domingo, 28 de diciembre de 2014

Navidad



25-12-2014                                        NAVIDAD (B)
Is. 52, 7-10; Slm. 97; Hb. 1, 1-6; Jn. 1, 1-18
Queridos hermanos:

Repetí la homilía de 2011 en las parroquias de Tapia y, por eso, no la publiqué en el blog. Sin embargo, sí que envié la homilía de audio por correo y se me ha pedido que la 'cuelgue' en el blog.
Pues ahí va:

jueves, 25 de diciembre de 2014

Domingo de la Sagrada Familia (B)



28-12-2014                            SAGRADA FAMILIA (B)
Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO. Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Hoy, día de la Sagrada Familia, me gustaría hablaros de los esposos, de la relación esponsal. ¿Es oportuno que un cura hable sobre esto? Bastante gente dice que no, pues, como no está casado, no sabe del tema. Y esto es verdad... en parte.
            Yo creo que un cura sí que puede hablar del matrimonio: Primero, porque el sacerdote nació y se crió en una familia, como casi todo el mundo, y aquí vivió el matrimonio de sus padres. Segundo, porque habla de aquello que Dios dice en la Biblia sobre el matrimonio, y sobre esto me concederéis que sabe más un cura que la gente de la calle, en general. Tercero, a un cura le viene mucha gente con problemas familiares y de matrimonios y, aunque no sea más que por eso, el cura va adqui­riendo una experiencia.
            Bien, con este preámbulo vamos a meternos de lleno en el tema.
            - Ante todo he de decir que la vida matrimonial es una vocación a la que Dios llama a algunos hombres y a algunas mujeres. No todo el mundo vale para casado. No vale para casado quien se casa para huir de algo o de alguien (de su madre, de sus miedos, de que los demás lo señalen como solterón o solterona). No vale para casado quien lo hace, pero con la intención de seguir viviendo como de soltero con sus libertades en salidas y entradas, con falta de compromisos en el hogar, con no dar cuenta a nadie de lo suyo... No vale para casado quien sólo busca recibir y no, sobre todo, el dar (ejemplo de Laurentino, ‘éste no me hace feliz, ésta no me hace feliz’). No vale para casado quien sólo mira para sí y es un egoísta o un narcisista redomado.
            - Por eso, para casarse (canónica o civilmente, o sólo para convivir) es indispensable contar con una base humana indispensable, con una madurez humana suficiente. Quien no tiene una serie de cualidades humanas ‘normales’ no puede aún casarse. ¿Cuáles son estas cualidades humanas ‘normales’? Comprensión, saber dialogar, aceptar los puntos de vista del otro, generosidad, laboriosidad, humildad, respeto, sensibilidad, responsabilidad, ser sacrificado... Y sobrará egoísmo, palabras hirientes, encerrarse en uno mismo, caprichos, pereza, soberbia y amor propio, rencores y resentimientos... ¡Cuántas veces he oído: yo tengo tres hijos: Fernando, Rosa y mi marido o mi mujer! ¡El peor es este/a último/a y lo malo es que no se puede dar un azote!
            - El amor no puede faltar en la vida matrimonial, pero no sólo durante el noviazgo, sino y sobre todo durante la vida conyugal. Hace un tiempo vino una mujer de unos 35 años con una revis­ta de Pronto, Semana, Hola o de éstas y me enseñó un artícu­lo en el que se indicaban algunos signos del enamoramiento: palpitacio­nes, sudoración en las manos, insomnio, etc. Me decía que ella tenía algunos de estos signos, pero que otros no; me preguntaba sí estaría enamorada de verdad. Frente a esto os puedo contar el caso de una mujer muy enferma y en la UCI que me mandó llamar. Se veía muy mal y quería descargar su conciencia. Se había casado muy enamorada; se había casado para toda la vida. El marido la engañaba y desaparecía con unas y con otras. Cuando volvía a casa, la mujer siempre lo aceptaba, porque lo amaba. Lo aceptaba aún en contra de la opinión de sus familiares e hijos, pues el marido le prometía siempre cambiar y ser otro, pero el marido una y otra vez la dejaba en la estacada. Pasaron hambre los hijos y ella; trabajó ella en lo que pudo. Esta mujer logró mantener siempre unida la familia: ella y sus hijos, pero en su interior siempre suspiraba por su marido al que amaba en secreto. En secreto, porque no podía decírselo a sus hijos, pues les parecía mal. Ni a sus familiares, porque la reñían. Ni a una amiga, porque no la entendía. Ni a su marido, porque no estaba ni la correspondía. ¡Qué triste es el amor de una persona que no es correspondido por la persona amada! Ahora en el lecho de muerte esta mujer descargaba su conciencia de lo que hizo mal en su vida, pero sigue confesando su amor por su marido. ¿Es esto amor o es el de la sudoración de las manos y las palpitaciones de la revista Semana?
