jueves, 5 de junio de 2014

Domingo de Pentecostés (A)



8-6-2014                                PENTECOSTES (A)

Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO. Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Cuando rezamos el Credo decimos que creemos en Dios Padre, en el Hijo (Jesucristo) y en el Espíritu Santo. En el día de hoy: domingo de Pentecostés, celebramos la venida del Espíritu Santo a los apóstoles y, a través de ellos, a toda la Iglesia.
            Es muy poco lo que se habla del Espíritu Santo y ¡tanto lo que se puede decir de Él! Hoy profundizaremos un poco en este misterio del que depende nuestra vida de fe. En la segunda lectura nos dice San Pablo que “nadie puede decir ‘Jesús es Señor’, si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. Parece una tontería, pues todos podemos decir: ‘Jesús es Señor’, pero San Pablo no se refiere únicamente a mencionarlo o expresarlo con nuestros labios, sino sobre todo a decirlo con todo nuestro ser. O sea, lo que quiere decir San Pablo es que nadie puede creer en Jesús como Dios y como Señor, sino es porque el Espíritu Santo nos da la fe para decirlo, para creerlo y para vivirlo.
            Supongo que habréis oído hablar de los dones que uno recibe con el Espíritu Santo. Cuando los apóstoles estaban reunidos en el día de Pentecostés, varias lenguas de fuego se posaron sobre ellos. En esas lenguas de fuego recibían el Espíritu Santo y sus dones. Estos permiten a los cristianos secundar con facilidad las mociones del propio Espíritu Santo al modo divino. Por lo tanto, los dones del Espíritu son infundidos por Dios. El creyente no podría adquirir los dones por sus propias fuerzas, ya que estos transcienden infinitamente todo el orden puramente natural. Los dones los poseen en algún grado todas las almas en gracia, y son incompatibles con el pecado mortal. Con estos dones el Espíritu Santo rige y gobierna inmediatamente nuestra vida sobrenatural. Ya no es la razón humana la que manda y gobierna; es el Espíritu Santo mismo, quien actúa como motor y causa principal única de nuestros actos virtuosos, poniendo en movimiento todo el organismo de nuestra vida sobrenatural hasta llevarlo a su pleno desarrollo.
Y ahora vamos a hablar de los dones que el Espíritu nos otorga. Ya sabéis que son siete:
- Don de sabiduría. La sabiduría es la luz que se recibe de lo alto: es una participación especial en ese conocimiento misterioso, que es propio de Dios. Este conocimiento está impregnado por la caridad, gracias al cual el alma adquiere familiaridad con las cosas divinas y gusta ya en la tierra de ellas. Con este don se es capaz de juzgar las cosas, los acontecimientos y las personas según la medida de Dios. Por otra parte, con esta sabiduría se sabe en cada momento lo que se tiene que hacer para agradar a Dios,
- Don de entendimiento o de inteligencia. Es una gracia del Espíritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas. La palabra "inteligencia" deriva del latín intus legere, que significa "leer dentro", penetrar, comprender a fondo. Esta inteligencia sobrenatural se da, no sólo a cada uno, sino también a la comunidad: a los Pastores y a los fieles, que de este modo poseen el sentido de la fe.
- Don de consejo. Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone, sugiriéndole lo que es lícito, lo que conviene más al alma. El Espíritu de Dios enriquece y perfecciona la virtud de la prudencia y guía al alma desde dentro, iluminándola sobre lo que debe hacer, especialmente cuando se trata de opciones importantes (por ejemplo, de dar respuesta a la vocación), o de un camino que recorrer entre dificultades y obstáculos.
- Don de fortaleza. Es la fuerza sobrenatural que Dios nos otorga para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la vida. Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente, y nos ayuda a superar los miedos, la cobardía, la rutina y el cansancio.
En nuestro tiempo muchos ensalzan la fuerza física, llegando incluso a aprobar las manifestaciones extremas de la violencia. Este don de la fortaleza encuentra poco espacio en una sociedad en la que está difundida la práctica, tanto del ceder y del acomodarse como la del atropello y la dureza en las relaciones económicas, sociales y políticas. La timidez y la agresividad son dos formas de falta de fortaleza que, a menudo, se encuentran en el comportamiento humano, con la consiguiente repetición del entristecedor espectáculo de quien es débil y servil con los poderosos, pero prepotente con los indefensos. El don de la fortaleza es un impulso sobrenatural, que da vigor al alma no solo en momentos dramáticos como el del martirio, sino también en las habituales condiciones de dificultad: en la lucha por permanecer coherentes con los propios principios; en el soportar ofensas y ataques injustos; en la perseverancia valiente, incluso entre incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad y de la honradez.
- Don de ciencia. Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador. El hombre contemporáneo, en virtud del desarrollo de las ciencias, corre el riesgo de absolutizar las cosas de este mundo y casi de divinizarlas hasta hacer de ellas el fin supremo de su misma vida. Esto ocurre sobre todo cuando se trata de las riquezas, del placer, del poder que precisamente se pueden derivar de las cosas materiales. Estos son los ídolos principales, ante los que el mundo se postra demasiado a menudo. Gracias al don de ciencia, el hombre no estima las criaturas más de lo que valen y no pone en ellas, sino en Dios, el fin de su propia vida. Así logra ver las cosas como manifestaciones verdaderas y reales, aunque limitadas, de la verdad, de la belleza, del amor infinito que es Dios, y como consecuencia, se siente impulsado a traducir este descubrimiento en alabanza, cantos, oración, acción de gracias. Además, el hombre con este don descubre la infinita distancia que separa a las cosas del Creador, su intrínseca limitación.
- Don de piedad. Este don sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre. La ternura, como actitud sinceramente filial para con Dios, se expresa en la oración y nos da una profunda confianza en Dios. La ternura, como apertura auténticamente fraterna hacia el prójimo, se manifiesta en la mansedumbre. Así se da en el creyente una nueva capacidad de amor hacia los hermanos, haciendo su corazón de alguna manera participe de la misma mansedumbre del Corazón de Cristo. Por esto el cristiano se siente impulsado a tratar a los demás con la amabilidad propia de una relación fraterna. El don de la piedad, además, extingue en el corazón aquellos focos de tensión y de división como son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón.
- Don de temor de Dios. Se trata del temor a ofender a Dios y humildemente reconociendo nuestra debilidad. El creyente se preocupa de no disgustar a Dios, de "permanecer" y de crecer en la caridad. El creyente se presenta y se pone ante Dios con el «espíritu contrito» y con el «corazón humillado». Este temor no excluye el miedo que nace de la conciencia de las culpas cometidas y de la perspectiva del castigo divino, pero la suaviza con la fe en la misericordia divina y con la certeza de la solicitud paterna de Dios que quiere la salvación eterna de todos.
¡Ven, oh Santo Espíritu, y concédenos tus siete dones, ahora y por siempre! AMEN

