miércoles, 25 de noviembre de 2015

Domingo I de Adviento (C)



29-12-2015                            DOMINGO I DE ADVIENTO (C)
            Iniciamos hoy el tiempo de Adviento. Nos habla de ello la casulla morada, los cantos, las lecturas que escuchamos, la corona con las cuatro  velas... Este tiempo de Adviento es un tiempo de recuerdo y preparación. Recuerdo de la primera veni­da de Cristo en el año cero de nuestra época. Preparación para la segunda y definitiva venida de Jesucristo a la tierra.
Hace unos años, a finales de noviembre, vivía yo aún en Oviedo y bajaba del obispado para mi casa a comer. Se me acercaron 3 ó 4 chicos de unos 13 años y, de repente, sacaron unas maracas y me empezaron a cantar un canto con tintes navideños que decía más o menos así: “Dame un aguinaldo, dame un aguinaldo”. Yo les dije que aún no había empezado el Adviento y que no podíamos celebrar ya la Navidad…
Sí, es cierto: Alimerka, el Árbol, Eroski, etc. ya están llenos de productos navideños en estas fechas; las bombillas navideñas ya están puestas por las calles de algunas ciudades (el otro día me fijaba en la fotografía de dos soldados belgas en Bruselas con las bombillas navideñas sobre sus cabezas). Queremos pasar a la Navidad sin habernos preparado con el Adviento. Queremos dar a luz, sin antes estar preñados. Queremos tener un título de una carrera universitaria sin haber asistido antes a clase, estudiado y hecho los exámenes. Queremos resucitar sin antes haber muerto. NO, no caigamos en la tentación de esta sociedad consumista. Vivamos estas fechas de Adviento cristianamente: con austeridad, con aumento de oración, con la preparación para una buena confesión para el día de la Navidad. Cristo Jesús va a venir a nuestros hogares, a nuestros corazones, a nuestra ciudad y tenemos que hacerle un recibimiento adecuado.
            Ya sabéis que mis primeras homilías de Adviento y de Cuaresma tienen habitualmente como objetivo el proponeros que realicéis un plan personalizado de acción. Vamos allá. En este PLAN podrá haber los siguientes elementos:
            - Un tiempo dedicado a Dios. El otro día impartí una charla en la parroquia de Tapia de Casariego sobre la Iglesia. La charla pertenecía a la parte teológica de la Formación de Laicos. En un determinado momento manifesté la opinión de que la Iglesia de Asturias se está desmoronando. En el turno de preguntas se me interrogó de los motivos de mi afirmación. Respondí varias cosas, pero otras me quedaron en el tintero. La más importante de las que me quedó en el tintero fue ésta: la falta de trato frecuente y profundo de los cristianos asturianos con Dios. Este trato frecuente supone que ha de ser diario. Igualmente hemos de profundizar en la Palabra de Dios, por ejemplo, en el salmo 24, que acabamos de escuchar:
“Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres
mi Dios y Salvador”.
            Sí, para que el Señor nos enseñe y nos instruya, como dice el salmo, hemos de pasar ratos largos y continuados delante del sagrario o en algún lugar tranquilo. Hemos de dejar que el Señor nos hable al corazón y nos muestre por dónde hemos de ir. Cuanto más busquemos la compañía de Dios, más la necesitaremos. Cuanto menos estemos a su lado, menos lo necesitaremos.
            De qué modo concreto podemos hacer esta parte del plan realidad en este tiempo de Adviento. Pues yo veo estas posibilidades: menos televisión, menos Internet, menos tiempos perdidos, menos ruidos y conversaciones banales... Más momentos de sagrario, más lecturas espirituales, más aprovechamiento de nuestro tiempo, más silencio exterior…
            - Un tiempo para morir a sí mismo, a sus caprichos y egoísmos. Ello se puede lograr a través de sacrificar y mortificar aquello que nos gusta y/o que no nos viene bien, y podemos ofrecérselo al Señor: menos compras superfluas, menos perezas, menos comidas y bebidas, menos programas de televisión, menos tiempo de ordenador, menos juegos, menos murmuraciones… Más ejercicio físico, más ayunos, más tareas en el hogar, mejor actitud en el trabajo, más pedir perdón, más clima de serenidad y de buen ambiente con otras personas...
            - Un tiempo de amor y de ayuda a los demás: Amor y ayuda en el lugar de trabajo y de estudio; amor y ayuda con los amigos; amor y ayuda con la familia; amor y ayuda con los más desfavorecidos…
            Ya para terminar, os transcribo a continuación un plan de Adviento concreto que una persona desea hacer y que puede servir de modelo, no para hacerlo igual, sino para animarnos a hacerlo.
 “- Ir a visitar a dos personas mayores.
- No justificarme.
- No comer dulce en todo el tiempo de Adviento. Sólo a partir del día 24 de diciembre.
- Lectura espiritual diaria.
- Ir a misa entre semana siempre que pueda.
- Llamar por teléfono a alguna persona que tengo olvidada”.

martes, 24 de noviembre de 2015

Las Moradas de Santa Teresa de Jesús

Desde el día de Santa Teresa de Jesús (15 de octubre de 2015) y durante varias semanas, prediqué varias homilías en las que iba explicando el libro de las Moradas. Los audios de esas homilías ya están 'colgados' en el blog, en las homilías semanales. Ahora, y a petición de algunas personas, 'cuelgo' en el blog lo que tengo escrito sobre ello y que me ha servido de base para las homilías.
Un abrazo


