Dijo
el eunuco al diácono Felipe: “¿Y cómo voy a entenderlo, si
nadie me guía?” (Hch. 8, 31).
Antiguamente se hablaba mucho del director espiritual. Hoy se dice más bien
acompañante o guía espiritual. Básicamente son distintas palabras para explicar
lo mismo, aunque con acentos diversos.
El
director, o guía, o acompañante espiritual puede ser un sacerdote o una
religiosa o un seglar. Es aquella persona que tiene experiencia de Dios,
conocimiento de la Biblia, de la doctrina de la Iglesia, de distintas
espiritualidades cristianas (San Francisco, teresiana, laical, jesuítica…) y
orienta a un fiel en su camino de fe.
La
libertad tiene que estar presente en la dirección espiritual. No se impone y
debe ser el fiel quien pida la guía, como en el caso del eunuco, o, en todo
caso, se le puede sugerir la posibilidad llevar una guía espiritual. Tiene que
haber libertad para empezar y libertad para dejarlo.
Otra
característica es la confianza, que se irá acrecentando poco a poco. No hay
prisa por llegar a ningún sitio o por saber todo del otro. Es Dios quien guía
al acompañante y al acompañado. El fiel se fiará del director. Si no confía,
que lo deje y se busque otro. No andará el fiel consultando a unos y a otros
para quedarse con lo que más le conviene o con lo que más le convence. En este
caso, el director sería el propio fiel, que escogería según su propio criterio.
Otra
característica es la sinceridad por parte de ambos. Si el fiel trata de ocultar
por vergüenza o para que no le exija demasiado, entonces no se irá a ningún
sitio y no se avanzará. Además, el guía ha de ser sincero, pero ha de adecuarse
a la capacidad del fiel. Si le presenta toda la exigencia o todo el camino a
recorrer de golpe, el fiel puede asustarse o no comprender. El director unas
veces le indicará el camino que tendrá que andar, otras le confirmará el camino
que está haciendo en ese momento, y otras le confirmará el camino ya realizado.
Debe
existir la obediencia del fiel hacia el director, lo que no significa una
obediencia ciega o acrítica. Es una obediencia razonada (se ha de exponer por
parte del director el porqué de una cosa u otra), y el fiel debe ser dócil a
ello. El director debe adecuarse a la personalidad y a las circunstancias del
fiel, pero sobre todo el director debe escuchar lo que Dios pide e indica a ese
fiel. Dios tiene un camino singular para cada fiel, aunque bien es cierto que
hay una serie de acciones o actitudes que son comunes a todos: el gusto y
conocimiento por la Palabra, la Eucaristía, la oración personal, la práctica de
las virtudes, la confesión…
Ah!!! Este eunuco debía ser muy listo porque con apenas media hora de dirección espiritual debió de bastarle para seguir el Camino... Yo soy muy torpe y necesito mucho más de un buen acompañante. Espero poder seguir teniéndolo aunque sea a distancia para tener un guía seguro.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu comentario, Pater.
Gracias por colgar el escrito.
Querido Andrés:
ResponderEliminarYo sí tengo un Director Espiritual. Es santo y sabio, como decía Santa Teresa.
El Señor lo puso en mi camino para que me guiara y me acercara a Él.
Desde que tengo director espiritual, apenas rezo. Ahora busco al Señor en el silencio, e intento escucharlo, aunque a veces sea con la oreya equivocada.
Tampoco me limito a oír la palabra de Dios los domingos en misa. La leo en casa, la saboreo, la disfruto. Busco lo que me dice, y procuro meterla en mi vida.
Me he dado cuenta que Dios es mucho más grande y más bueno de lo que pensaba, y que todo es obra de Él.
Gracias, D. Andrés por ser mi Director Espiritual, y por toda su ayuda, aunque a veces "solo" sea colgar las homilías en el blog.
Un abrazo muy grande.