9-3-14 DOMINGO
I CUARESMA (A)
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Homilía de audio en MP3
Queridos
hermanos:
El
miércoles pasado hemos comenzado el tiempo de Cuaresma. Es un tiempo de
conversión, es decir, es un momento privilegiado para que dejemos nuestro pecado,
nuestro caminar lejos de Dios, y emprendamos o continuemos por el camino hacia
Dios.
Este caminar
hacia Dios tiene dos vertientes: una de vaciamiento de nuestro pecado, de todo
lo que no es Dios y otra de llenarnos de Dios[1].
Dicho de otro modo: este camino
cuaresmal significa una radical y total desposesión de nuestras seguridades, de
todo aquello en que apoyamos nuestra vida (un nombre y unos apellidos, los
títulos, la salud, los bienes materiales, las amistades, el reconocimiento de
los otros, las propias ideas, las propias virtudes, los rezos…). Todas estas
cosas deben ser medios y nunca fines en sí mismos. La Cuaresma es y debe ser un
llamamiento a no apoyarse en nada que no sea Dios.
Cuando Jesús
fue llevado por el Espíritu al desierto, el objetivo de ello era que Él se
desasiera de todo aquello que le daba seguridad para adquirir la única
SEGURIDAD que merece la pena: Dios. Los israelitas, en tiempos de Moisés, se
querían apoyar en los ajos y cebollas de Egipto, aunque allí estaban
esclavizados. Cuando iban por el desierto pasando hambre y sed, hubo un momento
en que quisieron volver a su antigua vida de esclavos. Sí, mejor comer siendo
esclavos que morir siendo libres, decían ellos.
También Jesús se sintió tentado (Mt 4,
1-11) a apoyarse en la comida, en lo
material (el pan), en la fama
(hacer espectáculo al lanzarse de la torre a la vista de todos y que no le
pasara nada), en el poder (todos los
reinos del mundo le serían entregados si Jesús adoraba a Satanás). Jesús se sintió tentado a usar lo material,
la fama y el poder para que el evangelio entrará más fácilmente en los judíos[2] y, además, Él no
tendría que morir en la cruz. Es la
tentación de la
seguridad. Y Cristo nos pide la muerte a toda seguridad, y eso va
contra el instinto de supervivencia, o sea Cristo nos pide la muerte a nosotros
mismos. Y esa muerte es nuestra vida: Quien da la vida por mí y por evangelio,
vivirá; quien busca la vida, morirá. Nuestra apoyatura debe de ser sólo en
Dios.
Para este
vaciamiento y este apoyarse sólo en Dios la Iglesia nos propone tres medios,
que los tomó del mismo Cristo Jesús: ayuno, limosna y oración. (Así se nos
proclamó en el evangelio que leímos el Miércoles de Ceniza).
Ayuno. El ayuno implica no comer y
pasar hambre. Ayunamos, no porque no tengamos comida, sino porque queremos
ofrecerle a Dios lo que nos sostiene, lo que nos alimenta, lo que nos nutre, lo
que nos gusta… Quitamos alguna de las comidas del día, o quitamos algo a las
comidas del día, o lo más riguroso: estar un día a pan y a agua.
También el
ayuno puede consistir en privarnos durante este tiempo de Cuaresma de ingerir o
consumir cosas que nos gustan al paladar: Coca Cola, café, dulces, tabaco,
chocolate, pan, picar entre horas… Hay creyentes que no sólo ayunan de comida
y/o de bebida, también ayunan en este tiempo de televisión, de ordenador, de
móviles, de fútbol, de videojuegos, de la pereza… Pero nada de esto tiene sentido si uno lo hace por miedo a Dios, por
costumbre, por vencer la propia voluntad… NO. El ayuno es importante, pero lo que le da auténtico sentido es la
MOTIVACIÓN por la que uno ayuna y se priva de cosas que le gustan. El otro
día en una Misa de diario en Tapia vino un matrimonio con su hijo de unos 10
años a confesar. En la homilía le pregunté al niño si hacía algún sacrificio y
él dijo que sí: que a veces, cuando tenía sed, se privaba de beber y ofrecía a
Dios esa sed.
Así, el ayuno, hecho por Dios y para Dios, es
signo de la muerte y del VACIAMIENTO DE UNO MISMO, de los propios gustos e
impulsos.