                       Andrés Pérez



LAS MORADAS O CASTILLO INTERIOR
STA. TERESA  DE  JESUS

INTRODUCCION
Esta obra de S.T. es una obra de madurez. En ella recopila toda su experiencia y reflexiones sobre la Oración y el modo de llegar Nuestro Señor, que habita en nosotros. Ya San Agustín, en el S. IV nos dice que él buscaba a Dios fuera de sí mismo y que lo encontró dentro de sí. También el Apocalipsis nos dice que Dios está llamando dentro de nosotros y que si le abrimos comeremos con El, es decir seremos amigos y disfrutaremos de su intimidad.
Sta. Teresa escribió su autobiografía, o Libro de la Vida, en donde encontramos ya mucho de lo que “más por menudo” nos va a explicar en esta, podríamos decir, segunda autobiografía titulada El Castillo interior o Las Moradas.
Lo escribe por obediencia a sus superiores (P. Gracián, el Dr. Velázquez) en un momento en el que está confinada en su convento de Toledo “a manera de cárcel”, debido a una orden del Capítulo General del Carmen celebrado en Piacenza (Italia).
El tercer Superior que le pide lo escriba es el propio Señor, como nos relata Ana de Jesús, con quien la Sta. Se carteaba. Lo empieza el 2 de Junio de 1577 y lo acaba la víspera de S. Andrés del mismo año (o sea 29 de noviembre), ya en San José de Ávila.
Es claro que ella pensaba en sus monjas, cuando lo escribió, pero este libro ha pasado a ser patrimonio literario y espiritual de toda la humanidad, siendo guía para el camino de oración y perfección de todo el Pueblo de Dios.
Diego de Yepes, confesor y biógrafo de la Sta. Declaró en el Proceso que la propia Sta. Teresa le había contado, en un encuentro que tuvieron en Arévalo en el año 1579 o 1580, cómo la víspera de la Stsma. Trinidad le había hecho el Señor una gran merced “mostrándole un globo hermosísimo de cristal a manera de castillo con siete moradas y, en la séptima que era en el centro, estaba el Rey de la gloria con gran resplandor, que hermoseaba e ilustraba todas aquellas moradas de la cerca.
A los lectores de Las Moradas se les abre un camino muy sencillo y humilde, practicable y eficaz. Es, quizá, su obra principal, de madurez humana y espiritual. Nos invita a ponernos en camino siguiendo las pautas o entrando en las moradas para vivir con el como el Señor que habita en nuestro interior desea.
Este itinerario de siete etapas o siete momentos se estructuran de la manera siguiente:
Primeras Moradas: Toda persona está llamada a vivir en comunión con Dios
Segundas Moradas: Cristo nos llama personalmente a conocerle y seguirle
Terceras Moradas: Decisión del discípulo de seguir a Cristo totalmente
Cuartas Moradas: Cristo nos lleva a descubrir su gloria
Quintas Moradas: Reproducen la muerte de Cristo en Cruz y la necesaria muerte del hombre a sí mismo
Sextas Moradas: Los seguidores de Cristo aprenden a amar después de participar en la muerte de Cristo y la suya propia
Séptimas Moradas: Participación en la Resurrección del Señor quedando preparados para ser eficaces en la acción y colaboradores del Señor Crucificado y Resucitado.-

ESTRUCTURA DE CADA MORADA
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que el hombre se relaciona con Dios por medio de la Oración. Oración que debe transformarnos porque si no hay esa transformación, no hay vida espiritual, sino engaño.
En cada Morada aprenderemos una manera de relacionarnos con Cristo y por su medio con el Padre y el Espíritu Santo. Tendremos en cada una, un modo de oración, una virtud necesaria  y pautas para que todo lo anterior se haga vida.
Jesucristo nos llama a establecer una historia de amistad mediante la mutua comunicación. La Oración es un diálogo de amistad. También, como Teresa, S. Ignacio de Loyola dice que la oración es “así como un amigo habla a otro amigo”.
Para entrar en este Castillo, es decir, nuestra alma, se debe tomar una “muy determinada determinación” de seguir adelante, venga lo que viniere, y por más obstáculos que ponga el enemigo de “natura humana”. Teresa lo expresa de este modo: “Pongamos los ojos en Cristo” (M 1, 2-11). “Los ojos puestos en el verdadero y perpetuo reino que pretendemos ganar” (V 15, 11)
Otra cosa a tener en cuenta es que no tenemos  que detenernos en una sola estancia. Sin apurarse y sin temor hay que ir adelante: “no arrincone o apriete al alma. Déjela andar por estas moradas, arriba y abajo y a los lados, pues Dios le dio tal dignidad. No se estruje en estar mucho tiempo en una pieza sola” (M 1,2,8)
Según la situación en que nos encontremos acudamos a unas u otras moradas:
Si es de alegría: cuartas o séptimas
Si es de sufrimiento: las quintas
Si es de ver la llamada del Señor: las terceras
Si es de equivocaciones o pecados: las primeras
Tenemos que estar y visitar todas las siete, y no pensemos que por estar en la Séptima, p.e. no necesitemos visitar otra temporada las primeras. Porque las Moradas no son una escalera repleta de dificultades, ni pasamos de una a otra gracias a nuestro esfuerzo. Estas dos ideas nos han hecho mucho daño a los cristianos porque dificultan y estragan muchas vidas espirituales.
La misma Teresa dice: “No habéis de entender estas moradas una en pos de otra” (M1, 2-8). Si nos decidimos a entrar por este camino viviremos plenamente nuestro Bautismo. No hayáis miedo de que seremos raros, ni extraños, ni mejor ni peor que los demás mortales, sino que viviremos el estilo de vida propuesto por Cristo en nuestras circunstancias determinadas y dentro de la sociedad en la que nos ha tocado estar.
Tendremos conciencia casi permanente de estar habitados y acompañados en los profundo de nuestro ser. Cristo, dentro de nosotros, con quien tendremos una relación de amor y de amistad, que nos llevará al Padre en el Amor del Espíritu Santo.
Sta. Teresa empieza el relato de su vida suplicando a Cristo le dé gracia para que con toda claridad y verdad haga lo que los confesores le mandan. Y buscar en ello la gloria y alabanza del Señor.
Ella toma la imagen del Castillo para describirnos lo que es nuestra alma. En este Castillo habita Dios en el centro: “…considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. “” (M 1, 1

