por tanto, a mí entender es una pésima educación “tapar los agujeros” que hacen los hijos, sin enseñarles a ver la gravedad de sus actos y las consecuencias de los mismos. Voy a poner un ejemplo de esto último. El ejemplo es parcial, pero puede ser ilustrativo de lo que trato de decir: un hijo, que tiene un trabajo más o menos estable y un sueldo suficiente, decide independizarse y vivir aparte de sus padres. Se va a vivir sólo o con su pareja. Entiendo que este hijo no debería venir por casa de sus padres de modo sistemático para comer, o llevar la compra que le hace y le paga su madre, o para dejar la ropa sucia y llevársela limpia y planchada… Cuando uno toma una decisión libremente, ha de asumir las consecuencias y responsabilidades propias de su decisión, y de este modo podrá crecer como persona. 
            * Otro de los valores en que se ha de educar en la familia es en la laboriosidad. En la familia cada uno tiene sus propias tareas, adecuadas a la edad y a las circunstancias propias de cada miembro. No podemos educar ni permitir que haya vagos en nuestras familias. No podemos permitir que las tareas recaigan sobre una sola persona y los demás se dejen “servir”. En la casa cada uno ha de recoger sus propias cosas (zapatillas, libros, papeles, ropas…); cada uno ha de hacer su propia cama y habitación; cada uno ha de recoger sus propios platos, tazas y vasos una vez que ha terminado y posarlos en el fregadero y lavarlos; cada uno ha de hacer su propia tarea de estudiar, de atender el hogar, de llevar la administración económica…
* Hay que educar en la honestidad. Ser honrado con los de casa, pero también con los de fuera sin buscar el provecho personal por encima de cualquiera y a cualquier precio. Recuerdo que, cuando un niño de unos 11 años, cogió dos o tres cosas de un quiosco. En cuanto su padre lo supo, le cogió de la mano con aquellas cosas y le acompañó hasta el quiosco para que las devolviera. Nunca más se le ocurrió coger nada que no fuera suyo, que no se lo dieran, o que no lo comprara.
            * Otro valor es la servicialidad. Esto significa estar pendiente de los demás y de sus necesidades. Aprende uno esto cuando ve a sus padres que se vuelcan con los demás para ayudarles a atender a los niños, para acompañarlos al hospital, para hacerles la compra o la comida. En este sentido –perdonad que os cuente cosas que yo he vivido en mi casa- he visto cómo mi padre, después de venir reventado de trabajar, se iba a ayudar a construir una casa a un vecino (mi padre era albañil); he visto cómo mi madre, al ir al economato de la ENSIDESA, aprovechaba las ofertas y traía dichas ofertas para sí y para una vecina, y venía “cargada como una burra”. Por cierto, en el tiempo de Navidad una vez vio una oferta de cava, a 13 pts. la botella, y trajo para nosotros y para la vecina. Luego se extrañó del enorme coste al ir a pagar y revisando en casa el tique cayó en la cuenta que la oferta del cava no era de 13 pts., sino de 130 pts. Quiso mi madre ir a devolver las botellas: las que había comprado para nosotros y las que había comprado para la vecina, pero el marido de la vecina no la dejó. Dijo que nosotros también podíamos beber como los demás de ese cava.
            * Evitar la murmuración es otro valor que se ha de cultivar en la familia. Como dice un refrán indio, para comprender a una persona hay que andar con sus propias zapatillas, es decir, hay que estar en las mismas circunstancias que esa persona. Quizás, si nosotros pasáramos por lo mismo, lo haríamos igual o peor que esa persona. Es muy importante aprender a disculpar y a no “cebarnos” sobre los errores ni las desgracias de los demás.
            * En toda relación humana, y la familia lo es, existen siempre situaciones de fricción y de disputas. Si no perdonamos, es fácil que los problemas se enquisten y el resentimiento se adueñe de todos. Por ello, el perdón es un valor que hemos de practicar y que ha de ser enseñado en la familia. Conozco una persona que procura no herir en su casa, pero, cuando lo hace, pide humildemente perdón a todos, incluso a sus hijos más pequeños.
