1-XI-14 TODOS
LOS SANTOS (C)
Queridos hermanos:
Quisiera que reflexionásemos sobre LA MUERTE, algo que
nos recuerda el día de hoy con la visita a los cementerios donde están nuestros
seres queridos ya fallecidos.
- La muerte es una
realidad que alcanza a todas las criaturas que existen sobre la tierra, también
a los hombres. En la Biblia se nos presentan posturas muy encontradas ante la
muerte:
a) La de
aquellos que la temen y le suplican a Dios que la aleje de sí: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
[...] Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la
fosa [...] A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: ‘¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?’ [...] Cambiaste mi luto en danzas” (Slm 29).
b) Otros
piden a Dios la muerte a gritos: “¡Maldito
el día en que nací, el día que me dio a luz mi madre no sea bendito! ¡Maldito
el que dio la noticia a mi padre: ‘Te ha nacido un hijo’, dándole una alegría!
[…] ¿Por qué no me mató en el vientre? Habría sido mi madre mi sepulcro; su
vientre me habría llevado por siempre. ¿Por qué salí del vientre para pasar
trabajos y penas y acabar mis días derrotados?” (Jer. 20, 14-18). O este
otro texto: “Muera el día en que nací […]
¿Por qué al salir del vientre no morí o perecí al salir de las entrañas? ¿Por
qué me recibió un regazo y unos pechos me dieron de mamar? Ahora dormiría
tranquilo, descansaría en paz [...] Ahora sería un aborto enterrado, una
criatura que no llegó a ver la luz” (Job 3, 3. 11-13).
Esto mismo nos pasa a nosotros, unos deseamos la muerte
ante los graves problemas que padecen, ante grandes dolores, ante la soledad y
la incomprensión…, y otros la tememos como lo más horrible.
¿Qué es la muerte?
Es el fin de nuestra vida terrena. Nacemos, crecemos, envejecemos y un día, por
enfermedad o accidente, dejamos de existir, dejamos de respirar y nuestro
cuerpo se va descomponiendo hasta quedar reducido a cenizas.
¿De dónde viene la
muerte? La muerte no es obra de Dios. “Dios
no hizo la muerte, no goza destruyendo a los seres vivos” (Sb. 1, 13).
Según nuestra fe iluminada por la Biblia, la muerte procede del pecado del
hombre. Dios nos había creado para no morir, pero el pecado nos acarreó la
muerte. Y esta muerte es el último enemigo del hombre que ha de ser vencido por
Jesucristo (cfr. Rm. 5, 19-21).
- Cristo también murió. Él era hombre como nosotros y,
por eso, murió como todos los demás hombres. También nosotros moriremos un día.
Pero, desde que Él murió, la muerte para los cristianos tiene otro sentido, que
voy a tratar de explicar ahora:
a) Desde Cristo la
muerte ya no tiene un sentido negativo, no es simplemente algo destructivo.
Por eso oímos en los santos frases como éstas: * “Para mí, la vida es Cristo, y morir una ganancia... Deseo partir y
estar con Cristo” (Flp 1, 21. 23). * “Hay
en mí un agua viva que murmura y que dice desde dentro de mí ‘ven al Padre’”
(S. Ignacio de Antioquía, Rom 7, 2). * “Yo
quiero ver a Dios y para verlo es necesario morir” (Sta. Teresa de Jesús).
* “Yo no muero, entro en la vida”
(Sta. Teresita del Niño Jesús). * “Y por
la hermana muerte, ¡loado mi Señor!” (S. Francisco de Asís).
b) La muerte, por
tanto, para los cristianos llenos de fe es sólo la puerta que nos lleva al
Padre Dios; no es algo horrible que nos destruye, que nos lleva a la nada y a
la desaparición para siempre. La muerte es el paso para una nueva vida con Dios
donde ya no existirá ni el sufrimiento, ni las enfermedades, ni las lágrimas,
ni el hambre, ni la maldad. Sólo existirá el amor de Dios para nosotros y
de nosotros para Dios, el amor de los demás hombres para nosotros y de nosotros
para los otros.
c) La muerte es el
fin de nuestra vida terrena, esta vida que Dios nos ha dado para llegar con
entera libertad a Él, que es el fin último de nuestra existencia. El hombre sólo vivirá una vez y, por ello,
sólo morirá una vez (Hb 9, 27). No existe reencarnación después de la
muerte.
d) La Iglesia nos
anima a prepararnos para la hora de nuestra muerte. Nunca digamos ¡qué
suerte tuvo aquel que se acostó y murió durmiendo, qué muerte más feliz sin
sufrimiento alguno! Y ¿si murió sin tiempo de arrepentirse? y ¿si murió con
pecados graves? Por eso se dice: * “De la
muerte repentina e imprevista, líbranos Señor”. * “Si tuvieses buena conciencia no temerías mucho la muerte. Mejor sería
huir de los pecados que de la muerte. Si hoy no estás aparejado, ¿cómo lo
estarás mañana?” (Kempis 1, 23, 1). * “Ningún
viviente escapa de su persecución (de la muerte); ¡ay si en pecado grave
sorprende al pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!” (S.
Francisco de Asís).
Yo no sé hasta que punto tengo una fe fuerte,pues yo le tengo miedo a la muerte,me gustaría que no fuese así pero lo es,el día de todos los santos,le pediré a Dios que me de esa fuerza que necesito,para cuando me llegue la hora.
ResponderEliminarMi amiga Ernestina tiene un amigo que es ateo...y a menudo tienen conversaciones sobre la fe. En una ocasión le decía, que no entendía por qué los católicos, creyendo lo que creían, tenían miedo a la muerte. Si él tuviese Fe, no tendría miedo a nada y menos a la muerte.
ResponderEliminar¡Qué débil fe la nuestra!
Yo no le temo, no por ahora, pero, si me viniese acompañada de la enfermedad y el dolor...¿cuál sería mi sentir, mi creer, mi actitud?
Pido para todos una fe recia que nos haga desear ese "Ven, Señor Jesús", que en la Misa respondemos al sacerdote en un momento dado.
Buen día para todos.
Quiero transcribir una frase de S. Juan Pablo II, que a mí me impresionó y que indica la fe y confianza en el Señor de este gran Papa:"Siento una gran paz al pensar en el día en que el Señor me llame".
ResponderEliminarQue el Señor nos conceda a nosotros este mismo sentir.
Feliz semana a todos