VIA PURGATIVA (LAS TRES PRIMERAS MORADAS)
PRIMERAS MORADAS
El Castillo es la figura que ella emplea para mostrar lo que es el alma de cada ser humano: “…como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo como un paraíso donde dice El tiene sus deleites” (Mor.1, 1)
Frente a los que dicen que el ser humano no puede relacionarse con Dios, la Sta. Nos dice que, aunque seamos muy pecadores, “…nos hará ver que es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor; y amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa. Tengo por cierto que a quien hiciere daño entender que es posible hacer Dios esta merced en este destierro, que estará muy falta de humildad y del amor del prójimo” (M.1, 1-3).
El modo de entrar en este castillo es la oración. Ella lo describe así “hay muchas almas que están en la ronda del castillo que es adonde están los que le guardan (memoria, entendimiento y voluntad) y que no se les da nada de entrar dentro ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar no quién está dentro, ni que piezas tiene” (M.1, 1-5)
Y ¿qué es hacer oración?: Entrar dentro de sí. (Ya San Agustín nos dijo que él intentaba encontrar a Dios y solo lo encontró dentro de sí). Pues Teresa nos dice: “la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios” (M1, 1-7).
Y ¿quiénes pueden entrar?  Todos estamos llamados a entrar en este castillo. El caso es hacer el propósito y determinarse con mucha determinación a empezar a tener en nuestra vida espacios de soledad en donde hagamos silencio y nos comuniquemos con quien mora en nosotros.
Muchas almas entran en el castillo “aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos deseos y alguna vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan a Ntro. Sr. Y consideran quién son, aunque no muy despacio; alguna vez en un mes rezan llenos de mil negocios” (…) “En fin, entran en las primeras piezas de las bajas; mas entran con ellos tantas sabandijas, que ni le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar; harto hacen en haber entrado” (M 1, 1-8). Es decir, que importa mucho que entremos, aunque sea con muchos pecados y defectos y preocupaciones no santas, etc. Que eso son las ‘sabandijas’.
En el cap, 2º de estas primeras moradas nos habla la Sta. de las tinieblas en que  vivimos cuando nuestra alma está en pecado mortal, que es como “si sobre un cristal que está al sol se pusiese un paño muy negro” (M1,2-29 “¡Qué turbados andan los sentidos… y las potencias (del alma)… con qué ceguedad, con qué mal gobierno” (M1,2).
También nos habla del demonio que nos asaltará con temores para que no sigamos adelante en el camino comenzado. Actuará a través de nuestros afectos y cobardías “…de mirar si me miran, no me miran; si, yendo por este camino, me sucederá mal; si osaré comenzar aquella obra, si será soberbia; si es bien que una persona tan miserable trate de cosa tan alta como la oración; si me tendrán por mejor si no voy por el camino de todos; que no son buenos los extremos, aunque sea en virtud; que, como soy tan pecadora, será caer de más alto…” (M1, 2-10). Y todo esto bajo capa de humildad.
El demonio, el homicida desde el principio, intentará engañarnos y como al principio estamos “embebidas en el mundo y engolfadas en sus contentos y desvanecidas en sus honras y pretensiones, no tienen fuerza los sentidos y potencias del alma…y fácilmente son vencidas. Aquí hay que recurrir a los Sacramentos (Eucaristía y Reconciliación) y al auxilio de Ntra. Señora.
Estas caídas nos van a llevar al conocimiento propio, que es muy necesario conocernos, dice ella, “para andar en verdad” y siempre, aunque lleguemos a las séptimas moradas hay que darse paseos por esta primera. Porque no hay que entender las Moradas como si fueran una escalera, ni una en pos de otra. El Señor puede llevar al alma donde y como le plazca o mejor, como esa alma necesite.
Insiste Teresa en la perseverancia “porque aunque entremos en el castillo tan llenos de miserias, si perseveramos el mismo Señor “que es muy buen vecino” las purificará
La Primeras Moradas están habitadas por las almas que tienen deseos de perfección, pero que aún están metidas en las preocupaciones del mundo, de las que deben huir y buscar ratos de soledad.
En primer lugar tenemos que tener claro que el hombre está capacitado para la relación con Dios por haber sido creado a su imagen y semejanza. El ser humano es un castillo habitado por el mismo Dios y la relación entre ambos se hará por medio de la oración vocal, o litúrgica o de petición, etc.
A estas primeras moradas hay que volver siempre para conocernos mejor y que caigan las máscaras con las que habitualmente nos paseamos por la vida. Y aunque lleguemos a las séptimas moradas deberemos recurrir a diario al conocimiento de nosotros mismos para no caminar en la falsedad o el engaña.
¿Quiénes habitan estas Primeras Moradas?:
Los que se inician en la vida espiritual
Los que no se conocen y viven una vida superficial, más atentos a las vidas ajenas que a la propia.
Los que llevan una vida cuyos actos dañan gravemente a los demás o a sí mismos
Los que desean introducirse en la oración reservando un espacio en sus vidas para esta relación.
Y también los que han hecho cohabitar a Dios con otros dioses, como el dinero, el poder, el honor, la vanidad, etc.
Dice la Santa: (posibilidad de relación con Dios, aunque seamos muy pecadores) “…nos hará ver que es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor; y amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa. Tengo por cierto que a quien hiciere daño entender que es posible hacer Dios esta merced en este destierro, que estará muy falta de humildad y del amor al prójimo” (M1, 1-3).
Este Señor, “que es muy buen vecino”, va purificando en nosotros esos modos de imaginarnos a Dios que nos lastran e incluso nos alejan de Él. ¿Cuáles? Sta. Teresa pasó de un Dios lejano a Cristo. El “temor servil”, que le producía un sentimiento no filial, no le daba libertad. Le tenía miedo. Ella pasó del temor al amor. Nos dice su propia experiencia: “Y en este movimiento de tomar estado (hacerse religiosa), más me parece me movía un temor servil que amor”. (V 3. 6)
El modo de hacer oración en estas primeras moradas reviste diferentes modalidades: Desde la contemplación de la naturaleza, por ejemplo, en tiempos de cansancio, enfermedad o sequedad espiritual al de la oración vocal. A solas y en silencio, conscientes de qué pedimos y a quién nos dirigimos. También la lectura de los Salmos. Con ellos oraba Jesús al Padre. También una lectura, una frase, una petición. Sin agobiar al alma. La lectura de la Palabra de Dios y la participación de los Sacramentos (Eucaristía y Reconciliación) nos irán introduciendo en el castillo.
En una cosa insiste la Sta. que no tornemos atrás una vez entrados en el castillo. “Venga lo que viniere, no ha de tornar atrás. Una muy determinada determinación. Si no nos dejamos vencer, saldremos con la empresa”.