            * La familia ha de enseñar también a utilizar buenas palabras. No quiero decir simplemente con esto que se han de evitar las blasfemias y los tacos, sino incluso las voces y los gritos, las palabras hirientes o despectivas. Hace un tiempo en el tribunal eclesiástico decía una chica cómo su marido la hacía de menos y se mofaba de ella constantemente delante de los amigos e invitados y, por supuesto, delante de los hijos. Así los hijos, de corta edad, han perdido el respeto a su madre. Lo que no sabe el padre es que también se lo perderán a él…, en cuanto crezcan y le dejen de tener miedo. Con buenas palabras quiero decir el respeto y la amabilidad que ha de presidir la relación familiar. Recuerdo que un amigo mío decía que en su casa le enseñaron enseguida tres palabras: ‘gracias’, ‘perdón’ y ‘por favor’.
            * De igual modo en la familia se ha de educar a vivir en la austeridad. Pienso que no es nada bueno poseer tantas cosas como tenemos, ni para mayores ni para pequeños. Ya nos decía Jesús que “no sólo de pan vive el hombre…” Con esto se refería Jesús a las cosas materiales. Recuerdo que una vez habló conmigo un chico de unos 35 años con novia, con empleo fijo, con 1.800 € de ingresos mensuales, con un buen coche, con una moto de gran cilindrada, con un piso a su nombre, con vacaciones a sus espaldas en sitios paradisíacos…, pero no era feliz. Algo le faltaba.
            * Una familia ha de educar en el compartir y no aferrarse a lo de aquí. Sin ello vinimos a este mundo y sin ello nos marcharemos. Pienso ahora en las peleas familiares por herencias. No merece la pena. ¿No recordáis aquellas palabras de Jesús?: “Uno de la gente le dijo: ‘Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.’ El le respondió: ‘¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?’ Y les dijo: ‘Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes’” (Lc. 12, 13ss).
            * Una familia ha de educar en los grandes valores de la fe en Dios y en su Santa Iglesia. Como me decía una madre un día: ‘será lo más grande que puedo dar a mis hijos y les valdrá para siempre y en todas las circunstancias de la vida.’ Todos los demás valores de los que he hablado antes son preparatorios para este valor, el valor de la fe y del amor a Dios y a su Iglesia.
            Esto es lo que pedimos al Señor, por intercesión de la Sagrada Familia y de María, la Madre de Dios. ¡Que así sea!

jueves, 26 de diciembre de 2013

Domingo de la Sagrada Familia (A)



29-12-2013                                        SAGRADA FAMILIA (A)
                                               LA EDUCACION CRISTIANA (I)
Homilía en audio. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO. Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            - Hace unos tres años celebré la boda de unos amigos. Después de la celebración del sacramento estábamos los invitados en el aperitivo y se me acercó un matrimonio de mediana edad. Me preguntaron cosas de la homilía y me decían que había cosas, de las que yo había dicho, con las que no estaban de acuerdo. Se estableció un diálogo y en un determinado momento les pregunté: ‘Sabiendo lo que sabéis ahora, si pudierais volver  atrás, ¿os casaríais de nuevo entre vosotros?’ La mujer se quedó pensativa un momento y enseguida contestó que lo había pasado bastante mal en el matrimonio, pero que sí se casaría de nuevo con su marido. Luego ella y yo miramos para el hombre y éste, de modo inmediato y firme, contestó que no se casaría en modo alguno. No se casaría ni con ella ni con ninguna mujer.
            En bastantes ocasiones hay matrimonios, o maridos y/o mujeres que afirman estar pesarosos de diversas cosas sucedidas en su matrimonio, o con la educación de sus hijos, o por haber tenido menos hijos o por haber tenido de más, etc.
            Sabiendo lo que sabéis ahora –os pregunto yo-, ¿os casaríais con vuestro marido o con vuestra mujer? ¿Por qué sí o por qué no? (Yo no necesito saberlo; os lo planteo para que reflexionéis y os contestéis vosotros mismos).
            Sabiendo lo que sabéis ahora, ¿os habríais comportado con vuestros cónyuges como lo hicisteis? ¿Diríais lo que dijisteis? ¿Callaríais lo que callasteis?
            Sabiendo lo que sabéis ahora, ¿os habríais casado u os habríais quedado solteros?
