Sacerdote de la Archidiócesis de Oviedo (España) Párroco de la UP de san Lázaro del Camino (Oviedo)
viernes, 31 de julio de 2015
jueves, 30 de julio de 2015
Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (B)
2-8-2015 DOMINGO XVIII
TIEMPO ORDINARIO (B)
VALORES
HUMANOS Y CRISTIANOS (II)
Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO.
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Voy
a seguir exponiendo en el día de hoy otra serie de valores humanos, que nos
ayudarán a sentar las bases para ser verdaderamente cristianos.
3) Televisión, Internet, videojuegos.
Estamos en un mundo en el cual los medios audiovisuales imperan. Estos medios
nos facilitan mucho las cosas en nuestro trabajo, en nuestras comunicaciones,
en nuestro ocio, pero también tienen
algunos peligros, como son el de crearnos dependencia de ellos, nos restan
creatividad, nos aíslan de los demás. ¿Cómo nos hemos de posicionar ante ellos?
Entiendo que no podemos demonizarlos, pero tampoco asumirlos sin más. Debemos
tener una actitud madura y responsable ante estos medios. ¿Cuánto tiempo paso
al día y/o a la semana delante de estos instrumentos o con ellos? No podemos
pasar horas y horas ante un televisor, ante la pantalla de ordenador conectado
a Internet o ante con un videojuego. Hemos de tener, además, en cuenta que en
estos instrumentos se nos presentan modelos de vida y concepciones de
pensamiento que están en contra directamente de valores que son importantes
para nosotros y que están contenidos en el evangelio de Jesucristo. Por eso
entiendo que no podemos ver (“tragar”) sin más determinados programas de
televisión como “Sálvame Deluxe” y cosas por el estilo (seguramente me quedan
muchos programas más en el tintero, pues no soy demasiado conocedor de ellos).
¿Por qué digo esto? Pues repito que es porque en estos programas y en otros, en
muchos videojuegos, en muchas páginas de Internet se nos presentan modelos
de vida y concepciones de pensamiento que están en contra directamente del
evangelio de Jesucristo.
Por
lo tanto, no podemos sin más “tragar” lo que nos echen, sino que debemos dejar
de lado determinadas cosas que en la
TV, en Internet y en los videojuegos se le presentan, y debemos
dedicar ese tiempo a dialogar, a leer libros, a realizar ejercicios físicos,
como deportes o paseos. Conozco a una pareja de jóvenes cristianos, que se
casaron hace poco, y en su casa no tiene televisor. Se lo han querido regalar
amigos y familiares repetidamente y no han querido. Y les sucede una cosa muy
extraña: no se aburren y tienen tiempo para otras cosas, por ejemplo, para orar
en pareja un rato antes de acostarse.
4) Vida ordenada. El orden externo en
el día a día, es decir, con horarios constantes ayuda a ordenar nuestra vida
interior. No se trata de que seamos rígidos, sino flexibles, pero no tan
‘flexibles’ que nuestra vida esté gobernada por los meros impulsos o caprichos
del momento o por las circunstancias que nos sobrevengan:
- Hemos de ser
“señores y dueños” de nuestras vidas (en la medida de lo posible) y no al revés,
o sea, que los gustos de cada momento o lo que nos digan los demás dominen
sobre nosotros en una pura arbitrariedad y anarquía.
- Es
conveniente que tengamos un horario para levantarnos y para acostarnos. Cada
uno de nosotros sabemos lo que más nos conviene: si somos más noctámbulos o
somos más de madrugar. Sea como sea, lo cierto es que el cuerpo necesita lo
suyo (dormir y descansar) y lo pide, y si no se lo damos primero, hemos de
dárselo después. Dios hizo el día para desarrollar nuestra actividad y la noche
para dormir, por eso hemos de evitar el tener “el sueño cambiado”. Es deseable
acostarse a una determinada hora y levantarse a otra hora determinada. Que nos
dé tiempo para descansar, levantarnos, asearnos, un tiempo de oración más o
menos prolongado (también es verdad que se puede dejar para otro momento del
día o de la noche). Hemos de tener un tiempo para acostarnos, sin que nos
“enrollemos” con la película o programa de turno, o con el ordenador.
- Hemos de
procurar respetar las horas de las comidas, y tener un tiempo para el
estudio-trabajo, para un poco de paseo-deporte, para el ocio, para la lectura…
Si esto que os vengo diciendo se convierte en algo connatural a nosotros día a
día, si esto sucede –repito una vez más- por planteamiento de nuestra razón y
por nuestra voluntad, y no por meros impulsos o gustos o caprichos, tendremos
una vida ordenada, aprovechada… Pues de otro modo, con frecuencia, tendremos la
sensación de “andar a las carreras”, de estar siempre cansados y de no haber
hecho nada de provecho durante el día, el mes, el año o en nuestra vida.
5) Lengua. No quiero aquí detenerme en
que no debe murmurar, o difamar, o decir blasfemias. Lo que sí quiero es decir,
en lo que sí quiero detenerme es en lo que se
debe hacer con la lengua. S. Pablo dice en una de sus cartas “que
vuestras palabras sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea
necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan” (Ef. 4, 29).
Pues lo mismo digo yo: en esta sociedad de sospechas, de cizañas, de medias
verdades, de palabras hirientes…, hemos de ser personas que transmitamos paz y
concordia con nuestras palabras. Al hablar debemos resaltar lo bueno, lo que
anima, lo que construye paz y perdón, lo que transmite alegría y esperanza.
Pero también debemos de ser personas de silencio. ¡Se puede hacer tanto bien con la palabra como con el silencio!
Silencio que comprende, silencio que escucha, silencio que sana, silencio
humilde y que no tiene solución para todo ni para todos. Y esto, tanto la
palabra como el silencio, tiene en la persona un solo origen: la paz. En
efecto, el ser humano debe de estar lleno de paz… y la transmite, bien con sus
palabras, bien con sus silencios.
viernes, 24 de julio de 2015
Suscribirse a:
Entradas (Atom)