SEGUNDAS MORADAS
Estas Moradas solo tienen un capítulo que se inicia con una pequeña introducción:
“Capítulo que trata de lo mucho que importa la perseverancia, y la guerra que da el demonio en el principio y cuánto conviene no errar el camino en el principio” (M2).
Por lo tanto tenemos que fijarnos en tres puntos:
-        Perseverancia
-        Tentaciones
-        No errar el camino
Se trata de seguir e imitar a Cristo haciéndolo vida de nuestra vida. Como detalle hay que decir que Sta. Teresa estuvo 18 años en esta morada.
La experiencia muestra que suelen ser muy frecuentes los vaivenes, avances y retrocesos, crisis personales o sociales que nos alejan de la vida espiritual o incluso nos sacan del castillo. Es ésta una morada a la que Sta. Teresa denomina del “combate espiritual”. Vamos a los tres puntos que nos señala
1º. Perseverancia
“Es (esta morada) de los que han ya comenzado a tener oración y entendido lo que les importa no se quedar en las primeras moradas, mas no tienen aún determinación para dejar muchas veces de estar ella, porque no dejan las ocasiones, que es harto peligro” (M2,2).
Estos “tienen harto más trabajo que los primeros”, ya que los primeros son como mudos que no oyen. Los segundos oyen y no pueden hablar. Entienden los llamamientos del Señor, y El, “que es muy buen vecino”, desea tanto que “le queramos y procuremos su compañía, que una y otra vez nos llama para que nos acerquemos a El a pesar de estar nosotros metidos en pasatiempos y negocios y contentos y baraterías del mundo, e incluso cayendo y levantando en  pecados”.
Por lo tanto es necesaria la determinación de trabajar para hacer la voluntad de Dios; aunque nos persigan los malos pensamientos y tengamos sequedades. Y si hay caídas, no desanimarse, que Dios sacará bien de ellas. Hay que confiar en la misericordia del Señor y “nonada en sí” y “verán como Su Majestad le lleva de unas moradas a otras”.
2º. La Batería (guerra) que da el demonio “terrible es la batería que aquí dan los demonios de mil maneras” (M2, 3). Porque en estas moradas las potencias del alma están más “hábiles”, es decir más perceptivas.
La razón, le representa el engaño de lo mundano. La memoria le representa en lo que paran todas las cosas del mundo. La voluntad “se inclina a amar adonde tan innumerables cosas y muestras ha visto de amor” y el entendimiento le hace entender que aunque viviere muchos años no podría encontrar mejor amigo.
¿Y qué hacer ante la tentación? Ante las turbaciones con que el demonio nos ataca a través de nuestras potencias “no ha de ir a fuerza de brazos”, sino “recogerse con suavidad”  y “tratar con personas experimentadas”.
3º No errar el camino y no tornar atrás.
Ya sabemos que la puerta es la oración y el único modo de no errar el camino es meditar y considerar quién es Jesús y sus palabras “nadie subirá al Padre ni no es por Mi”.
Es decir, conocer a Cristo Hombre, porque a través de esta “sacratísima humanidad” hemos de pasar. Considerar su Vida, sus actitudes, su corazón; ir asimilándonos a Él. Dice la Sta. que “es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano” (Vida 22, 9)
Leyendo con frecuencia los relatos evangélicos, el Espíritu Santo irá haciéndonos descubrir los aspectos de la vida del Señor que debemos ir integrando en nuestro día a día.

TERCERAS MORADAS
Constan de dos capítulos que tratan de cómo viven en ellas las almas que han perseverado y llegado hasta aquí. Viven aquí las almas que “por la bondad del Señor, son muy deseosas de no ofender a Su Majestad, ni aun de los pecados veniales se guardan, y de hacer penitencia amigas, sus horas de recogimiento, gastan bien el tiempo, se ejercitan en obras de caridad con los prójimos, muy concertadas en su hablar y vestir y gobierno de casa, lo que las tienen. Cierto, estado para desear y que, al parecer, no hay por qué se les niegue la entrada hasta la postrera morada ni se la negará el Señor”. (Mo 3, 5).
“Querrían a todos tan concertados como ellos traen sus vidas, y plega a Dios que no piensen que la pena que tienen es de la culpa ajena y la hagan en su pensamiento meritoria” (M3, 6). Las penitencias que hacen estas almas son tan concertadas como su vida... y así tienen gran discreción en hacerla porque no dañen a la salud. No hayáis miedo que se maten, porque su razón está muy en sí; no está aún el amor para sacar de razón” (M3, 7).
En los dos capítulos la Santa insiste en la Humildad. La razón es que si llegamos aquí, no lo creemos. Crece la soberbia, nos creemos unos privilegiados y es en estas moradas en donde se desenmascara la falsa modestia. Se nos ha ido revelando poco a poco el misterio de Dios a través de la Humanidad de Jesucristo, su vida, gestos y palabras, predicación y milagros y tratamos de acomodar nuestra vida y actitudes a lo que vemos en Él.
Y aquí la Sta. nos propone la meditación del episodio del joven rico. Entendamos la riqueza no solo como posesiones materiales, sino de todo tipo (intelectuales, sociales, búsqueda de fama y honra, tener un lugar predominante en el sitio que ocupamos, et.). Y dice: “Porque si le volvemos las espaldas y nos vamos tristes, como el mancebo del Evangelio, cuando nos dice lo que hemos de hacer para ser perfectos, ¿qué queréis que haga Su Majestad, que ha de dar el premio conforme al amor que le tenemos? Y este amor, hijas, no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras; y no penséis que ha menester nuestras obras, sino la determinación de nuestra voluntad” (M3,1.7).
“Todo este edificio es su cimiento humildad; y si no hay ésta muy de veras, aun por vuestro bien no querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el suelo”. Y añade: “Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y pusoseme delante…esto: que es porque Dios es suma verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira”.
Ella misma, después de su enfermedad, vio que debía cambiar el yo narcisista, viajar a la profundidad con humildad  y entregar su vida entera al Señor. En esta batalla, que duró casi veinte años, paseó con frecuencia por las tres primeras moradas e incluso supo lo que era acercarse peligrosamente a los arrabales del castillo y abandonar la vida espiritual.