            Quien no tenga estas notas, es mejor que no se case. Porque, si lo hace, seguramente su matrimonio fracasará y hará sufrir mucho a su pareja... y a los hijos que puedan venir.
- Yo siempre digo que una relación matrimonial es el acercamiento entre un hombre y una mujer. Son personas muy distintas entre sí, por el género diverso, pero también por la cultura, por la educación recibida, por las experiencias tenidas, etc. Estas dos personas tan distintas tienden puentes entre sí, que les unen y les acercan. ¡Cuántos más puentes mejor! Esos puentes pueden crecer a lo largo de la vida y pueden ir rompiéndose. Estos puentes son los hijos, el amor, las aficiones, las finanzas, la hipoteca, las amistades, la fe…
- La fe en el matrimonio. Una de las lecturas que se usan en las bodas es la de Tobías y Sara. Tobías le dijo a su mujer Sara la noche de bodas: “Levántate, Sara; vamos a rezar a Dios hoy, mañana y pasado; estas tres noches las pasamos unidos a Dios, y luego viviremos nuestro matrimonio. Somos descendientes de un pueblo santo y no podemos unirnos como los paganos, que no conocen a Dios” (Tob. 8, 4b). Recuerdo que en 1996, en la parroquia que tenía entonces, comencé una catequesis del sacramento de la Confirmación. Hacía más de 30 años que no lo había. En el grupo había gente casada y soltera. Pregunté: ¿Es importante que los esposos tengan, vivan y practiquen la fe al unísono? Todos los solteros dijeron que no, que eso no era importante. Todos los casados dijeron que sí.
Sí, Dios está en medio de todos nosotros y de nuestras vidas, también en medio de todos los matrimonios. Cuando una pareja se casa, se dan las manos, y Dios pone su mano sobre las suyas. Puede ser que el marido retire su mano, pero permanecen las manos de la mujer y de Dios. Puede ser que la mujer retire su mano, pero permanecen las manos del marido y de Dios. Puede ser que los esposos retiren sus manos, pero permanece la mano de Dios. El siempre está y permanece.
Termino con una anécdota que llegó a mí hace tiempo. Es un detalle tonto, pero es una buena radiografía de un matrimonio: “Un hombre abrió la puerta y se encontró con un anciano que llevaba un trozo de tarta en sus manos. ‘Mi mujer cumple hoy ochenta y seis años’, dijo, ‘y quiere que pruebes un trozo de su tarta de cumpleaños’. El hombre recibió el obsequio y le mostró su agradecimiento, sobre todo porque el anciano había caminado casi un kilómetro para entregarlo. Una hora más tarde, se presentó de nuevo el anciano. ‘¿Qué ocurre ahora?’, le preguntó el hombre. ‘Bueno’, respondió con timidez el anciano, ‘me envía Agatha a decirte que sólo cumple ochenta y cinco’”. 1) Me enternece la mujer que quiere compartir un trozo de pastel con un vecino. 2) Me enternece el marido anciano que obedece a su mujer y camina dos kilómetros (uno de ida y otro de vuelta) para llevar la tarta de cumpleaños de su mujer. 3) Me enternece la inocencia y candidez del anciano que no ve el ‘crimen’ de confesar la edad verdadera de su mujer. 4) Me enternece imaginarme la escena al regresar el anciano a casa y decir, casi por descuido, lo de los 86 años, y la vergüenza de la mujer, y la ‘bronca’ que le debió echar al marido, y el empujarle a volver a caminar otros dos kilómetros para ‘deshacer la equivocación de los 86 años’, pues en realidad eran: ¡¡85 años!!
En definitiva, quiero pediros en el día de hoy a los esposos esto: construid puentes en vuestro matrimonio; construid más de los que derribáis o derriban las circunstancias; y pasad con mucha frecuencia, por esos puentes, a vuestra mujer y a vuestro marido. La Sagrada Familia os ayudará, ¡seguro!