            Sabiendo lo que sabéis ahora, ¿tendríais más hijos o menos hijos?
            Sabiendo lo que sabéis ahora, ¿educaríais a vuestros hijos como lo habéis hecho? ¿Qué cosas cambiaríais?
            - Con esta última pregunta quiero entrar propiamente en el núcleo de la homilía de hoy, es decir, quiero hablaros de la educación que se da o que se debe dar en una familia cristiana y, desde mi punto de vista, en toda familia. Pero no se ha de entender la educación simplemente como aquella que dan los padres a los hijos, sino como aquella que viven, recrean y buscan todos los miembros que forman parte de la familia, padres incluidos. Para ello la Iglesia nos propone hoy que nos miremos en el espejo de la Sagrada Familia formada por S. José, por la Virgen María y por Jesús.
Llegados a este punto creo necesario decir una palabra sobre lo que se ha de entender por educación, pues, de otro modo, podemos hablar en los mismos términos, pero de cosas muy distintas. Entiendo por educación aquello que viene contenido en el Concilio Vaticano II, concretamente en el número 1 de la Declaración “Gravissimum educationis” y que recogió posteriormente el Código de Derecho Canónico en su canon 795: Como la verdadera educación debe procurar la formación integral de la persona humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien común de la sociedad, los niños y los jóvenes han de ser educados de manera que puedan desarrollar armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales, adquieran un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la libertad, y se preparen a participar activamente en la vida social.” Es muy importante que la educación sea integral, no sólo en conocimientos académicos, sino también en el ámbito físico, en el moral y en el espiritual. En caso contrario tendríamos monstruos que, sabiendo mucho o siendo muy fuertes o siendo muy espiritualistas, carecerían de los otros aspectos necesarios para el correcto crecimiento de toda la persona. Además, en esta definición se destacan los fines de la educación en los hombres: 1) el bien común de toda la sociedad y 2) su objetivo último, o sea, la salvación o lo que es lo mismo la entrada en el Reino de Dios.
            Para aterrizar más este tema, pienso que es muy importante que los matrimonios y las familias eduquen en valores, pero valores que nos hagan crecer como personas, como ciudadanos y como cristianos o personas de fe. Pienso que nunca es tarde para empezar a vivirlos personalmente primero, y para comenzar a transmitirlos a los demás después.
            * El primer valor que reseñaría es el del cariño. El amor debe estar presente en toda familia, pues de otro modo la convivencia se convierte en un infierno o aquella casa es simplemente ‘la pensión del peine’. El amor debe de ser del esposo hacia la esposa y de ésta hacia aquél. El amor debe de ser de los padres hacia los hijos y de éstos hacia aquéllos. El amor debe de ser entre los hermanos y demás familiares. Recuerdo que hace unos años una maestra de Oviedo, que ejercía en una escuela de la zona de La Tenderina, pidió a sus alumnos, de unos 8 años, que hicieran un dibujo sobre las primeras palabras que oían al despertarse. Uno de ellos se dibujó a sí mismo en la cama y a su madre entrando en la habitación para despertarlo mientras ella le decía: “O te levantas o de doy una os…” Cuando la maestra enseñó el dibujo a la madre, ésta se puso todo colorada. Signo de que debía de ser cierto.