LAS CUARTAS MORADAS
Constan de tres capítulos. En ellas entramos en otra fase. Ahora ya no se habla de “cosas naturales sino sobrenaturales y es dificultosísimo de dar a entender” (cap.1).
“Parecerá que para llegar a estas moradas se ha de haber vivido en las otras mucho tiempo, y aunque lo ordinario es que se ha de haber estado en la que acabamos de decir, no es regla cierta, como ya habréis oído muchas veces; porque da el Señor cuando quiere y como quiere y a quien quiere, como bienes suyos, que no hace agravio a nadie” (cp. 2).
Aquí la oración es la llamada de recogimiento, quietud y sueño de las potencias y es en el tercer capítulo donde más se extiende en ella. La describe como un “recogimiento suave en el interior, como un erizo o tortuga, cuando se retiran hacia sí”. Pero no cuando uno quiere: “acá no está en nuestro querer, sino cuando Dios nos quiere hacer esta merced”. Recomienda que no se empeñe uno en “discurrir, sino estarse atentos a ver qué obra el Señor en el alma”.Y aduce razones para este “estarse quieto”:
La primera es que “en esta obra de espíritu quien menos piensa y quiere hacer, hace más; lo que habemos de hacer es pedir como pobres necesitados… y bajar los ojos y esperar con humildad”. “Parece que entendemos que nos oye, entonces es bien callar, y procurar no obrar con el entendimiento”.
La segunda razón es que estas obras interiores son todas suaves y pacíficas. Hay que dejar el alma en manos de Dios y resignarla a Su voluntad.
La tercera es que el mismo cuidado que se pone en no pensar nada quizá despertará el pensamiento a pensar mucho.
La cuarta es que nos acordemos de la honra y gloria de Dios y nos olvidemos de nosotros mismos y de nuestro provecho y regalo y gusto.
Lo que más conviene es que sin ninguna fuerza ni ruido (el alma) ataje el discurrir del entendimiento, pero sí darse cuenta de que está delante de Dios y quién es este Dios.
El Señor da suavidad y ensanchamiento interior y pierde el temor de ir al infierno, “porque aunque le queda un mayor temor de no ofender a Dios, le queda una gran confianza de que ha de gozar de Él”.
En el primer capítulo de estas Moradas va a insistir en qué cosa es la oración de quietud y para ello utiliza el agua: “Hagamos cuenta… que vemos dos fuentes con dos pilas que se hinchen (llenan) de agua”. “Estos dos pilones se llenan de diferentes maneras:
. “una, viene de más lejos por muchos arcaduces y artificio” (los trabajos de lectura, meditación, oración vocal, etc.). De aquí salen los que ella llama CONTENTOS.
. Otro modo de llenarlos está hecho en el mismo nacimiento del agua y se va llenando el pilón sin ruido (ya no necesitamos tanta meditación, o libro, oraciones, et.). De esta oración, que procede de Dios vienen lo que ella llama los GUSTOS.
¿Y cómo sabemos que no nos estamos engañando a nosotros mismos?: “No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho”. Pero “quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto pudiéremos, no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica”.
En estas Cuartas Moradas las tres potencias del alma tienen que verse de forma distinta: 
. la memoria o actividad: no obrar
            . el entendimiento: procurar no discurrir
            . la voluntad: estar unida al Señor. Y para saber que lo estamos, tenemos que verlo “en los efectos y obras de después”. Ahí “se conocen estas verdades de oración, que no hay mejor crisol para probarse”.
Teresa es una mujer muy cuerda y muy realista y nos advierte de dos posibles problemas que pueden ocurrir y que ayudan en el discernimiento de espíritus:
Primer caso: “algunas, de la mucha penitencia, y oración y vigilias y aún sin esto, son flacas de complexión… se dejan embebecer, y como se enflaquece el natural se embebecen más y ellas creen que es arrobamiento. Yo lo llamo abobamiento”. El remedio para éstas será dormir y comer y no hacer tanta penitencia, porque andan engañadas y engañan. Que no tengan mucha soledad, que se ocupen en oficios y que se restablezca su naturaleza.
Segundo caso: aquellas que tienen flaca cabeza e imaginación “que todo lo que piensan les parece que lo ven”. Creo que es el caso de la histeria. Se meten en la situación, p. e., el Señor con la Cruz a cuestas, y se ven dentro del grupo que sigue a  Cristo en el camino...  No creer lo que dicen y si puede ser que las vea un psicólogo. Suelen ser personas muy buenas con grandes deseos de servir a Dios.