4 comentarios:

  1. Amén!

    Espíritu Santo ven,
    Espíritu Santo ven.

    Si Tú no vienes
    nos faltarán las alas para la plegaria,
    desgastaremos el silencio y las palabras,
    si en lo escondido tu voz no clama.

    Si Tú no vienes
    será imposible el abrazo del reencuentro,
    con el hermano que la ofensa puso lejos,
    si Tú no enciendes de nuevo el fuego.

    Pero si vienes a recrearnos
    y como un soplo das vida al barro,
    como un artista irás plasmando
    un rostro nuevo de hijos y hermanos.
    Por eso ven

    Espíritu Santo ven,
    Espíritu Santo ven.

    Si Tú no vienes
    olvidaremos la esperanza que llevamos,
    sucumbiremos al desánimo y al llanto,
    si Tú no vienes a consolarnos.

    Si Tú no vienes
    evitaremos el camino aconsejado,
    por el Señor de las espinas y el calvario,
    si Tú no vienes a recordarlo.

    Pero si vienes a sostenernos
    y nos conduces como maestro,
    en nuestra carne se irá escribiendo
    cada palabra del evangelio.
    Por eso ven

    Espíritu Santo ven,
    Espíritu Santo ven.

    Si Tú no vienes
    nuestra mirada será ciega ante tus rastros,
    la poca fe dominará lo cotidiano,
    si no nos donas el ser más sabios.