A continuación voy a leeros una bonita historia que me vino por Internet y que refleja perfectamente lo que quiero decir en este punto: En una junta de padres de familia de cierta escuela, la directora resaltaba el apoyo que los padres deben darle a los hijos. También pedía que se hicieran presentes el máximo de tiempo posible. Ella entendía que, aunque la mayoría de los padres y madres de aquella comunidad fueran trabajadores, deberían encontrar un poco de tiempo para dedicar y entender a los niños. Sin embargo, la directora se sorprendió cuando uno de los padres se levantó y explicó, en forma humilde, que él no tenía tiempo de hablar con su hijo durante la semana. Cuando salía para trabajar era muy temprano y su hijo todavía estaba durmiendo. Cuando regresaba del trabajo era muy tarde y el niño ya no estaba despierto. Explicó, además, que tenía que trabajar de esa forma para proveer el sustento de la familia. Dijo también que el no tener tiempo para su hijo lo angustiaba mucho e intentaba redimirse yendo a besarlo todas las noches cuando llegaba a su casa y, para que su hijo supiera de su presencia; él hacía un nudo en la punta de la sabana que lo cubría. Eso sucedía religiosamente todas las noches cuando iba a besarlo. Cuando el hijo despertaba y veía el nudo, sabía, a través de él, que su papá había estado allí y lo había besado. El nudo era el medio de comunicación entre ellos. La directora se emocionó con aquella singular historia y se sorprendió aún más cuando constató que el hijo de ese padre era uno de los mejores alumnos de la escuela. El hecho nos hace reflexionar sobre las muchas formas en que las personas pueden hacerse presentes y comunicarse entre sí. Aquel padre encontró su forma, que era simple pero eficiente. Y lo más importante es que su hijo percibía, a través del nudo afectivo, lo que su papá le estaba diciendo. Algunas veces nos preocupamos tanto con la forma de decir las cosas que nos olvidamos de lo principal, que es la comunicación a través del sentimiento. Simples detalles como un beso y un nudo en la punta de una sábana, significaban, para aquel hijo, muchísimo más que regalos o disculpas vacías.”
            El próximo miércoles, día 1 de enero, continuaré diciendo más valores en los que se debe de basar la educación familiar.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Navidad



25-12-2013                                        NAVIDAD (A)
Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO. Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            ¡Santa Navidad os deseo en el  día de hoy! ¡Santa Navidad para vosotros, para vuestras familias, para vuestros difuntos[1], para vuestros amigos, para vuestros conocidos! ¡Santa Navidad para todos ellos y para todos nosotros!
¡Santa Natividad del Niño Jesús! El Hijo de Dios ha nacido entre nosotros. Un niño recién nacido siempre es una buena noticia en una casa y en una familia. Como bien decía una persona, un niño es un ‘quitapenas’. Hace unos años murió repentinamente una prima mía de unos 35 años mientras amamantaba a su hijo recién nacido. Mi tía, la abuela del niño, tuvo que hacerse cargo del bebé, de otro hijo que tenía mi prima de 9 años y del marido, su yerno. Con el tiempo le preguntábamos a mi tía cómo lo llevaba y ella decía que la estaba salvando el nieto bebé y las atenciones que había que tener para con él: que si le salían los dientes, que si había que cambiarle los pañales, que si había que darle de comer, que si lloraba, que si se reía… Un niño se convierte en el centro de una familia y de una persona. Un niño es un ‘quitapenas’.
¡Feliz y santo Nacimiento del Hijo de Dios, de Jesús! Esto es lo que celebramos en el día de hoy. Es algo muy sencillo y muy hermoso, pero que sólo LOS SENCILLOS Y HUMILDES pueden descubrir en toda su profundidad.
En el día de hoy celebramos que los hombres estábamos abandonados en medio de nuestras guerras, odios y soledades, y Dios, teniendo misericordia de todos y de cada uno de nosotros, nos ha mandado a su Hijo querido para poner paz en donde hay guerra, para poner perdón y amor en donde hay odio, para poner compañía y amor en donde hay soledad. Dios mismo está hoy entre nosotros bajo la apariencia de un niño débil, desnudo y pobre. Pero sólo LOS SENCILLOS Y HUMILDES lo pueden descubrir.
En el día de hoy celebramos que en tiempos de Jesús había muchos observadores de estrellas entre los sabios, pero sólo tres quisieron seguir aquella extraña estrella que apareció en el firmamento. Los Reyes Magos se hicieron SENCILLOS Y HUMILDES para acercarse a Jesús.
Cuando los tres magos se presentaron en Jerusalén, muchos oyeron su historia, y hasta algunos sabios del Antiguo Testamento interpretaron correctamente que el nacimiento del Mesías sería en Belén, pero nadie se puso en camino hacia allá, salvo los guardias de Herodes para matar.
En el día de hoy celebramos que, cuando Jesús nació en Belén, toda la población estaba atestada de gente, pero sólo unos pastores, ¡y que estaban fuera de Belén!, fueron hasta la cuadra a postrarse ante Jesús, el Niño Dios. Sólo los SENCILLOS Y LOS HUMILDES lo pudieron descubrir y encontrar.