QUINTAS MORADAS
Constan de cuatro capítulos en los que la autora va a tratar de la oración llamada de unión.
1) Qué es
En el Libro de la Vida (cp. 15,1) podemos leer que en esta oración “el gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado”. Aquí, el esfuerzo personal del orante es ya muy pequeño: las potencias, la memoria, imaginación y razón son  absorbidas por un intenso sentimiento de amor y sosiego.
Aquí, “hasta que la experiencia es mucha queda el alma dudosa de qué fue aquello: si se le antojó, si estaba dormida, si fue dado de Dios, si se transfiguró el demonio en ángel de luz. Queda con mil sospechas, y es bien las tenga… porque aun el mismo natural nos puede engañar allí alguna vez”.
Pero es cierto que aquí las molestias de la imaginación, memoria y entendimiento ya son mínimas. Ya el alma puede superarlas con facilidad. En el Libro de la Vida dice que si ladran los perros, hay que dejarlos ladrar y no salir a acallarlos. Ya aquí nada puede impedir esté bien porque “está Su Majestad tan junto y unido a la esencia del alma que no osará… este maldito (demonio) hacernos mal”. Porque es cierto, que a través de lo externo, entra la tentación y encuentra eco e nuestras debilidades, afectos, gustos, etc.
2) Cuáles son las señales de que procede de Dios y los efectos que deja en el alma
Las señales por donde no os podréis engañar ni dudar si fue de Dios, es que “ya veis esta alma que la ha hecho Dios boba del todo para imprimir mejor en ella la verdadera sabiduría, que ni ve ni oye ni entiende en el tiempo que está así, que siempre es BREVE”. “Fija Dios a sí mismo en lo interior de aquel alma de manera que cuando torna en sí en ninguna manera pueda dudar que estuvo en Dios y Dios en ella. Con tanta firmeza le queda esta verdad, que aunque pase años sin tornarle Dios a hacer aquella merced, ni se le olvida ni puede dudar que estuvo”.
Le queda al alma una seguridad, que solo Dios puede dar.  Y no hay que buscar razones “para ver cómo fue; pues no llega nuestro entendimiento a entenderlo, ¿para qué nos queremos desvanecer? Basta ver… que es Dios el que lo hace, no lo queramos ser para entenderlo”.
La comparación que utiliza para esta oración de unión y sus efectos es la del gusano de seda. Este gusano, grande y feo, comienza a tener vida por medio de los Sacramentos que el mismo Señor dio a la Iglesia (confesión, comunión, buenas lecciones y sermones, buenas meditaciones, etc.) y con el “calor del Espíritu Santo”. “Pues crecido este gusano… comienza a labrar la seda y edificar la casa adonde ha de morir”. Así que hay que darse “prisa a hacer esta labor y tejer este capuchillo, quitando nuestro amor propio y nuestra voluntad, el estar asidas a ninguna cosa de la tierra, poniendo obras de penitencia, oración mortificación, obediencia, todo lo demás que sabéis”. Y así el gusano se convertirá en una “mariposica blanca”… y el alma “vese con deseo de alabar al Señor… y morir por El mil muertes. Luego le comienza a tener (el deseo) de padecer grandes trabajos… grandísimos deseos de penitencia, de soledad, de que todos conozcan a Dios. Y de aquí le viene una pena grande de ver que es ofendido… y poco estimado en este mundo y de la muchas almas que se pierden, así de herejes, como de moros; aunque las que más la lastiman son las de los cristianos, que aunque es grande la misericordia de Dios, que por mal que vivan se pueden enmendar y salvarse, teme que se condenen muchos”.
3) Deseo de comunicar estos bienes
Ya el alma ha salido de sí y se preocupa de Dios y del prójimo. Todos los trabajos, penas, sufrimientos, las pasa con gusto “porque el grande amor que tengo y deseo de que se salven las almas sobrepuja sin comparación a esas penas”. Esta “mariposica o palomica” ha de procurar ir adelante en el servicio de Nuestro Señor y en el conocimiento propio.
En el Libro de la Vida, ella misma narra que, habiendo descuidado la oración, enseñaba a otros, en concreto a su padre, Don Alonso, este camino, porque “acaece quedar con esa gana de que se aprovechen otros, ya que no se aprovecha ella”.
4) Pecados que impiden en esta morada
Es decir, que aunque hayamos llegado a este estado (la oración de unión) no podemos descuidarnos, porque muchas veces quedan dentro gusanos que nos roen las virtudes: amor propio, propia estimación, juzgar a los prójimos, falta de caridad con ellos, etc. “Acá, solas estas dos (cosas) nos pide el Señor: amor a Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar”.
Y “la más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas (amor a Dios y al prójimo), es guardando bien la del amor al prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos, mas el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios”.
5) Engaños.
Aquí los engaños son muy posibles si falta la humildad y demás virtudes. “Son grandes los ardides del demonio, que por hacernos entender que tenemos una (virtud), no la teniendo, dará mil vueltas al infierno. Y tiene razón, porque es muy dañoso, que nunca estas virtudes fingidas vienen sin alguna vanagloria, como son de tal raíz; así como las que da Dios están libres de ella ni de soberbia”.
Pone ejemplos muy reales:
“almas que cuando están en oración, les parece que querrían ser abatidas y públicamente afrentadas por Dios, y después una falta pequeña encubrirían si pudiesen”. O bien: “almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, que parece no se osan bullir ni menear el pensamiento, porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el negocio”.
“Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor; y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a ti: y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma…. Esta es la verdadera unión con Su voluntad (la del Señor), y que si  vieres loar mucho a una persona te alegres más mucho que si te loasen a ti… y cuando viéremos alguna falta en alguna, sentirla como si fuere en nosotras y encubrirla”.
Y “forzar nuestra voluntad para que se haga en todo la de las hermanas, aunque perdáis de vuestro derecho, y olvidar vuestro bien por el suyo, aunque más contradicción os haga al natural; procurar tomar trabajo por quitarle al prójimo… cuando se ofreciere”.
6) Peligro de perderlo todo.
Nos avisa de que no nos descuidemos y de que nos apartemos de las ocasiones, porque todavía no está el alma tan fuerte como pensamos. Personas han llegado a este estado y “con la gran sutileza y ardid del demonio, tornarlas a ganar para sí”.
Ante este aviso aclara dos dudas que nos pueden asaltar: la primera es que si está el alma tan metida en la voluntad de Dios, ¿cómo se puede engañar, pues ella no quiere sino hacer la voluntad de Dios?
Y la segunda, ¿por qué vías puede entrar el demonio tan peligrosamente? La respuesta  está en el cap.4, n.8 y dice:
“viene el demonio con unas sutilezas grandes, y debajo de color de bien vala desquiciando en poquitas cosas… y metiendo en algunas que él le hace entender que no son malas, y poco a poco oscureciendo el entendimiento y entibiando la voluntad y haciendo crecer en ella el amor propio, hasta que de uno en otro la va apartando de la voluntad de Dios y llegando a la suya”.