Limosna. Hablaba el domingo pasado del
dinero en base al evangelio que leímos en la Misa. Veíamos que, como bien decía
Francisco de Quevedo, ‘poderoso caballero es Don Dinero’. La mejor manera de
vencer la esclavitud que el dinero ejerce sobre nosotros es… darlo. No digo gastarlo,
sino entregarlo a las necesidades que nos rodean. Siempre digo que el dinero y los bienes materiales no son nuestros, no
son de nuestra propiedad, sino que Dios es el auténtico propietario y nosotros
somos los administradores. Por ello debemos administrar esos bienes según
el parecer de su legítimo dueño: Dios. Los antiguos tenían esto muy claro, por
eso entregaban a Dios los diezmos y primicias. Eran suyos y a Él le eran
devueltos. Si nosotros tuviéramos esta mentalidad, veríamos que lo que damos de
limosna no es un rasgo de generosidad por nuestra parte, sino de justicia:
devolvemos a Dios lo que es de Dios. Si nos quedáramos con ello, entonces
seríamos unos ladrones. Por todo lo anteriormente dicho, la limosna es un acto de justicia, es devolver a Dios lo que es de Dios
y lo hacemos a través de sus hijos más necesitados. Así la limosna es, además,
un acto apertura a los hombres, nuestros hermanos, en sus necesidades.
Oración. Bien, ya hemos trabajado en
vaciarnos de nosotros mismos, de nuestros gustos (ayuno) y también de cosas
(limosnas). Ahora que estamos vacíos hemos de llenarnos de Él, de Dios. La
oración no son rezos o palabras que decimos a Dios. La oración es la puerta por la que Dios quiere entrar en nosotros. Por
eso, la mejor oración no es la que dice, sino la que escucha. Déjate mirar por
Dios. Déjate llenar por Dios. Queda en silencio para escuchar a Dios. De este
modo la oración es apertura a ese Dios que nos transforma.
Yo siempre
propongo un plan para la Cuaresma.
Cada uno tiene que hacerlo a su medida. Cada uno sabe dónde le aprieta el
zapato. Por eso, aconsejo a las personas que se dirigen espiritualmente conmigo
y a todo el que quiera escuchar que ha de hacer algo en la Cuaresma, que se ha
de proponer algo en la Cuaresma. Ese plan debe servir para vaciarse de uno
mismo y para dejar que Dios nos llene. En estos días recibía este plan de un
hombre creyente. Decía así:
“Te envío mi plan para esta Cuaresma, dime si lo ves o no
adecuado:
-De lunes a jueves cambiaré la tv por lectura espiritual.
-Ayuno miércoles y viernes (café y pan en el desayuno
y pan y agua en la cena).
-Meditar la Pasión al menos una vez a la semana”.
Este plan vale para él. Pero cada uno de nosotros hemos de hacer uno
propio. ¿Cuál va a ser tu plan en este tiempo de Cuaresma? Si lo hacemos y
tratamos de cumplirlo, entonces, al final de la Cuaresma, al final de esos
cuarenta días nos pasará lo mismo que nos dice el evangelio que el pasó a
Jesús: “Se (le) acercaron los ángeles y le servían”.
[1] Si uno tiene una botella de agua y quiere llenarla de
vino, primero tiene que tirar el agua y, sólo después de que la botella esté
vacía, puede llenarla de vino.
[2] Cada vez que el hombre quiere usar estos medios para
crear el cielo en la tierra el resultado es el comunismo asesino de Stalin o el
tercer Reich de Hitler.
Me gustaría conseguir para esta Cuaresma –al menos voy a intentarlo- mirar hacia Dios y escuchar a Dios, para que en cualquier actividad cotidiana que haga –sea fácil o difícil- no haya doblez o hipocresía. Para que con Su presencia me diga qué hacer en cada momento, qué palabras decir o qué silencios, qué callar.
ResponderEliminarMuy buena homilía Andrés.Veo através de ella a un sacerdote, que sabe mucho de ayuno, limosna y oración. Y cuando esto ocurre en el argot cristiano es simplemente porque se vive aquello de lo que se habla. Hay coherencia entre la fe y la vida.
ResponderEliminarBonita exposición, clara y atractiva.
Gracias.
De qué forma tan sencilla nos has explicado la propuesta que nos hace la iglesia para vivir la Cuaresma con sentido: vaciarnos y llenarnos. No vaciamos practicando el ayuno y la limosna y nos llenamos de Dios con la oración.
ResponderEliminarSi viésemos la limosna como el acto de justicia,que es,nuestro vaciamiento daría un gran sentido a nuestros actos.
Lo mas importante es, como dices, tener presente la motivación por la que actuamos de una manera u otra; que sea por y para el Señor.
También yo te enviaré mi Plan de Cuaresma, y voy a copiar uno de los propósitos de un amigo tuyo, pater: Meditar la pasión durante estos día, para llenarme mejor de Dios, teniendo presente cuánto ha hecho por mi.
El que Jesús responda a las tentaciones de Satanás con la misma Palabra de Dios, me anima a seguir teniendo contacto diario con Su Palabra, que en los momentos de tentación será la fuerza y luz con la que la venza.
Es una pena no "ver" como se vacían y llenan las botellas... los presentes, sobretodo los niños, no lo olvidarán.
Buena semana para todos, amigos.
Hola Andrés.
ResponderEliminarMuy gráfico con las botellas y los niños, así llega mejor el mensaje. Gracias.