jueves, 27 de julio de 2017

Domingo XVII del Tiempo Ordinario (A)



30-7-17                       DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO (A)


Homilía de vídeo
Homilía de audio
Queridos hermanos:
            Como os decía los dos domingos pasados, voy a repetir lo dicho en los ejercicios espirituales que impartí en Oviedo y en Lugo en esta Cuaresma. Hoy, de la mano del Papa Francisco, Comenzaré a hablar un poco de lo dicho por san Pablo a los corintios en el capítulo 13. Digo comenzaré, porque el fin de semana pasado me detuve sólo en la primera parte de la homilía y no llegué a explicar nada del himno de la caridad de san Pablo.
Os recuerdo que el texto dice así: “El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1ª Co 13,4-7).
            Durante varios domingos profundizaremos en este texto y haremos trece paradas para descubrir un poco más qué es y cómo es el amor.
1.- Paciencia
2.- Actitud de servicio
3.- Sanando la envidia
4.- No hace alarde ni es arrogante
5.- Amabilidad (no obra con dureza)
6.- No busca su propio interés
7.- No se irrita (sin violencia interior)
8.- No lleva cuentas del mal (perdón)
9.- Alegrarse con los demás
10.- Disculpa todo
11.- Confía
12.- Espera
13.- Soporta todo
1.- Paciencia.
La paciencia la tiene Dios, que es “lento a la ira” (Ex 34,6; Nm 14,18). Dios da tiempo al arrepentimiento. Por eso, la paciencia de Dios es signo de su misericordia con el pecador. A partir de la paciencia de Dios, el Papa saca una serie de indicaciones muy prácticas de cómo hemos de vivir la paciencia con los demás: La paciencia “se muestra cuando la persona no se deja llevar por los impulsos y evita agredir” (n. 91). “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos[1]. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad. Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla […] Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba. El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía” (n. 92).
2.- Actitud de servicio.
“Pablo quiere aclarar que la ‘paciencia’ nombrada en primer lugar no es una postura totalmente pasiva, sino que está acompañada por una actividad, por una reacción dinámica y creativa ante los demás. Indica que el amor beneficia y promueve a los demás. Por eso se traduce como ‘servicial’” (n. 93).  “Pablo quiere insistir en que el amor no es sólo un sentimiento, sino que se debe entender en el sentido que tiene el verbo ‘amar’ en hebreo: es ‘hacer el bien’” (n. 94).

[1] Un día en Covadonga: “Señora que de malos modos me dice: ¡coge eso!... ¡extiende esto!” Pensaba que estaba hablando con su marido.