También hoy Jesús nace para todos los hombres, pero no todos lo reconocemos. Sólo los de corazón humilde podrán descubrirlo y alegrarse con Él. Voy a contaros un hecho que sucedió hace años en Bolivia para que veamos cómo se puede celebrar el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Había un campesino analfabeto llamado Romualdo. Le gustaban mucho los versos populares y una Navidad compuso la letra de un villancico, que decía así:
“Navidad, mi Navidad
fuente de felicidad.
Dame el Niño, todo entero;
dámelo y no quiero más”.
Un día un misionero que se lo escuchó le preguntó: ‘Pero, ¿por qué todo entero? ¿Temías que te lo diesen en pedazos?’ Romualdo sonrió y dijo: ‘Yo quiero al Niño. Ese cuerpecito suave, blando, cálido, para tenerlo en mis brazos. Pero quiero mucho más, quiero su alma, tan hermosa, con tesoros celestiales. Quiero su Palabra, que tanto me llena, aunque yo no sé leer... pero sé escuchar y sorber. Quiero su ternura para repartirla con todos los que están tristes. Quiero su bondad y perdonar a los que me desprecian por mi sencillez y simpleza. Quiero su santidad para que no manche esta hermosa alma que El me ha regalado. Quiero su deseo de morir para que todos se salven. Quiero...’ El misionero le interrumpió preguntándole: ‘¿No te parece ya bastante?’ A lo que Romualdo respondió: ‘No. Porque todavía Jesús tiene muchas cosas hermosas que yo quiero tener. Por eso, no me contento con tener la imagen en mis brazos. Deseo tenerlo en mi corazón, en mis ojos, en mis oídos, en mi lengua, en mi vida toda. Por eso mi villancico, de que la Navidad me traiga al Niño todo entero’.
Si sentimos como Romualdo, si somos SENCILLOS Y HUMILDES como él, entonces junto con él digamos:
“Navidad, mi Navidad
fuente de felicidad.
Dame el Niño, todo entero;
dámelo y no quiero más”.


Antesdeayer, una misionera de Foz y que está en África, me mandó este correo: “Querido P. Andrés, ¡FELIZ Y SANTA NAVIDAD Y AÑO NUEVO! Por aquí las Navidades no son muy espectaculares, pero se viven con autenticidad. Hoy, día 23, tuvimos reparto de alimentos para los pobres, para que estos días sean un poco menos tristes. Hay una señora a la que su esposo abandonó y como no podía pagar la barraca de lata en la que vivía, el dueño la echó a la calle con sus hijos. Vino a pedir ayuda a nuestra casa. Me recordó cuando la Virgen y San José fueron rechazados en las posadas y acabaron en un establo. Creo que esto sí es una Navidad de VERDAD: sin luces, sin turrones, sin champaña, sin casi todo lo material, pero con todo lo que vale la pena. La Navidad con los más pobres es como estar en el Establo de Belén en persona. Hay mucha gente que sufre mucho, que se mueren porque en el hospital no les dan ni una pastilla si antes no la pagan. Se pasa tan mal que se pasa bien, porque sabes que ahí está Jesús. El sufrimiento de esta gente no me gusta, preferiría que nadie estuviera pasándolo mal, pero si esto no puede ser, pues me gusta acompañarles en ese sufrimiento. No puedo hacer mucho, pero al menos estoy con ellos. Mi hermana me dice que soy masoquista, pero no es eso. Ellos lo tienen que vivir y sufrir y yo ¿ni siquiera los voy acompañar?
Bueno te he contado un poco lo que estoy sintiendo estos días. Por favor, reza por un muchacho católico que acusaron injustamente unas personas de una secta y que estuvo detenido. Lo maltrataron mucho y ahora está fuera pero sale el juicio estos días y puede volver a la cárcel por mucho tiempo. Estoy segura que es inocente pero nadie lo defiende, sólo las hermanas y un grupito de la parroquia.
La homilía de Navidad es preciosa; gracias.
Que Jesús te siga trayendo bendiciones y todas las gracias que El posee en plenitud y quiere darnos a todos”.

[1] Sí, también para los difuntos ha nacido y nace el Hijo de Dios. Y ellos se alegran como nosotros y más aún que nosotros de esta gran noticia.