    Si Tú no vienes
    y no sacudes con tu viento nuestras casas,
    y con un sello de profetas nos consagras,
    tendremos miedo si no nos cambias.

    Pero si vienes y en el silencio
    del alma escribes renglones nuevos,
    entre nosotros se irá tejiendo
    la historia cierta del nuevo reino.
    Por eso ven

    Espíritu Santo ven,
    Espíritu Santo ven.

    Esta es una hermosa canción del Padre Eduardo Meana ...si quieren esta en Youtube ...
    Una abrazo

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  2. Preciosa letra, Ana!! Gracias. Me encanta ver tu nombre madrugando en nuestro Blog y tus aportaciones que salen de un corazón tierno.
    Pidamos a ese Espíritu que cubrió a María, nuestra Madre, que lo siga haciendo sobre nosotros, Su Iglesia peregrina.¡Cuánto lo necesitamos!
    Buen día, amigos.

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  3. Andrés, preciosa la homilía con los niños representando cada un Don del Espíritu Santo. ¡Qué bendición que lo hagas así para ellos y para los fieles! Estos niños nunca te olvidarán, les estás instruyendo de una forma gráfica, clara, cercana y llena de amor. La Palabra de Dios les llega muy hondo contigo.

    Todo lo bueno procede del Espíritu Santo.
    . Sabiduría: "Ver las cosas con los ojos de Dios "Todo sufrimiento deja una gran enseñanza",
    "Los silencios de Dios son para educarnos, para que maduremos"
    Yo peino ya algunas canas y sé de lo que hablas, como has dicho.

    Entendimiento: "Comprender la Palabra de Dios"

    Consejo: "Dios nos orienta y nos ilumina para saber qué hacer"

    Fortaleza: "Nos da fuerzas para sobrellevar las dificultades de la vida"

    Ciencia: "Dios nos hace ver que las cosas materiales deben estar por debajo de las personas"

    Piedad: "Nos da ternura para las cosas de Dios, también cuando vemos a las personas"

    Temor de Dios: "Le queremos tanto que no queremos perderlo y Dios nos da ese miedo:

    Gracias Andrés por al explicación tan clara de los Dones del Espíritu Santo.

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  4. “nadie puede decir ‘Jesús es Señor’, si no es bajo la acción del Espíritu Santo”.
    Leyendo en el Magnificat de junio, me quedó muy clara esta frase que comparto con vosotros, desde un texto de Manuel Iglesias SJ.
    “Como dice Raniero Cantalamessa, Dios ya era Dios antes de la creación, pero todavía no era Señor. En la Trinidad no hay “señores” porque no hay dominio de nadie sobre nadie; son iguales. Dios se hizo “Señor” a partir del momento en que existieron criaturas sobre las que podía ejercer su dominio aceptado libremente por ellas.
    En cierto sentido, ¡somos nosotros los que hacemos que Dios sea “el Señor” Decir: “Jesús es el Señor” tiene un aspecto subjetivo que depende del que lo dice. Por ejemplo, los demonios nunca lo dijeron; decían: “Tú eres el Hijo de Dios” o: “El Santo de Dios”. Ése es un dato real que ellos no pueden cambiar. Pero decir: “Tú eres el Señor” significa reconocerlo como tal, someterse a su dominio por decisión personal, y esto no pueden hacerlo los demonios; si lo hicieran…dejarían de ser demonios.”
    Yo normalmente me refiero a Jesucristo como Jesús o el Señor y ahora comprendo el por qué me he referido a Él tanto tiempo como el Señor. Y es que lo reconozco como tal en mi vida desde siempre, lo acepto personal y libremente sabiéndome su criatura, pero no me daba cuenta de que era por la acción del ES que salía este trato hacia Él de mi corazón. Saberle el Señor de mi vida, de todo mi ser, me llena de alegría.
    “nadie puede creer en Jesús como Dios y como Señor, sino es porque el Espíritu Santo nos da la fe para decirlo, para creerlo y para vivirlo”, nos dice D. Andrés. Creo en ese ES que nos da la fe para decirlo, creerlo y vivirlo. ¡Bendito sea Dios!

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