SEXTAS Y  SEPTIMAS MORADAS
Las Sextas Moradas constan de Once capítulos y las Séptimas de cuatro. Trataré de resumir lo más fundamental de lo que en ellas nos transmite. Es la misma Teresa la que dice en las Sextas, en el cap. 4, que “estas dos moradas… se pudieran juntar bien, porque de la una a la otra no hay puerta cerrada”, aunque en la postrera, es decir, la séptima hay manifestaciones que no se dan en la sexta.
En estas moradas “el alma está ya bien determinada a no tomar otro esposo”. No crean que éstas no conllevan “trabajos interiores y exteriores”. Dice ella que si se supiere lo que se iba a sufrir, nuestra flaqueza natural no podría determinarse a pasarlos.
Los más pequeños (trabajos) son los recelos, comentarios y críticas de propios y extraños: “que se hace santa”, “que hace extremos para engañar el mundo y para hacer a los otros ruines; que son mejores cristianos sin estas ceremonias”, etc… Los amigos se apartan de ella.: “Que son cosas del demonio”, “que trae engañados a los confesores”, etc. Ella se vio sin quien la confesara (ver Vida cp. 28).
1) Criterios de discernimiento
Al principio de todo esto, el alma sufre mucho (“tormento intolerable”), porque ve que “si tiene algún bien es dado por Dios y en ninguna manera suyo”. Cuando después ya se serena no hace caso de lo que dicen y da razones:
. “porque la experiencia le hace claro ver que tan presto dicen bien como mal, y así no hace más caso de lo uno que de lo otro”.
. “porque le ha dado el Señor mayor luz de que ninguna cosa buena es suya, sino dada de él”.
. Para hacer bien a otras almas.
. “Y como tiene más delante la honra y gloria de Dios que la suya…  dásele poco de ser deshonrada a trueco de que siquiera una vez sea Dios alabado por su medio; después venga lo que viniere”.
“Estas razones… aplacan la mucha pena que dan estas alabanzas… y parécele que no ofenden a Dios los que la persiguen; antes, que lo permite Su Majestad para gran ganancia suya; y como la siente claramente (la ganancia), tómales un amor particular muy tierno, que le parece aquellos son más amigos y que le dan más a ganar que los que dicen bien”.
2) Trabajos interiores
Pasamos a los llamados “trabajos interiores”. Uno, y no pequeño, es el que da topar con un confesor tan cuerdo y poco experimentado que… todo lo teme, en todo pone duda, “puesto que ve cosas no ordinarias”. Y como el confesor ve que esa alma, que recibe esas gracias no ordinarias, tiene imperfecciones, “luego es todo condenado a demonio o melancolía”.
Añade que a estos confesores les parece que Dios da esas gracias sólo a las que se parecen a ángeles, y esto “es imposible mientras estuvieren en este cuerpo”. También es verdad que les exculpa porque “está el mundo tan lleno (de melancolía) y hace el demonio tantos males por este camino, que tienen muy mucha razón en temerlo y mirarlo muy bien”. Cuando el confesor ayuda a tener más temor, “es cosa insufrible”.  Porque, además, tras estas gracias tan especiales “vienen unas sequedades, que no parece que jamás se ha acordado de Dios ni se ha de acordar, y que como una persona de quien oyó decir desde lejos, es cuando oye hablar de Su Majestad”.
Este modo de decir recuerda lo que en lenguaje ignaciano es la Desolación. A todo esto se añade el hecho de que al alma que esto sufre le parece que ella “no sabe informar a los confesores y que los trae engañados”. Porque está el entendimiento tan oscuro que ella misma se cree lo que “la imaginación le representa y los desatinos que el demonio la quiere representar”.  Debe ser que el Señor da “licencia a estos letrados para que la prueben y aun para que la hagan entender que está reprobada por Dios”.
Cuando hay una tempestad así el único remedio es aguardar la misericordia de Dios, que “a deshora, con una palabra sola suya, lo quita todo tan de presto, que parece no hubo nublado en aquel alma”.
3) Modos con los que el Señor despierta el alma
3.1.- “Relampada-trueno”
Vamos ahora con los modos con los que el Señor despierta al alma. Una forma es como una “relampada-trueno”, rápida, que el alma entiende fue de Dios, con una seña tan cierta que no se puede dudar y un “silbo tan penetrativo” que el alma no puede dejar de oír. Hace una comparación: Es como si saltara una centilla del gran fuego que es Dios, y llega al alma. Como una saeta (Monasterio de la Encarnación). Y no se duda, ni es melancolía, ni hay engaño de demonio. Y da varias razones:
. jamás da el demonio esta “pena sabrosa”. Quietud y gusto del alma.  Las que da el demonio jamás son sabrosas, ni con paz: sino inquietud y con guerra.
. Esta tempestad sabrosa viene de una región que él (demonio) no puede señorear.
. Por los grandes provechos que quedan en el alma como es determinarse a padecer por Dios y desear tener muchos trabajos.
3.2.- HABLAS
Otro modo con el que Dios despierta al alma es con las HABLAS, que unas vienen de fuera, otras del muy interior del alma, y otras tan en lo exterior que se oyen con los oídos.
Estas HABLAS pueden proceder de Dios, o del demonio, o de la propia imaginación. Cuando son de Dios, no importa de donde vengan y “las más ciertas señales que se pueden tener, son éstas:
La primera y más verdadera es el poderío y señorío que traen consigo, que es hablando o obrando  (p.ej. Una palabra “no tengas pena”, cuando el alma está en desolación, y con la que queda sosegada y con gran luz  o “Yo soy, no hayas miedo”, y queda consoladísima)
La segunda razón, es una gran quietud que queda en el alma y recogimiento devoto y pacífico, dispuesta para alabanzas de Dios
La tercera señal es no pasarse estas palabras de la memoria en muy mucho tiempo y algunas jamás, con certidumbre grandísima.  Centella de seguridad, por más que la contradigan.
Cuando estas HABLAS proceden del demonio, “hay más que temer”: “aunque al alma le parezca claro que procede del Señor, hay que consultar con el confesor, que está en Su lugar (en el lugar del Señor), y el Señor le pondrá al confesor y le hará ver de qué espíritu es. Y no seguir el propio parecer, que es cosa muy peligrosa”.
Y por fin, nos habla de la tercera forma  o procedencia que es la imaginación: “Algunas veces, y muchas, pueden ser antojo, en especial en personas de flaca imaginación o melancólicas, digo de melancolía notable”. ¿Cómo actuar con estas personas? No hay que hacer caso; oírlas como a personas enfermas. Advertir a la priora y al confesor y no agobiarlas diciéndolas que es demonio. Sin embargo, es menester quitarle la oración, porque suele el demonio aprovecharse de estas almas para su daño y para el de otros. Además, otra señal es que, cuando proceden de la imaginación no hay certidumbre, ni paz ni gusto interior. Y las razones que da para ver que las HABLAS no proceden de la imaginación son:
. la claridad de “la habla”.
. A deshora, y aun estando en conversación.
. Lo uno es como quien oye, y lo de la imaginación es como quien va componiendo lo que uno mismo quiere que le digan.
. Porque las palabras son muy diferentes y con una se comprende mucho, lo que nuestro entendimiento no podría componer tan de presto.
. Junto con las palabras se da a entender mucho más de lo que ellas dicen.
3.3.- Arrobamientos
Vamos ahora a ver lo que ella llama ARROBAMIENTOS (o Éxtasis). El Señor va habilitando al alma para que tenga ánimo de juntarse con Él y tomarle por Esposo. De los modos de arrobamientos dice que una manera es un toque que da el Señor con alguna palabra, y no necesariamente estando en oración. E insiste en que estos dones afectan a las potencias “que están absortas”.
“Se queda la voluntad tan embebida y el entendimiento tan enajenado, y durar así un día, y aun días, que parece no es capaz para entender en cosa que no sea para despertar la voluntad a amar”.
El Señor da a conocer secretos, da visiones “imaginarias” y “de tal manera quedan impresas en la memoria que nunca jamás se olvidan. Añade: “Así que, hermanas, las cosas ocultas de Dios no hemos de buscar razones para entenderlas, sino que, como creemos que es poderoso, está claro que hemos de creer que un gusano de tan limitado poder como nosotros… no ha de entender sus grandezas”.
Cuando estas gracias se dan delante de la gente entonces se pasa muy mal por la malicia del mundo, que les servirá de ocasión “para echar juicios”.
Otra forma de arrobamiento recuerda a S. Pablo: “”se arrebata el espíritu, que parece sale del cuerpo; no puede decir si está en el cuerpo o si no. Parécele que toda junta ha estado en otra región muy diferente de en esta que vivimos… Si esto pasa estando en el cuerpo, o no, yo no lo sabré decir….”
Las razones de que no sean cosa del demonio son:
. Conocimiento de la grandeza de Dios.
. Propio conocimiento y humildad.
. Tener en muy poco todas las cosas de la tierra.
Advierte también contra las lágrimas de las “personas tiernas que por cada cosita lloran”. No son necesariamente buenas y signos de conversión: “No pensemos que está todo hecho en llorando mucho, sino que echemos mano del obrar mucho y de las virtudes, que son las que nos han de hacer al caso, y las lágrimas vénganse cuando Dios las enviare, no haciendo nosotras diligencias para traerlas”.
En el cap.7 se extiende en advertir que, aunque el alma haya llegado a tener estos favores, no puede olvidarse de quién es y de sus pecados y de la importancia de no huir de lo material. La humanidad de Cristo debe estar siempre presente en su mente y corazón. Encarece la meditación de la Pasión. Porque de no meditar se pueden seguir muchos engaños; perder el tiempo en la oración, no aprovechando en las virtudes. No hay que esperar siempre regalos.
En el cap. 3 de las séptimas moradas repite los efectos que este grado de oración produce y nos dice cuales son sus efectos:
1. Olvido de sí. “Ni se acuerda que para ella ha de haber cielo ni vida ni honra, porque toda está empleada en procurar la de Dios”
2. Deseo de padecer grande, mas no de manera que la inquiete como solía.
Tiene una nota de gran realismo: “No entendáis por esto, hijas, que deja de tener cuenta con comer y dormir, que no le es poco tormento, y hacer todo lo que está obligada conforme a su estado; que hablamos de obras interiores, que de obras exteriores poco hay que decir, que antes ésa es su pena: ver que es nada lo que ya pueden sus fuerzas”.
El amor a los enemigos nos lo narra en el n.5 de este mismo cap.: “Tienen también estas almas un gran gozo interior cuando son perseguidas, con mucha más paz que lo que queda dicho, y sin ninguna enemistad con los que las hacen mal o desean hacer; antes le cobran amor particular, de manera que, si los ven en algún trabajo, lo sienten tiernamente, y cualquiera tomarían por librarlos de él, y encomiéndanlos a Dios muy de gana, y de las mercedes que les hace Su Majestad holgarían perder, porque se las hiciese a ellos, porque no ofendiesen a nuestro Señor”.
Hay diferencia entre esta morada y las anteriores porque “casi nunca hay sequedad ni alborotos interiores de los que había en todas las otras a tiempos, sino que está el alma en quietud casi siempre”.
En las moradas séptimas nos narra de forma muy sencilla y gráfica el Desposorio Espiritual: Digamos que sea la unión, como si dos velas de cera se juntasen tan en extremo, que toda la luz fuese una, o que el pábilo y la luz y la cera es todo uno” Éste es un modo de unión mero el Matrimonio es como “si cayendo agua del cielo en un río o fuente, adonde queda hecho todo agua, que podrán ya divivir ni apartar cuál es el agua del río, o lo que cayó del cielo o como si un arroyico pequeño entra en la mar” que ya no pueden dividirse.
 “Así me parece puede decir aquí el alma, porque es adonde la mariposilla, que hemos dicho, muere y con grandísimo gozo, porque su vida es ya Cristo” (cap.2 n.59).




