jueves, 29 de junio de 2017

Domingo XIII del Tiempo Ordinario (A)



2-7-2017                                 DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

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Homilía de audio
Queridos hermanos:

         ¿Habéis hecho alguna vez apuestas a los caballos? Yo no. Supongo que uno apostará por el caballo que cree que tiene más posibilidades de ganar la carrera. Supongo que uno no apostará por un caballo cojo, viejo y enfermo. Hace un tiempo bautizaba a una niña y decía a sus padres que habían apostado, al querer bautizar a su hijita, por un caballo perdedor. Pues hoy muchos se retiran de la fe, de la creencia en Dios, del amor, la creencia y la aceptación de la Iglesia. Ejemplos: llamadas al obispado para borrarse de la Iglesia católica; borrachos con pene al aire faltando a unas religiosas; en Granada pegaron a un monja por un delito muy grave que había cometido: ¡por ser monja!; en Madrid quemaron una capilla y pusieron un pintada que decía: ‘la iglesia que ilumina es la que arde’...
         Ante todo esto, creo sinceramente que todos los que estamos en este templo estamos apostando por un caballo perdedor y que los que tienen toda la razón son los que ahora están en sus camas durmiendo o descansando, o en casa trajinando, o paseando por la ciudad, o camino de las playas. No merece la pena seguir perdiendo más el tiempo aquí en el templo, y con esta Iglesia, ni con Dios. Yo voy a dejar el sacerdocio. Tengo casi 58 años y todavía me quedan unos años para poder vivir y disfrutar. Al fin y al cabo, si yo dejo el sacerdocio no haría más que seguir los pasos de tantos curas y monjas que lo han dejado, de tantos seglares que pasan de la Iglesia y de la fe. Dejaría de tener que defender cosas absurdas como el no a preservativos, el no a los divorcios, el no a los homosexuales… Decidido: voy a dejar la fe y la Iglesia y el sacerdocio… Y os aconsejo que vosotros hagáis lo mismo. De todas formas, ¡haced lo que os dé la gana!

            Pero, si lo tengo decidido, entonces ¿por qué no estoy tranquilo? Pienso en aquellas palabras de Pedro a Jesús: “Señor, ¿a dónde vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. 6, 68). También leo en el evangelio de hoy: “El que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt. 10, 39). O esta otra: “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mt. 10, 38).
            No, no puedo dejar el sacerdocio, ni la Iglesia, ni la fe, ni a Dios. ¿Por qué? No dejo nada de esto porque 1) estoy enamorado de Dios. Él me enseñó lo que es el amor. El besó mis labios con sus labios. Él me estrechó entre sus brazos y contra su corazón cuando yo aún no había nacido y nunca ha dejado de hacerlo. Él siempre ha estado conmigo. ¿Qué sería de mi vida sin Él? Él es como el aire que respiro. Él es mi origen, y mi fin. Lo descubro en el mundo, en las personas, en los sacramentos, en su Palabra. Es Él. 2) No dejo nada de esto por mi amor la Iglesia; ésa tan pecadora y con tantas contradicciones, pero que me recibió en sus brazos al nacer por el bautismo, que me alimenta con la Eucaristía y me perdona los pecados por la confesión, que me ordenó sacerdote para sus hijos, sin yo merecerlo (o más bien merecer todo lo contrario por mis muchos pecados), que me cuida y rezará por mí cuando yo fallezca. 3) No dejo nada de esto, porque merece la pena luchar y vivir sólo para el ser humano dejando todas las posibilidades que este mundo te ofrece. El ser humano merece la pena, incluso los del pene o los que dejan la Iglesia, o la quieren quemar. Merecen la pena, porque son hijos de mi Dios y hermanos míos. Y esto sólo se comprende desde Él, desde su amor.
            ¿Vosotros vais a quedaros, vais a luchar o vais a dejar todo o vais, peor aún, a vivir mediocremente vuestra fe?
            Os voy a leer un trozo de un correo electrónico que una chica, que es monja, mandó a diversas personas antes de irse a Mozambique. Esta chica, esta monja no piensa en sí misma, sino en Dios y en los demás, y no quiere tampoco abandonar, porque quiere perder su vida por Jesús: Por fin se va a realizar mi sueño... Desde que era pequeña quería ser monja...y también misionera, con los negritos,... Han pasado muchos años desde entonces, pero el Señor ha dispuesto que vaya este año, cuando yo ni me imaginaba que podría ir, pues ya tenía todo el verano programado con distintas actividades. Me hubiera gustado saberlo con más tiempo, para poder prepararme mejor... estudiando portugués, repasando algo de enfermería, y más de inglés, y teniendo más tiempo para prepararme interiormente, pero bueno, nuestros pensamientos no son los Suyos, ni nuestros caminos los Suyos... Él lo ha querido así, y así quiero aceptarlo, deseando dejarme conducir por Él. Me acabo de confesar, y el sacerdote me ha repetido varias veces que todo aquello cuanto haga he de hacerlo en Su nombre... Pues sí... en el nombre del Señor me voy a Madrid, y me subiré al avión, y en su nombre estaré en Mozambique como Él lo disponga. No voy con grandes pretensiones... Sólo quisiera ser transmisora de su gran amor para con todos. Rezad por mí, no tanto para que no me pase nada, sino para que en todo lo que viva, todo lo que acontezca pueda ser un reflejo de su bondad, de Su amor, de Él mismo que habita en mí: Dios Uno y Trino. No sé lo que me espera, pero lo que sí tengo claro es que el Señor siempre va  a estar conmigo, a mi lado, dándome fuerzas y sosteniendo mis pasos. Y también estará  a vuestro lado, confortándoos, ayudándoos, manteniéndonos unidos en el amor. Cuando alguien entrega su vida al Señor tiene que estar dispuesto a todo, a lo que sea, pues ya no se pertenece, la vida es del Señor, y de los demás... Así que todo sea para mayor gloria Suya, y sea lo que Él quiera. Aquí estoy, Señor, dispón según tu Voluntad. Que la Santísima Trinidad sea nuestra mayor alegría. En Ella vivimos, nos movemos, existimos... Ella nos habita, está en nosotros, y nos une...y hacia la plena comunión con Ella caminamos. Que no desperdiciemos este gran regalo de su presencia en nosotros, regalo que llevamos en vasijas de barro... regalo inmerecido, pero que por su gran amor nos da cada día, en cada momento”.  Amén (¡Que así sea!)