Morada
Vía
Almas
Pecado mortal
Pecado venial
Imperfecciones
Prácticas de piedad
Oración
I
PURGATIVA
Creyentes
Difícilmente combatido. Sincero arrepentimiento. Ocasiones peligrosas frecuentemente buscadas.
Ningún esfuerzo para evitarlo. No se le da importancia.

Las preceptuadas por la Iglesia. Algunas omisiones. Alguna práctica de superación.
Puramente vocal, pocas veces y con muchas distracciones. Peticiones humanas temporales.
II
PURGATIVA
Buenas
Sinceramente combatido. Sincero arrepentimiento y pronta confesión. Ocasiones peligrosas, a veces seguidas de alguna caída.
A veces plenamente deliberado. Lucha débil. Arrepentimiento superficial. Frecuentes caídas.

Frecuencia de sacramentos. A veces Misa diaria. Rosario familiar, omitido con frecuencia.
Generalmente vocal. A veces algún rato de meditación, pero con muchas distracciones y poca fidelidad.
III
PURGATIVA
Piadosas
Rarísima  vez. Vivo arrepentimiento. Confesión inmediata. Precauciones para evitar las caídas.
Sinceramente combatido. Examen particular, pero con poca constancia y escaso fruto.

Misa y Comunión diarias, con espíritu de rutina. Confesión semanal, con escasa enmienda. Rosario y visita al Santísimo.
Meditación diaria, sin gran empeño. Muchas distracciones. Omisión fácil si hay sequedades u ocupaciones. Oración afectiva. Empieza la noche del sentido.
NOCHE DEL SENTIDO
IV
ILUMINATIVA
Fervientes
Nunca. A lo sumo algunas sorpresas violentas e imprevistas. Vivísimo arrepentimiento. Penitencias reparadoras.
Seria vigilancia para evitarlo. Rara vez deliberado. Examen particular dirigido seriamente a combatirlo.
El alma evita examinarse demasiado para no verse obligada a combatirlas. Ama la abnegación, pero hasta cierto punto y sin grandes esfuerzos.
Misa y Comunión diarias fervorosas. Confesión semanal diligentemente practicada. Dirección espiritual. Tierna devoción a María.
Fidelidad a pesar de arideces y sequedades en la noche del sentido. Oración de simple amor. Algo de recogimiento y oración de quietud.
V
ILUMINATIVA
Relativamente perfectas

Nunca deliberado. Alguna vez por sorpresa o poca advertencia. Vivamente llorado y seriamente reparado.
Reprobadas seriamente, alguna vez deliberadas, pero rápidamente deploradas. Actos frecuentes de abnegación y de renuncia. Examen particular.
Cada vez más simples y menos numerosas, pero con ardiente amor. Amor a la soledad, espíritu de desasimiento, ansias de a mor a Dios, amor a la cruz, celo…
Vida habitual de oración. Oración contemplativa y de unión. Purificaciones pasivas y epifenómenos místicos.


NOCHE DEL ESPIRITU
VI
ILUMINATIVA
Heroicas


Nunca deliberadas. A veces impulsos inadvertidos, pero rápidamente rechazados.
Fidelidad exquisita a todas las de su estado. Preocupación por unirse más y más a Dios. Desprecio de sí mismo. Sed de sufrimientos. Penitencias durísimas. Victimación.
Dones sobrenaturales. Contemplación casi habitual. Unión estática. Noche del espíritu. Gracias, “gratis data”. Desposorio habitual.
VII
ILUMINATIVA
Grandes santos


Apenas aparentes.
Ejercicio de amor, “que ya sólo en amor está mi ejercicio”. Paz y serenidad imperturbable.
Visión intelectual de la Santísima Trinidad en el alma. Unión transformante. Matrimonio espiritual. Confirmación en gracia.